Ejemplos con quitaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Quién pudiese volver a aquellos tiempos, cuando subía a tu casa con la sotanita roja, en busca de tu padre el sacristán, y te quitaba el almuerzo! ¿Eh, Tomasa?.
Le quitaba el sueño verse en su tierra después de tantos años de aventuras y miserias.
¡Qué peso se quitaba de encima! Podían venir ahora los del tribunal y hacer lo que quisieran.
Tío por aquí, tío por allá, la una le quitaba el sombrero, la otra tomaba su bastón, y las dos tiraban a un tiempo de su paleto, sonriendo ligeramente al ver el chaqué, que quedaba al descubierto, y que con sus cortos faldones dábale el aspecto de un pájaro desplumado.
Tal vez aquella calaverada le costase después crueles desarreglos de estómago y una semana de purgas, pero ¡vayanse al diablo los escrúpulos! un día es un día, y a ver quién le quitaba lo gozado.
Por la mañana había cumplido admirablemente, estuvo muy suelta de lengua y de manos, haciendo garatusas y dando brincos en cuanto la señora le quitaba la vista de encima.
En la misma catedral, cuando les quitaba la vista de encima el sacristán que les enseñaba alguna capilla o preciosidad reservada, los esposos aprovechaban aquel momento para darse besos a escape y a hurtadillas, frente a la santidad de los altares consagrados o detrás de la estatua yacente de un sepulcro.
Hablando así se quitaba el sombrero, luego el abrigo, después el cuerpo, la falda, el , y lo iba poniendo todo con orden en las butacas y sillas del aposento.
El contento que inundaba su alma le quitaba el cansancio, y provenía su gozo casi exclusivamente de que Jacinta, en aquel ratito en que le llevó aparte, le había dado un duro.
Pero al acostarse volvió Ido a ser atormentado por sus temores, y no tuvo más remedio que estar toda la noche hecho un ovillo, con las manos cruzadas en la cintura, porque si en una de las revueltas que ambos daban sobre los accidentados jergones la mano de su mujer llegaba a tocar el duro, se lo quitaba, tan fijo como tres y dos son cinco.
Guillermina no le quitaba los ojos, que con los guiños se volvían picarescos.
La oferta significaba pitanza segura, poco trabajo, y si la portería era de casa grande, el uniforme no se lo quitaba nadie Ya tenía la boca abierta para soltar un más grande que la casa de que debía ser portero, cuando el amor propio, que era su mayor enemigo, se le amotinó, y la fanfarronería cultivada en su mente armole una gritería espantosa.
Comprendí que me había conocido y que mis miradas la cohibían ¡Pobrecilla! Lo elegante no le quitaba lo ordinario, aquel no sé qué de pueblo, cierta timidez que se combina no sé cómo con el descaro, la conciencia de valer muy poco, pero muy poco, moral e intelectualmente, unida a la seguridad de esclavizar ¡ah, bribonas!, a los que valemos más que ellas digo, no me atrevo a afirmar que valgamos más, como no sea por la forma En resumidas cuentas, chico, está que.
¡Gracias a Dios! Ya tenemos a Periquito hecho frailedijo doña Lupe, que después de haber recibido el estrujón en el pasillo, entraba tras él, radiante de dicha, porque se le quitaba de encima aquella fiera boca.
Mirábale comer su tía con expectante atención, y cuando quedaban en el plato no más que seis o siete fresas, se lo quitaba de las manos diciendo: Esto para Papitos que está con cada ojo como los de un besugo.
Desde que pasaba de la iglesia de Chamberí veía el disco de la noria, y ya no le quitaba los ojos hasta llegar próximo a él.
Ya cerca de la noche, como he dicho, Mauricia no se quitaba de la reja para hablar a la monja cuando pasaba.
Llevaba toquilla de color corinto, que se quitaba al sentarse, y al punto se le armaba en la mesa una tertulia de hombres, compuesta de los siguientes personajes: un portero del Colegio de Sordo-Mudos, un empleado del Tribunal de Cuentas, un teniente viejo, de la clase de tropa, retirado del servicio, y dos individuos que tenían puesto de carne y frutas en la plaza de San Ildefonso.
Se afeitaba ya todos los días, lo que en realidad le quitaba el parecido consigo mismo.
La portera vio que doña Guillermina se quitaba el manto No, señorita, no sea tan viva de genio.
Guillermina, concluida la ceremonia, no les quitaba ojo, y por fin resolvió darles el quién vive.
Para él la iglesia estaba siempre allí, y toda vez que mi hombre pasaba por el punto exacto que correspondía al lugar de la puerta, se persignaba y se quitaba el sombrero.

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