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Lope de Vega

Peniso amigo, codiciar mi muerte

-- de Lope de Vega --

Peniso amigo, codiciar mi muerte,
y ofrecer que, a mis honras funerales,
harás una oración como otras tales
de que tu ingenio, acción y voz me advierte,

es amistad que yo quisiera hacerte.
Todos para morir somos iguales,
que por la condición de ser mortales
también te puede a ti tocar la suerte.

No tomo la palabra, aunque me arguyas
de ingrato a los favores que me hacías,
que cuando eternidades constituyas,

mejor es que yo escriba en tales días
sonetos tristes a la honras tuyas,
que no que tú prediques a las mías.

Poema Peniso amigo, codiciar mi muerte de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Manrique

Porque estando él durmiendo le besó su amiga

-- de Jorge Manrique --

I

Vos cometisteis traición,
pues me heristeis, durmiendo,
de una herida que entiendo
que será mayor pasión
el deseo de otra tal
herida como me disteis,
que no la llaga mi mal
ni daño que me hicisteis.

II

Perdono la muerte mía;
mas con tales condiciones,
que de tales traiciones,
cometáis mil cada día;
pero todas contra mí,
porque, de aquesta manera,
no me place que otro muera
pues que yo lo merecí.

III

CABO

Más placer es que pesar
herida que otro mal sana
quien durmiendo tanto gana,
nunca debe despertar.

Poema Porque estando él durmiendo le besó su amiga de Jorge Manrique con fondo de libro

Hernando de Acuña

Estas palabras de su Silvia cruda

-- de Hernando de Acuña --

Estas palabras de su Silvia cruda
puso Silvano en esta haya umbrosa:
«Silvia, do vemos de cruel y hermosa
tales extremos que el mayor se duda,

conociendo mi mal y que su ayuda
es sola en mi remedio poderosa,
mírame y de cruel en piadosa
muestra querer mudarse, y no se muda.

Con tales muestras me sostiene en vida,
hasta que muerte o más dichoso hado
me aparten del Tesín y su ribera.

Y si esto puede una piedad fingida,
considera, pastor enamorado,
lo que podría hacer la verdadera».

Poema Estas palabras de su Silvia cruda de Hernando de Acuña con fondo de libro

Amado Nervo

a quien va a leer

-- de Amado Nervo --

Laudatu si, mi signore, per sor acqua...
San francisco de asís.
Un hilo de agua que cae de una llave imperfecta; un hilo de agua, manso y diáfano, que gorjea toda la noche y todas las noches cerca de mi alcoba; que canta a mi soledad y en ella me acompaña; un hilo de agua: ¡qué cosa tan sencilla! y, sin embargo, estas gotas incesantes y sonoras me han enseñado más que los libros.
El alma del agua me ha hablado en la sombra el alma santa del agua y yo la he oído, con recogimiento y con amor. Lo que me ha dicho está escrito en páginas que pueden compendiarse así: ser dócil, ser cristalino; esta es la ley y los profetas; y tales páginas han formado un poema
yo sé que quien lo lea sentirá el suave placer que yo he sentido al escucharlo de los labios de sor acqua; y este será mi galardón en la prueba, hasta que mis huesos se regocijen en la gracia de dios.



Amado Nervo

vii. ¡cómo será!

-- de Amado Nervo --

Si en el mundo fue tan bella,
¿cómo será en esa estrella
donde está?
¡cómo será!
si en esta prisión obscura,
en que más bien se adivina
que se palpa la hermosura,
fue tan peregrina,
¡cuán peregrina será
en el más allá!
si de tal suerte me quiso
aquí, cómo me querrá
en el azul paraíso
en donde mora quizá?
¡cómo me querrá!
si sus besos eran tales
en vida, ¡cómo serán
sus besos espirituales!
¡qué delicias inmortales
no darán!
sus labios inmateriales,
¡cómo besarán!
siempre que medito en esa
dicha que alcanzar espero,
clamo, cual santa teresa,
que muero porque no muero:
hallo la vida muy tarda
y digo: ¿cómo será
la ventura que me aguarda
donde ella está?
¡cómo será!



Lope de Vega

Divino labrador, honor de España

-- de Lope de Vega --

Divino labrador, honor de España,
que, a pesar de la bárbara fiereza,
trujistes en las manos la cabeza,
por no morir en la heredad extraña,
el ejército muerto, la montaña
de cuerpos, troncos, tanta fortaleza
admira, y da lugar a la riqueza
del vuestro, insigne por tan alta hazaña.
Muertos responden a quien habla muerto,
y la patria de tales ciudadanos
de muro a muro a ser sepulcro viene.
Dichosa Zaragoza por Lamberto,
que tiene su cabeza por sus manos,
y ella su cuerpo por cabeza tiene.



Lope de Vega

Famosa armada de estandartes llena

-- de Lope de Vega --

Famosa armada de estandartes llena,
partidos todos de la roja estola,
árboles de la fe, donde tremola
tanta flámula blanca en cada entena;

selva del mar, a nuestra vista amena,
que del cristiano Ulises la fe sola
te saca de la margen española,
contra la falsedad de una sirena,

id, y abrasad el mundo, que bien llevan
las velas viento, y alquitrán los tiros,
que a mis suspiros y a mi pecho deban.

Segura de los dos podéis partiros,
fiad que os guarden, y fiad que os muevan:
tal es mi fuego, y tales mis suspiros.



Lope de Vega

Fingido amigo, en las lisonjas tierno

-- de Lope de Vega --

Fingido amigo, en las lisonjas tierno,
no iguala al enemigo declarado;
si amor me tiene ciego y engañado,
yo sé que hay redención, aunque es infierno.

En tu breve placer mi daño eterno
bebiendo voy en dulce error cifrado,
ya por costumbre a tanto mal llegado
que por mi propio engaño me gobierno.

Para ser desdichado fui nacido,
y, con estarme bien, morir no quiero
por no perder un mal también sufrido.

Tales son unos ojos por quien muero
que en el tormento del dolor me olvido
y en quien me ha de matar vivir espero.



Lope de Vega

Ocioso, Elena, fue vuestro presente

-- de Lope de Vega --

Ocioso, Elena, fue vuestro presente
para tanto marfil lustroso y liso;
que los bigotes del galán Narciso
sustenidos están naturalmente.

Si vos le presumís barbiponiente,
muy de mañana madrugó el aviso,
y si a la cara hacéis moldura, friso,
lo mismo es en la barba que en la frente.

Donde concurren tantos desengaños,
incrédula debéis de ser, Elena,
mas ¿quién ha de creer tales engaños?

El ámbar y el cairel no os causen pena;
que a poderlos vivir, de aquí a mil años
os la podrá volver tal y tan buena.



Lope de Vega

Pluma, las musas, de mi genio autoras

-- de Lope de Vega --

-Pluma, las musas, de mi genio autoras,
versos me piden hoy. -Alto; a escribillos!
-Yo solo escribiré, señor Burguillos,
estas que me dictó rimas sonoras.

-¿A Góngora me acota a tales horas?
Arrojaré tijeras y cuchillos,
pues en queriendo hacer versos sencillos
arrímese dos musas cantimploras.

Dejemos la campaña, el monte, el valle,
y alabemos señores. -No le entiendo.
¿Morir quiere de hambre? -Escriba y calle.

-A mi ganso me vuelvo en prosiguiendo,
que es desdicha, después de no premialle,
nacer volando y acabar mintiendo.



Lope de Vega

Principios de virtud que no sabía

-- de Lope de Vega --

Principios de virtud que no sabía,
porque el discurso a la razón faltaba,
cuando del cielo desterrado andaba,
áspera muestran la difícil vía.
Estaba, Elisio, el alma ingrata mía
en el Argel de su apetito esclava,
mariposa a la luz círculos daba,
buscando en la tiniebla puerta al día.
Ya mis potencias de cautivas salen,
ya levanto los ojos a los cielos,
y las olas del mar su furia aplacan.
Mas tales manos de piedad me valen,
que como tienen clavos, son anzuelos,
en que del mar de tanto error me sacan.



Lope de Vega

Señora, aunque soy pobre, no venía

-- de Lope de Vega --

Señora, aunque soy pobre, no venía
a pediros limosna; que buscaba
un cierto licenciado que posaba
en estas casas, cuando Dios quería.

Extraña siempre fue la estrella mía;
que a un pobre parecí desde la aldaba,
pues ya que a la ventana os obligaba,
trujistes desde allá la fantasía.

No porque culpa vuestro engaño sea,
que a tal Dios le provea no replican
mis hábitos, que son de ataracea.

No mis letras, mis penas significan;
pero ¿cómo queréis que me provea,
si tales como vos se lo suplican?



Lope de Vega

Suspenso aquel divino movimiento

-- de Lope de Vega --

Suspenso aquel divino movimiento
del sol de sus estrellas celestiales,
encendida la nieve en dos corales,
al pie de un lauro, haciendo son el viento,

durmió Lucinda, y el Amor atento
a la causa amorosa de mis males,
dijo, alzando la voz, palabras tales
que parece que hurtó mi pensamiento:

«Venus, hermosa y dulce madre mía,
con Psiques andarás de nuevo en puntos;
ésta es cárcel de amor, ya tengo dueño».

Oyó Lucinda lo que Amor decía,
y abrazando al rapaz, durmieron juntos
para quitarme eternamente el sueño.



Lope de Vega

Tiraba rosas el Amor un día

-- de Lope de Vega --

Tiraba rosas el Amor un día
desde una peña a líquido arroyuelo,
que de un espino trasladó a su velo
en la sazón que abril las producía.

Las rosas mansamente conducía
de risco en risco el agua al verde suelo
cuando Juana llegó y al puro hielo
puso los labios de la fuente fría.

Las rosas, entre perlas y cristales,
pegáronse a los labios, tan hermosas,
que afrentaban claveles y corales.

¡Oh pinturas del cielo milagrosas!
¿quién vió jamás transformaciones tales:
beber cristales y volverse rosas?



