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Se han encontrado 21 poemas con la palabra temeroso

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Lope de Vega

Sosiega un poco, airado temeroso

-- de Lope de Vega --

Sosiega un poco, airado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.

Déjame en paz, pacífico furioso,
villano hidalgo, tímido arrogante,
cuerdo loco, filósofo ignorante,
ciego lince, seguro cauteloso.

Ama si eres Amor, que si procuras
descubrir, con sospechas y recelos
en mi adorado sol nieblas escuras,

en vano me lastimas con desvelos.
Trate nuestra amistad, verdades puras:
no te encubras, Amor, si quieres celos.

Poema Sosiega un poco, airado temeroso de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Rompe las conchas Hércules famoso

-- de Lope de Vega --

Rompe las conchas Hércules famoso
de la Hidra feroz, y el campo esmalta
de veneno y de sangre, el tronco salta
por la violencia del bastón ñudoso;

pero súbitamente el escamoso
cuello brota, en lugar de aquella falta,
siete cabezas de cerviz más alta,
temblando el eco al silbo temeroso.

Así yo, triste (que vencer deseo
esta sierpe cruel de mi fortuna
en tantas diferencias de batallas),

con mis desdichas sin cesar peleo;
mas donde quiero remediar alguna,
resultan tantas que es mejor dejallas.

Poema Rompe las conchas Hércules famoso de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Luis Borges

spinoza

-- de Jorge Luis Borges --

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de aquel que es todas sus estrellas.

Poema spinoza de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Diego Hurtado de Mendoza

El hombre que doliente está de muerte

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

El hombre que doliente está de muerte
Y vecino á aquel trago temeroso,
Cualquiera beneficio le es dañoso
Y en la causa del mal se le convierte.

Ansí mi alma triste en solo verte
Halla daño, si busca haber reposo,
Viniendo del bien cierto el mal dudoso,
Del dulce verte, el duro conocerte.

La vana fantasia y confianza
En desesperación se torna luego
Que el seso reconoce la ocasion.

Donde vence el remedio la pasion
Sobrado ver es luz que torna ciego,
Y confiado vivir sin esperanza.



José María Blanco White

A doña María Ana Beck

-- de José María Blanco White --

Cual tañedor de armónico instrumento
Que deseando complacer, lo mira,
Hiere al azar sus cuerdas, y suspira
Incierto, temeroso y descontento;

Si escucha un conocido, tierno acento,
Anhelante despierta, en torno gira
los arrasados ojos y respira
Poseído de un nuevo y alto aliento,

Tal, si aún viviese en mí la pura llama
Y el don de la divina poesía,
Pudiera yo cantar a tu mandado;

Mas el poeta humilde que te ama,
Teme tocar ¡oh María Ana mía!
Un laúd que la edad ha destemplado.



Rafael María Baralt

A Sevilla

-- de Rafael María Baralt --

Deja los juegos ya; deja de amores
la liviana canción que te adormía
con blando arrullo en la ribera umbría
del Betis claro, entre galanas flores.

Ya probaste del arte los ardores
y al ronco son de bélica armonía
lidiar supiste en temeroso día,
ganar laureles, merecer loores.

Ciñe pues, a tu frente la corona
de inmarcesible lauro con que el cielo
de potente y de justo en ti blasona.

Y ya libre del yugo el patrio suelo
por tu esfuerzo feliz, lleva a Helicona
de más noble cantar el raudo vuelo.



Garcilaso de la Vega

SONETO XII

-- de Garcilaso de la Vega --

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfríado?



Garcilaso de la Vega

Si para refrenar este deseo

-- de Garcilaso de la Vega --

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfrïado?



Gaspar María de Nava Álvarez

Razón de no hacer versos durante la guerra

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Cupido, como niño, se estremece
del temeroso son del bronce herido,
y en las faldas de Venus escondido,
mientras dura la guerra no aparece.

Como el numen, que el pecho me enardece,
a sus blancos halagos lo he debido,
con el bélico afán está abatido,
con el continuo susto se enflaquece.

Pues tiembla y huye de la lid el ciego,
pues sin él no hay ardor ¿por qué me afano?
¿Por qué en pos de las musas no sosiego?

