Ejemplos con enorgullecía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se enorgullecía de haber sido el primero en escribir una historia verdaderamente nacional, sin limitarse a la historia de las élites ni a una mera enumeración de reyes y generales y sus respectivos hechos.
Aunque ella había cometido varios pequeños delitos, Shimizu se enorgullecía al decir que por lo menos era honesta, al contrario que Mayumi Tendo.
Shakespeare no sólo atraía a la sociedad de élite que se enorgullecía por su gusto artístico, sino también a la emergente clase media que veía en sus obras la visión de una sociedad diversificada.
Disfrutaba de su actividad como editor y se enorgullecía de la factura técnica de los libros que editaba con su supervisión directa y personal.
Eutocio menciona que Nicomedes se enorgullecía exageradamente por el descubrimiento de esta curva, contratándola con el mecanismo de Eratóstenes para encontrar cualquier número de partes proporcionales, método al que objetaba formalmente como impracticable y completamente ajeno al espíritu de la geometría.
McCandless se enorgullecía de sobrevivir con un mínimo de elementos, y una preparación bastante básica.
La élite de la sociedad se enorgullecía de no beber pulque, una bebida de plebeyos, ya que preferían beber diversas bebidas preparadas con cacao.
Pero le enorgullecía haberse casado, siendo un simple cómico, con la hija única de Craven, llamado en vida el Cristóbal Colón del petróleo.
Un largo anteojo montado ante la puerta sobre un trípode enorgullecía a los socios.
El millonario se enorgullecía viéndolo tan hermoso, con una belleza afeminada que reflejaba la de la madre, sin ningún rasgo de él.
A Tomasa no le enorgullecía este honor.
Alababa la conducta de éste, siempre prudente, acogiendo con un silencio respetuoso las costumbres de la catedral, sin que se le escapase una palabra reveladora de su pasado, le enorgullecía la atmósfera de admiración que rodeaba a su hermano, el afán con que la gente sencilla del claustro escuchaba sus viajes, pero le apenaba la enfermedad de Gabriel, la certeza de que la muerte había puesto en él su mano, y únicamente por los cuidados de que le rodeaba iba retardando el momento de la posesión.
Le enorgullecía la confianza que el señor arzobispo tenía puesta en él, la amistosa franqueza con que le hablaban canónigos y beneficiados y sus conciliábulos administrativos con el Obrero y el Tesorero.
El chico, al mismo tiempo, iba descubriendo un natural sensible y despejado: adoraba a su madre y la enorgullecía con sus triunfos en el colegio: todos los meses diploma de honor: en todos los exámenes sobresaliente o notablemente aprovechado.
Barbarita, que la había criado, conocía bien sus notables prendas morales, los tesoros de su corazón amante, que pagaba siempre con creces el cariño que se le tenía, y por todo esto se enorgullecía de su elección.
Se enorgullecía con las certezas de la ciencia, y sonreía ante las promesas de las religiones, examinaba los piadosos engaños y las verdades demostradas.
La sociedad de la Gorgheggi las enorgullecía, como a la Valcárcel, y el respeto con que todos las trataban en el escenario y en el cuarto de la cantante, también las halagaba mucho.
El descubrimiento de la maldad ajena la embelesaba, la enorgullecía y la animaba a abandonarse a sus perversiones caprichosas.
La Sáenz renunciaba a su sexo, mientras la Campusano se enorgullecía de ser mujer.
La madre, por dulce apatía y debilidad de carácter, la dejaba hacer cuanto se le antojaba, y, el padre, que era imperioso, como idolatraba a su hija y se enorgullecía de que se le pareciese en lo resuelta y determinada, y en la valerosa decisión con que ella procuraba siempre lograr su gusto y cumplir su real voluntad, lejos de refrenarla, solía, sin premeditar ni reflexionar, darle alas y aliento para todo.
Este anciano, tan valiente ante aquel peligro, enorgullecía a Marius.
La idea de haberlo fijado me enorgullecía y halagaba la vanidad.
Ya que la victoria se presentaba difícil por el momento, quería el caballero un poco de leyenda, y si Dios disponía que él y sus fieles pereciesen ante un enemigo superior, se enorgullecía pensando concluir a la numantina.
Por esta solicitud llamáronlo los limeños despensero del rey, apodo del que se enorgullecía el buen marqués.
Pero le enorgullecía haberse casado, siendo un simple cómico, con la hija única de Craven, llamado en vida «el Cristóbal Colón del petróleo».
Cuando llegaron otra vez al río, el asno se tiró de propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó.

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