Ejemplos con dominación

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los armenios que aún vivían en la parte occidental de Armenia bajo el Imperio Otomano erarban la liberación de la dominación turca por parte de Rusia.
Los georgianos y armenios de Karabaj ayudaron a los rusos revelándose contra la dominación Safavida.
Durante la dominación inglesa en Menorca se comenzó a elaborar ginebra dirigida a los soldados allí destinados.
Las mezquitas arrancadas a la dominación árabe fueron también adaptadas al culto y la iglesia empezó a formar en el siglo X un tipo en que tiene origen el románico, llamado también latino-bizantino.
Los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la Basílica cristiana en Mezquita respetaron escrupulosamente este lugar y la piedra allí situada por tratarse de un espacio sagrado relacionado con la Virgen Maria a quien se venera en el Corán.
Ella abandonaba su cabeza en uno de sus hombros, se apelotonaba, como si implorase su dominación, pero siempre al aire libre.
Los historiadores y filósofos discípulos de Treitschke iban a encargarse de forjar los derechos que justificasen esta dominación mundial.
La tierra iba a ser feliz bajo la dominación de un pueblo nacido para amo.
Cada uno de elloscontinuó el rusolleva debajo de la espalda un depósito de patadas recibidas, y desea consolarse dándolas a su vez a los infelices que coloca la guerra bajo su dominación.
¿Dónde iré si tú me abandonas? Si me quedo en España, continúo bajo la dominación de la doctora.
Nada quedó sobre la tierra griega como rastro de su dominación: edificios, sellos o monedas.
También había andado por el Sur de África, en compañía de otros alemanes del servicio , para sondear el estado de ánimo de los boers bajo la dominación inglesa.
Luego de admirar en el museo da la abadía los recuerdos artísticos de la dominación borbónica y la dominación muratesca, entraron en un restorán próximo, una con las mesas puestas en una explanada desde cuyas barandas podía abarcarse el espectáculo inolvidable del golfo, viéndose además el Vesubio y la cadena de montañas que se esfumaba en el horizonte como un oleaje inmóvil de rosa obscuro.
Todo lo que daba placer a sus gustos lo hacía remontar a los buenos tiempos de la dominación del Mediterráneo por la marina catalana.
De ser Barcelona la capital de España, ésta habría conservado la dominación mediterránea.
Hace una excursión por el campo de la historia para demostrar que los sarrienses, desde la época de la dominación romana, cuando la España estaba dividida en Citerior y Ulterior y después en Tarraconense, Bética y Lusitania, hasta nuestros días, habían demostrado en todas ocasiones un ingenio poderoso muy superior al de los habitantes de Nieva.
¡Él vio sin duda en aquella noche radiosa, en aquella noche memorable, al terminar su oración, a su pobre patria llorosa, entre convites y villanías, de barragana y flor marchita por el mundo, y vio también, alucinado por el estruendo de los aplausos y los vítores, a caballo el ejército de la Libertad, echándose sobre los palacios podridos donde se cobijaban las almas de coleta y sotana, símbolos de la secular dominación de España.
Y para corroborar de manera elocuente su aserto, formuló duros ataques contra la dominación española, su tiránica política y sus hombres nulos e infames.
¡Imbéciles! El doctor se indignaba ante aquella intrusión, que había acabado por cambiar a las mujeres de su país, matándolas el alma, convirtiéndolas en autómatas que aborrecían como pecados todas las manifestaciones de la vida, y llevaban al hogar las exigencias de una dominación acaparadora.
Conocía a los organizadores, y su propósito de excitar a la impiedad naciente, para darla la batalla y afirmar así su dominación que creían en peligro.
¡Ay, Luis! ¡Qué dominación tan rápida y absoluta la de esa gente!.
Los segmentos de la cúpula estaban ocupados por grandes escudos de las naciones donde la Orden ignaciana había adquirido más arraigo, las de la Compañía, como ella las llamaba en su ensueño de dominación universal.
¡Querer luchar con aquellas gentes, en la amplitud de la libertad, cuando llevaban como ventaja varios siglos de dominación, la incultura del país, la servidumbre de la mujer encadenada a ellos por el sentimentalismo de la ignorancia! ¡Cuando contaban con el apoyo del rico, de tradicional estolidez, que, atormentado por el remordimiento, compra con un trozo de su fortuna la seguridad de no ir al infierno! Mientras aquellos enemigos existieran, serían estériles todos los esfuerzos para reanimar el país.
¡Ay: estaba bien discurrido aquel asedio, para apoderarse lentamente de la mujer, llegando por medio de ella hasta la dominación del esposo! De ellos era principalmente la culpa, ¿Qué habían de hacer unos seres débiles, faltos de dirección, arrastrados por el especial sentimentalismo del sexo hacia todo lo absurdo? Veíanse obligadas a una vida de harem, siempre mujeres con mujeres, viendo sólo al hombre en el preciso momento del deseo, y el hábil jesuíta se presentaba como un remedio a su tristeza, entretenía su fastidio con una devoción dulzona y afeminada, era el eunuco guardián, el verdadero amo, dirigiendo a su antojo al tropel de odaliscas cristianas.
La mezquita no temía a los templos que encontraba en el país: los respetaba, colocándose entre ellos sin envidia ni deseo de dominación.
Extendía sus piernas con la complacencia del que se ve un momento en libertad, acostumbrado a todas horas a imponerse con el ceño adusto de la dominación.
Ninguna religión ha sido tan cautelosa como ésta, ninguna se ha emboscado mejor para salir al encuentro del hombre, ninguna ha escogido con tanto acierto, en los momentos de dominación, las posiciones para hacerse fuerte cuando llegase la decadencia.
Además, ¿por qué habían de socorrernos si no préstamos ninguna utilidad práctica y costamos tan caros al país? Al terminar la dominación religiosa en España, sólo nosotros, los de abajo, hemos sufrido las consecuencias.
No se hería materialmente, no se atormentaba largo tiempo hacía con ayunos, con cilicios y con vigilias forzadas, pero en este combate misterioso en que se aventuró, en este silencio y disimulo, en esta aparente impasibilidad que adoptó, en esta dominación tiránica con que su espíritu angustiado quiso imponer e impuso al cuerpo que no dejase traslucir su dolor ni en ayes, ni en llanto, ni en una contracción siquiera de los músculos del rostro, ideó el padre, tal vez sin querer, el más espantoso de los martirios, verdadera venganza, rudo castigo de su culpa, si culpa hubo.

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