No más versos, no más hasta que Jano
a la Discordia apague el turbio fuego,
y la graciosa Paz nos de la mano.



Gutierre de Cetina

ojos, rayos del sol, luces del cielo

-- de Gutierre de Cetina --

Que con un volver manso y piadoso,
en el trance más fuerte y peligroso
me solías de dar mayor consuelo,
¿qué ceño tan cruel, que oscuro velo
es el que mostráis tan temeroso?
¿qué es del blando mirar, grave, amoroso,
que apartaba de mí cualquier recelo?
¿qué es esto? ¿no sois vos aquellos ojos
que me suelen valer y asegurarme?
¿no me habéis dado vos mil desengaños?
pues, ojos, ocasión de mi enojos,
¿por qué agora miráis para matarme?
¿cabe en tanta beldad tales engaños?



Gutierre de Cetina

a doña magina siguriosa

-- de Gutierre de Cetina --

Vuestro nombre, señora, que asigura
cuanto vuestra beldad hace dudoso,
demás de aquel mirar dulce y piadoso
han sido la ocasión de mi tristura.
Temía, y con razón, esta aventura,
puesto que fue el principio venturoso;
no era por mi parte temeroso,
mas de parte de vuestra hermosura.
El alma, en el tormento ejercitada,
de nueva sujeción quería librarse,
del antiguo error escarmentada.
Pero ¿cómo podía decir salvarse
quien tanto del primero mal se agrada
y no quiere de vos saber guardarse?



Gutierre de Cetina

por repararse de una gran tormenta

-- de Gutierre de Cetina --

Con que el cielo una noche amenazaba,
debajo de un alto olmo suspiraba
temeroso vandalio en tal afrenta.
No que con las ovejas tenga cuenta,
ni el temor de los lobos recelaba;
antes un ruiseñor que allí cantaba,
la historia de su mal le representa.
Piadoso, la avecilla enamorada
dijo: «¿qué así te afliges y cantando
muestras la tempestad tener en nada?
»¿qué haremos los dos, pues que llorando,
nuestro triste cantar tan poco agrada?»
«¿qué? dijo el ruiseñor. Morir amando».



Gutierre de Cetina

entre osar y temer, entre esperanza

-- de Gutierre de Cetina --

Y un triste recelar desesperado,
entre gozo y dolor, entre un cuidado
y un cierto no sé qué de confianza,
entre aquel bien que un amador alcanza
mientra espera gozar lo deseado,
y entre aquel mal que siente un desdichado
que teme de fortuna en la bonanza,
vandalio, enamorado y temeroso,
está entre un cierto sí y un no más cierto,
no suceda a su bien fortuna aviesa,
cuando dijo: «¡dolor fiero, rabioso!,
hoy triunfas de mi vida, hoy seré muerto
si amarílida falta a su promesa».



Gutierre de Cetina

como enfermo a quien ya médico cierto

-- de Gutierre de Cetina --

Dice que ha de morir si no se bebe
un vaso de ponzoña y no se atreve,
siéndole el daño de ello descubierto;
teme si dura el mal, que ha de ser muerto
antes que el medio peligroso pruebe,
y si para probarlo al fin se mueve,
está de su salud también incierto;
a tal término, amor, soy allegado,
que me mata el temor, y el desengaño
me tiene de la muerte temeroso.
Pensar venir en duda es excusado,
y habiendo de pasar por el un daño,
de entrambos igualmente estoy dudoso.



Gutierre de Cetina

a un hombre loco llamado carbón, que estando furioso arremetió a besar a una dama

-- de Gutierre de Cetina --

Atrevido carbón, tan animoso
cuan falto de favor y de contento,
no se alabe faetón de atrevimiento
pues fue el tuyo más alto y más famoso.
Aquél, guiando al sol, de temeroso
hizo a los temerarios escarmiento,
tú pensaste gozar sin fundamento
de un nuevo sol más claro y más hermoso.
¿Cuál seso hay que iguale a tu locura?
¿cuál esfuerzo llega al bien de aventurarte
si tuvieras más fuerza o más ventura?
aunque siendo carbón, ponerte en parte
tan cerca de aquel sol de hermosura,
ya es ventura llegar y no abrasarte.



Gutierre de Cetina

golfo de mar con gran fortuna airado

-- de Gutierre de Cetina --

Se puede comparar la vida mía;
van las ondas do el viento las envía
y las de mi vivir do quiere el hado;
no hallan suelo al golfo, ni hallado
será cabo jamás en mi porfía;
en el golfo hay mil monstruos que el mar cría,
mi recelo mil monstruos ha criado;
en el mar guía el norte, a mí una estrella;
nadie se fía del mar, de nada fío;
vase allí con temor, yo temeroso;
por mis cuidados van, naves por ella.
Y si en algo difiere el vivir mío,
es en que se aplaca el mar, yo no reposo.



Manuel María de Arjona

El autor a sí mismo

-- de Manuel María de Arjona --

Cansada nunca de tu vano intento,
corres, barquilla, el piélago espumoso,
y tu piloto sufre, temeroso,
del Aquilón el ímpetu violento.

Neptuno te presenta, fraudulento,
mansas las iras de su reino undoso,
¡cuitada! porque dejes tu reposo,
y luego llores del instable viento.

Al mar no vuelvas, mísera barquilla;
acógete, por fin, escarmentada,
al ocio dulce de la quieta orilla.

Que si a nave real, de horror cargada,
Neptuno la orgullosa frente humilla,
¡ay!, tú serás por burla destrozada.



Fernando de Herrera

Probó atento el artífice dichoso

-- de Fernando de Herrera --

Probó atento el artífice dichoso
a la imagen impresa y forma pura
hacer no inferior la hermosura,
por quien Betis va al piélago pomposo.

La gracia dio, dio el resplandor hermoso
que en la nieve la púrpura figura,
lumbre que a la tiniebla vence oscura,
mas que todos osado y temeroso;

pero la majestad de la belleza
tierna, y serena gloria de la frente,
y ojos dulces do el blando amor se cría,

no pudo, y justo fue que su rudeza
vuestra beldad no alcance floreciente,
sola entre tantas, ¡oh ínclita María!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 75

-- de Francisco de Quevedo --

Si nunca descortés preguntó, vano,
el polvo, vuelto en barro peligroso,
«¿por qué me obraste vil o generoso?»
al autor, a la rueda y a la mano;
él todo presumido de tirano,
a nueve lunas peso congojoso
(que llamarle gusano temeroso
es mortificación para el gusano),
¿de dónde ha derivado la osadía
de pedir la razón de su destino
al que con su palabra encendió el día?
¡oh, humo!, ¡oh, llama!, sigue buen camino:
que el secreto de dios no admite espía,
ni mérito desnudo le previno.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 76

-- de Francisco de Quevedo --

Es la soberbia artífice engañoso;
da su fábrica pompa, y no provecho:
ve, nabuco, la estatua que te ha hecho;
advierte el edificio cauteloso.
Hizo la frente del metal precioso;
armó de plata y bronce cuello y pecho;
y por trocar con el cimiento el techo,
los pies labró de barro temeroso.
No alcanzó el oro a ver desde la altura
la guija, que rompió con ligereza
el polvo en quien fundó rica locura.
El que pusiere el barro en la cabeza
y a los pies del metal la lumbre pura,
tendrá, si no hermosura, fortaleza.



Clemente Althaus

A los peruanos (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«Con temeroso son la fiera trompa»
los espacios asorda nuevamente:
¿A dónde corre esa confusa gente?
¿A quién amaga esa guerrera pompa?
¿Quizá con triple fulminante flota
España torna, de vengar sedienta
en vuestra ruina la insufrible afrenta
de su reciente rota?
Mas ¡ay! vana la vuelta vengadora
fuera ya de esa gente embravecida,
pues con insana lucha fratricida
vosotros mismos la vengáis ahora.
No su enemiga y envidiosa diestra
arranca a vuestras frentes, oh crüeles,
de Mayo los espléndidos laureles,
sino la propia vuestra.
Y de la patria que os implora en vano
despedazáis el delicado seno,
cual la crudeza del encono ajeno,
cual la barbarie del furor hispano.
Y va la Fama y su pregón avisa
a España ya vuestra discordia loca,
y ella su mengua olvida, y en su boca
brilla feroz sonrisa.



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