Lope de Vega

Ya no quiero más bien que sólo amaros

-- de Lope de Vega --

Ya no quiero más bien que sólo amaros
ni más vida, Lucinda, que ofreceros
la que me dais, cuando merezco veros,
ni ver más luz que vuestros ojos claros.

Para vivir me basta desearos,
para ser venturoso conoceros,
para admirar el mundo engrandeceros
y para ser Eróstrato abrasaros.

La pluma y lengua respondiendo a coros
quieren al cielo espléndido subiros
donde están los espíritus más puros.

Que entre tales riquezas y tesoros
mis lágrimas, mis versos, mis suspiros
de olvido y tiempo vivirán seguros.



Lope de Vega

Yo soy la casta Dido celebrada

-- de Lope de Vega --

Yo soy la casta Dido celebrada,
y no la que Virgilio infama en vano,
porque jamás me vio Eneas Troyano,
ni a Libia descendió su Teucra armada.

No fue lascivo amor, fue casta espada
la que me hirió por Jarbas el tirano;
viví y matéme con mi propia mano,
mis muros levantados, y vengada.

Pues yo viví sin ofender las glorias
de mi fama y hazañas, ¿por qué inflamas
mi castidad, Virgilio, en versos tales?

Pero creed los que leéis historias
que no es mucho disfame humanas famas
quien se atreve a los dioses celestiales.



Góngora

Cual parece al romper de la mañana

-- de Góngora --

Cual parece al romper de la mañana
aljófar blanco sobre frescas rosas,
o cual por manos hecha artificiosas
bordadura de perlas sobre grana,

tales de mi pastora soberana
parecían las lágrimas hermosas
sobre las dos mejillas milagrosas,
de quien mezcladas leche y sangre mana,

lanzando a vueltas de su tierno llanto
un ardiente suspiro de su pecho,
tal que el más duro canto enterneciera:

si enternecer bastara un duro canto,
mirad qué habrá con un corazón hecho,
que al llanto y al suspiro fue de cera.



Manuel del Palacio

Puerto Rico

-- de Manuel del Palacio --

Este que siglos há fué Puerto Rico
Hoy debiera llamarse Puerto Pobre,
Pues quien oro en él busque ó plata ó cobre,
Seguro tiene soberano mico.

Comer mofongo ó educar un chico,
Morir de inercia aunque el esfuerzo sobre,
Ver siempre en calma el piélago salobre
Y no soltar jamás el abanico:

Tales son los placeres deliciosos
De este verjel de suegras y de suegros,
Do muchas tienen hijos y no esposos;

Do no cesan del guiro los allegros,
Y son los negros sucios y asquerosos...
¡Y lo mejor de todo son los negros!



Ignacio María de Acosta

Mustia la rosa

-- de Ignacio María de Acosta --

Mustia la rosa, lánguida y marchita
al soplo de la brisa de deshoja;
publicando del bosque la congoja,
la rama seca que al pasar visita:

Apenada la dulce tortolita
de su seno el dolor cantando arroja,
a par que el alba la pradera moja
de tierno llanto que al pesar imita.

Porqué tanta aflicción, tal desconsuelo
el valle todo lúgubre deplora
con muestras tales de tan triste duelo...?

El campo y flor, la tóttola y la aurora,
si levantan sus quejas hasta el cielo,
es porque Iselia en su retiro llora.



Jorge Luis Borges

góngora

-- de Jorge Luis Borges --

Marte, la guerra. Febo, el sol. Neptuno,
el mar que ya no pueden ver mis ojos
porque lo borra el dios. Tales despojos
han desterrado a dios, que es tres y es uno,
de mi despierto corazón. El hado
me impone esta curiosa idolatría.
Cercado estoy por la mitología.
Nada puedo. Virgilio me ha hechizado.
Virgilio y el latín. Hice que cada
estrofa fuera un arduo laberinto
de entretejidas voces, un recinto
vedado al vulgo, que es apenas, nada.
Veo en el tiempo que huye una saeta
rígida y un cristal en la corriente
y perlas en la lágrima doliente.
Tal es mi extraño oficio de poeta.
¿Qué me importan las befas o el renombre?
troqué en oro el cabello, que está vivo.
¿Quién me dirá si en el secreto archivo
de dios están las letras de mi nombre?
quiero volver a las comunes cosas:
el agua, el pan, un cántaro, unas rosas...



Jorge Luis Borges

el alquimista

-- de Jorge Luis Borges --

Lento en el alba un joven que han gastado
la larga reflexión y las avaras
vigilias considera ensimismado
los insomnes braseros y alquitaras.
Sabe que el oro, ese proteo, acecha
bajo cualquier azar, como el destino;
sabe que está en el polvo del camino,
en el arco, en el brazo y en la flecha.
En su oscura visión de un ser secreto
que se oculta en el astro y en el lodo,
late aquel otro sueño de que todo
es agua, que vio tales de mileto.
Otra visión habrá; la de un eterno
dios cuya ubicua faz es cada cosa,
que explicará el geométrico spinoza
en un libro más arduo que el averno
en los vastos confines orientales
del azul palidecen los planetas,
el alquimista piensa en las secretas
leyes que unen planetas y metales.
Y mientras cree tocar enardecido
el oro aquel que matará la muerte,
dios, que sabe de alquimia, lo convierte
en polvo, en nadie, en nada y en olvido.



