Ejemplos con perdonábamos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por su extremada bondad, por la pureza de su alma candorosa, le perdonábamos la pesadez e inoportunidad de sus históricas lecciones, y llevábamos con paciencia las prolijas noticias que nos daba de la antigua , capital de.
Llamados por las obligaciones de su oficina regresaron padre y hermano a Sigüenza. La compañía de mi madre colmaba todos los anhelos de nuestro corazón, y como sociedad, bastante teníamos con los amigos que nos visitaban, descollando en nuestro afecto el Sr. D. Buenaventura Miedes, erudito investigador de las antigüedades atenzanas. Por su extremada bondad, por la pureza de su alma candorosa, le perdonábamos la pesadez e inoportunidad de sus históricas lecciones, y llevábamos con paciencia las prolijas noticias que nos daba de la antigua Tutia, capital de los afamados Thicios. Todo esto, así como las guerras de Sertorio, la traición de Perpenna, la muerte alevosa que este dio al arrogante tribuno militar, nos tenía sin cuidado. Una tarde entera de las de la huerta, nos tuvo con las ansias del fastidio contándonos la batalla que riñeron el dicho Sertorio y un tal Metelo en las inmediaciones de Sigüenza. Luego nos habló del monte llamado Alto Rey, y del hondo valle que al pie de esta eminencia y frente a nuestro Castillo se abre, desde la cuenca del Henares a la del Duero. «Esta angostura -nos dijo-, es el pasadizo habitual de la Historia de España. Iberos y romanos, castellanos y agarenos han entrado y salido por él en sus invasiones y continuas guerras. Por allí pasó Almanzor cuando vino a encontrar la muerte en Medinaceli, por allí pasó el Cid cuando despedido del Rey emprendió la gloriosa campaña que nos cuenta y canta el Romancero, por allí todos los Alfonsos, por allí en nuestro siglo el General Hugo, por allí el Empecinado, por allí Cabrera...».
Juntos salíamos los tres de paseo, tranquilos, alegres, ni envidiados ni envidiosos, y por las noches no perdonábamos nuestra partidita de café en los de Zaragoza, Venecia o San Sebastián donde poníamos el paño al púlpito despotricando, ora en tonos enérgicos, ora en sarcástico estilo, contra la oligarquía dominante.
No perdonábamos taza ni plato, cuchillos ni bolas de billar, y bien claro recuerdo que una noche de lluvia, en un café muy concurrido, Enrique se llevó bonitamente un gabán y otra noche yo un bastón con puño de oro.

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