Ejemplos con habréis

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero para ser claro y breve, os digo, que si os han encargado echarnos de aquí, habréis de emplear la fuerza: pues sólo cederemos ante la fuerza de las bayonetas.
Porque habréis de saber esto: no hay fuerza en el mundo que pueda cortar el lazo entre el pueblo de Israel y su país único.
¿Cuál es la marca? La habréis visto o la veréis en el rostro de cada africano que camina sobre la faz de la Tierra.
Futuro perfecto: Yo habré amado, habré temido, habré partido, tú habrás amado, habrás temido, habrás partido, él habrá amado, habrá temido, habrá partido, nosotros habremos amado, habremos temido, habremos partido, vosotros habréis amado, habréis temido, habréis partido, ellos habrán amado, habrán temido, habrán partido.
Leed a Renán, aquellos de vosotros que lo ignoréis todavía, y habréis de amarle como yo.
Con frecuencia habréis oído atribuir a dos causas fundamentales el desborde del espíritu de utilidad que da su nota a la fisonomía moral del siglo presente, con menoscabo de la consideración y desinteresada de la vida.
Habréis visto, amadas hermanas y hermanos, que la guerra encendida para restablecer el imperio de la fe se ha visto frustrada.
Habréis oído en nuestra tierra que.
Ahora bien: pues que ya conocéis la y la , y de juro también os han llevado, para que estudiéis las costumbres, a los toros del Puerto y de Sanlúcar, y a las ferias de Mairena y del Rocío, y a la Semana Santa de Sevilla, y de paseo o gran parada a la plaza de San Antonio de Cádiz, y de profana romería a la beata Sierra de Córdoba, y en todas estas habréis encontrado a las más genuinas andaluzas de alto y bajo copete, ora a pie, ora en las ancas de brioso caballo regido por apuesto contrabandista, ora en jumento con jamugas o con maldita la cosa, ora en calesa, calesín o birlocho, ya con vestido a media pierna, pañuelo de crespón encarnado y la cabeza orlada de claveles, ya con falda de espléndidos faralares, valioso mantón chinesco y toca blanca, al gusto de Goya, ya de legítima torera, con monillo, ceñidor y sombrero calañés, ya arrastrando luenga cola de seda y tremolando la clásica mantilla de casco, bandera negra de las españolas contra toda la extranjería, aquí tañendo las castañuelas, y bailando, verbigracia, el , allí cantando, al son de sus palmas, la apasionada , o entonando, con lágrimas en la voz, ¡sin palmas y con suspiros!, la quejumbrosa y lastimera, aquí abriéndose paso con su rumboso meneo entre una turba de majos, que arrojan a sus pies capas y sombreros para que le sirvan de alfombra, allí volviendo valientemente una esquina, y al mismo tiempo la cara en sentido inverso, como fascinadora culebra que no quiere que se escape el pajarillo, es decir, pues que ya habéis visto a la mujer técnica de la , sea duquesa o labradora, generala o cigarrera, en el pleno ejercicio de su privativo poder, de su peculiar gallardía, de su porte soberano, tengo que principiar por advertiros que.
¡Singular hombre! Cincuenta años después le habéis visto en las calles de Madrid desfigurado por el medio siglo, pero siempre distinguiéndose muy bien por la prolongación longitudinal de su persona, le habréis visto siempre flaco, siempre amarillo, pero antes atrabiliario que jovial, marchando aprisa con los bolsillos de un como redingot gris llenos de libros viejos, con su sombrero de hule hecho a las injurias de aguas y soles, y si por acaso dirigisteis vuestros pasos a la Alberquilla, dehesa próxima a Toledo, le veríais allí sepultado en una biblioteca, donde le devoraba, como a D.
Y paso buenamente la vida: no sé si es soberbia, pero se me figura, creo que el magisterio cuando se ejerce sobre niños es un sacerdocio que impone sagrados deberes, ¡y es tan dulce el cumplimiento del deber! Y cuando un ser cuya razón empieza a desarrollarse bajo nuestra influencia es una niña, todo cuidado es poco, porque de la niña se hace la mujer, la madre de familia, y la madre de familia, mal que les pese a los que niegan toda participación a la mujer en el desarrollo social, es la que siembra el fruto que ha de coger la sociedad: formad buenas madres de familia, y habréis formado una generación llena de virtud, de entusiasmo, de valor, de abnegación, de amor patrio, de virilidad, de grandeza: los hijos son la madre: si la madre es buena, el hijo es bueno, pero si la madre ha dado a sus hijos el pernicioso ejemplo de las discordias domésticas, la falta de sufrimiento y de abnegación, el escándalo continuo, el repugnante espectáculo de preferencias odiosas respecto a este o al otro de sus hijos, si esos jóvenes corazones no han tenido ningún buen ejemplo que imitar, si sólo han debido a su madre un amor indiscreto y caprichoso, caricias exageradas, castigos inmotivados, se pervierten, se desnaturalizan embotando o perdiendo todos sus buenos instintos y constituyendo un ser artificial formado por una mala educación.
—No sé qué me diga desto, habréis de saber, señora, que Tomas tiene escritas en este libro de la cebada unas coplas, que me ponen mala espina que está enamorado de Costancica.
—Yo, señores, soy aquella que muchas veces habréis sin duda alguna oido nombrar por ahí, porque la fama de mi belleza, tal cual ella es, pocas lenguas hay que no la publiquen: soy en efeto Cornelia Bentibolli, hermana de Lorenzo Bentibolli, que con deciros esto, quizá habré dicho dos verdades: la una de mi nobleza, la otra de mi hermosura.
Juan, hasta aquí arriba, y en el camino os contaré un estraño cuento que me ha sucedido, que no le habréis oido tal vez en toda vuestra vida.
Leí luego las razones de la cédula, vilas firmes y valederas, y que no podian faltar en la fe que publicaban, y aunque a ellas como a cosa sagrada se acogiera mi esperanza, en cayendo en la cuenta de la sospechosa compañía que Marco Antonio llevaba consigo, daba con todas ellas en el suelo: maltraté mi rostro, arranqué mis cabellos, maldije mi suerte, y lo que mas sentia era no poder hacer estos sacrificios a todas horas, por la forzosa presencia de mi padre: en fin, por acabar de quejarme sin impedimento o por acabar la vida, que es lo mas cierto, determiné dejar la casa de mi padre, y como para poner por obra un mal pensamiento parece que la ocasion facilita y allana todos los inconvenientes, sin temor alguno hurté a un paje de mi padre sus vestidos, y a mi padre mucha cantidad de dineros, y una noche, cubierta con su negra capa, salí de casa, y a pié caminé algunas leguas, y llegué a un lugar que se llama Osuna, y acomodándome en un carro, de allí a dos dias entré en Sevilla, que fué haber entrado en la seguridad posible para no ser hallada, aunque me buscasen: allí compré otros vestidos y una mula, y con unos caballeros que venian a Barcelona con priesa por no perder la comodidad de unas galeras que pasaban a Italia, caminé hasta ayer, que me sucedió lo que ya habréis sabido de los bandoleros que me quitaron cuanto traia, y entre otras cosas la joya que sustentaba mi salud y aliviaba la carga de mis trabajos, que fué la cédula de Marco Antonio, que pensaba con ella pasar a Italia, y hallando Marco Antonio presentársela por testigo de su poca fe, y a mí por abono de mi mucha firmeza, y hacer de suerte que me cumpliese la promesa, pero juntamente con esto he considerado que con facilidad negará las palabras que en un papel están escritas, el que niega las obligaciones que debian estar grabadas en el alma: que claro está, que si él tiene en su compañía a la sin par Teodosia, no ha de querer mirar a la desdichada Leocadia: aunque con todo esto pienso morir, o ponerme en la presencia de los dos, para que mi vista los turbe su sosiego: no piense aquella enemiga de mi descanso gozar tan a poca costa lo que es mio: yo la buscaré, yo la hallaré y yo la quitaré la vida, si puedo.
