Ejemplos con inclinando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero durante las negociaciones sobre las altas contribuciones demandadas por los franceses, quienes además siempre agregaban nuevas condiciones, Stein se fue inclinando más y más por la resistencia.
De nuevo está en manos de Cabot dirimir el destino de ésta inclinando la balanza hacia uno u otro lado en las batallas del puerto fluvial de la sin par ciudad de Ar.
La sumisión se muestra de forma opuesta, bajando la cabeza y la cola, agachándose e inclinando la cabeza hacia un lado.
Boluda Total suele aparecer con una amplia sonrisa tonta, inclinando la cabeza hacia un costado, en gesto de ingenuidad, acompañado a veces con un fruncimiento de la nariz, que intenta ser simpático, pero termina afianzando la personalidad frívola del personaje.
Es una danza reposada y con clase, su coreografía es jocosa y se tornan algunos pases difíciles en su ejecución: se disponen los bailadores en grupos de cuatro personas se toman de la mano, al igual que la danza con brazos levantados en el primer acto se desplazan circularmente con pasos cortos hacia delante y hacia atrás, inclinando a la vez la cabeza en la dirección que se avanza, si va hacia delante la cabeza se inclina hacia delante y si retrocede la cabeza, se inclinará hacia ese lado, en el segundo acto se toman por parejos manos extendidas meciéndose con la pareja de su grupo, luego se vuelve al primer párrafo y se repite la primera acción, es una danza bimembre la hace rica, la cantidad de elementos que introducen los bailarines espontáneamente en el bailoteo, se finaliza en el escenario con los grupos de cuatro personas, no posee canto, el vestido utilizado son los colorines, faldas, largas, de ropa común que hemos determinado para el abosao y otros bailes de traje ordinario o de trabajo en los bailes populares es apetecida por los bailadores y al igual que la Jota se emplea para demostrar dotes de gran bailarin y transmitir estos pases, muecas, gestos a sus ascendientes para que la tradición continúe quienes aprenden en las zonas rurales.
En las últimas décadas se ha manifestado un rebrote de la ciencia ficción, impulsada por fanzines, grupos literarios y algunos escritores que se están inclinando por el género.
Con el transcurso de los años, el rey se iba inclinando cada vez más hacia sus favoritos, los Le Despenser y Piers Gaveston, relegando a la reina cada vez más, llegando en una ocasión a abandonarla a su suerte en la peligrosa localidad escocesa de Tynemouth, milagrosamente, logra escapar de las huestes de Roberto Bruce y llegar a las costas inglesas.
Su compañero de servicio roncaba en un camarote vecino, y él sentía deseos de imitarle, inclinando su cabeza sobre la mesa de los aparatos ¡Hasta mañana!.
Se dejó abrazar, é inclinando la cabeza rompió en un llanto desesperado, como si la presencia de su esposo evocase con mayor relieve la imagen del hijo que nunca volvería a ver.
Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye.
Y se mantuvo asido al madero, inclinando la cabeza como si estuviese ahogado.
Entonces se levantó Carmen, y trémula y sonrojada, se adelantó hacia el joven, e inclinando los ojos, le dijo:.
Es natural dijo también suspirando el cura, e inclinando con melancolía su frente pensadora, surcada por arrugas precoces.
Suárez Sinforoso Suárezdijo el joven inclinando su busto sobre la barandilla.
¡Santos y buenos días!dijo con voz melosa, inclinando la cabeza al mismo tiempo que levantaba los ojos para apreciar de una rápida mirada al visitante.
¿Qué es eso, Perico? ¿Qué es eso, hombre?decía ella dulcemente, inclinando su rostro lleno de lágrimas sobre el desencajado del viejo.
