Ejemplos con quejaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por supuesto que esta clase de lucha arruinó la economía salteña, pero nadie se quejaba, al menos en las clases populares.
Miguel también se quejaba, porque decía que había perdido la carrera, pero el padre lo reprochó diciéndole que a él no le gustaba estudiar y que ya había perdido muchos años en la universidad y había pasado seis años en huelgas, quemando cohetes y gritando, sin estudiar nunca.
Cuando doña Purificación se quejaba de las largas excursiones de caza que emprendía su hijo por la isla, éste se quedaba en la ciudad, pasando el día en el jardín para ejercitarse en el tiro de pistola.
Desnoyers se quejaba de la conducta un tanto desordenada de su hijo.
Se quejaba del movimiento de una capital de provincia, encontrándolo insufrible, él, que había visitado los puertos más importantes de los dos hemisferios.
Don Marcelo se quejaba de la pequeñez de un piso de veintiocho mil francos que podía servir de albergue a cuatro familias como la suya.
Decía estar enferma, se quejaba de dolores de cabeza, sentía un malestar general, en fin, cosas de muchacha, y doña Cristina la dejaba en el hotel bajo la vigilancia del Nicanora.
Si en un convento había una monja enferma de gravedad, si un padre jesuíta se quejaba del estado de su salud, las de Lizamendi enviaban a Luis, con indicaciones que eran órdenes, contentas de poder servir gratuitamente a los elegidos del Señor.
La sobrina se quejaba a don Antolín.
Vosotros los Luna siempre habéis sido flojuchos, tu padre, antes de llegar a mi edad, no podía menearse y se quejaba del reúma y de la humedad de este jardín.
, de bruces en el suelo, se quejaba con lamentos que parecían ronquidos, saliendo a borbotones la sangre de su rota cabeza.
Su constitución física distaba mucho de corresponder a sus bríos espirituales, y, aunque no tenía aún cuarenta años, ya en sus últimas cartas se quejaba dulcemente de lo quebrantado de su salud, que le impedía trabajar en empresas activas, y le estorbaba algo en sus estudios.
A cada instante se quejaba, diciendo:.
¡Otra que Dios! ¿Y aún se quejaba? ¿ si no le hubiesen abandonado sería él ahora comerciante con tienda abierta? Cuanto más, estaría guardando el ganado de algún rico.
La criatura seguía alborotando, y su madre se quejaba de un desasosiego que no podía explicar.
No estaba contento ni mucho menos con esto del orgulloso Rubín, y se quejaba de que una amistad sagrada le hubiera puesto en el compromiso de aceptar el turrón alfonsino.
Maxi se quejaba de que su mujer estaba más tiempo fuera de la alcoba que en ella, y la llamaba a cada instante.
Tampoco Julián olvidará el día en que ocurrieron acontecimientos tan extraordinarios, día dramático entre todos los de su existencia, en que le sucedió lo que no pudo imaginar jamás: verse acusado, por un marido, de inteligencias culpables con su mujer, por un marido que se quejaba de ultrajes mortales, que le amenazaba, que le expulsaba de su casa ignominiosamente y para siempre, y ver a la infeliz señorita, a la verdaderamente ofendida esposa, impotente para desmentir la ridícula y horrenda calumnia.
Se quejaba de una , una cosa repentina, y Julián, turbado pero compadecido, acudió a empapar una toalla para humedecerle las sienes, y a fin de ejecutarlo se acercó a la acongojada enferma.
Á eso de las dos, Manuel no se paseaba ya, ni rugia, ni se quejaba.
Digo pues que una siesta de las del verano pasado, estando cerradas las ventanas, y yo cogiendo el aire debajo de la cama del uno dellos, el poeta se comenzó a quejar lastimosamente de su fortuna, y preguntándole el matemático de qué se quejaba, respondió que de su corta suerte.
Todo lo cual con sosegado silencio estuvo escuchando el segundo huésped, coligiendo por las razones que habia oido, que sin duda alguna era mujer la que se quejaba, cosa que le avivó mas el deseo de conocella, y estuvo muchas veces determinado de irse a la cama de la que creia ser mujer, y hubiéralo hecho, si en aquella sazon no le sintiera levantar, y abriendo la puerta de la sala dió voces al huésped de casa que le ensillase el cuartago, porque queria partirse.
Eran las noches de las perezosas y largas de diciembre, y el frio y el cansancio del camino forzaban a procurar pasarlas con reposo: pero como no le tenia el huésped primero, a poco mas de la media noche comenzó a suspirar tan amargamente, que con cada suspiro parecia despedírsele el alma, y fué de tal manera, que aunque el segundo dormia, hubo de despertar al lastimero son del que se quejaba, y admirado de los sollozos, con que acompañaba los suspiros, atentamente se puso a escuchar lo que al parecer entre sí murmuraba.
Picábale una vez una avispa en el cuello, y no se la osaba sacudir por no quebrarse: pero con todo eso se quejaba.
Estas tristes nuevas oidas de Ricaredo, le pusieron en términos de perder el juicio: tales eran las cosas que hacia y las lastimeras razones con que se quejaba.
Y quiso la suerte que, cuando llegó a este verso, acertó a pasar por allí un labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino, el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó a él y le preguntó que quién era y qué mal sentía que tan tristemente se quejaba.
No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba, y apenas las hubo oído, cuando dijo:.
Tentó asimismo con las manos por las paredes de la sima, por ver si sería posible salir della sin ayuda de nadie, pero todas las halló rasas y sin asidero alguno, de lo que Sancho se congojó mucho, especialmente cuando oyó que el rucio se quejaba tierna y dolorosamente, y no era mucho, ni se lamentaba de vicio, que, a la verdad, no estaba muy bien parado.
En tanto que, de la suerte que se ha dicho, se quejaba la lastimada Altisidora, la estuvo mirando don Quijote, y, sin responderla palabra, volviendo el rostro a Sancho, le dijo:.
Bien les pareció, a los que escuchado habían, la canción de Grisóstomo, puesto que el que la leyó dijo que no le parecía que conformaba con la relación que él había oído del recato y bondad de Marcela, porque en ella se quejaba Grisóstomo de celos, sospechas y de ausencia, todo en perjuicio del buen crédito y buena fama de Marcela.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba