Ejemplos con encogida

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La clara queda bien hecha, encogida, con el borde crujiente, vulgarmente llamado en puntilla.
A su llegada a la estación, el revisor encuentra a Betty, encogida y traumatizada en el vagón del carbón.
Pero en La Increíble Mandy Encogida, Billy le corta la cabeza con la guadaña a Calavera, y éste se la vuelve a colocar.
Y se apartó de la cama para que viese a Margalida, oculta tras el capitán, encogida y vergonzosa ahora que el señor podía mirarla con ojos limpios de fiebre.
Mientras Lucía sintió el peso de la mojada ropa y la prensión del calzado húmedo, mantúvose también muda y encogida, tiritando, creyendo escuchar aún el redoble de los truenos y sentir los picotazos de las múltiples agujas de la lluvia en sus mejillas.
Más trabajo le costó todavía a Ferragut reconocer a una señora pequeña y encogida que estaba junto al poeta.
Ferragut había reído muchas veces de la virtud de su segundo, que se paseaba encogida y soñolienta por una gran parte del planeta, sin permitirse distracción alguna, para despertar con una tensión arrolladora siempre que los azares de la carrera le llevaban a vivir unos días en su casa de la Marina.
La compañera era una jovencita de ojos claros y virginales, encogida y tímida algunas veces y otras con audacias de colegiala revoltosa.
Abandonaba a veces el abate su actitud encogida, para dirigir al oficiante como un maestro.
Había dejado a su hijo en el gimnasio y fue hacia Ojeda, ruborosa y encogida, vacilando en su saludo, temiendo tal vez un cambio de carácter, un arrepentimiento, después de la noche anterior.
Debía reñir a la madre a juzgar por lo encogida que ésta se mostraba, con la cabeza entre los hombros, como si la abrumase el interminable regaño del confesor.
Al salir, la señora Tomasa le mostró una mujer adosada al zócalo de piedra del jardín, encogida, envuelta en un mantón raído, con el pañuelo de la cabeza echado sobre los ojos.
La madre no sabía mas que llorar, metida en un ángulo del cuarto, encogida, apelotonada, pequeña como una niña, como si se esforzase por anularse y desaparecer.
Los del coche habían recobrado el habla al verse fuera de peligro y chillaban todos al mismo tiempo, comentando el suceso, sin acordarse ninguno de dar gracias a Dios, que les había arrancado de las garras de la muerte con un verdadero prodigio, tan sólo Kate, la doncella inglesa, encogida en un rincón, blanca cual un papel todavía, con las manos cruzadas, cerrados los ojos, inclinada la cabeza, parecía rezar entre dientes Echaron entonces de menos a Diógenes y viéronle venir a lo lejos, seguido de Tom Sickles y el prusiano, que traía la sombrilla encarnada causa del percance.
Desde que llegó a Salvatierra se había transformado, ya su mirada no expresaba el sobresalto y la fatiga, ya despedían sus ojos el rayo que determina la acción, ya no era la mujercita encogida y trémula de la Caridad de Oñate, era la señora que campaba y disponía, con medios para ello, en su terreno propio, su mal vestir no desvirtuaba la gallardía de su cuerpo, reflejo de la resolución y aplomo de su alma.
Era una criatura tímida, dulce, encogida, que hablaba con los ojos bajos y sonreía a cada palabra, como pidiendo perdón.
Cristeta iba encogida y como acurrucada en el fondo del coche, medrosa por lo que acababa de hacer.
Durante el almuerzo, que fue largo y fastidioso, Fortunata siguió muy encogida, sin atreverse a hablar, o haciéndolo con mucha torpeza cuando no tenía más remedio.
Una gran señora, ¿ha de ser encogida y corta de genio como una novicia de convento?.
Eso no, eso sería ridículo, y nada hay más contrario a la alteza y sonoridad de ciertas familias que verlas representadas en la corte por una damisela encogida, vergonzosa, que se asusta de la gente y no sabe decir más que y.
Y digo, señor, que si pudiera pintar su gentileza y la altura de su cuerpo, fuera cosa de admiración, pero no puede ser, a causa de que ella está agobiada y encogida, y tiene las rodillas con la boca, y, con todo eso, se echa bien de ver que si se pudiera levantar, diera con la cabeza en el techo, y ya ella hubiera dado la mano de esposa a mi bachiller, sino que no la puede estender, que está añudada, y, con todo, en las uñas largas y acanaladas se muestra su bondad y buena hechura.
Bien puede la señora ama no rezar más la oración de Santa Apolonia, que yo sé que es determinación precisa de las esferas que el señor don Quijote vuelva a ejecutar sus altos y nuevos pensamientos, y yo encargaría mucho mi conciencia si no intimase y persuadiese a este caballero que no tenga más tiempo encogida y detenida la fuerza de su valeroso brazo y la bondad de su ánimo valentísimo, porque defrauda con su tardanza el derecho de los tuertos, el amparo de los huérfanos, la honra de las doncellas, el favor de las viudas y el arrimo de las casadas, y otras cosas deste jaez, que tocan, atañen, dependen y son anejas a la orden de la caballería andante.
Cata, que estaba encogida entre los saúcos, lo reconoció al momento.
Y don Hermenegildo, echándome una mirada torcida y rencorosa, calóse con mano trémula el sombrero, cogió el paraguas, arregló, o más bien desarregló la capa sobre los hombros, y salió por el corredor como un cohete, arrastrando la espuela y con una pernera del pantalón encogida sobre la pantorrilla.
La profesora de piano pisó la antesala toda recelosa y encogida.
Así es que se esmeraba en parecerle al parisiencito desaprensiva, superior, y no encogida, ñoña -burguesa, en suma.
Pero cada día era mayor la repugnancia de Anita a pisar la calle, la humedad le daba horror, la tenía encogida, envuelta en un mantón, al lado de la chimenea monumental del comedor tétrico, horas y horas, de día y de noche.
Curó mal, después de tardar mucho en salir de la cama, y como la pierna se le quedó seca y encogida, desde entonces, siempre que el mal inclinado muchacho hacía alguna de las suyas, exclamaba la gente: «¡Si ese está señalado de la mano de Dios, y no puede ser bueno!».
Respondía ella con otro gesto que, cuando menos, significaba que había comprendido la pregunta, y algo parecido le ocurría a su marido con los hombres políticos, que casi le formaban un cortejo diariamente desde lo de la herencia, y poco más o menos le sucedía a la hija con sus amigas, sólo que éstas eran más claras en el preguntar, y ella menos encogida en el responder, por lo mismo que estaba bien persuadida del destino de aquellos despilfarros, desde que su madre apuntó en la calle de Hortaleza la necesidad de vivir en casa de mayor calibre.
:Y trota Platero, cuesta arriba, encogida la grupa cual si alguien le fuese a alcanzar, sintiendo ya la tibieza suave, que parece que nunca llega, del pueblo que se acerca.

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