Buscar Poemas con Vigilia


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 26 poemas con la palabra vigilia

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Javier del Granado

el horno

-- de Javier del Granado --

Combando el cielo en olorosa tierra
alza su nido el laborioso hornero,
que convierte las pajas en lucero,
y en miel, el barro que su pico aferra.

Por eso el hombre que en su ser encierra
todo el saber del universo entero,
con gran acierto lo imitó al hornero,
y horneó en el horno, el trigo de la sierra.

Bendice dios, la casa en que se amasa,
y en el hogar hay un calor de nido,
si a cada niño se le da su hogaza.

Y si natalio brinda a su familia
pascual cordero y pan recién cocido,
¡canta el horno en campanas de vigilia!

Poema el horno de Javier del Granado con fondo de libro

Jorge Luis Borges

elegía de un parque

-- de Jorge Luis Borges --

Se perdió el laberinto. Se perdieron
todos los eucaliptos ordenados,
los toldos del verano y la vigilia
del incesante espejo, repitiendo
cada expresión de cada rostro humano,
cada fugacidad. El detenido
reloj, la entretejida madreselva,
la glorieta, las frívolas estatuas,
el otro lado de la tarde, el trino,
el mirador y el ocio de la fuente
son cosas del pasado. ¿Del pasado?
si no hubo un principio ni habrá un término,
si nos aguarda una infinita suma
de blancos días y de negras noches,
ya somos el pasado que seremos.
Somos el tiempo, el río indivisible,
somos uxmal, cartago y la borrada
muralla del romano y el perdido
parque que conmemoran estos versos.

Poema elegía de un parque de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Jorge Luis Borges

a una moneda

-- de Jorge Luis Borges --

Fría y tormentosa la noche que zarpé de montevideo.
Al doblar el cerro,
tiré desde la cubierta más alta
una moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas,
una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla.
Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable,
de agregar a la historia del planeta
dos series incesantes, paralelas, quizá infinitas:
mi destino, hecho de zozobra, de amor y de vanas vicisitudes,
y el de aquel disco de metal
que las aguas darían al blando abismo
o a los remotos mares que aún roen
despojos del sajón y del fenicio.
A cada instante de mi sueño o de mi vigilia
corresponde otro de la ciega moneda.
A veces he sentido remordimiento
y otras envidia,
de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberinto
y que no lo sabes.

Poema a una moneda de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Jorge Luis Borges

arte poética

-- de Jorge Luis Borges --

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su itaca
verde y humilde. El arte es esa itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.



Jorge Luis Borges

la luna

-- de Jorge Luis Borges --

A maría kodama
hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.



Jorge Luis Borges

efialtes

-- de Jorge Luis Borges --

En el fondo del sueño están los sueños. Cada
noche quiero perderme en las aguas obscuras
que me lavan del día, pero bajo esas puras
aguas que nos conceden la penúltima nada
late en la hora gris la obscena maravilla.
Puede ser un espejo con mi rostro distinto,
puede ser la creciente cárcel de un laberinto,
puede ser un jardín. Siempre es la pesadilla.
Su horror no es de este mundo. Algo que no se nombra
me alcanza desde ayeres de mito y de neblina;
la imagen detestada perdura en la retina
e infama la vigilia como infamó la sombra.
¿Por qué brota de mí cuando el cuerpo reposa
y el alma queda sola, esta insensata rosa?



Jorge Luis Borges

el hambre

-- de Jorge Luis Borges --

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.
Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto
la alta proa del viking, las lanzas del desierto.
En la torre del hambre de ugolino de pisa
tienes tu monumento y en la estrofa concisa
que nos deja entrever (sólo entrever) los días
últimos y en la sombra que cae las agonías.
Tú que de sus pinares haces que surja el lobo
y que guiaste la mano de jean valjean al robo.
Una de tus imágenes es aquel silencioso
dios que devora el orbe sin ira y sin reposo,
el tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre;
su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.
Tú que a chatterton diste la muerte en la bohardilla
entre los falsos códices y la luna amarilla.
Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía
pides en la oración el pan de cada día.
Tú cuya lenta espada roe generaciones
y sobre los testuces lanzas a los leones.
Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.



Jorge Luis Borges

el sueño

-- de Jorge Luis Borges --

Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?
¿por qué es tan triste madrugar? la hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora
de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?



Jorge Riechmann

14

-- de Jorge Riechmann --

Los dedos de los muertos me dibujan
ruina en el pecho, en los muslos, en la frente.
Con una fresa entre los labios recorro
la playa destruida.
¿No es capaz nadie de limitar los aletazos
el carnicero tatuaje de una codicia anal?
¿no hay amistad militante río arriba?
imágenes sin memoria vampirizan
mi canija vigilia. No me ausento
en dignidad distinta del rechazo.



Dulce María Loynaz

el miedo

-- de Dulce María Loynaz --

No fue nunca.

Lo pensaste quizás
porque la luna roja bañó el cielo de sangre
o por la mariposa
clavada en el muestrario de cristal.
Pero no fue: los astros se engañaron...
Y se engañó el oído
pegado noche y día al muro del silencio,
y el ojo que horadaba la distancia...
¡El miedo se engañó!... Fue el miedo. El miedo
y la vigilia del amor sin lámpara...
No sucedió jamás:
jamás. Lo pareció por lo sesgado,
por lo fino y lo húmedo y lo obscuro...
Lo pareció tal vez de tal manera
que un instante la boca se nos llenó de tierra
como a los muertos...
¡Pero no fue!... ¡Ese día no existió
en ningún almanaque del mundo!...

De veras, no existió... La vida es buena.



Emilio Bobadilla

Horas fatídicas

-- de Emilio Bobadilla --

¡Ni un momento de paz! El sueño, inquieto,
y la vigilia, de temores llena:
todo, amenaza, furibundo reto
que el vivir por minutos envenena!

Batallas sin cuartel en que a pedazos
sucumbe el hombre y en el mar que brota
purpúreo de la riña, abiertos brazos,
—armisticio que pide la derrota! —

Horas cardiacas de violencia y odio:
el bravo, el pusilánime y el fuerte,
rodando van en tumultuoso brodio.

¡Instantes de estupor y horror supremos:
el aire huele a pólvora y a muerte
y sabe a sangre el agua que bebemos...!



Gabino Alejandro Carriedo

la mano

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

(bourdelle)
apoyada en el cosmos,
la mano se hace móvil
modulación, trabaja
para no diluirse.
Crea formas y leyes
que se van conjugando,
dinámica energía
que la vida prolonga.
La mano: ese misterio
de expresión, esa mente
manual que todo lo hace:
ella inicia la acción.
Mente lúcida, invero-
símilmente perfecta,
la mano es una máquina
en constante vigilia.



Gabriela Mistral

ausencia

-- de Gabriela Mistral --

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!
se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!
¡se nos va todo, se nos va todo!



Gertrudis Gómez de Avellaneda

A la luna (2-Gómez de Avellaneda)

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¡Sol del que triste vela!
¡Astro de lumbre fría,
Cuyos trémulos rayos, de la noche
Para mostrar las sombras sólo brillan!

¡Oh, cuánto te semejas
De la pasada dicha
Al pálido recuerdo, que del alma
Sólo hace ver la soledad sombría!

Reflejo de una llama
Ya oculta o extinguida,
Llena la mente, pero no la enciende;
Vive en el alma, pero no la anima.

Descubre, cual tú, sombras
Que esmalta y acaricia;
Y como a ti, tan sólo la contempla
El dolor mudo en férvida vigilia.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.
Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento.
De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
pero otra luz el mundo de visiones
alumbraba por dentro.
En este punto resonó en mi oído
un rumor semejante al que en el templo
vaga confuso al terminar los fieles
con un amén sus rezos.
Y oí como una voz delgada y triste
que por mi nombre me llamo a lo lejos,
y sentí olor de cirios apagados,
de humedad y de incienso.
.......................................
Entró la noche, y del olvido en brazos
caí, cual piedra, en su profundo seno.
No obstante al despertar exclamé:
¡alguno que yo quería ha muerto!



Mario Benedetti

cotidianas ii

-- de Mario Benedetti --

Cuando a uno lo expulsan
a patadas del sueño
el amanecer es siempre una modorra
se emerge de ese ensayo de muerte
todavía sellado por la víspera
si fue de odios con rezagos de odio
si fue de amor con primicias de amor
pero el día empieza a convocarnos
y es distinto de todos los demás
tiene otra lluvia otro sol otra brisa
también otras terribles confidencias
así empieza el diálogo con la jornada
la discusión el trueque de rencores
y de pronto el abrazo
porque hay días repletos de soberbia
días que traen mortales enemigos
y otros que son los compinches de siempre
días hermanos que nos marcan la vida
así ocurren sabores
sinsabores
manos que son cadenas
mujeres que son labios
ojos que son paisaje
y cuando al fm lo expulsan
a uno de la vigilia
se emerge de ese ensayo de la vida
con los ojos cerrados
y despacito
como buscando el sueño o la cruz del sur
se entra a tientas en la noche anónima.



Rosalía de Castro

Ansia que ardiente crece

-- de Rosalía de Castro --

Ansia que ardiente crece,
Vertiginoso vuelo
Tras de algo que nos llama
Con murmurar incierto.
Sorpresas celestiales,
Dichas que nos asombran;
Así cuando buscamos lo escondido,
Así comienzan del amor las horas.

Inacabable angustia,
Hondo dolor del alma,
Recuerdo que no muere,
Deseo que no acaba,
Vigilia de la noche,
Torpe sueño del día
Es lo que queda del placer gustado,
Es el amargo fruto de la vida.

Aunque mi cuerpo se hiela
Me imagino que me quemo,



Medardo Ángel Silva

Inter Umbra

-- de Medardo Ángel Silva --

¡Cómo estás en tu negro calabozo de arcilla,
en vigilia perenne sepulta, oh, alma mía!,
¡en el fango del mundo hincada la rodilla,
tú que eres toda luz y gracia y harmonía!

¡Gota azul de la sangre divina de los astros,
que el Destino virtió en un ánfora pobre!
¡Arquitectura eximia de oros y alabastros
hundida para siempre en el mar salobre...!

En el confín rosado ya se anuncia la hora...
Gabriel mueve sus alas en el campo celeste...
¡Vuelve desde tu noche a la límpida aurora
y que sepan los astros el color de tu veste!



Medardo Ángel Silva

La extraña visita

-- de Medardo Ángel Silva --

Por la noche la Muerte las alcobas visita
donde dormimos nuestros apetitos bestiales y,
buen vendimiador, los frutos escogita
de sus vendimias eternales.

Una vez a mí lado llegó calladamente
y, cual si fuera un miembro próximo de la familia,
me acarició las manos y me besó la frente;
y yo comprendí todo...

Y, desde esa vigilia,
ella marcha conmigo
y se acuesta en mí lecho
y su mirar oscuro toda mi vida abarca...

¿No ves, por mi actitud, que estoy como en acecho
del rumor con que boga su misteriosa barca?



Medardo Ángel Silva

Soneto (Silva, 2)

-- de Medardo Ángel Silva --

Llamé a tu corazón y no me has respondido
Pedí a drogas fatales sus mentiras piadosas
¡En vano! Contra ti nada puede el olvido:
¡he de seguir esclavo a tus plantas gloriosas!

Invoqué en mi vigilia la imagen de la Muerte
y del Werther germano, el recuerdo suicida
¡Y todo inútilmente! ¡El temor de perderte
siempre ha podido más que mi horror a la vida!

Bien puedes sonreír y sentirte dichosa:
el águila a tus plantas se ha vuelto mariposa;
Dalila le ha cortado a Sansón los cabellos;

mi alma es un pedestal de tu cuerpo exquisito;
y las alas, que fueron para el vuelo infinito,
¡como alfombra de plumas están a tus pies bellos!



Miguel Unamuno

Muerte (Miguel de Unamuno)

-- de Miguel Unamuno --

Eres sueño de un dios; cuando despierte
¿al seno tornarás de que surgiste?
Serás al cabo lo que un día fuiste?
¿Parto de desnacer será tu muerte?

El sueño yace en la vigilia inerte?
Por dicha aquí el misterio nos asiste;
para remedio de la vida triste,
secreto inquebrantable es nuestra suerte.

Deja en la niebla hundido tu futuro
ye tranquilo a dar tu último paso,
que cuanto menos luz, vas más seguro.

