Ejemplos con quejara

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y que no me va mal, gracias a Dios, en el nuevo régimen de mi pasividad o vida boba, pues en este Limbo en donde la autoridad me confina, estoy a qué quieres boca, tan mimadito y agasajado, que sería yo la misma ingratitud si me quejara.
A la hermana mayor la veía poco, mejor dicho, no la veía lo bastante para darle gracias por tan delicadas atenciones, y como se quejara de ello un día, Navarridas le dijo: A Demetria hemos de dejarla en sus ocupaciones de gobierno.
Si eso es así, no tengo yo qué replicar respondió Sancho, pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera.
Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo, que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella.
El buque llamaba con un silbido doloroso, como si se quejara de un agudo dolor, implorante, solemne, frío.
Un viernes, hacía más de un mes, la despertó a medianoche un ruido infernal, como de cadenas y de alguien que se quejara a grito herido.
Como Felipe se quejara del pernicioso desprendimiento de su amo, este le dijo:.
-Dile a la de Gómez, viuda de Trujillo, que más pierdo yo, que pierdo las orejas, y dile también que si la pellizcase a ella puede que no se quejara.
Pedro tuvo que dar por aquel vaso de leche, en su concepto sucia y corrompida, diez veces más de lo que le hubiera costado en su aldea un vaso de leche limpia y fresca, y como se quejara de lo mal que se le había servido, faltó poco para que le midiera las costillas con una estaca un tozudo montañés, que a su salida apareció en la puerta de la quesería.
Así, nada tenía de extraño que su cintura delicadísima se quejara a veces del peso enorme que la seguía, y que a veces, cansada del peso, se enojase con las nalgas.

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