Currita vio desde la puerta el extremo de un banco desocupado y ante él se arrodilló, haciendo uno de esos garabatitos con que creen ciertas damas santiguarse, cruzando las manitas sobre el respaldo, inclinando la cabeza con mucha devoción y poniéndose a registrar con el rabillo del ojo todo cuanto había y pasaba dentro de la capilla ¡Prodigio maravilloso de la perspicacia y fuerza comunicativa de la grey femenina! Cuatro minutos después, no quedaba en el extenso recinto una sola alma más o menos pía que no hubiera atisbado la entrada de Currita, sin que fuese necesario para ello más que alguno que otro suave cuchicheo, alguna que otra disimulada seña, alguno que otro libro devoto o rosario bendito que rodaba por el suelo, para dar ocasión a la dama que lo recogía de lanzar una rápida mirada con el mayor disimulo.
Después, mientras le traía Kate el rico pañuelo de encajes y los guantes de piel de Suecia, buscó ella en una cajita un relicario de plata que contenía un , besólo con gran piedad, oprimiólo un instante contra su pecho, cerrando los ojos e inclinando la cabeza como si pidiese algo al cielo con grande ahínco, y guardóselo después en el bolsillo, como se hubiera guardado un amuleto que tuviese virtud para alejar cualquier daño o peligro.
Con grande ansiedad incorporóse bruscamente, inclinando el cuerpo fuera del lecho para buscar la luz, y pudo distinguir entonces en todos sus detalles la empresa del sello: era la escuadra y el compás cruzados en forma de rombo y la rama de acacia, emblema de los masones.
Y en aquel momento, como si quisieran probar aquellas amables criaturas que llevar siempre la contra es el rasgo peculiar del sexo, callaron todas de repente, siguiéndose un silencio profundo, un prolongadísimo de cerca de un minuto, seguido, a su vez, de un allegro alborotado, un crescendo inverosímil, rápido y vivace Algo gordo sucedía, y el respetable Butrón y el filosófico Pulido acudieron al punto muy azorados a sus respectivos observatorios Entraba la condesa de Albornoz, con aquel paso de que habla Virgilio, que revela una reina o una diosa, inclinando la cabeza con el aire de vanidad satisfecha de aquel emperador romano que encogía la suya al pasar bajo los arcos de triunfo, por miedo de tropezar en ellos con la frente, seguíala la marquesa de Valdivieso, una de las cómodas amigas de fácil contener que traía ella siempre a retortero para que la acompañasen como damas de honor, sirviendo, según su frase, de marco a su elegancia.
¿En dónde estaba? Pensando en esto, hizo una cortesía de respeto al gran Wagner, inclinando suavemente la graciosa cabeza sobre el pecho.
¡No padecer!murmuró la prójima inclinando su cabeza sobre el pecho de él.
Puso ambas manos sobre el borde de la mesa, e inclinando la cabeza, apoyó la frente en ellas exhalando un sordo gemido.
¡Tenía que ser, tenía que ser!dijo ella inclinando su cabeza sobre el hombre de él.
Llamole por su nombre verdadero Feijoo, y acercose el otro a la mesa, inclinando, para ver quién le llamaba, su cara amarilla, requemada por el sol de Cuba y Filipinas.
Después de media hora de inútiles esfuerzos, desplomose en el umbral de la puerta, e inclinando la cabeza se durmió.
La cojita echó en el cortadillo una cantidad, así como un dedo, inclinando la botella con extraordinario pulso para que no saliera más de lo conveniente, y al dárselo a la presa, le repitió el sermón.
Con todo este estruendo llegó la buena señora a su casa, y abriendo el buen escudero la puerta, se entraron en ella: bien es verdad que al entrar, los estudiantes derribaron sus bonetes, con estraordinario modo de crianza y respeto mezclado de aficion, plegando sus rodillas é inclinando sus ojos, como si fueran los mas benditos y corteses hombres del mundo.
Al subir el duque y la duquesa en el teatro, se levantaron don Quijote y Sancho y les hicieron una profunda humillación, y los duques hicieron lo mesmo, inclinando algún tanto las cabezas.
Con esto entendimos, o imaginamos, que alguna mujer que en aquella casa vivía nos debía de haber hecho aquel beneficio, y, en señal de que lo agradecíamos, hecimos zalemas a uso de moros, inclinando la cabeza, doblando el cuerpo y poniendo los brazos sobre el pecho.

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