Ejemplos con necedad

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

y un gran e irónico discurso satírico, el Elogio de la necedad.
desde el solio inmortal en que te plugó la fama colocarte, tiene tu mirada de águila hacia el pueblo que tuvo la fortuna de engendrarte, y asombrarte y entristecerte, porque es inconmensurable la necedad ambiente, porque la imbecilidad en ola gigantesca todo lo ahoga y lo arrolla todo, al punto que quienes pudieran parecer sensatos por sus dotes intelectuales, pagan tributo a la diosa que tiene orejas de burro y pezuñas de cerdo, diosa insaciable como vientre puntagruélico, a cuyo altar va llegando el ejército interminable de los escogidos, que son más que los llamados.
Mariano Baptista Gumucio, connotado intelectual boliviano, miembro de la Academia Boliviana de la Lengua y de la Academia Boliviana de la Historia, escribió: He tenido la suerte de departir largamente con Enrique Fernández García, durante su estancia de pocos meses en La Paz, como asesor del Ministerio de Participación Popular, y pude apreciar su clara inteligencia, la discreción en sus juicios y, envuelto en sus buenas maneras, un sentido del humor que de seguro le ayudará a soportar las ingratitudes de la vida y los inevitables encuentros con la necedad y la estulticia.
Cuando se hacen cargos a los naturalistas por tales obras, responden siempre que el naturalismo no es eso, y tienen razón, sin duda, y es una verdadera necedad de críticos adocenados el estribillo opuesto.
¡Oh! ¡Cómo maldije mi necedad en no haberte llevado conmigo entonces! Cuando recibí tu carta de pésame, estuve a dos dedos de ir a buscarte.
Don Rufo se confundía, creyendo haber dicho una necedad.
El duque de Bringas entró en el palco, y a poco llegó el tío Frasquito acompañando a su sobrina Valdivieso, que rebosaba, como siempre, entusiasmo y necedad, chismes y enredos.
¡Exacta alegoría del mundo! La necedad amparando al vicio.
Porque la babucha comprada en el Gran Bazar y la necedad del tío Frasquito iban a colocarle aquel mismo día en lo alto de la columna del escándalo, en la gloriosa picota de la moda, que asentaba esta vez sus cimientos sobre los cadáveres de dos seres degradados, muerto el uno con un dogal, cosida la otra a puñaladas y arrojada en su saco de cuero, sin expirar todavía, viva y palpitante, en lo profundo del mar de Mármara.
Miróle Diógenes un momento de hito en hito, pensando sin duda que más presto se conoce la necedad o el talento de un hombre por sus preguntas que por sus respuestas, y díjole al cabo:.
Todas ellas, mujeres problemáticas, y otras mil y mil mujeres frívolas y superficiales en apariencia, pero honradas en el fondo las más, sólidamente virtuosas y sensatas muchas de ellas, saludaban al pasar a la ilustre bribona, inclinándose todas a su paso, rindiéndole el homenaje de sus sonrisas y su envidia, haciéndose reas de la perniciosa condescendencia con el vicio, llaga mortal de las grandes sociedades, contribuyendo con su presencia y con su lujo, por necedad, por debilidad o por malicia, al gran pecado del escándalo, al triunfo de la más ruin bellaca que urdió jamás trapisondas en la corte.
Esto dijo Butrón con arrogante tono, y acentuando mucho la palabra , paseó después una larga mirada por la concurrencia, como quien dice: ¿Habéis entendido? , y entróse por los grupos, dejando caer palabras huecas que la curiosidad y la necedad rellenaron de grandes cosas.
¿No es necedad que yo pague y no cobre? ¿No es bobada que yo contribuya y no distribuya? ¿No sería más discreto que yo imitase a Don Paco, el grande elector de este distrito, que paga diez y saca ochenta? Pues qué, ¿no tengo yo sobrinos, hijos y ahijados a quienes dar turrón? ¿Una gran cruz, no me vendría que ni de molde? ¿El tratamiento de excelencia se me despegaría? En vez de pagar mucho, como pago ahora, y de no recibir nada, como no recibo, ¿no me sentaría divinamente pagar menos, y recibir con usura lo pagado y más de lo pagado? Pues esto es la política, y por esto quiero meterme en la política.
