Ejemplos con lloriqueos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando entra, escucha gritos y lloriqueos, se dirige hacia adentro, y ve a Chiharu dentro de su pesadilla.
Pero no pude disfrutar ni un momento de calma porque la furiosa mujer me atormentó con fingidos lloriqueos, y con estos lastimeros reproches: Podías hacerte cargo, hombre desvanecido y sin seso, de que por culpa tuya estoy yo en pecado mortal.
Luego encontraban a la blanca mujer deshecha en lloriqueos, y algún día viéronla rasgar con fiero impulso un pañuelo de fina seda con que su seno cubría.
-Serénese un poco, don Serafín, tómese su cafetito, que está muy bueno, y sin lloriqueos ni suspiros, deme su conformidad con el proyecto de reconciliación.
-Los lloriqueos parecen indicar que no está contenta de lo que hace.
Se reina con juicio, no con lloriqueos.
Y no me han valido las ganas y la determinación de ruptura, pues apenas me separaba, venía la desolada mujer con tales asedios, persecuciones, súplicas y lloriqueos, que de nuevo me dejaba encadenar, compadecido de aquella violentísima fiebre, y de aquel amor inextinguible que para su defensa se amparaba del cielo y la tierra.
Ella no dice nada, pero se lo conozco, y me da mala espina esta afición que ha sacado ahora por la literatura, prefiriendo la sentimental y de lloriqueos, tristezas y desastres, pues no sólo anda resobando al tal o , sino también a otros libros y novelas de amores contrariados, siendo más extraña esta afición, cuanto que siempre fue perezosa para toda frivolidad.
Ea, dejarse de lloriqueos, Siseta, yo te quiero.
Ahora vienen los lloriqueos y los dengues después de haber sido causa de tantos males.
El prodigio de la Naturaleza fue puesto sobre un macho, en compañía de unas alforjas que encerraban algunas tortas y dos azumbres de vino, y después de algunos lloriqueos de doña Nicolasa y de algunos dísticos que ensartó el de los astros, Elías partió en dirección de la patria del inmortal Cervantes, adonde llegó en cuatro días de viaje.
-Voy al instante, -dijo la vieja poniendo fin a sus lloriqueos y encaminándose hacia la casa.
¡Ea!, sé razonable y déjate de inútiles lloriqueos.
Por una multitud de crímenes infantiles encerraron a nuestro héroe en un colegio donde, a vuelta de dos o tres semanas de lloriqueos y protestas, encontró, para consuelo de sus penas, un amiguito ten travieso como él, y que atendía a la lista de los réprobos del severo instituto por el nombre de Luis Acosta.
! Y nada de lloriqueos.
Cuando volvió al lado de su niño, le empujó distraídamente, el chico rompió en congoja, uno de esos lloriqueos de criatura que parecen no tener causa conocida.
Con que ya sabes: nada de lloriqueos ni disculpas.
¿A qué vienen esos lloriqueos? Eres como el perro de Juan Molleja, que antes que le caiga el palo ya se queja.
Las demás criadas alborotaban la casa con sus lloriqueos.
El prodigio de la Naturaleza fue puesto sobre un macho, en compañía de unas alforjas que encerraban algunas tortas y dos azumbres de vino, y después de algunos lloriqueos de doña Nicolasa y de algunos dísticos que ensartó el de los astros, Elías partió en dirección de la patria del inmortal Cervantes, adonde llegó en cuatro días de viaje.
Luego encontraban a la blanca mujer deshecha en lloriqueos, y algún día viéronla rasgar con fiero impulso un pañuelo de fina seda con que su seno cubría.
Y no me han valido las ganas y la determinación de ruptura, pues apenas me separaba, venía la desolada mujer con tales asedios, persecuciones, súplicas y lloriqueos, que de nuevo me dejaba encadenar, compadecido de aquella violentísima fiebre, y de aquel amor inextinguible que para su defensa se amparaba del cielo y la tierra.
Omito de buen grado todo lo concerniente a los lloriqueos de Narda, a la emoción de Magdalena y a la palidez de don Román, porque se iban, y a los sollozos y gimoteos de Sebia y de las demás que se quedaban.
Sufrirlo primero al otro, cada una de cuyas palabras había sido un bofetón, un latigazo en la cara, una escupida en la frente, tolerar de él en silencio que lo hubiese puesto overo , y como si no bastara todavía, como si aun no fuese suficiente tener que aguantar a la vieja ahora, verse obligado a estar oyendo con una paciencia de santo sus pavadas, los lloriqueos, las jeremiadas de la muy tilinga.

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