Ejemplos con nieto

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es verdad que me queda mi nieto, pero ese Juanito en nada se parece a su padre, y te lo confieso: le quiero poco, no veo en él más que un reflejo lejano de mi pobre hijo.
Hablan de que Juanito es su nieto, y que su padre, que murió, y aparecía como sobrino de Su Eminencia, era un hijo que tuvo de cierta señora cuando fue obispo en Andalucía.
Era la misma voz tímida que le había saludado a mediodía: el nieto del tío.
Al fin recordó que era nieto del tío , el pastor ciego a quien respetaba toda la huerta, un buen muchacho, que servía de criado al carnicero de Alboraya, cuyo rebaño cuidaba el anciano.
Y como todo esto, en concepto del ventrudo patrón, era una deshonra para su establecimiento, al escuchar las murmuraciones de las comadres volvía a enfurecerse, amenazando con su cuchilla al tímido criado, o increpaba al tío para que corrigiese al pillete de su nieto.
Después de la famosa riña en la fuente de la Reina, la huerta entera estuvo varios días hablando de los amores de Roseta con el nieto del tío.
Nunca sería la mujer del nieto del tío.
¿No sabían las otras a quién esperaba? Pues a su novio, el nieto del tío.
En la fábrica comenzaron las bromas por parte de sus enemigas, que le preguntaban irónicamente cuándo se casaba, y la llamaban de apodo la Pastora , por tener amores con el nieto del tío.
Después salía un lobo a morderla, con un hocico que recordaba vagamente al odiado , y reñían los dos animales a dentelladas, y salía su padre con un garrote, y ella lloraba como si la soltasen en las espaldas los garrotazos que recibía su pobre perro, y así seguía desbarrando su imaginación, pero viendo siempre en las atropelladas escenas de su ensueño al nieto del tío , con sus ojos azules y su cara de muchacha cubierta por un vello rubio, que era el primer asomo de la edad viril.
Y sin embargo, Roseta aquella noche cenó y se acostó pensando en el nieto del tío.
Era Tonet, el nieto del tío , el pastor: un buen muchacho, que servía de criado al carnicero de Alboraya, y de quien se burlaban las hilanderas al encontrarle en el camino, complaciéndose en ver cómo enrojecía, volviendo la cara, a la menor palabra.
Enfrente el retrato del abuelito, el abuelo que muy grave y seriote parecía desarrugar el adusto ceño para sonreir a su nieto.
Para nada quiero el dinero de esa gente, ni me hace maldita falta: lo que yo quiero es que conste Sí, señora doña Bárbara, es usted mi suegra por encima de la cabeza de Cristo Nuestro Padre, y usted salte por donde quiera, pero soy la mamá de su nieto, de su único nieto.
No se le cocía el pan a Barbarita hasta no aplacar su curiosidad viendo aquella alhaja que su hija le había comprado, un nieto.
¡Qué contenta estoy, Señor, qué contenta! Yo bien sé que nunca podré alternar con esa familia, porque soy muy ordinaria, y ellos muy requetefinos, yo lo que quiero es que conste, que conste, sí, que una servidora es la madre del heredero, y que sin una servidora no tendrían nieto.
Entre ella y yo, ¡qué diferencia! Yo soy madre del único , madre soy, bien claro está, y no hay más nieto de don Baldomero que este rey del mundo que yo tengo aquí ¿Habrá quien me lo niegue? Yo no tengo la culpa de que la ley ponga esto o ponga lo otro.
Cuando tú me saliste con que lo del nieto era una novela, , me dio la idea de tirar esta música a la calle, sin que nadie la viera, pero ya que se compró para él, , que la disfrute ¿no os parece?.
Cuando Bárbara me lo dijo, estaba ella tan creída de que era mi nieto, que yo también me lo tragué.
Contempló Barbarita sin decir palabra al que le presentaban como nieto, y después miró a su nuera, que estaba en ascuas, con un nudo muy fuerte en la garganta.
Y no paró aquí el réspice, pues a renglón seguido vino esta observación, que dejó helada a la infeliz Jacinta: Doy de barato que ese muñeco sea mi nieto.
¿Qué casta de nieto era aquel? Porque la cosa era grave ¡Un hijo del Delfín! ¿Sería verdad? Virgen Santísima, ¡qué novedad tan estupenda! ¡Un nietecito por detrás de la Iglesia! ¡Ah!, las resultas de los devaneos de marras Ella se lo temía Pero ¿y si todo era hechura de la imaginación exaltada de Jacinta y de su angelical corazón? Nada, nada, aquella misma noche al acostarse, le había de contar todo a Baldomero.
Acariciólos Primitivo con su enjuta mano, pues era sumamente afectuoso para los perros, y al nieto, que en pos de los perros venía, le dio una especie de festivo soplamocos.
Cuando el nieto entró, la cara pulimentada y oscura de Primitivo podía confundirse con el tono bronceado de un acervo de calderilla o montaña de cobre, de la cual iban saliendo columnitas, columnitas que el mayordomo alineaba en correcta formación.
¡Anda al demonio! ¿Qué se te ofrece?gruñó Primitivo al conocer a su nieto.
Finalmente, sacaron a luz la verdad de todas sus sospechas los escalones que ella habia contado cuando la sacaron del aposento tapados los ojos, digo, los escalones que habia desde allí a la calle, que con advertencia discreta contó, y cuando volvió a su casa, dejando a su hijo, los volvió a contar y halló cabal el número, y confiriendo unas señales con otras, de todo punto certificó por verdadera su imaginacion, de lo cual dió por estenso cuenta a su madre, que como discreta se informó si el caballero donde su nieto estaba, habia tenido o tenia algun hijo, y halló que el que llamamos Rodolfo lo era, y que estaba en Italia, tanteando el tiempo que le dijeron que habia faltado de España, vió que eran los mismos siete años que el nieto tenia.
Bien es verdad que yo soy hijodalgo de solar conocido, de posesión y propriedad y de devengar quinientos sueldos, y podría ser que el sabio que escribiese mi historia deslindase de tal manera mi parentela y decendencia, que me hallase quinto o sesto nieto de rey.
Y es esto tan ansí, que me acuerdo yo que me decía una mi agüela de partes de mi padre, cuando veía alguna dueña con tocas reverendas: Aquélla, nieto, se parece a la dueña Quintañona, de donde arguyo yo que la debió de conocer ella o, por lo menos, debió de alcanzar a ver algún retrato suyo.

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