Ejemplos con desaliño

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El desaliño en el vestir infunde desprecio.
Antes le pido permiso para volver a mi aposento y arreglarme un poco, pues no está bien que los caballeros se presenten ante sus iguales con este desaliño de andar por casa.
Mas al ver delante de sí aquel hombre pequeñito, insignificante en su persona hasta la vulgaridad, llano en el decir hasta el desaliño, que jamás sacaba las manos de las mangas, como no fuera para tomar rapé en su tabaquera de cuerno, y ponía de manifiesto con deplorable frecuencia un pañuelo de hierbas insolente de puro feo, a cuadros azules y amarillos, con algunos vivitos verdes, trocóse su recelo en desprecio, y con la desdeñosa frialdad que guarda el grande orgullo para el pequeño que juzga empingorotado sobre una superioridad usurpada, manifestóle su de reconciliarse con su mujer, olvidando todo lo pasado, y expresóle su de que fuera él mismo quien aconsejara a la esposa abandonada acceder a sus pretensiones.
Desde aquel punto y hora, Julián se desvió de la muchacha como de un animal dañino e impúdico, no obstante, aún le parecía poco caritativo atribuir a malos fines su desaliño indecoroso, prefiriendo achacarlo a ignorancia y rudeza.
Todo estaba trocado: la brutalidad se llamaba energía, sencillez el desaliño indecente, franqueza la grosería, y virtud el no tener entrañas para la compasión.
Decía estas palabras un hombre para mí desconocido, como de cuarenta años, no malcarado, antes bien con rasgos y expresión de cierta hermosura ajada aunque no destruida por la fatiga o los vicios, alto de cuerpo, de mirada viva y sonrisa entre melancólica y truhanesca, como la de persona muy corrida en las cosas del mundo y especialmente en las luchas de ese vivir al par holgazán y trabajoso, a que conducen juntamente la sobra de imaginación y la falta de dinero, persona de ademanes francos y desenvueltos, de hablar facilísimo, lo mismo en las bromas que en las veras, individuo cuya personalidad tenía acabado complemento en el desaliño casi elegante de su traje, más viejo que nuevo, y no menos descosido que roto, aunque todo esto se echaba poco de ver, gracias a la disimuladora aguja que había corregido así las rozaduras del chupetín como la ortografía de las medias.
Su instinto de orador se alejó de aquel peligro, y expresándose a veces con demasiada sencillez, no ocurrió tampoco en el desaliño ni la vulgaridad.
Bien por cierta tendencia a la obesidad, por el calor, o por el desaliño natural de la gente de color, el traje de la vendedora consistía de falda de listadillo y camisolín, que cuando limpio debía de ser blanco, y apenas le llegaba a los hombros, quedándose más corto por las espaldas, cuyas partes, junto con los brazos desnudos a la griega o romana y las mejillas redondas y rollizas, le brillaban cual si, a la usanza de su tierra, se las hubiese untado con grasa.
El aspecto de ese sujeto no prevenía nada en su favor, porque sobre ser de baja estatura y raquítico, llevaba la cabeza metida entre los hombros, tenía la cara larga y el color aceitunado, como la persona muy biliosa, siendo su desaliño general, casi repugnante.
Como no había etiquetas, aunque si mucha presunción, entre los bañistas, la marquesa vivía entre ellos con la mayor holgura, casi en traje doméstico, y no suprimía el casi, porque no se tomara su desaliño a desdén de gran señora.
Su cuerpo, no obstante lo raído del pañuelo, un tiempo color de oro, que hace ondular su seno mórbido y temblador, lo poco flamante de la roja falda de percal de amplísimos volantes, que dejan al descubierto sus pies breves, descalzos y endurecidos, y lo poco elegante de la chaquetilla azul que descúbrese por bajo del pañuelo, no obstante el desaliño de su típica indumentaria, destácase grácil y lleno de esbelteces en la cintura, de arrogancia en la cadera, y de morbidez en el seno.
En todos producían admiración y a todos arrancaban lágrimas la bondad y piedad de aquella mujer, la cual, haciendo notar el desaliño de sus ropas y de su cabello: “Este estado- dijo-, oh padre, y este lastimoso aspecto no es de ahora, ni a él me ha traído la compasión por Cleómbroto, sino que desde tus aflicciones y tu destierro el llanto ha sido siempre mi comensal y mi compañero.
Había en toda su persona, no obstante el desaliño con que la ataviaba y la rudeza de su trato, cierta noble marcialidad que, el decir de sus convecinos, revelaba la madera de la casta.
Traía en la capa remiendos sobre sano, hacía del desaliño santidad, contaba revelaciones, y si se descuidaban a creerle, hacía milagros.
Muy enojado, a mí se llegó un hombre viejo, muy ponderado de testuz, de los que traen canas por vanidad, una gran haz de barbas, ojos a la sombra, muy metidos, frentaza llena de surcos, ceño descontento, vestido que juntando lo extraordinario con el desaliño, hacía misteriosa la pobreza.
Dígolo por el desaliño y desaseo de toda su persona, que eran muy considerables.
Esto quería decir que el Marqués y la Marquesa, no prescindirían de sus manías y caprichos gastronómicos en consideración a los convidados, pero estos serían tratados a cuerpo de rey, la confianza en aquella mesa no significaba la escasez ni el desaliño, se prescindía de la librea, de la vajilla de plata, heredada de un Vegallana, alto dignatario en Méjico, de las ceremonias molestas, pero no de los vinos exquisitos, de los aperitivos y entremeses en que era notable aquella mesa, ni, en fin, de comer lo mejor que producía la fauna y la flora de la provincia en agua, tierra y aire.
Miré por él, latiéndome el corazón y temblándome todo el cuerpo, y la vi, allá en el fondo y en el mismo desaliño en que yo la había dejado en mi despacho, recostada en un sillón, el rostro, descolorido, los ojos, enrojecidos y secos, la mirada, perdida en el cúmulo de los pensamientos, la expresión, de honda tristeza, y las manos, abandonadas sobre el regazo.
Cansose en balde la invención sublime de los conceptos, la sutileza en los discursos, la estudiosidad en la varia y selecta erudición, si después lo desazona todo un tosco desaliño.
»Hállanse hombres naturalmente aliñados en quienes parece que el aseo no es cuidado, sino fuerza, no perdonan al menor desorden en sus cosas, es en ellos connatural la gala, así interior como exterior, tienen un corazón impaciente al desaliño.

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