Ejemplos con tranquilicé

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al verme, se levantó avergonzada, yo la tranquilicé y le expliqué a lo que iba.
A pesar de las palabras del médico viejo no me tranquilicé, y, con esta tendencia que se tiene a aumentar el propio mal, le pedí informes de Machín.
Yo la tranquilicé diciéndole que la toma de Madrid por el no estaba tan próxima como ella había visto en sueños.
No me tranquilicé con la idea y el honor de estar en la ilustre , y seguí con mis ansias y zozobras al compás del fogoso vehículo que me llevaba traqueteando a lo largo de las Españas.
Fácilmente lo tranquilicé, pero le dije que estaba tan buena, que me había quedado levantada para poder escribir en este libro.
Sobre este punto tranquilicé a mis buenos sirvientes, asegurándoles que mi fe musulmana es escudo mío y de mi familia contra las asechanzas de los hijos del fuego.
La tranquilicé, mirándola bien y apreciando con rápido examen toda su persona, de pies a cabeza.
Sin temor de prometer lo que no podría cumplir, la tranquilicé sobre este punto, dándole seguridades categóricas de que su nombre no figurará para nada, en caso de formación de procesos.
Eufrasia turbose un poco al verla, yo la tranquilicé, asegurándole la discreción y delicadeza de la que había sido mi auxiliar en aquellas tribulaciones.
Jean-Jean miró con recelo a miss Fly, pero al punto le tranquilicé, diciéndole:.
Yo defendí a mi hermano como pude y tranquilicé a su suegra, tratando de hacerle comprender que la licencia de nuestras costumbres está más en la forma que en el fondo, y que no debía tomar como señales de pecado ciertos detalles corrientes.
Me tranquilicé, pero no del todo.
Le tranquilicé viendo su generosa oferta, amplié las razones de mi negativa, y, finalmente, les dije que pensaran en hacer al día siguiente algunos bautismos.
Entonces fui a buscar a los acreedores de mi padre, rogándoles que tuviesen paciencia, y los tranquilicé lo mejor que pude.
—¡No, no! Ya me tranquilicé.
Al reflexionar acerca de lo poco verosímil de una tentativa así por parte de Eumolpo, me tranquilicé, y cubriéndome la cabeza con el manto, traté e dormir: pero en el mismo instante, como sí la inconstante Fortuna me persiguiese, oí sobre cubierta una voz de sobra conocida que exclamaba: —¿Soy acaso objeto de irrisión?— Los ecos varoniles de esta voz me aterraron.
Después me tranquilicé considerando que para apoderarse el Gobierno de mí, no necesitaba tenderme un lazo, ni mucho menos valerse para ello de la mano de Valenzuela, en quien no podía concebirse tan ocioso alarde de maldad, por malo y pícaro que fuese.
Bebiendo agua me tranquilicé sobre aquel punto.
Al darme cuenta de la realidad caí de rodillas, y con todo mi corazón di gracias al Altísimo por haberme libertado, y calmé y tranquilicé mi alma.
Cuando me tranquilicé y volví, la quemé sin piedad, casi con rabia.
Sentí un movimiento de temor, de repugnancia o de arrepentimiento, recordando uno o dos dramas a que asistiera en mi vida y que provocaron el suicidio de algunos ilusos, pero me tranquilicé inmediatamente, porque no había hecho más que favorecer la lógica de los hechos, separando de ellos la parte romántica y, por lo tanto, enfermiza.
Después me tranquilicé.
Pero me tranquilicé bien pronto, gracias a un pequeño detalle.
Creí ver un relámpago de duda en sus pupilas, y me tranquilicé de pronto.
Eufrasia turbose un poco al verla, yo la tranquilicé, asegurándole la discreción y delicadeza de la que había sido mi auxiliar en aquellas tribulaciones.

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