Necio de él, que, en su candorosa necedad, creyó que alguna vez serían recompensados sus trabajos, si no con dinero, ¡sí con estimación y cariño! ¡Pobre tonto que tuvo la esperanza de encontrar allí brillante y risueño porvenir, trabajo para toda la vida, modesto bienestar! Se va.
Y, en efecto, las máscaras tienen su razón de ser: no son una necedad ni una locura: son un goce natural, aunque terrible, racional, aunque espantoso.
—Contenta estarás, oh enemiga mortal de mi descanso, en tener con tanto sosiego delante de tus ojos la causa que hará que los mios vivan en perpetuo y doloroso llanto: llégate, llégate, cruel, un poco mas, y enrede tu yedra a ese inútil tronco que te busca: peina o ensortija aquesos cabellos de ese tu nuevo Ganimédes, que tibiamente te solicita: acaba ya de entregarte a los banderizos años dese mozo en quien contemplas, porque perdiendo yo la esperanza de alcanzarte, acabe con ella la vida que aborrezco: ¿piensas por ventura, soberbia y mal considerada doncella, que contigo sola se han de romper y faltar las leyes y fueros que en semejantes casos en el mundo se usan? ¿Piensas, quiero decir, que ese mozo altivo por su riqueza, arrogante por su gallardía, inesperto por su edad poca, confiado por su linaje, ha de querer, ni poder, ni saber guardar firmeza en sus amores, ni estimar lo inestimable, ni conocer lo que conocen los maduros y esperimentados años? No lo pienses, si lo piensas, porque no tiene otra cosa buena el mundo, sino hacer sus acciones siempre de una misma manera, porque no se engañe nadie sino por su propia ignorancia: en los pocos años está la inconstancia mucha, en los ricos la soberbia, la vanidad en los arrogantes, y en los hermosos el desden, y en los que todo esto tienen la necedad, que es madre de todo mal suceso: y tú, o mozo, que tan a salvo piensas llevar el premio mas debido a mis buenos deseos que a los ociosos tuyos, ¿por qué no te levantas dese estrado de flores donde yaces, y vienes a sacarme el alma que tanto la tuya aborrece? y no porque me ofendas en lo que haces, sino porque no sabes estimar el bien que la ventura te concede: y vese claro que le tienes en poco, en que no quieres moverte a defenderle por no ponerte a riesgo de descomponer la afeitada compostura de tu galan vestido: si esa tu reposada condicion tuviera Aquíles, bien seguro estuviera Ulíses de no salir con su empresa, aunque mas le mostrara resplandecientes armas y acerados alfanjes: véte, véte, y recréate entre las doncellas de tu madre, y allí ten cuidado de tus cabellos y de tus manos, mas dispuestas a devanar blando sirgo, que a empuñar la dura espada.
Pues ¿qué es verlos censurar los unos a los otros? ¿qué diré del ladrar que hacen los cachorros y modernos a los mastinazos antiguos y graves? y ¿qué de los que murmuran de algunos ilustres y escelentes sujetos, donde resplandece la verdadera luz de la poesía, que tomándola por alivio y entretenimiento de sus muchas y graves ocupaciones, muestran la divinidad de sus ingenios y la alteza de sus conceptos, a despecho y pesar del circunspecto ignorante, que juzga de lo que no sabe y aborrece lo que no entiende? ¿y del que quiere que se estime y tenga en precio la necedad que se sienta debajo de doseles, y la ignorancia que se arrima a los sitiales?.
En efecto, allí estuvimos seis dias, y en todos ellos no se pasó hora que no tuviésemos pendencia, diciéndole la necedad que habia hecho en haber dejado su casa y su hacienda, aunque fuera a su misma madre.
