Ejemplos con lloriqueo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El Evening Standard, por ejemplo, llamó a la obra un fracaso y un lloriqueo autocompasivo.
Su líder es el cacique Lloriqueo.
Luego lloriqueaba un poquito, y con el agua de este lloriqueo se calmaba la procelosa escama del buen Leal, que era un niño, y fácilmente pasaba de la hosquedad al mimo acaramelado y baboso.
Con los ojos enrojecidos por un sordo lloriqueo, iba la madre de un punto a otro de la alcoba cumpliendo lo dispuesto por los médicos, preparando los sinapismos que aplicaba por debajo de las sábanas a las míseras piernas del enfermo.
Pasó otro rato, y Juan, despabilándose y fingiendo el lloriqueo de un tierno infante en edad de lactancia, chilló así:.
Después la dama alzó los ojos que tenía empañados, cual si fluctuara sobre aquel cielo azul la niebla del lloriqueo, y echando sobre su amigo una mirada que era más bien explosión de miradas, desplegó los labios, empezó una sílaba y se la tragó en seguida juntamente con otras muchas, que estaban entre los lindos dientes esperando vez.
Enfadose entonces la vieja, y con aire severo, «Demonio, le decía, ¿por qué lloras así? ¡Quiero que me lo expliques! Después de echar un sueño, ¿para qué empezar de nuevo el lloriqueo? ¿Crees, amiga, que así privarás a mis valientes dueños de la elevada suma que importa tu rescate? Si continúas así, acabaremos mal.
“Cantá, cantá”, decía la madre, y sobre melodía plañidera, sin sentido, se arrastraban las palabras con un lloriqueo nasal, mientras el semblante conservaba su habitual expresión de empaque.
entonces, ¿a qué ese lloriqueo de mujer arrastrada? Quien presta.
El más profundo silencio reinaba en la naturaleza, turbado solamente por el oficioso lloriqueo de las chorreras que afluyen a la Rambla, y la Luna se paseaba con la mayor calma por las soledades del ya despejado firmamento, sin darse por entendida de lo que había pasado.
En vez de volver a tomar la costura, que era tan sólo un pretexto para no mirarme de frente, sentose en una banqueta que en el ángulo de la pieza estaba, y siguió el lloriqueo.
Luego lloriqueaba un poquito, y con el agua de este lloriqueo se calmaba la procelosa escama del buen Leal, que era un niño, y fácilmente pasaba de la hosquedad al mimo acaramelado y baboso.
-¿Y es por eso tu pena y por eso es tu lloriqueo, Dolores?.

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