César Vallejo

Trilce: XXVIII

-- de César Vallejo --

He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.

El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el brocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.



Diego Hurtado de Mendoza

Días cansados, duras horas tristes

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Dias cansados, duras horas tristes,
Crudos momentos en mí mal gastados,
El tiempo que pensé veros mudados
En años de pesar os me volvestes.

En mí faltó la órden de los hados,
En vos tambien faltó, pues tales fuistes,
Que podréis en el tiempo que vivistes
Contar largas edades de cuidados.

Largas son de sufrir cuanto á su dueño,
Y cortas cuando hubiese de quejar;
Mas en mí este remedio no ha lugar;

Que la razon me huye como sueño,
Y no hay punto, Señora, tan pequeño,
Que no se os haga un año al escuchar.



Emilio Bobadilla

El héroe delincuente

-- de Emilio Bobadilla --

La guerra es un absurdo; la vida es otro absurdo;
el análisis todo a polvo lo reduce
y en lo íntimo de todo descubre el más palurdo
la falsedad que al pronto nos engaña y seduce.

La realidad es móvil, iluso el intelecto,
y la moral, sofística, y la ley, arbitraria;
al prejuicio el espíritu se muestra siempre afecto
como al muro se adhiere la inútil parietaria.

En la paz rige un código y en la guerra otro rige;
tiene un criterio sólo y una moral la Historia,
y una verdad de tales paradojas colige...

Me explico tu sorpresa en trance tal al verte:
porque mataste a muchos, te cubrieron de gloria;
porque mataste a uno, te condenan a muerte...



Pedro Calderón de la Barca

a las flores

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra el príncipe constante
éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.
Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
a florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.



Pedro Calderón de la Barca

A las flores (Calderón de la Barca)

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra El Príncipe constante

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.



Pedro Calderón de la Barca

Crisanto

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Quién en la humana suerte habrá tenido
juntos tantos afectos desiguales?
Males, ¿pues no bastó haber sido males,
sino males opuestos haber sido?

Al cielo vida por saber le pido
de un trino Dios misterios celestiales;
muerte le pido por mirarme, en tales
penas, de una beldad favorecido.

Pues, ¿cómo vida y muerte mi desvelo
es posible que al cielo aun tiempo pida,
si es pedir juntos pérdida y consuelo?

Mas acierto a pedirle: no me impida
vida o muerte, supuesto que es el cielo
árbitro de la muerte y de la vida.



Félix María Samaniego

La vieja y el gato

-- de Félix María Samaniego --

Tenía cierta vieja de costumbre,

al meterse en la cama,

arrimarse en cuclillas a la lumbre,

en camisa, las manos a la llama.

En este breve rato,

le hacía un manso gato

dos mil caricias tiernas:

pasaba y repasaba entre sus piernas.

Y como en tales casos la enarbola,

tocaba en cierta parte con la cola.

Y la vieja cuitada

muy contenta decía: -Peor es nada.



Félix María Samaniego

Las hijas del pobre

-- de Félix María Samaniego --

Tenía cierto pobre vergonzante

una alforja detrás, otra delante,

y colocaba con cuidado en ellas

a dos hijas muy bellas,

que muchos para mover los corazones

suelen valerse de tales aprensiones,

o por mejor guardallas o escondellas.

Le preguntó un curioso: -¿ Son doncellas?

A lo que respondió como hombre ya maduro:

-Por la que va delante lo aseguro,

porque siempre a la vista yo la llevo;

por la que va detrás, yo no me atrevo.



Gutierre de Cetina

ojos, rayos del sol, luces del cielo

-- de Gutierre de Cetina --

Que con un volver manso y piadoso,
en el trance más fuerte y peligroso
me solías de dar mayor consuelo,
¿qué ceño tan cruel, que oscuro velo
es el que mostráis tan temeroso?
¿qué es del blando mirar, grave, amoroso,
que apartaba de mí cualquier recelo?
¿qué es esto? ¿no sois vos aquellos ojos
que me suelen valer y asegurarme?
¿no me habéis dado vos mil desengaños?
pues, ojos, ocasión de mi enojos,
¿por qué agora miráis para matarme?
¿cabe en tanta beldad tales engaños?



Gutierre de Cetina

luz que en el fuego vivo, en el tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Mayor que se haya visto entre mortales,
ardéis mi corazón con ansias tales
que en medio de su mal vive contento;
si las partes que en vos escribo y siento
a vuestro merescer no son iguales,
excúsenme con vos mis propios males,
que embarazan el flaco entendimiento.
Y si no puede haber cosa que sea
igual a lo que sois, ¿cómo podría
mostraros comparando al que no os vea?,
salvo pintando un bien la fantasía
con la imaginación, cual lo desea
y cual os pinta agora el alma mía.



Gutierre de Cetina

amor, ¿de dónde nace un tan gran miedo

-- de Gutierre de Cetina --

¿soy causa yo de este temor que siento?
¿por qué no piensa el bien mi pensamiento
ni de recelar mal tirarlo puedo?
»¿qué es esto que me quita el vivir ledo,
como solía cuándo más contento?
si me quita el descanso el sentimiento,
¿quién me quita el esfuerzo y el denudo?
»estas congojas y estas bascas tales,
¿de qué proceden? ¿ son por ventura
en los otros amantes de esta suerte?»
«sí respondió el amor, tu desventura,
que ni pueden hallar medios tus males,
ni en tus males hallar medio la muerte».



Gutierre de Cetina

dulce enemiga mía, hermosa fiera

-- de Gutierre de Cetina --

Si las obras de amor mirar queremos,
iguales con el sol las hallaremos
una regla guardar y una manera.
Cerca la tierra el sol dentro y de fuera,
y la cera derrite como vemos.
¿De dónde vienen, pues, tales extremos?
¿los rayos no son todos de una esfera?
amor os hiela a vos y a mí me enciende,
en mí acrecienta ardor y en vos desvío,
yo soy un fuego ya, vos toda un hielo.
¿Pues cómo puede ser? ¿hay quién loentiende?
si procede de amor el ardor mío,
¿el hielo vuestro es permisión del cielo?



Gutierre de Cetina

el cielo de sus altos pensamientos

-- de Gutierre de Cetina --

Con las alas de amor ledo subía
vandalio, y ni el peligro lo desvía
ni le ponen temor mil escarmientos.
Las nubes deja atrás, deja los vientos,
vencidos del valor de su osadía,
cuando de las palabras que decía
al sol, suenan acá tales acentos:
«si fue temeridad, ojos del cielo,
osar tan sin valor volar tan alto,
sabiendo de faetón el caso fiero,
»consentidme una vez que sin recelo
mire vuestra beldad; después si el salto
viniera a ser mortal, mortal lo quiero».



Gutierre de Cetina

como se turba el sol y se escuresce

-- de Gutierre de Cetina --

Si nube se interpone o turbio el cielo,
dejando oscuro y triste acá en el suelo
todo cuanto con él claro paresce;
y como estando así nos aparesce
fuera de aquella nube y de aquel velo,
y llevando lo obscuro el aire a vuelo,
la claridad del sol más resplandece;
tales me son a mí vuestros enojos,
que mirándoos airada o descontenta
se torna obscura noche el claro día;
mas, en viendo la luz de vuestros ojos,
alegre luego el alma os me presenta,
mil veces más hermosa que solía.



Gutierre de Cetina

para ver si sus ojos eran cuales

-- de Gutierre de Cetina --

La fama entre pastores extendía,
en una fuente los miraba un día
dórida, y dice así, viéndolos tales:
«ojos, cuya beldad entre mortales
hace inmortal la hermosura mía,
¿cuáles bienes el mundo perdería
que a los males que dais fuesen iguales?
»tenía, antes de os ver, por atrevidos,
por locos temerarios los pastores
que se osaban llamar vuestros vencidos;
»mas hora viendo en vos tantos primores,
por más locos los tengo y perdidos
los que os vieron si no mueren de amores».



Gutierre de Cetina

será verdad, ¡ay, dios!, serán antojos

-- de Gutierre de Cetina --

Este temor villano, este recelo?
¿será verdad, ¡ay dios!, el desconsuelo
que de nuevo da fuerza a mis enojos?
¿será verdad, ¡ay dios!, que vean mis ojos
gozar hombre mortal beldad del cielo?
¿será verdad, ¡ay dios!, que hay en el suelo
quien merece ganar tales despojos?
¿será verdad, ¡ay dios!, que de aquel gesto,
de aquel valor que es hoy al mundo extremo,
goce otro, si gozarle yo no debo?
¡ay, dios! si esto es verdad, muera yo presto;
acábeme el dolor del mal que temo,
y no la vista de él, a que me atrevo.



Gutierre de Cetina

en el gozo mayor, en el contento

-- de Gutierre de Cetina --

De mayor calidad que se desea,
en el bien que no hay bien que igual le sea,
y en la gloria mayor de mi tormento,
me sale de través un pensamiento,
¡ay dios, qué gran error, qué cosa fea!,
y me hace creer que nos lo crea.
¡Ved cuál queda con esto el sentimiento!
me dice que es ficción, que es una sombra,
cierto disimular, falsa apariencia,
que no viene de amor tales afectos.
Y el alma que de tal visión se asombra,
tanto le amarga al gusto esta dolencia
que apenas siente el bien de estos efectos.



Gutierre de Cetina

un año hizo ayer, ya es hoy pasado

-- de Gutierre de Cetina --

¡ay, dios!, ¿por qué lo traigo a la memoria?
que pudiera acabar la triste historia
que hora de nuevo amor ha comenzado.
Tal día como ayer pudo un cuidado
los despojos gozar de su victoria;
pude y no quise asegurar mi gloria
porque pensaba ser asegurado.
Pensé, digo, y fue justo que pensase
quien tales muestras vio, que eran, señora,
afectos, no ficción disimulada.
Tal fue un dar lugar que descansase
esta alma a quien llevar hacéis agora
menos honrosa carga y más pesada.



Hernando de Acuña

Ajeno fue, pues fue sólo un momento

-- de Hernando de Acuña --

Ajeno fue, pues fue sólo un momento,
y mil años el mal sin acabarse;
instable fue, pues vino a comenzarse
de nuevo el mal tras su contentamiento.

Para más daño fue, pues su cimiento
tan sin firmeza en mí pudo fundarse;
que grave fue mi bien, pues en mostrarse
al parecer fue bien y al ser tormento.

Bien pudieras, Amor, con tantos males
acabarme de un golpe, pues podías
con uno y el menor de los que pruebo,

sin juntar con mis penas, siendo tales,
el bien que tuve por tan breves días,
para nuevo dolor y caso nuevo.



Hernando de Acuña

De Endimión

-- de Hernando de Acuña --

En una selva, al parecer del día,
se estaba Endimión, triste y lloroso,
vuelto al rayo de sol que presuroso
de la cumbre de un monte descendía.

Mirando el turbador de su alegría,
contrario de su bien y su reposo,
tras un grave suspiro doloroso,
tales palabras contra el sol decía:

«Luz clara, para mí triste y oscura,
que con furioso curso apresurado
mi sol con tu tiniebla oscureciste,

si te pueden mover en tanta altura
las quejas de un pastor apasionado,
no tarde en volver donde saliste».



Hernando de Acuña

Del bien del pensamiento se sustenta

-- de Hernando de Acuña --

Del bien del pensamiento se sustenta
el triste corazón entre mil males
que en mí se tratan como naturales,
y el alma hace ya la misma cuenta.

El no sufrirlos tiene por afrenta,
y por honra y valor sufrirlos tales,
y págase, sintiéndolos mortales,
con sólo consentirle que los sienta.

Esto por bien muy grande se le niega,
y la vida ha tomado por partido
seguir en padecer su estilo usado,

que llegando al extremo donde llega,
lo que con desearlo nunca ha sido,
no puede por razón serle negado.



Salvador Díaz Mirón

La nube (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

¿Qué te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?
Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire. Verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos...
¡Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!



Tomás de Iriarte

Aunque es verdad

-- de Tomás de Iriarte --

Aunque es verdad que he escrito algunos miles
de versos, si no buenos, tales cuales,
líricos, amorosos, pastoriles,
satíricos, dramáticos, morales,

¿qué han pecado mis coplas juveniles,
para que con trompetas y atabales,
con pregonero y sendos alguaciles
salgan por esas calles y portales?

No, Fabio; las sepulta una gaveta,
donde el sol no las ve, ni yo tampoco;
ni han de estamparme en pública tarjeta,

pues temo al vulgo como niño al coco.
Déjame con mi vena de poeta,
y no quieras que tenga la de loco.



Marilina Rébora

dice el señor

-- de Marilina Rébora --

Dice el señor
id por camino estrecho que lleva a puerta angosta
ésa que sólo niños atravesar consiguen,
perfumada de nardos donde un ángel se aposta
y no al portal mayor que los grandes persiguen.
En haciéndoos pequeños ya seréis inocentes,
que para tales es el reino de los cielos;
así oiréis la palabra que a sabios y prudentes
dios oculta y revela sólo a los pequeñuelos.
Porque el reino celeste es de las almas puras:
los humildes y pobres, simples de corazón.
Sed como ellos y así con candor de criaturas
traspasaréis seguros la reducida puerta
que a los mansos espíritus estará siempre abierta,
camino de la vida, suprema bendición.
Mateo 7, 13,14; 19, 14,15.



Medardo Ángel Silva

A un poeta (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

No llames una noche de llantos a tu vida,
ni pienses tu dolor tan hondo y duradero:
ofendes al que sufre la verdadera herida,
al hermano que calla su dolor verdadero.

Mercader de sollozos, profesional del llanto,
¡qué sabiamente expresas ignoradas angustias!
No son tales prodigios armónicos de canto
para labios resecos y para frentes mustias.

Gárrulo adolescente que la bella mentira
de tu tristeza acuerdas a suspirante lira,
¡calla! Tu voz insulta, con su pena sonora,
al que suspira y nunca sabe por qué suspira.
Al que llora y no puede decirnos por qué llora.



Juan Meléndez Valdés

de mi niñeces oda xv

-- de Juan Meléndez Valdés --

Siendo yo niño tierno,
con la niña dorila
me andaba por la selva
cogiendo florecillas,
de que alegres guirnaldas,
con gracia peregrina
para ambos coronarnos,
su mano disponía.
Así en niñeces tales
de juegos y delicias
pasábamos felices
las horas y los días.
Con ellos poco a poco
la edad corrió de prisa,
y fue de la inocencia
saltando la malicia.
Yo no sé; mas, al verme
dorila se reía,
y a mí de sólo hablarla
también me daba risa.
Luego al darle las flores
el pecho me latía,
y al ella coronarme
quedábase embebida.
Una tarde tras esto
vimos dos tortolitas
que con trémulos picos
se halagaban amigas,
y de gozo y deleite,
cola y alas caídas,
centellantes sus ojos,
desmayadas gemían.
Alentonos su ejemplo,
y entre honestas caricias
nos contamos turbados
nuestras dulces fatigas;
y en un punto, cual sombra
voló de nuestra vista
la niñez, mas en torno
nos dio el amor sus dichas.



Juan Meléndez Valdés

Las armas del amor

-- de Juan Meléndez Valdés --

De tus doradas hebras, mi señora,
Amor formó los lazos para asirme;
de tus lindos ojuelos, para herirme,
las flechas y la llama abrasadora.

Tu dulce boca, que el carmín colora,
su púrpura le dio para rendirme;
tus manos, si al encanto quise huirme,
nieve que en fuego se me vuelve ahora.

Tu voz suave, tu desdén fingido
y el albo seno, do el placer se anida,
pábulo añaden al ardor primero.

Amor con tales armas me ha rendido;
¡ay armas celestiales!, ¡ay mi vida!,
yo soy, yo quiero ser tu prisionero.



Juan Meléndez Valdés

De mi niñeces: Oda XV

-- de Juan Meléndez Valdés --

Siendo yo niño tierno,
con la niña Dorila
me andaba por la selva
cogiendo florecillas,

de que alegres guirnaldas,
con gracia peregrina
para ambos coronarnos,
su mano disponía.

Así en niñeces tales
de juegos y delicias
pasábamos felices
las horas y los días.

Con ellos poco a poco
la edad corrió de prisa,
y fue de la inocencia
saltando la malicia.

Yo no sé; mas, al verme
Dorila se reía,
y a mí de sólo hablarla
también me daba risa.

Luego al darle las flores
el pecho me latía,
y al ella coronarme
quedábase embebida.

Una tarde tras esto
vimos dos tortolitas
que con trémulos picos
se halagaban amigas,

y de gozo y deleite,
cola y alas caídas,
centellantes sus ojos,
desmayadas gemían.

Alentonos su ejemplo,
y entre honestas caricias
nos contamos turbados
nuestras dulces fatigas;

y en un punto, cual sombra
voló de nuestra vista
la niñez, mas en torno
nos dio el Amor sus dichas.



Juan Ramón Jiménez

sólo mi frente y el cielo.

-- de Juan Ramón Jiménez --

Los únicos universos.
Mi frente, sólo, y el cielo.
(Entre ellos, la brisa pura,
caricia fiel, mano única
para tales plenitudes.
La brisa, que baja y sube).
Arriba, todo el ser vivo,
todo el sueño en mi sentido,
rozando a aquel con las alas
que a su armonía él le baja.
Nada más.
(¿Acaso eres
tú la brisa que va y viene
del cielo, amor, a mi frente?)



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 76

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Día de quasimodo iglesias et altares
vi llenos de alegrías, de bodas e cantares,
todos avíen grand' fiesta, fasíen grandes yantares,
andan de boda en boda clérigos e juglares.
Los que antes son solos, desque eran casados
veíalos de dueñas estar acompañados,
pensé cómo oviese de tales gasajados,
ca omen que es solo siempre piensa coydados.
Fis' llamar trotaconventos la mi vieja sabida,
presta e plasentera de grado fue venida,
roguel' que me catase alguna tal garrida,
ca solo, sin compaña, era penada vida.
Díxome, que conosçía una viuda loçana,
muy rica, e bien moça, e con mucha ufana:
dis': «arçipreste, amad ésta, yo iré allá mañana,
et si esta recabdamos, nuestra obra non es vana.»
Con la mi vejesuela enviele ya qué
con ella estas cántigas que vos aquí trobé,
ella non la erró, e yo non le pequé,
si poco ende trabajé, muy poco ende saqué.
Asás fiso mi vieja quanto ella faser pudo,
mas non pudo trabar, atar, nin dar nudo,
tornó a mí muy triste e con corazón agudo;
dis': «do non te quieren mucho, non vayas a menudo.»
Lt;lt;lt;
índice de la obra
gt;gt;gt;



Evaristo Ribera Chevremont

paisajes en nuestro cielo

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

En sus ágiles pencas brilladoras
y como en sed de milenarios mitos;
y, junto a tales palmas, trepadoras.

El punto cenital abierto al bloque
de la emoción negada a lo pequeño;
movibles masas en perenne choque;
y, sobre todo, ml porción de sueño.

2

El denso azul en denso gris se torna.
¿Qué se ha hecho la cálida alegría
de hace un minuto? ¿qué dolor retorna
para la luz en el cambiante día?

cede a las subitáneas reflexiones
de nuestra tropical naturaleza
mi espíritu. Las vastas frondazones
se aúpan en flor visible en su tristeza.

3

Hay una misteriosa semejanza
entre la tierra nuestra y nuestro cielo.
Ambos tienen idéntica pujanza.
Ambos son fuerzas en nervioso celo.

La tierra en vegetales se desborda.
El cielo se desborda en nubarrones.
Tal me parece que la tierra aborda
al cielo en sus tremendas expansiones.



Fernando de Herrera

Rojo sol, que con hacha luminosa

-- de Fernando de Herrera --

Rojo sol, que con hacha luminosa
cobras el purpúreo y alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
que iguale a mi serena Luz dichosa?

Aura süave, blanda y amorosa,
que nos halagas con tu fresco vuelo,
¿cuando se cubre del dorado velo
mi Luz, tocaste trenza más hermosa?

Luna, honor de la noche, ilustre coro
de las errantes lumbres y fijadas,
¿consideraste tales dos estrellas?

Sol puro, Aura, Luna, llamas de oro,
¿oístes vos mis penas nunca usadas?
¿Vistes Luz más ingrata a mis querellas?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 81

-- de Francisco de Quevedo --

Llámanle rey, y véndanle los ojos,
y quieren que adivine, y que no vea;
cetro le dan, que el viento le menea;
la corona, de juncos y de abrojos.
Con tales ceremonias y despojos,
quiere su rey el reino de judea:
que mande en caña, que dolor posea,
y que ciego padezca sus enojos.
Mas el señor, que, en vara bien armada
de hierro, su gobierno justo cierra,
muestra en su amor clemencia coronada.
La paz compra a su pueblo con su guerra;
en sí gasta las puntas y la espada:
aprended de él los que regís la tierra.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 41

-- de Francisco de Quevedo --

Dejadme resollar desconfianzas,
que es de manera vuestro desconsuelo,
que tiene derribado por el suelo
el fundamento de mis esperanzas.
Ni fe tan pura no hay quien os la ofrezca,
como yo con esta lama vuestra ofrezco,
y nadie agradeció, como agradezco
pena, que tanto ofenda, y entristezca.
Y aunque en valor estemos desiguales
a tener compasión de mis dolores,
bien os pueden mover extremos tales.
Pues cuantos piden que les deis favores,
en bien amaros, no me son iguales,
ni os han sufrido tantos disfavores.



Francisco de Quevedo

salmo xxvi quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Después de tantos ratos mal gastados,
tantas obscuras noches mal dormidas;
después de tantas quejas repetidas,
tantos suspiros tristes derramados;
después de tantos gustos mal logrados
y tantas justas penas merecidas;
después de tantas lágrimas perdidas
y tantos pasos sin concierto dados,
sólo se queda entre las manos mías
de un engaño tan vil conocimiento,
acompañado de esperanzas frías.
Y vengo a conocer que en el contento
del mundo, compra el alma en tales días,
con gran trabajo, su arrepentimiento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 43

-- de Francisco de Quevedo --

Silvia ¿por qué os da gusto que padezca,
tan grave mal, como por vos padezco?
si lo causa lo poco que merezco
ninguno tiene el mundo que os merezca.
Ni fe tan pura hay quien os la ofrezca
como yo con esta alma vuestra ofrezco,
y nadie agradeció como agradezco
pena, que tanto ofenda y entristezca.
Y aunque en valor estemos desiguales,
a tener compasión de mis dolores
bien os pueden mover extremos tales.
Pues cuantos piden que les deis favores,
en bien amaros no me son iguales,
ni os han sufrido tantos disfavores.



Bartolomé de Argensola

romances 1

-- de Bartolomé de Argensola --

¿qués de ti, rey de granada?
¿qués de tu tierra y tus moros?
¿dónde tienes tu morada?

reniega ya de mahoma
y de su seta malvada,
que bivir en tal locura
es una burla burlada.

Torna, tórnate, buen rey,
a nuestra ley consagrada,
porque si perdiste el reyno
tengas ellalma cobrada;
de tales reyes vencido
onrra te deve ser dada.

¡O granada noblecida,
por todo el mundo nombrada!,
hasta aquí fueste cativa
y agora ya libertada.

Perdióte el rey don rodrigo
por su dicha desdichada;
ganóte el rey don fernando
con ventura prosperada,

la reyna doña ysabel,
la más temida y amada,
ella con sus oraciones
y él con mucha gente armada.

Según dios haze sus hechos
la defensa era escusada,
que donde él pone su mano
lo impossible es quasi nada.

2



Blanca Andreu

di que querías ser caballo esbelto, nombre

-- de Blanca Andreu --

¡eh gritó will la gente corre como
si ya hubiese llegado la tormenta!
¡llegó gritó jim, la tormenta somos
nosotros!
ray bradbury
di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.
Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, los nervios de los ángeles,
vinieron a hacer música para rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.
Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.



Carolina Coronado

en el álbun de una señora que pedía versos largos y cortos

-- de Carolina Coronado --

Los versos más largos y aquéllos más cortos
que tengan del arte las reglas concisas,
señora, aunque sean horribles abortos
decís que queréis en letras precisas;
vos
ni
dios
a
mi musa ignorante de tales hazañas
inspiran, señora, el grande talento
de hacer en el álbum, con formas extrañas,
la rara poesía del genio portento
que
yo
no
sé.



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