Ejemplos con admiradoras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Drew, por su parte, no para de recibir todo tipo de regalos de sus muchas admiradoras y Rochelle está harta de esta situación.
Mientras tanto Catalina de Medici -esposa del rey Enrique II de Francia - se pronunció como una de las más grandes admiradoras de Nostradamus tras leer cada uno de sus almanaques publicados.
El término es usado, sin afán de insultos, por ambos tanto hombres gay como sus admiradoras mujeres.
Recibió muchas cartas de admiradoras y más tarde comenzó una relación sentimental con una de ellas.
Recibía gran cantidad de escritos de sus admiradores y admiradoras.
Tuvo que abandonar su hogar por que sus padres estaban exaustos del acoso de sus admiradoras.
Es más bien callado y prefiere el silencio y la tranquilidad que el bullicio de sus admiradoras.
Zane es una persona bastante fría y reservada, y más como Kaiser, además, durante su estadía en la academia, aparte de sus admiradoras y dos amigos que son vistos en el capítulo Una Doncella Enamorada, no parece relacionarse mucho con los demás, Aunque respecto a Alexis, es la única persona en toda la serie a la que se ha visto que le permita meterse en su espacio personal, siendo ella, a la única que le ha contado sentimientos que por nada del mundo revelaría a los demás, y la única que sabe realmente que es lo que piensa Zane, aunque ella también le ha contado muchas cosas privadas, eso ha hecho pensar que tengan una relación amorosa, pero Zane siempre ha dicho que lo único que le interesan son los duelos, así que quizá ella sea solo su mejor amiga,.
El orgullo de club es tener el número más grande de admiradoras en todo el fútbol alemán.
Agradezco a todas mis admiradoras por los bellos momentos que hemos compartido, los cuales recordaré por el resto de mi vida.
Pero con una guedeja de su largo cabello procuraba ocultar la falta del pabellón auditivo, siempre que, abusando de la adormecida fiereza de la generala, se atrevía a visitar a ciertas señoras admiradoras de su heroísmo.
“¡Salve, oh, tú, el más grande de los hombres, hijo predilecto de las Musas, foco de intensa luz que alumbrará a los mundos, salve! Loor a tu nombre, hermosa lumbrera, en cuyo derredor girarán en lo futuro mil inteligencias, admiradoras de tu gloria! ¡Salve, grandiosa obra de la mano del Potente, orgullo de las ESPAÑAS, flor la más hermosa que ciñe mis sienes, yo te saludo! ¡Tú eclipsarás las glorias de la antigüedad, tu nombre escrito en letras de oro en el templo de la Inmortalidad, será la desesperación de los demás ingenios! ¡Gigante poderoso, serás invencible! Colocado como soberbio monumento en medio de tu siglo, todas las miradas se encontrarán en tí.
Y entre esta gente y el bando de los pingüinos , con sus admiradoras anexas, estaba otro grupo, al que daba Isidro el título de gran coalición de potencias hostiles , compuesto de señoras de nacionalidades diversas, atraídas por una antipatía común.
¡Criatura ingenua y refinada! Pero fíjese, Fernando: usted, que me cree poca cosa, y no le falta razón, mire con qué impaciencia me aguardan mis admiradoras.
Conocía la casa donde cada prebendado iba a pasar la tarde después del coro, los nombres de las señoras o de las monjas que les rizaban las sobrepellices, y las rivalidades sordas y feroces entre estas admiradoras del cabildo que se esforzaban por vencerse blanqueando y planchando la batista canonical.
Por poco lo desnucan sus admiradoras de tanto querer besarlo.
Pero con una guedeja de su largo cabello procuraba ocultar la falta del pabellón auditivo, siempre que, abusando de la adormecida fiereza de la generala, se atrevía á visitar á ciertas señoras admiradoras de su heroísmo.
Iba a ver, en realidad, cierto arcón cuya imagen había visto veinte veces en sus sueños, arcón de forma alargada y profunda, lleno de cadenas y cerrojos, empotrado en el suelo, arcón del que con tanta frecuencia había oído hablar, y que las manos algo secas, cierto, pero no sin elegancia, de la procuradora, iban a abrir a sus miradas admiradoras.
Las admiradoras de Soleilland son renuevos de las admiradoras de Prado, cuya piel sirvió para hacer guantes de refinadas cocotas, de las admiradoras de Pranzini, cuya magnitud viril fue exaltada en todos los bulevares, y los admiradores de la Merelli son renuevos de los que hicieron una formidable ovación a Gabriela Bompard cuando fue llevada de París a Lyon para que reconociese los restos de Gouffé.
No es lo más triste para una sociedad el desfile de tantos Dognon, de tantos Soleilland, de tantas Weber, llevando a cuestas el fardo de sus víctimas, sino el otro desfile, el de admiradores que brindan amorosa protección a la mujer que estranguló un niño, entre espasmos de lujuria lúgubre, y de admiradoras que echan flores y besos a quien lleva, como trofeo de victoria, el ensangrentado corazón de una chicuela mártir.
Si los Dognon, los Soleilland y las Weber están muy enfermos, mucho más lo están sus admiradoras y admiradores, los hombres que anhelan tener en sus brazos a estranguladoras e incestuosas, las mujeres que sueñan con ser acariciadas por manos llenas de sangre de violaciones e infanticidios.

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