Ejemplos con cayado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Murdoch y el Anciano llegan hasta el arma de Jerusalén, un cayado que convierte a este último en el dios Thor.
Ante su insistencia, Antístenes le amenazó con su cayado, pero Diógenes le dijo: no hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir.
La deformidad en coxa vara progresiva es común qué puede llevar en el futuro a la deformidad en cayado.
- deformidad en cayado o bastón: La amplia afectación del fémur proximal produce una característica deformidad en varus que se parece a la curva de un bastón.
Se representa a la Virgen con atuendo pastoril, cayado alto, sombrero de ala ancha, a veces vuelta, con o sin el Divino Infante y rodeada de corderos, que simbolizan al género humano.
Posee un rizoma rollizo y grueso, confundiéndose con la raíz, y da origen a frondes pecioladas, primero enrolladas como cayado y cubiertas de escamas castañas.
Era una raza de tamaño medio, perfil recto y conformación muy ambiental: cuernos en lira baja con pitones negros, abundante papada, dorso ensillado, grupa mal formada, cola en cayado, nalgas deficientes y capa castaña con degradaciones hacia el blanco en ojo y hocico.
El origen puede buscarse en el cayado que sirviera de bastón de los pueblos nómadas para conducir su ganado y posteriormente para guiar personas.
El cayado también funcionó como amuleto y así fue encontrado en numerosos enterramientos.
Tal es el caso de la civilización egipcia, en que el cayado heka, símbolo del dios Andyeti fue emblema de poder desde las primeras dinastías.
En algunas culturas, el cayado de pastor evolucionó hasta convertirse en cetro o bastón de dignidad.
La función simbólica del cayado se manifiesta claramente en el libro del Éxodo en el Antiguo Testamento en donde es utilizado por Moisés y Aarón.
Por extensión, como pastores de almas, se llama también cayado al báculo del obispo como símbolo de su función.
Un cayado es un bastón con el mango curvo utilizado tradicionalmente por los pastores.
Después del cayado de la arteria uterina, el tronco continúa hacia el fondo uterino, donde nacen las ramas fúndicas.
San Cristóbal, popular gigantón que antaño podía verse con su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día.
Portan en sus manos, respectivamente, un cayado y una hijada, aludiendo a las principales faenas, de origen pastoril -la más antigua- y a la labranza de la tierra que efectuaban los primeros habitantes de Méntrida.
Cierto día San Genadio estaba meditando en su cueva, pero el murmullo del río no le permitía concentrase, así que, golpeando con su cayado, dijo: cállate y el río dejó de hacer ruido.
Sin embargo, lo que la mayoría desconocía es que el joven Coin era controlado por el alma de su padre, quien se había refugiado en su cayado para huir de la muerte y controlar al mundo a través de su hijo.
Y el buen Mosén Jòrdi, que tenía la libertad de lenguaje de los castos, la descarada franqueza de los simples, lamentaba a gritos la locura de estas furias sometidas a su cayado espiritual.
En efecto, esas cabezas rudas, morenas y enérgicamente acentuadas, con sus flotantes cabelleras grises y sus largas barbas, esas sonrisas bonachonas y esos brazos nervudos apoyándose en el cayado, parecen ser el modelo que sirvió a nuestro famoso pintor para su.
Desesperanzado, al fin, se arregló las gafas con impaciencia, se puso el sombrero, cogió su cayado y dijo emprendiendo la marcha:.
Kataliñ le ayudó a ponerse el recio gabán, y abrió la puerta de la calle mientras el doctor se calaba la boina y requería su , grueso cayado con contera de lanza, que le acompañaba siempre en sus visitas a las minas.
Pero a veces no puede uno más, y ¡Dios me perdone! he sentido la tentación de levantar el cayado para empezar a golpes con el rebaño rebelde que se guarece en la catedral.
Iba avanzando lentamente, con pasos firmes, pero con el cayado por delante tanteando el terreno.
El arrugado viejo se erguía, sus mortecinos ojos brillaban como débiles pavesas, movía el cayado cual si aún estuviese pinchando a los enemigos.
Después se presentaba el tío caminando con seguridad por aquella tierra conocida, pero con el cayado por delante, único auxilio de sus moribundos ojos.
Un vejete seco, encorvado, cuyas manos rojas y cubiertas de escamas temblaban al apoyarse en el grueso cayado, era Cuart de Faitanar, el otro, grueso y majestuoso, con ojillos que apenas si se veían bajo los dos puñados de pelo blanco de sus cejas, era Mislata, poco después llegaba Rascaña, un mocetón de planchada blusa y redonda cabeza de lego, y tras ellos iban presentándose los demás, hasta siete: Favara, Robella, Tormos y Mestalla.
Digo que todos los pensamientos que he dicho, y muchos mas, me causaron ver los diferentes tratos y ejercicios que mis pastores y todos los demas de aquella marina tenian, de aquellos que habia oido leer que tenian los pastores de los libros, porque si los mios cantaban, no eran canciones acordadas y bien compuestas, sino un , y otras cosas semejantes, y esto no al son de churumbelas, rabeles o gaitas, sino al que hacia el dar un cayado con otro o al de algunas tejuelas puestas entre los dedos, y no con voces delicadas, sonoras y admirables, sino con voces roncas, que solas o juntas parecia, no que cantaban, sino que gritaban o gruñian: lo mas del dia se les pasaba espulgándose o remendándose sus abarcas: ni entre ellos se nombraban Amarilis, Fílidas, Galateas y Dianas, ni habia Lisardos, Lausos, Jacintos ni Riselos, todos eran Antones, Domingos, Pablos o Llorentes, por donde vine a entender lo que pienso que deben de creer todos, que todos aquellos libros son cosas soñadas y bien escritas para entretenimiento de los ociosos, y no verdad alguna: que a serlo, entre mis pastores hubiera alguna reliquia de aquella felicísima vida y de aquellos amenos prados, espaciosas selvas, sagrados montes, hermosos jardines, arroyos claros y cristalinas fuentes, y de aquellos tan honestos cuanto bien declarados requiebros, y de aquel desmayarse aquí el pastor, allí la pastora, acullá resonar la zampoña del uno, acá el caramillo del otro.
Finalmente, no pasaron muchos meses, después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor, con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía, y juntamente se vistió con él de pastor otro su grande amigo, llamado Ambrosio, que había sido su compañero en los estudios.

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