Ejemplos con encerrada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Muchas tierras de la lejana Oceanía se hallaban en comunicación más frecuente con los grandes núcleos humanos que esta isla, arrasada en otros tiempos por la guerra y la rapiña, y mísera ahora al hallarse lejos del camino de los grandes buques, encerrada en un cinturón de islotes, rocas y bajos, entre freos y canales cuyas aguas transparentaban el fondo submarino.
La sociedad mallorquina, encerrada en sus preocupaciones tradicionales, como un molusco en sus valvas, y enemiga por instinto de las novedades de París, indignóse ante este escándalo.
Y salió la duquesa, dejando encerrada a Felicita.
Ardía en ella una hoguera enorme, y esta hoguera estaba encerrada por el alto poyo del fondo y tres largos bancos, más un sillón de madera que ocupaba el sitio de preferencia.
No parecía sino que Felicita estaba encerrada en un fanal o gran campana de vidrio.
Pareciole que era Lucía la personificación de la gran madre calumniada, maldecida por él, que risueña, fecunda, próvida, indulgente, le presentaba la vida inextinguible encerrada en su seno, y le decía: Tonto de pesimista, mira lo que puedes tú contra mí.
Lo raro era que no se le hubiera ocurrido a ella antes, porque en aquella carta de Loyola, en aquella famosa carta de Pedro Fernández, que se sabía ella de memoria, estaba perfectamente encerrada en su primera parte Si la señora condesa de Albornoz viene a Loyola a confesar sus pecados y pedir a Dios perdón de sus extravíos, no tiene que fijar hora ni tiempo, porque todos son igualmente oportunos.
Se diría que su fe, encerrada en interior y fuerte alcázar, peleaba contra el humano discurso, que no quería destruirla, pero que hacía cuantos esfuerzos son conducentes para ello, a fin de verla salir vencedora y triunfante de estos esfuerzos mismos.
Doña Luz, desde la partida del Marqués, había estado encerrada siempre.
Y decretó que fuese encerrada en el cuarto que servía de prisión cuando alguna recogida se insubordinaba.
¡Y me harás creer tú a mí que no piensas en él! Cuando una está encerrada entre tanta cosa de religión, misa va y misa viene, sermón por arriba y sermón por abajo, mirando siempre a la custodia, respirando tufo de monjas, vengan luces y tira de incensario, que le salen a una todas las cosas malas o buenas que ha pasado en el mundo, como las hormigas salen del agujero cuando se pone el Sol, y la religión lo que hace es refrescarle a una la entendedera y ponerle el corazón más tierno.
También le decía esto la forma, encerrada en la custodia.
Hallábase Moreno contemplando una imagen yacente, encerrada en lujosa urna de cristal, cuando sintió a su lado este susurro:.
Limitábase, pues, a esperarla, a verla pasar, a seguirla de léjos, a situarse en la Iglesia de modo que pudiera estar mirándola a su sabor, a aguardarla despues en la puerta, y a darle nueva escolta hasta que la dejaba encerrada en el palacio.
—¡No habia, pues, derramado ni una sola lágrima durante la agonía de aquel sér tan querido, ni al besar su frio rostro, despues que hubo muerto, ni al ver cómo se lo llevaban para siempre, ni al abandonar la casa en que habia nacido, ni al hallarse albergado por caridad en la ajena!—Algunas personas elogiaron su valor: otras criticaron su insensibilidad: las madres de familia lo compadecieron profundamente, adivinando por instinto la cruel tragedia que habia quedado encerrada en el corazon del huérfano, por falta de un sér tierno y piadoso que llorase a su lado.
En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un dia de los calorosos del verano se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años el uno, y el otro no pasaba de diez y siete: ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados: capa no la tenian, los calzones eran de lienzo, y las medias de carne, bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates tan traidos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que mas le servian de cormas, que de zapatos: traia el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de falda: a la espalda, y ceñida por los pechos, traia uno una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga: el otro venia escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecia un gran bulto, que a lo que despues pareció, era un cuello de los que llaman valonas almidonadas, almidonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo parecia hilachas: venian en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos, se les habian gastado las puntas, y porque durasen mas, se las cercenaron y los dejaron de aquel talle: estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas, y las manos no muy limpias: el uno tenia una media espada, y el otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.
—Así es, dijo la reina, lleváosla, Ricaredo, y haced cuenta que llevais una riquísima joya encerrada en una caja de madera tosca: Dios sabe si quisiera dárosla como me la entregastes, pero pues no es posible, perdonadme, quizá el castigo que diere a la cometedora de tal delito satisfará en algo el deseo de la venganza.
Sintió Leocadia que quedaba sola y encerrada, y levantándose del lecho, anduvo todo el aposento, tentando las paredes con las manos, por ver si hallaba puerta por do irse, o ventana por do arrojarse: halló la puerta, pero bien cerrada, y topó una ventana que pudo abrir, por donde entró el resplandor de la luna, tan clara, que pudo distinguir Leocadia las colores de unos damascos que el aposento adornaban: vió que era dorada la cama, y tan ricamente compuesta, que mas parecia lecho de príncipe, que de algun particular caballero: contó las sillas y los escritorios: notó la parte donde la puerta estaba, y aunque vió pendientes de las paredes algunas tablas, no pudo alcanzar a ver las pinturas que contenian: la ventana era grande, guarnecida y guardada de una gruesa reja, la vista caia a un jardin que tambien se cerraba con paredes altas: dificultades que se opusieron a la intencion que de arrojarse a la calle tenia: todo lo que vió y notó de la capacidad y ricos adornos de aquella estancia, le dió a entender que el dueño della debia de ser hombre principal y rico, y no como quiera, sino aventajadamente: en un escritorio que estaba junto a la ventana, vió un crucifijo pequeño todo de plata, el cual tomó, y se le puso en la manga de la ropa, no por devocion ni por hurto, sino llevada de un discreto designio suyo: hecho esto, cerró la ventana como ántes estaba, y volvióse al lecho, esperando qué fin tendria el mal principio de su suceso.
—¿Qué honra? dijo la dueña: el rey tiene harta: estése vuesa merced encerrada con su Matusalen, y déjenos a nosotras holgar como pudiéremos: cuanto mas, que parece este señor tan honrado, que no querrá otra cosa de nosotras mas de lo que nosotras quisiéremos.
Desdichada de aquella, respondió ella, a quien se la da el cielo para mayor desgracia suya, pero, señor, no es tiempo este de alabar hermosuras, sino de remediar desdichas: por quien sois que me dejeis aquí encerrada y no permitais que ninguno me vea, y volved luego al mismo lugar que me topastes, y mirad si riñe alguna gente, y no favorezcais a ninguno de los que riñeren, sino poned paz, que cualquier daño de las partes ha de resultar en acrecentar el mio.
Déjola encerrada, y vengo a poner en paz esta pendencia.
Quedaron entrambos admirados del suceso de cada uno, y con priesa se volvieron a la posada, por ver lo que habia menester la encerrada.
—¡Ay desdichada de mí! Señor mio, decidme luego, sin tenerme mas suspensa: ¿conoceis el dueño dese sombrero? ¿Dónde le dejastes, o cómo vino a vuestro poder? ¿Es vivo por ventura, o son esas las nuevas que me envía de su muerte? ¡Ay bien mio, qué sucesos son estos! ¡Aquí veo tus prendas, aquí me veo sin tí encerrada, y en poder que, a no saber que es de gentiles hombres españoles, el temor de perder mi honestidad me hubiera quitado la vida!.
—Señor, Santisteban, el paje del señor don Juan, desde el dia que vuesas mercedes se fueron, tiene una mujer muy bonita encerrada en su aposento, y yo creo que se llama Cornelia, que así la he oido llamar.
Es el caso, señores respondió ella, que mi padre me ha tenido encerrada diez años ha, que son los mismos que a mi madre come la tierra.
Aún eso lleva camino respondió el mayordomo, que yo conozco a Diego de la Llana, y sé que es un hidalgo principal y rico, y que tiene un hijo y una hija, y que después que enviudó no ha habido nadie en todo este lugar que pueda decir que ha visto el rostro de su hija, que la tiene tan encerrada que no da lugar al sol que la vea, y, con todo esto, la fama dice que es en estremo hermosa.
Encerrada Leandra, quedaron los ojos de Anselmo ciegos, a lo menos sin tener cosa que mirar que contento le diese, los míos en tinieblas, sin luz que a ninguna cosa de gusto les encaminase, con la ausencia de Leandra, crecía nuestra tristeza, apocábase nuestra paciencia, maldecíamos las galas del soldado y abominábamos del poco recato del padre de Leandra.
Soy la que, encerrada en los límites de la honestidad, vivió vida contenta hasta que, a las voces de tus importunidades, y, al parecer, justos y amorosos sentimientos, abrió las puertas de su recato y te entregó las llaves de su libertad: dádiva de ti tan mal agradecida, cual lo muestra bien claro haber sido forzoso hallarme en el lugar donde me hallas, y verte yo a ti de la manera que te veo.
Cuando amaneció, sin echar de ver Anselmo que Camila faltaba de su lado, con el deseo que tenía de saber lo que Leonela quería decirle, se levantó y fue adonde la había dejado encerrada.
Sosegóse con esto Anselmo y quiso aguardar el término que se le pedía, porque no pensaba oír cosa que contra Camila fuese, por estar de su bondad tan satisfecho y seguro, y así, se salió del aposento y dejó encerrada en él a Leonela, diciéndole que de allí no saldría hasta que le dijese lo que tenía que decirle.

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