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Se han encontrado 41 poemas con la palabra soldado

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Nicolás Guillén

soldado, aprende a tirar

-- de Nicolás Guillén --

Soldado, aprende a tirar:
tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.
¡Desde abajo has de tirar,
si no me quieres herir!
abajo estoy yo contigo,
soldado amigo.
Abajo, codo con codo,
sobre el lodo.
Para abajo, no,
que allí estoy yo.
Soldado, aprende a tirar:
tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.

Poema soldado, aprende a tirar de Nicolás Guillén con fondo de libro

Nicolás Guillén

no sé por qué piensas tú

-- de Nicolás Guillén --

No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.
Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?
me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.
Pero no por eso yo
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo,
tú,
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.
Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
a dónde vamos yo y tú...
¡No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!

Poema no sé por qué piensas tú de Nicolás Guillén con fondo de libro

Jorge Isaacs

La tumba del soldado

-- de Jorge Isaacs --

El vencedor ejército la cumbre
Salvó de la montaña,
Y en el ya solitario campamento
Que de lívida luz la tarde baña,
Del negro terranova,
Compañero jovial del regimiento
Resuenan los aullidos
Por los ecos del valle repetidos.

Llora sobre la tumba del soldado,
Y bajo aquella cruz de tosco leño
Lame el césped aún ensangrentado
Y aguarda el fin de tan profundo sueño.

Meses después, los buitres de la sierra
Rondaban todavía
El valle, campo de batalla un día.
Las cruces de las tumbas ya por tierra
Ni un recuerdo ni un nombre...
¡Oh!, no: sobre la tumba del soldado,
Del negro terranova
Cesaron los aullidos,
Mas del noble animal allí han quedado
Los huesos sobre el césped esparcidos.
1874

Poema La tumba del soldado de Jorge Isaacs con fondo de libro

Pablo Neruda

el amor del soldado

-- de Pablo Neruda --

El amor del soldado
en plena guerra te llevó la vida
a ser el amor del soldado.
Con tu pobre vestido de seda,
tus uñas de piedra falsa,
te tocó caminar por el fuego.
Ven acá, vagabunda,
ven a beber sobre mi pecho
rojo rocío.
No querías saber dónde andabas,
eras la compañera de baile,
no tenías partido ni patria.
Y ahora a mi lado caminando
ves que conmigo va la vida
y que detrás está la muerte.
Ya no puedes volver a bailar
con tu traje de seda en la sala.
Te vas a romper los zapatos,
pero vas a crecer en la marcha.
Tienes que andar sobre las espinas
dejando gotitas de sangre.
Bésame de nuevo, querida.
Limpia ese fusil, camarada.



Lope de Vega

sufre la tempestad el que navega

-- de Lope de Vega --

Sufre la tempestad el que navega
el enojoso mar, y el viento incierto
con la esperanza del alegre puerto,
mientras la vista a sus celajes llega.
En la libia calor, hielo en noruega,
de sangre, de armas y sudor cubierto,
sufre el soldado; el labrador despierto
al alba el campo cava, siembra y riega.
El puerto, el saco, el fruto, en mar, en guerra,
en campo, al marinero y al soldado
y al labrador anima y quita el sueño.
Pero triste de aquel que tanto yerra,
que en mar y en tierra, helado y abrasado,
sirve sin esperanza ingrato dueño.



Lope de Vega

Con presunción de bélico soldado

-- de Lope de Vega --

Con presunción de bélico soldado,
galán sale y feroz Pablo atrevido,
que si agora en la cuenta no ha caído,
caerá muy presto del primero estado.
¿Adónde, Pablo, de soberbia armado
para quedar con una voz vencido?
Seguid las letras, ¿Dónde vais perdido,
que habéis de ser Dotor del mayor grado?.
Aunque valor vuestra persona encierra,
no es bien que nadie contra Dios presuma,
que dará con los ojos por la tierra.
La Iglesia espera vuestra docta suma,
mirad que no sois vos para la guerra,
dejad las armas y tomad la pluma.



Jacinto de Salas y Quiroga

El soldado

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

Caballito, caballito,
el de la cola rizada,
hoy me dijo el capitán
que me puedo ir a mi casa.
Hace ya más de ocho años
que no duermo en buena cama,
que vivo sin padre y madre,
sin hermanos, sin hermanas,
que no tengo quien me cosa,
ni quien me diga: ¿qué extrañas?
Ya se acaban mis trabajos...
A Dios, caballo del alma;
cuando mi madre me abrace
le diré: «Sólo me falta
mi caballo para ser
dichoso, madre adorada».

Así decía el Soldado,
luego con dolor y calma
fue a casa del Capitán
Y recibió sin tardanza
su licencia. ¡Pobrecillo!
Quiso volver a la cuadra
a dar el último abrazo
al de la cola rizada.
Ve al caballo, y sin querer
una lágrima se escapa
de sus ojos... «Caballito,
caballito de mi alma,
no veré más a mi madre,
dormiré sobre unas tablas,
llevaré palos del cabo,
más cuidaré tu cebada.
No, no te puedo dejar...
Vales tú más que mi casa».

Dijo, y rompió la licencia.
¡Pobre! Volvió a sentar plaza.