Diego, no habrá necesidad de dar cuenta de nuevo al señor corregidor de nuestra venida, pues bien se verá que ha sido a lo que vos, señor huésped, habréis dicho.
—Todas esas son aire, dijo Loaysa, para las que yo os podria enseñar, porque sé todas las del moro Abindarraez, con las de su dama Jarifa, y todas las que se cantan de la historia del gran Sofí Tomunibeyo, con las de la zarabanda a lo divino, que son tales, que hacen pasmar a los mismos portugueses, y esto enseño con tales modos y con tanta facilidad, que aunque no os deis priesa a aprender, apénas habréis comido tres o cuatro moyos de sal, cuando ya os veais músico corriente y moliente en todo género de guitarra.
Traed vos dinero, mi buen marido dijo Teresa, y sean ganados por aquí o por allí, que, comoquiera que los hayáis ganado, no habréis hecho usanza nueva en el mundo.
Y quiéroos decir agora, porque es bien que lo sepáis, quién es esta rapaza, quizá, y aun sin quizá, no habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que sarna.
Así es la verdad respondió la doncella, y esa hija soy yo, si la fama miente o no en mi hermosura ya os habréis, señores, desengañado, pues me habéis visto.
El caso es, buen hombre, que ya yo estoy cansado de tomar tantos pareceres, porque veo que a ninguno pregunto lo que deseo saber que no me diga que es disparate el decir que ésta sea albarda de jumento, sino jaez de caballo, y aun de caballo castizo, y así, habréis de tener paciencia, porque, a vuestro pesar y al de vuestro asno, éste es jaez y no albarda, y vos habéis alegado y probado muy mal de vuestra parte.
Y, como ya habréis, señores, oído decir que el Uchalí se salvó con toda su escuadra, vine yo a quedar cautivo en su poder, y solo fui el triste entre tantos alegres y el cautivo entre tantos libres, porque fueron quince mil cristianos los que aquel día alcanzaron la deseada libertad, que todos venían al remo en la turquesca armada.
No os dé mucha pena, señora mía, la incomodidad de regalo que aquí falta, pues es proprio de ventas no hallarse en ellas, pero, con todo esto, si gustáredes de pasar con nosotras señalando a Luscinda, quizá en el discurso de este camino habréis hallado otros no tan buenos acogimientos.
Ésta, señores prosiguió Dorotea, es mi historia: sólo resta por deciros que de cuanta gente de acompañamiento saqué de mi reino no me ha quedado sino sólo este buen barbado escudero, porque todos se anegaron en una gran borrasca que tuvimos a vista del puerto, y él y yo salimos en dos tablas a tierra, como por milagro, y así, es todo milagro y misterio el discurso de mi vida, como lo habréis notado.
Venid acá, señor alegre: ¿paréceos a vos que, si como éstos fueron mazos de batán, fueran otra peligrosa aventura, no había yo mostrado el ánimo que convenía para emprendella y acaballa? ¿Estoy yo obligado, a dicha, siendo, como soy, caballero, a conocer y destinguir los sones y saber cuáles son de batán o no? Y más, que podría ser, como es verdad, que no los he visto en mi vida, como vos los habréis visto, como villano ruin que sois, criado y nacido entre ellos.
- Vos,Capitán, decidme: ¿cuántos españoles habréis matado desde que pasasteis los Pirineos?.
Cuando me arranquéis todo, si no me arrancáis esa convicción suave, dulce, que me consuela y me fortalece, ¿qué me habréis arrancado?.
—Creo que habréis comprendido todo el respeto, toda la veneración, todo el susto que experimentaríamos.

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