Ejemplos con pendenciera

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Un general y administrador capaz, la disposición pendenciera de Stuart y la tendencia hacia la insubordinación arruinaron una prometedora carrera militar.
La gaviota argéntea es un ave ruidosa y pendenciera y una de las gaviotas más extendidas y adaptables del hemisferio norte.
Admiraba en él la juventud, la gracia, la oratoria impulsiva y pendenciera, en la que armonizaba la virilidad del luchador republicano con las sales del humanista.
Eso sí, diga lo que quiera la ruin envidia y la mala fe de los que allí se quedaron limpios como patenas, el banquero Juan Candil era una persona honrada, y de recomendables antecedentes en aquel oficio, y hartas veces decía la Naranjera que en su casa no se consentían trampas, razón por la cual creemos que aquel era juego de ley, y que cuanto se decía acerca de las diestras manos de Candil y de las marcas de sus mugrientos naipes era, o cavilaciones de los parroquianos o efecto de esa viciada atmósfera que rodea a las grandes instituciones cuando se las plantea entre gente díscola y pendenciera.
Conocía el odio de la vecindad, la taberna de con su gente pendenciera le inspiraba mucho miedo.
Cuando vine a España, hícelo con la ilusión de encontrar aquí gran número de gente pendenciera, ruda y primitiva, hombres de corazón borrascoso y apasionado, no embadurnados con el vano charol de la cortesanía.
Es, pues, el caso que Pacorro Chinitas, varón manso y discreto, no podía hacer buenas migas con la , cuya fama, extendida de polo a polo, es decir, desde la calle de la Pasión hasta el pórtico de San Bernardino, la acusaba de mujer pendenciera, batalladora y que partía de un bofetón un par de quijadas, sin que estas y otras hazañas la hicieran nunca caer en manos de la justicia.
- Oíd, señora doña Guiomar, aquí, delante destos señores, os quiero decir esto: ¿por qué me hacéis cargo de que sois buena, estando vos obligada a serlo, por ser de tan buenos padres nacida, por ser cristiana y por lo que debéis a vos misma? ¡Bueno es que quieran las mujeres que las respeten sus maridos porque son castas y honestas, como si en sólo esto consistiese, de todo en todo, su perfección, y no echan de ver los desaguaderos por donde desaguan la fineza de otras mil virtudes que les faltan! ¿Qué se me da a mí que seáis casta con vos misma, puesto que se me da mucho, si os descuidáis de que lo sea vuestra criada, y si andáis siempre rostrituerta, enojada, celosa, pensativa, manirrota, dormilona, perezosa, pendenciera, gruñidora, con otras insolencias deste jaez, que bastan a consumir las vidas de doscientos maridos? Pero, con todo esto, digo, señor juez, que ninguna cosa destas tiene mi señora doña Guiomar, y confieso que yo soy el leño, el inhábil, el dejado y el perezoso, y que, por ley de buen gobierno, aunque no sea por otra cosa, está vuesa merced obligado a descasarnos, que desde aquí digo que no tengo ninguna cosa que alegar contra lo que mi mujer ha dicho, y que doy el pleito por concluso, y holgaré de ser condenado.
Pero por mucho que nuestra pendenciera fantasía se empeñase en animar y poblar aquellas desiertas cañadas, lo cierto es que estaban solas, y que transmitían a nuestra alma la paz y la quietud de los recintos inhabitados, de los parques sin cazadores, de las iglesias sin gente, de nuestra casa en los días de adversidad política, de un coliseo sin público ni gladiadores, o de un monasterio por el estilo del que dio hospitalidad al cantor de Beatriz, cuando erraba por el mundo cercando la pace.
- Según Luis del Mármol, Alpujarra proviene de la voz árabe abuxarra, que él traduce: la rencillosa, la pendenciera.
Miguel Lafuente Alcántara dice lo mismo, como si lo copiara reverentemente, permitiéndose tan sólo traducir indomable en lugar de rencillosa, y conservando lo de pendenciera.
- Creen, pues, Mármol y Lafuente Alcántara que los calificativos de rencillosa, pendenciera e indomable le venían como de molde a aquella región en los tiempos en que los moros tuvieron la primera idea de ella.
A Craso le retuvieron en casa, de una parte, su propia índole, que no era pendenciera, sino benigna, y de otra, la ley, porque era a la sazón Pontífice máximo.
En dos o tres ocasiones estuvo en la cárcel por pendenciera, pero, contando con valedores de alta influencia, lograba siempre su libertad tras pocos días de encierro.
Era maliciosa, cruel, libertina, borracha, pendenciera, terca, tan avara en sus infames rapiñas como pródiga en superfluos gastos, más mala que un veneno y enemiga declarada del pudor.

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