Aurora de otro mundo es nuestro ocaso?
Sueña, alma mía, en tu sendero oscuro:
"Morir... Dormir... Dormir... Soñar acaso!"



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 56

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Santiago apóstol dis', que todo bien complido
e todo don muy bueno, de dios vien' escogido;
et yo desque salí de todo aqueste roído,
torné rogar a dios, que me non diese a olvido.
Cerca de aquesta sierra ay un logar honrado
muy santo et muy devoto, santa maría del vado,
fui tener y vigilia, como es acostumblado,
a honra de la virgen ofreçile este ditado:
«¡ay noble señora madre de piedat,
lus lusiente del mundo, del çielo claridat,
mi alma et mi cuerpo ante tu magestat
ofresco con cántigas e con grant homildat!
homíllome, reyna madre del salvador,
virgen santa et dina, oye a mí pecador.
Mi alma et mi coyta he en tu alabança,
de ti non se muda la mi esperança,
virgen, tú me ayuda sin detardança,
ruega por mí a dios tu fijo, mi señor.
Porque en grand' gloria estás a complaser,
yo en tu memoria algo quiero faser,
la triste estoria que a jesú yaser
fiso en presiones en penas e en dolor.»
Lt;lt;lt;
índice de la obra
gt;gt;gt;



Federico García Lorca

Muerte

-- de Federico García Lorca --

¡Qué esfuerzo!
¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro!
¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina!
¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja!
¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo!
Y el caballo,
¡qué flecha aguda exprime de la rosa!,
¡qué rosa gris levanta de su belfo!
Y la rosa,
¡qué rebaño de luces y alaridos
ata en el vivo azúcar de su tronco!
Y el azúcar,
¡qué puñalitos sueña en su vigilia!
Y los puñales dimínutos,
¡qué luna sin establos, qué desnudos,
piel eterna y rubor, andan buscando!
Y yo, por los aleros,
¡qué serafín de llamas busco y soy!
Pero el arco de yeso,
¡qué grande, qué invisible, qué diminuto!,
sin esfuerzo.



Blanca Andreu

la vigilia de elphistone

-- de Blanca Andreu --

Un viento cortejo de apariencias cree recordar el rumor
de los puertos,
la charla sin fin de las ciudades,
zancudas de metal en el perfil, grúas y catedrales
entre la niebla, músicas y descargas,
destinos y negocios.
Y sin embargo en dónde tus orillas,
la esperanza que ciega o equivoca, grande mar,
cuando sepultas la verdad y caen las vidas, los imperios,
dejando paso a la belleza.
Ante ninguna ley te excedes en tus atribuciones
cuando el celo en tus cargos establece la muerte.



Clemente Althaus

A media noche en chorrillos

-- de Clemente Althaus --

En hondo sueño reposa
la vasta mortal familia:
yo sólo gimo en vigilia
sempiterna y dolorosa.
Y escucho desde mi lecho
el ronco son con que el mar
no cesa de acompañar
los suspiros de mi pecho.
Somos, oh mar, parecidos:
tú de sonar nunca dejas,
ni yo de exhalar mis quejas
y mis profundos gemidos.



Ramón López Velarde

para tus pies

-- de Ramón López Velarde --

Para tus pies
hoy te contemplo en el piano, señora mía, fuensanta,
las manos sobre las teclas, en los pedales la planta,
y ambiciona santamente la dicha de los pedales
mi corazón, por estar bajo tus pies ideales.
Porque yo sé de tu planta ser de todas la más pura,
tu planta sabe las rutas sangrientas de la pasión,
que por ir tras jesucristo por calles de la amargura
dejó el sendero de lirios de belkis y salomón.
Y así te imploro, fuensanta, que en mi corazón camines
para que tus pies aromen la pecaminosa entraña,
cuyos senderos polvosos y desolados jardines
te han de devolver en rosas la más estéril cizaña.
En las tertulias de noches de prolongada vigilia,
en el piano me pareces moderna santa cecilia
que cual solícita novia, con sus armónicos pies,
con la magia de los ojos y el milagro del sonido,
venciendo horas y distancia me lleva siempre a través
de los valles lacrimosos, al paraíso perdido.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba