Ejemplos con pecadillo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Como no tenían de qué acusarlos, pues los militares aparentemente lideraban una revolución de justicia, a favor del proletariado, decidieron incriminarlos falsa y vilmente de posesión y consumo de estupefacientes, el pecadillo de moda para los intelectuales del momento.
Por encima de las tapias del huerto conventual asomaban los negros y rígidos cipreses, que eran como el prólogo del arrobo místico, el dechado de la voluntad eréctil y aspiración al trance, y los sauces anémicos y adolecientesen la región los llaman desmayos, que eran la fatiga y rendimiento, epílogo dulce del místico espasmo, y los pomares sinuosos y musculosos, las ramas, de agarrotados dedos, mostrando rojas y pequeñas manzanas, que no sugerían la imagen del pecado, sino a lo más de un pecadillo.
No hay en nuestro mar un solo navegante honrado que no conozca ese pecadillo ¿A quién se hace daño con ello?.
Ya, cuando le vi entrar, cometí sin pensarlo un pecadillo de habladuría al soltar el chisme de que la señora.
Poniéndome en su caso, entiendo que no me sería difícil conquistar o reconquistar la voluntad de esa hembra, conservando mi conciencia en paz, y ofreciendo a Dios la pureza de mis intenciones y el servicio que presto a la fe, como garantía de la nulidad de algún pecadillo formal que pudiera cometer.
Tienes tres objetos: separar a Rosario de Felipe, preservar a este de otra asechanza de Nordis, y lograr que en Dacia la opinión se divida, y que muchos consideren este episodio como un pecadillo de la juventud.
-Bah, bah, dijo Roldán, sentaos en ese medio tronco de encina, y echad ese nuevo pecadillo en mi celada.
De todas maneras, me perdonas el pecadillo, ¿no es cierto?.
A don Víctor al comulgar le atormentaba la idea de que no había confesado un pecadillo considerable: tenía sus dudas respecto de la infalibilidad pontificia.
Ya, cuando le vi entrar, cometí sin pensarlo un pecadillo de habladuría al soltar el chisme de que la señora.
Muchos de vosotros creéis que para un pecadillo siempre habrá tiempo de confesarlo.
Aunque sólo contaba treinta y cuatro años de edad y era de bello rostro, vigoroso de cuerpo, hábil músico e insinuante y simpático en la conversación, nunca había dado pábulo a la maledicencia ni escandalizado a los feligreses con un pecadillo venial de esos que un faldellín de bandera, vestido por cuerpo de buena moza, ha hecho y hace aún cometer a más de cuatro ministros del altar.

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