En esto iba yo y venia por momentos, tanto, que la huéspeda de casa un dia que Doña Estefanía dijo que iba a ver en qué término estaba su negocio, quiso saber de mí qué era la causa que me movia a reñir tanto con ella, y qué cosa habia hecho que tanto se la afeaba, diciéndole que habia sido necedad notoria, mas que amistad perfecta.
Así es, porque tambien se puede decir una necedad en latin como en romance, y yo he visto letrados tontos y gramáticos pesados, y romancistas vareteados con sus listas de latin, que con mucha facilidad pueden enfadar al mundo, no una, sino muchas veces.
Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería, ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído, ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino.
No se maraville vuestra merced deso respondió el músico, que ya entre los intonsos poetas de nuestra edad se usa que cada uno escriba como quisiere, y hurte de quien quisiere, venga o no venga a pelo de su intento, y ya no hay necedad que canten o escriban que no se atribuya a licencia poética.
Por cierto, señores, que ésta ha sido una gran rapacería, y para contar esta necedad y atrevimiento no eran menester tantas largas, ni tantas lágrimas y suspiros, que con decir: Somos fulano y fulana, que nos salimos a espaciar de casa de nuestros padres con esta invención, sólo por curiosidad, sin otro designio alguno, se acabara el cuento, y no gemidicos, y lloramicos, y darle.
Eso no, Sancho respondió don Quijote, que el necio en su casa ni en la ajena sabe nada, a causa que sobre el aumento de la necedad no asienta ningún discreto edificio.
Cuando se hubiera casado esa señora con algún paje suyo, o con otro criado de su casa, como han hecho otras muchas, según he oído decir, fuera el daño sin remedio, pero el haberse casado con un caballero tan gentilhombre y tan entendido como aquí nos le han pintado, en verdad en verdad que, aunque fue necedad, no fue tan grande como se piensa, porque, según las reglas de mi señor, que está presente y no me dejará mentir, así como se hacen de los hombres letrados los obispos, se pueden hacer de los caballeros, y más si son andantes, los reyes y los emperadores.
Apenas hubo dicho esto Sancho, cuando don Quijote tembló, creyendo sin duda alguna que había de decir alguna necedad.
Mi señor don Quijote de la Mancha, que un tiempo se llamó el Caballero de la Triste Figura y ahora se llama el Caballero de los Leones, es un hidalgo muy atentado, que sabe latín y romance como un bachiller, y en todo cuanto trata y aconseja procede como muy buen soldado, y tiene todas las leyes y ordenanzas de lo que llaman el duelo en la uña, y así, no hay más que hacer sino dejarse llevar por lo que él dijere, y sobre mí si lo erraren, cuanto más, que ello se está dicho que es necedad correrse por sólo oír un rebuzno, que yo me acuerdo, cuando muchacho, que rebuznaba cada y cuando que se me antojaba, sin que nadie me fuese a la mano, y con tanta gracia y propiedad que, en rebuznando yo, rebuznaban todos los asnos del pueblo, y no por eso dejaba de ser hijo de mis padres, que eran honradísimos, y, aunque por esta habilidad era invidiado de más de cuatro de los estirados de mi pueblo, no se me daba dos ardites.
¡Voto a Rus dijo Sancho, no dé yo un ardite porque me digan lo que por mí ha pasado!, porque, ¿quién lo puede saber mejor que yo mesmo? Y pagar yo porque me digan lo que sé, sería una gran necedad, pero, pues sabe las cosas presentes, he aquí mis dos reales, y dígame el señor monísimo qué hace ahora mi mujer Teresa Panza, y en qué se entretiene.
Admirado quedó el canónigo de los concertados disparates que don Quijote había dicho, del modo con que había pintado la aventura del Caballero del Lago, de la impresión que en él habían hecho las pensadas mentiras de los libros que había leído, y, finalmente, le admiraba la necedad de Sancho, que con tanto ahínco deseaba alcanzar el condado que su amo le había prometido.
En efeto, él supo tan bien fingir la necesidad, o necedad, de su ausencia, que nadie pudiera entender que era fingida.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba