Ejemplos con admirando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La muchacha, con una cestilla al brazo, permanecía inmóvil en el borde de la acera, admirando las altas casas y las terrazas de los cafés.
Después de almorzar en el hotel visitaron el campo de la feria, subieron a la cabeza de la enorme estatua, contemplando la planicie bávara, sus lagos y sus lejanas montañas, recorrieron la Galería de la Gloria, llena de bustos de bávaros célebres, cuyos nombres leían por primera vez, y acabaron yendo de barraca en barraca, admirando los trajes de los tiroleses, sus bailes gimnásticos, sus gorjeos y trinos iguales a los del ruiseñor.
Marchaban los dos como si se hubiesen conocido toda la vida, admirando Jaime en los ademanes de miss Gordon esa libertad varonil de las muchachas sajonas, que no temen el contacto con el hombre y se sienten fuertes al ser guardadas por ellas mismas.
¿Eh?decía, admirando la tersura del acero virgen y mirando a Febrer.
Jaime, tan pronto los veía subiendo a lo más alto, como descendiendo cabeza abajo, pero ellos, en su ilusión, creían marchar rectamente, admirando a cada vuelta nuevos espacios, nuevas cosas.
Se entusiasmaba con el recuerdo de esta novelesca aventura, la más inaudita de la Historia, admirando de paso al almogávar cronista, Homero rudo en el contar, Ulises y Néstor en el consejo, Aquiles en la dura acción.
Rechinaba los dientes, cerraba los puños a cada detonación, pero seguía inmóvil, sin deseo de marcharse, dominado por la violencia de las explosiones, admirando la serenidad de estos hombres, que daban sus órdenes erguidos y frios o se agitaban como humildes sirvientes alrededor de las bestias tronadoras.
Había entrado en el dormitorio de la señora Desnoyers, admirando su mueblaje Luis XV, de una autenticidad preciosa, con los oros apagados y los paisajes de sus tapicerías obscurecidos por el tiempo.
Sus ojos, con un deseo irresistible de comparación, se fijaban en Desnoyers, admirando su gentileza juvenil.
Lo dijo con sinceridad Momentos antes envidiaba a los hombres, admirando la gallardía con que exponían su existencia, y ahora temblaba ante la idea de que su amante pudiera ser uno de ellos.
Esto le hizo menudear sus visitas a la cocina, admirando emocionado sus paquetes de comestibles.
Ahora los triunfadores eran los pueblos del Norte, y sobre todos, aquella Alemania que él había visto de cerca, admirando con cierto pavor su disciplina, su dura organización.
Esto no lo hay en Parísdecían sus acompañantes admirando los salones enormes, con centenares de parejas y miles de bebedores, no, no lo hay en París.
¡Nombre de Dios! ¡Qué empaque!dijo detrás del abogado un oficial joven, admirando la serenidad de Freya.
Ferragut estaba cerca del cañón, admirando la fría calma con que lo manejaban sus servidores.
Ya no vagaba por el puerto, admirando de lejos los grandes trasatlánticos anclados frente al monumento de Colón o los vapores de carga que se alineaban en los muelles comerciales.
Hablaba entre dientes, con pausas de emoción, admirando la ferocidad de aquellas bestias, doliéndose de no poseer su vigor y su crueldad.
Después me parecía llegar, penetrar por entre el gentío que se precipitaba en la humilde nave, avanzar hasta el pie del presbiterio, y allí arrodillarme admirando la hermosura de las imágenes, el portal resplandeciente con la escarcha, el semblante risueño de los , el lujo deslumbrador de los , y la iluminación espléndida del altar.
Aresti caminó un buen rato en silencio, admirando una vez más la sencillez, la humildad de aquella gente, dura para el trabajo, habituada a las privaciones, sin la más leve vegetación de ideas de protesta en su cerebro estéril.
Aresti, llevando al lado a Goicochea en el mullido carruaje del millonario, pasó por varias calles de la Bilbao tradicional, admirando sus tiendas antiguas, adornadas lo mismo que en los tiempos de su niñez.
Y el gabarrero miraba al pequeño y a las dos mujeres que le escuchaban atónitas, admirando su sabiduría del pasado.
Por la noche, Sagrario habló a su tío, admirando aquella energía que le impulsaba a aceptar toda clase de trabajos para no ser gravoso a la familia.
Gabriel echaba una mirada al coro, admirando su sillería portentosa ocupada por los canónigos, y pensaba con entusiasmo que tal vez lograse algún día sentarse en ella, con gran orgullo de su familia.
Gabriel sonrió con dulzura, como admirando la simplicidad de su hermano.
Era una barraca vieja, sin más luz que la de la puerta y la que se colaba por las grietas de la techumbre, las paredes de dudosa blancura, pues la señora maestra, mujer obesa que vivía pegada a su silleta de esparto, pasaba el día oyendo y admirando a su esposo, unos cuantos bancos, tres carteles de abecedario mugrientos, rotos por las puntas, pegados al muro con pan mascado, y en el cuarto inmediato a la escuela unos muebles, pocos y viejos, que parecían haber corrido media España.
La muchedumbre, endomingada, agitábase en torno de las , admirando una vez más las carrozas tradicionales que todos los años salían a luz: pesados armatostes lavados y brillantes, pero con cierto aire de vetustez, luciendo en sus traseras, cual partida de bautismo, la fecha de construcción: el siglo XVII.
Cuando salían juntos a paseo, todo el mundo se fijaba en Fortunata, admirando su hermosura, luego le miraban a él.
Después de esta reticencia, que por lo terminante parecía hija de una convicción profunda, siguió contemplando y admirando su belleza.
Pasaron ratos muy dichosos visitando las soberbias fábricas de Batlló y de Sert, y admirando sin cesar, de taller en taller, las maravillosas armas que ha discurrido el hombre para someter a la Naturaleza.
José admirando los prodigios de nuestra iglesia, que por mi parte le perdonaré de buen grado las irreverencias, salva la opinión del señor prelado.

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