Ejemplos con arrellané

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ustedes, caballeros lectores, que estarán hartos de devorar multitud de artículos empezados con párrafos semejantes al anterior, artículos cuyos protagonistas-autores es de rigor que se tuteen, en los episodios que refieren, con un Sandoval, con un Montellano, con un Monteverde, o siquiera con un Arturo, Eduardo o Alfredo a secas, artículos dados a luz en ilustrados Semanarios, o en la sección de Variedades de tal cual papelón madrileño, por la péñola almibarada de algún revistero aristócrata, ustedes, pacientísimos prójimos, que, de fijo, estarán avezados a ese género de literatura bizarra, esperarán que yo les diga, en vista del comienzo de este croquis, que la voz que me dio el recado era la de mi ayuda de cámara, al cual mandé, después de llamarle borrico y de ofrecerle un puntapié, que corriese los cortinajes de mi balcón para que entrase la luz del día, que en seguida me envolví el cuerpo en una cómoda bata, forrada de pieles de marta, y los pies en un par de pantuflas morunas que no se oían al hollar la espesa alfombra del suelo, que me arrellané en una muelle butaca delante de los troncos que ya chisporroteaban en la chimenea, que encendí un aromático habano, precisamente de la Vuelta de Abajo, y que, por último, después de encasquetarme en la cabeza un gorro griego... o tudesco, de finísima felpa, dije al susodicho mi criado: «Que pase esa persona», es decir, esa dama incógnita, ese vizconde elegante, ese matachín de moda, ese bandido generoso o ese marido agraviado... Pues no, señores, no hubo nada de eso, al parecer tan común en la vida episódico- literaria de nuestros revisteros del día... porque, aunque a ustedes no les importe un rábano la noticia, han de saber que yo no tengo ayuda de cámara, ni gasto bata forrada ni sin forrar, ni pantuflas morunas, ni gorro persa, ni en mi cuarto de dormir hay pesados cortinajes, ni alfombra espesa, ni vegueros a granel, ni allí han entrado jamás damas misteriosas, ni vizcondes elegantes, ni bandidos de ninguna clase, ni matachines, ni maridos agraviados... por mí.

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