Ejemplos con penosísima

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No habrían transcurrido muchos meses de nuestro matrimonio, cuando mi mujer murió, tras una larga y penosísima enfermedad.
No sabía yo cómo excusarme de admitir una colaboración que había de serme penosísima por el estado de mi cabeza.
La noche había de ser para don Juan penosísima, noche de fastidio y rabia, porque el plantón no acabó ni con el día.
¡Vaya un día que entre las dos le daban! En vez de entrar en aquella casa de maldición, ¿por qué, Señor, por qué no se escondió cien estados bajo tierra? No se cuentan, por ser ya cosa sabida, los circunloquios, epifonemas, quiebros de frase, remilgos, pucheros y palmaditas con que Manuela Pez formuló y adornó la penosísima petición de dinero para urgentes, inaplazables atenciones de la familia.
Ante su hermana, y cuando esta le asistía en la penosísima enfermedad contraída en el cautiverio, hizo voto solemne de consagrar a Dios su vida, su alma y sus pensamientos todos, sin esperar a ponerlo por obra más que el tiempo que se tardase en preparar las cosas materiales para tal objeto.
Ni su enfermedad penosísima, ni sus años, ni la presunción de su muerte que se creía próxima y segura, les movieron a lástima, tanta era la rabia contra aquel que había detenido durante siete meses frente a una ciudad indefensa a más de cuarenta mil hombres, mandados por los primeros generales de la época, que no había sentido ni asomo de abatimiento ante una expugnación horrorosa en que jugaron once mil novecientas bombas, siete mil ochocientas granadas, ochenta mil balas, y asaltos de cuyo empuje se puede juzgar considerando que los franceses perdieron en todos ellos veinte mil hombres.
Había que subir penosísima cuesta.
He pasado un rato muy triste, y aún me dura la penosísima impresión que recibí.
Las lágrimas del anciano produjeron en mí trastorno tan vivo, que de improviso a la tirantez colérica de mi irritado ánimo sucedió una como tranquila aunque penosísima expansión, un reblandecimiento, si así puede decirse, de mi endurecido dolor.
Después de una penosísima navegación entramos en el golfo de Méjico, creyendo llegar al término de nuestros infortunios, pero Dios nos reservaba otros mayores aún.
Fluctuaban mis sentimientos en este vaivén anárquico, en que nada espera uno ni desea, cuando recibí otra carta de Dolores, carta que me llenó de aprehensión penosísima.
A mí no me gusta la melancolía como a ti: el dolor me espanta y no hallo poesía en la tristeza, sino penosísima realidad.
¡Vaya un día que entre las dos le daban! En vez de entrar en aquella casa de maldición, ¿por qué, Señor, por qué no se escondió cien estados bajo tierra? No se cuentan, por ser ya cosa sabida, los circunloquios, epifonemas, quiebros de frase, remilgos, pucheros y palmaditas con que Manuela Pez formuló y adornó la penosísima petición de dinero para urgentes, inaplazables atenciones de la familia.
Gloria trató de decir algo, pero entrole una congoja penosísima, su corazón oprimido latía con fuerza y era tal la sofocación de su pecho, que Serafinita le retiró las sábanas para que el peso de ellas no la molestase.
La tos penosísima le quitaba el sueño, no apetecía más que golosinas, y se alimentaba con caramelos, café y fruta.
Al llegar Lina, una impresión penosísima le oprimió el corazón: con la clarividencia de los que sufren vio la mano de marfil de la Enemiga, posada en las crenchas rubias.
Granada entonces sería verdaderamente libre y feliz, entonces no se daría el caso tristísimo de que las aguas puras cristalinas y frescas de nuestros montes, lleguen a los depósitos para el abasto potable convertidas en disolución venenosa que asesina lentamente a nuestro pueblo, no veríamos este vergonzoso espectáculo que ofrece nuestra provincia, sin comunicación posible entre sus distintas zonas por falta de caminos, y por lo tanto sin tráfico alguno que les dé vida, no habríamos perdido todas las prerrogativas y todos los prestigios que alevosamente ha ido arrancando a la corona de Granada el alto caciquismo, hasta dejarla reducida a la triste y mísera condición en que hoy la vemos, no tendría que abandonarse a la Hacienda el número terriblemente crecido de fincas agrícolas y urbanas que dejan en manos del fisco el labrador arruinado, y el propietario a quien la miseria general hiere de modo indirecto, aunque no por eso menos hondo, en sus intereses, no veríamos como se va extinguiendo el comercio granadino que arrastra una vida penosísima porque la incomunicación en que a esta provincia se tiene le cierra todo mercado, ni se impondría la clausura de nuestras fábricas como estuvo a punto de ocurrir con las de azúcar de la Vega y ha ocurrido con las productoras de alcohol, ni serían por último posibles esas burlas sangrientas que frecuentemente tenemos que devorar en silencio los granadinos y como ejemplo de las cuales bastará citar la triste historia del ferro-carril de Murcia, historia que representa el Calvario de una región importantísima digna de protección y de respeto, cuyos intereses y porvenir se sacrifican del modo más inicuo al interés de una compañía que ha logrado encontrar en las esferas del poder central manto protector para todos sus abusos.
Así es que, después de haber pasado largas horas en aquella situación penosísima, luchando con ideas funestas y atormentadoras, y con el calor sofocante que había en su cuarto y el que le producía la irritación de la vigilia, cuando oyó que el temporal cesaba, que los árboles parecían quedarse quietos, y que los gallos comenzaban a cantar, anunciando la madrugada y el buen tiempo, la pobre señora acabó por quedarse dormida de nuevo, para no despertar sino muy tarde y cuando los primeros rayos del sol penetraron por las rendijas del cuarto.
Madame Schloegel dejó en el tribunal y en el auditorio una penosísima impresión de asco.

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