Sinónimos y Antónimos de Rienda

A continuación se muestran los Sinónimos y Antónimos de rienda ordenados por sentidos. Si tienes duda sobre alguna palabra, puedes hacer clic sobre ella para conocer su significado.

Sinónimos de rienda

Rienda Como sustantivo.

1 En el sentido de Correa

Ejemplo: Unión entre dos poleas es la correa.

2 En el sentido de Gobierno

Ejemplo: En todas partes aparecían huellas de del gobierno.

3 En el sentido de Mando

Ejemplo: No los mando, porque me da vergüenza de que salgan a la calle con tanto pingajo.

Sinónimo de rienda

Antónimos de rienda

Rienda Como sustantivo.

1 En el sentido de Inmoderación

Ejemplo: Para los de afuera tenían, sí, opinión los Romanos de ser terribles en la guerra y cuando se venía a las puñadas, pero no habían dado nunca ejemplos de indulgencia, de humanidad y de las demás virtudes políticas, y entonces por la primera vez hizo Marcelo ver a los Griegos que eran más justos los Romanos. Porque se portó de modo con los que tuvieron que entender con él, e hizo tanto bien a las ciudades, que si con los de Ena, los Megarenses o los Siracusanos intervino algún hecho de inmoderación, más deberá echarse la culpa a los que lo padecieron que a los que se vieron en la precisión de ejecutarlo. Haremos mención, entre muchos, de uno sollo de sus actos de bondad. Hay en Sicilia una ciudad llamada Engío, aunque pequeña, muy antigua y celebrada por la aparición de las Diosas a las que dicen las Madres, habiendo tradición de que el templo fue obra de los Cretenses, en él enseñan ciertas lanzas y ciertos yelmos de bronce, con inscripciones unos de Meríones y otros de Odiseo, consagrado todo en honor de las Diosas. Era esta ciudad de las más decididas de los Cartagineses, y Nicias, uno de los ciudadanos más principales, intentaba traerla al partido de los Romanos, hablándoles con la mayor claridad en las juntas y tratando con aspereza a los que le contradecían, pero estos, que temían su opinión y su influjo, concibieron el designio de echarle mano y entregarle a los Cartagineses. Llególo a entender Nicias, y se resguardó, andando con cautela, pero sin reserva hizo correr opiniones poco piadosas acerca de las Madres, y ejecutó cosas que daban a entender que no creía y se burlaba de la aparición, con lo que se pusieron muy contentos sus enemigos, pareciéndoles que esto era dar armas contra sí mismo para lo que tenían meditado. Cuando iban a ponerlo por obra, había junta pública de los ciudadanos, en ella Nicias empezó a hablar y persuadir al pueblo, y en medio de esto, repentinamente se tiró al suelo, estando un poco desmayado, sucedió a esto, como es natural, un gran silencio y admiración, y entonces, levantando y moviendo la cabeza, con voz trémula y profunda empezó a articular, aumentando por grados el eco. Cuando vio que todo el pueblo estaba poseído de un mudo terror, arrojando el manto y rasgando la túnica dio a correr medio desnudo hacia la salida de la plaza, gritando que las Madres lo arrebataban. Nadie osaba acercársele y menos detenerle, por un temor supersticioso, sino que antes se apartaban, y así pudo encaminarse a todo correr hacia las puertas, sin omitir ninguno de los gritos y contorsiones que son propios de los endemoniados y poseídos. La mujer, que estaba en el secreto, y entraba a la parte en esta maquinación, tomando por la mano a sus hijos, empezó por postrarse delante del templo de las Diosas, y después, haciendo como que iba en busca de su marido perdido y desesperado, se marchó del pueblo sin que nadie se lo estorbase, y con toda seguridad, dirigiéndose ambos, salvos por este medio, a Siracusa a presentarse a Marcelo. Éste, que había recibido muchas ofensas y agravios de los Engíos, marchó allá e hizo encadenarlos a todos para tomar venganza, mas entonces Nicias acudió a él, y empleando los ruegos y las lágrimas, asiéndole de las manos y las rodillas, le pidió por sus ciudadanos, empezando por sus enemigos, apiadado Marcelo, los dejó libres a todos, sin haber causado a la ciudad la menor vejación, y a Nicias le hizo concesión de mucho terreno y le dio grandes presentes. Este hecho, es Posidonio el filósofo quien nos lo dejó escrito.

Antónimos de rienda

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