Ejemplos con inesperado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Surgen las Honoradas Matres, las nuevas rivales de la orden, quien sólo pueden contar con sus poco eficaces recursos y su Bashar Miles Teg, genio militar, con un talento secreto inesperado.
exclamaba con la sorpresa del que encuentra un amigo inesperado, señalando a su padre unos pistolones Lefaucheux.
Y esta certidumbre le hacía sonreír, como algo inesperado y gracioso.
Este golpe inesperado le puso a pique de desbaratar sus maduros proyectos, excitándole a darse por satisfecho de los mimos de la suerte, y a quedarse a vivir de sus rentas en Madrid.
Unicamente debo dejar consignado que Julieta estaba hecha una real moza, y que no se separó de ella un solo instante el consabido diplomático de , que doña Juana no cabía en la casa, de satisfecha, soplada y bullidora, que don Simón se desvivía por obsequiar a todo el mundo, a pesar de hallarse algo contrariado por la circunstancia de que un inesperado Consejo de Ministros había impedido a alguno de éstos honrar la casa con su presencia, y, por último, que la concurrencia, deseando corresponder de un modo digno a tantos obsequios, bailó de firme, registró toda la casa, murmuró en cada rincón de la simplicidad del dueño y de la estrepitosa de su señora, desafinó el piano, desgajó, con parte de los tabiques, dos cortinones, se chupó o se embolsó medio millar de ricos habanos, y dejó el ambigú como si sobre él hubiera pasado un huracán.
De todas partes acudían los vapores, atraídos por este ataque inesperado.
Y tomando otro carruaje, se dirigió al de Santa Lucía ¡Qué golpe inesperado!.
Julio fué solo hasta el final de ellas, con el propósito de examinar las posiciones del enemigo, cuando, al dar vuelta a un ángulo de pared, tuvo el más inesperado de los encuentros.
Al cruzarse una vez más la mirada de ella con la de Ferragut, éste creyó sentir el golpe en el corazón y el relampagueo en el cerebro que acompañan a un descubrimiento fulminante é inesperado Conocía a aquella mujer, no recordaba dónde la había visto, pero estaba seguro de conocerla.
Media hora después, al bajar una cuesta, tuvo el más inesperado de los encuentros.
Otras veces era el frío: un inesperado descenso del termómetro cubría el suelo de cadáveres.
Este sentimiento tan vivo como inesperado fué para él una prueba de lo que Cecilia y doña Paula sostenían siempre, esto es, que Venturita era loca, caprichosa y altiva, pero buena en el fondo.
¡Qué más se podía apetecer en el mundo que vivir en un clima benigno, comer, pasear, dormir tranquilamente las horas que a uno se le antojaran! Además, habían hecho un beneficio al pueblo, conduciendo al altar a una porción de señoritas de veinticinco a treinta, que, sin este inesperado socorro, se hubieran ido desecando tristemente.
El efecto que aquel inesperado grito produjo, fué inexplicable.
¡A Juan, porque, ya después de aquellas cartas extrañas que Lucía le había escrito a la finca sin hablarle de su vuelta, recibirlo de aquel modo, con aquella mirada, con aquella explosión de cólera, con aquel desdén! ¿Pues cuándo había cesado de pensar Juan, cuándo, que aquel cariño que con tanta ternura prodigaba, sin fatiga ni traición, sobre su prima, era como una concesión de él, como un agradecimiento de él, como una tentativa, a lo sumo, de asir en cuerpo y ver con los ojos de la carne las ideas de rostro confuso y vestidura de perlas, que cogidas del brazo y con las alas tendidas, le vagaban en giros majestuosos por los espacios de su mente? Pues sin el alma tierna y fina que de propia voluntad suya había supuesto, como natural esencia de un cuerpo de mujer, en su prima Lucía, ¿qué venía a ser Lucía? ¿Qué hombre, que lo sea, ama a una mujer más que por el espíritu puro que supone en ella, o por el que cree ver en sus acciones, y con el que le alivia y levanta el suyo de sus tropiezos y espantos en la vida? Pues una mujer sin ternura ¿qué es sino un vaso de carne, aunque lo hubiese moldeado Cellini, repleto de veneno? Así, en un día, dejan de amar los hombres a la mujer a quien quisieron entrañablemente, cuando un acto claro e inesperado les revela que en aquella alma no existen la dulzura y superioridad con que la invistió su fantasía.
Los ojos tímidos de Sánchez Morueta iban de su mujer a su primo, como asustado en su interna somnolencia por el inesperado choque.
Además, un suceso inesperado los había unido más estrechamente: había afirmado aquel idilio oculto que llevaba cinco años de duración.
Al ver al doctor, salían las mujeres a las puertas de sus tugurios, sonriendo como en presencia de un acontecimiento inesperado, sintiendo de pronto el miedo a enfermedades que tenían olvidadas.
A veces, en el pináculo de un botarel alzábase algún avechucho negro e inmóvil como un inesperado remate arquitectónico.
Mientras detallaba sus recuerdos, el maestro y su mujer le oían atentamente, y algunos muchachos, abusando del inesperado asueto, iban alejándose de la barraca atraídos por las ovejas, que huían de ellos como del demonio.
Agobiados por el dolor, vieron que la huerta venía repentinamente hacia ellos, y no protestaron, porque la desgracia necesita consuelo, pero tampoco agradecieron el inesperado movimiento de aproximación.
Batiste y su familia no se dieron cuenta de cómo se inició el suceso inaudito, inesperado, quién fué el primero que se decidió a pasar el puentecillo que unía el camino con los odiados campos.
Pero su curiosidad tuvo un final inesperado.
¡Qué golpe aquel tan inesperado y tan horrendo!.
Mientras tanto, enviábale el cielo un auxilio inesperado en aquel mismo coche en que su desasosegada imaginación fantaseaba huir del Juez Supremo, en él volvía de Zaldívar, cuyas aguas medicinales tomaba todos los años, la marquesa de Villasis, con su nieta Monina, el aya de esta, una doncella, un mayordomo viejo que la acompañaba en todos sus viajes y un criado antiguo que venía en el pescante, era su idea alcanzar el sudexpreso que pasa por Zumárraga a las dos y media y estar en Madrid aquella noche misma.
Juanito husmeó en el ambiente algo terrible e inesperado, y se olvidó de todo, atento únicamente a conocer el misterio.
Allí estaban las jardineras: hermosas unas, con la esplendidez de las vírgenes morenas, viejas y arrugadas otras, con esa fealdad de bruja que es final rápido e inesperado de la belleza de las razas meridionales.
El cafetinero y sus vecinos estaban en las puertas, celebrando aquel espectáculo grotesco e inesperado.
Su cadáver fué arrastrado y paseado como trofeo de gloria, al son de músicas victoriosas, por una soldadesca ebria que celebraba un triunfo inesperado.
Cierto día entró el capellán en la habitación de la señorita y encontró un inesperado espectáculo.

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