Ejemplos con cireneos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

XXXII. No obstante, oí de boca de algunos Cireneos que yendo en romería al oráculo de Amon, habían entrado en un largo discurso con Etearco, rey de los Amonios, y que viniendo por fin a recaer la conversación sobre el Nilo, y sobre lo oculto y desconocido de sus fuentes, les contó entonces aquel rey la visita que había recibido de los Nasanones, pueblos que ocupan un corto espacio en la Sirte y sus contornos por la parte de Levante. Preguntados estos por Etearco acerca de los desiertos de la Libia, le refirieron que hubo en su tierra ciertos jóvenes audaces e insolentes, de familias las más ilustres, que habían acordado, entre otras travesuras de sus mocedades, sortear a cinco de entre ellos para hacer nuevos descubrimientos en aquellos desiertos y reconocer sitios hasta entonces no penetrados. El rigor del clima los invitaría a ello seguramente, pues aunque empezando desde el Egipto, y siguiendo la costa del mar que mira al Norte, hasta el cabo Soloente, su último término, está la Libia poblada de varias tribus de naturales, además del terreno que ocupan algunos griegos y fenicios, con todo, la parte interior más allá de la costa y de los pueblos de que está sembrada, es madre y región de fieras propiamente, a la cual sigue un arenal del todo árido, sin agua y sin viviente que lo habite. Emprendieron, pues, sus viajes los mancebos, de acuerdo con sus camaradas, provistos de víveres y de agua, pasaron la tierra poblada, atravesaron después la región de las fieras, y dirigiendo su rumbo hacia Occidente por el desierto, y cruzando muchos días unos vastos arenales, descubrieron árboles por fin en una llanura, y aproximándose empezaron a echar mano de su fruta. Mientras estaban gustando de ella, no sé qué hombrecillos, menores que los que vemos entre nosotros de mediana estatura, se fueron llegando a los Nasamones, y asiéndoles de las manos, por más que no se entendiesen en su idioma mutuamente, los condujeron por dilatados pantanos, y al fin de ellos a una ciudad cuyos habitantes, negros de color, eran todos del tamaño de los conductores, y en la que vieron un gran río que la atravesaba de Poniente a Levante, y en el cual aparecían cocodrilos.
Temo que parezca ya harto larga la fábula de Etearco el Amonio, diré solo que añadía, según el testimonio de los Cireneos, que los descubridores Nasamones, de vuelta de sus viajes, dieron por hechiceros a los habitantes de la ciudad en que penetraron, y que conjeturaba que el río que la atraviesa podía ser el mismo Nilo.
La humanidad de los samios para con Corobio fue el principio de la grande armonía que sucedió después entre Cireneos y samios.
Esto cuentan los Tercos: en todo lo demás van conformes con los Cireneos, los cuales sólo discuerdan de los Tereos por lo que mira a Bato, pues nos refieren así la historia: Hay, dicen, en Creta una ciudad llamada Axo, donde era rey Etearco, el cual, viudo ya, y teniendo en casa una hija de su primera mujer, por nombre Frónima, casó de segundas nupcias con otra.
Allí un ciudadano ilustre entre los Tereos, llamado Polimnesto, tomó a Frónima por concubina, y de ella tuvo a su tiempo un hijo de voz trabada y balbuciente, a quien se la dio el nombre de Bato, según dicen los Cireneos, a lo que imagino se le daría algún otro nombre, pues no fue llamado Bato sino después de haber ido a la Libia, nombre que se le dio, así por causa del oráculo que en Delfos se le profirió, como por la dignidad honrosa que después tuvo, acostumbrando los Libios dar al rey el nombre de Bato.
Por razón del destrozo padecido en la guerra, los Cireneos destinaron unos diputados a Delfos para saber del oráculo de qué medio se podrían valer para poner su ciudad en mejor estado.
Mandóles la Pitia que tomasen en Mantinea de la Arcadia un reformador, para cuyo empleo, a petición de los Cireneos, fue nombrado por los de Mantinea, Demonacte, el hombre de mayor crédito que había en la ciudad.
Algunos de sus contrarios, sin querer exponerse al peligro, se habían ausentado del país, a algunos otros, caídos en manos de Arcesilao, se les envió a Chipre para que se les hiciese perecer, si bien quiso la fortuna que habiendo aportado a Cnido, los Cnidios les librasen de la muerte, y les enviasen a Tera: algunos otros, por fin, se refugiaron a una gran torre de un particular llamado Aglomaco la cual mandó rodear de fajina Arcesilao y quemar vivos en ella a dichos Cireneos.
Como reflexionase después sobre lo hecho, y entendiese que a esto aludía lo que la Pitia le decía en el oráculo, que si hallaba los cántaros en el horno no quisiese cocerlos, temiendo la muerte que se le había profetizado, e imaginando que Cirene era la rodeada de agua del oráculo, no quiso de propósito entrar más en la ciudad de los Cireneos.
Allí, algunos de los ciudadanos, junto con aquellos Cireneos que vivían en ella desterrados, habiéndole acechado al tiempo que paseaba por la plaza, le asesinaron juntamente con su suegro.
Frontera del medio de este país viene a caer la isla Platea, que poblaron los Cireneos.
En su continente se halla el puerto de Menalao y también la región de Miris en que los Cireneos habitaban.
Por la parte de Poniente los Asbistas, son confinantes con los Giligamas, están sobre Cirene, y no llegan hasta el mar, cuya costa ocupan los Cireneos.
La región Cirenaica, que esta tierra más elevada que hay en la parte de la Libia poseída por los Nómadas, logra todos los años tres estaciones muy dignas de admiración, pues viene primero la cosecha de los frutos vecinos a la marina, que piden ser antes que los demás segados y vendimiados: acabados de recoger estos tempranos frutos, están ya sazonados y a punto de ser cogidos los de las campiñas o colinas, como dicen, que caen en medio del país, y al concluir esta segunda cosecha, los frutos de la tierra más alta han madurado ya y piden ser cogidos: de suerte que al acabarse de comer o de beber la primera cosecha del año, entonces cabalmente es cuando se recoge la última, con lo cual se ve que los Cireneos siegan durante ocho meses.
Porque, rogándole, según es fama, que les dictase leyes y diese a su pueblo una forma de prudente y justo gobierno, les respondió que era muy difícil dar leyes a los Cireneos mientras estuviesen en tanta prosperidad, pues nada hay más indomable que un hombre engreído con su dicha, ni, a la inversa, nada más dócil que el abatido por la fortuna, que fue lo que entonces hizo a los Cireneos sumisos a su legislador Luculo.

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