César Vallejo

romería

-- de César Vallejo --

Romería
pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.
Pasamos juntos. Las muertas
almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos ópalos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde
frágil de un montón de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde,
afila de cada lágrima
un diente hostil.
Y un soldado, un gran soldado,
heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la vida.
Pasamos juntos, muy juntos,
invicta luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.



César Vallejo

Romeria

-- de César Vallejo --

Pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.

Pasamos juntos. Las muertas
almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos ópalos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde
frágil de un montón de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde,
afila de cada lágrima
un diente hostil.

Y un soldado, un gran soldado,
heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la Vida.

Pasamos juntos, muy juntos,
invicta Luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.



Nicasio Álvarez de Cienfuegos

A un valiente andaluz

-- de Nicasio Álvarez de Cienfuegos --

Narices y pescuezo me cortara
con ligera presteza y buen talante
si soldado mayor, más fuete Andante
que yo, aunque pobre raso se encontrara.

¿Cuándo la fuerte Roma se entregara
al español ejército triunfante
si aquesta mi tizona machacante
en aquel fiero asalto no se hallara?

Metido en su garita un buen soldado
aquesto tiritando refería;
mas al estar sus hechos él diciendo

ve un ratón, y corriendo desbocado,
al arma, al arma, a voces repetía,
que mil moros me vienen persiguiendo.



Amós de Escalante

Nuestro soldado

-- de Amós de Escalante --

Roto, descalzo, dócil a la suerte,
cuerpo cenceño y ágil, tez morena,
a la espalda el morral, camina y llena
el certero fusil su mano fuerte.

Sin pan, sin techo, en su mirar se advierte
vívida luz que el ánimo serena,
la limpia claridad de un alma buena
y el augusto reflejo de la muerte.

No hay su duro pie risco vedado;
sueño no ha menester, treguas no quiere;
donde le llevan va; jamás cansado

ni el bien le asombra ni el desdén le hiere:
sumiso, valeroso, resignado
obedece, pela, triunfa y muere.



Lope de Vega

¿qué armas son éstas ¿qué guïón colgado?

-- de Lope de Vega --

¿qué armas son estas?, ¿qué guïón colgado?
de general sobre este monumento?
¿celada es un espino tan sangriento?
¿pluma un azote en púrpura bañado?
¿un tosco leño es espaldar cruzado?
¿gola una soga? ¡extraño pensamiento!
dónde es la esponja bélico ornamento,
¿qué lanza al fin es arma de soldado?
más ¿ay!, que de una virgen muestra el llanto:
que son de cristo, capitán del cielo,
trofeos, y la muerte ya vencida.
Éstos adornan su sepulcro santo;
con estos ha ganado el cielo al suelo;
mató la muerte, y reparó al vida.



Lope de Vega

¿Qué armas son éstas? ¿Qué guïón colgado

-- de Lope de Vega --

¿Qué armas son estas?, ¿Qué guïón colgado
de general sobre este monumento?
¿Celada es un espino tan sangriento?
¿Pluma un azote en púrpura bañado?
¿Un tosco leño es espaldar cruzado?
¿Gola una soga? ¡Extraño pensamiento!
Dónde es la esponja bélico ornamento,
¿qué lanza al fin es arma de soldado?
Más ¿ay!, que de una Virgen muestra el llanto:
que son de Cristo, capitán del cielo,
trofeos, y la muerte ya vencida.
Éstos adornan su sepulcro santo;
con estos ha ganado el Cielo al suelo;
mató la muerte, y reparó al vida.



Líber Falco

Nuestra España

-- de Líber Falco --

Ahí yacen y esperan debajo de la tierra,
muertos que por las noches escuchan una estrella.
Mas, son millones los astros y en el silencio ruedan.
Son millones los muertos y en el silencio esperan.

Ahí yacen.
Bajo la tierra gime, no acabada,
endurecida en su último gesto,
la risa confiada de los niños
y aquel soldado, Pedro Rojas,
vivando un canto fraternal y nuestro.

Ahí yacen.
Oh! amor de siempre, sepultado.
Oh! dulce rostro de lo amado y bueno.
Pueblo, piedras, árboles.
Pueblo y pueblo, ya olvidado.

Ahí yacen.
Oh! madre nuestra
muerta y rediviva,
siempre.



Manuel del Cabral

palabra

-- de Manuel del Cabral --

Palabra, ¿qué tu más quieres?
¿qué más?

vengo a buscar tu silencio,
el que a fuerza de esperar
se endurece... Se hace estatua...
Para hablar.

Ya ves, palabra, ya ves,
herida, tú, sin edad...

¿Qué hará contigo el soldado?

¿qué harán los grillos? ¿qué hará
en la punta de la espada
la eternidad?



Manuel del Palacio

El mayor dolor

-- de Manuel del Palacio --

Coger sin sospecharlo un hierro ardiendo,
Estrenar unas botas apretadas,
Reñir con un inglés á bofetadas,
Andar uno ó dos años pretendiendo.

Hallarse frente á frente de un berrendo
Sin sentir en la yerba sus pisadas,
tener cuatro carreras acabadas
Y no poder vivir sino pidiendo.

Pasar entre beatos por hereje,
Amar la libertad y ser soldado,
Y tener por rival quien nos protege,

Disgustos son que al hombre dan enfado;
Mas ¿qué disgusto habrá que se asemeje
Al disgusto de amar sin ser amado?



Joaquín Nicolás Aramburu

Plácido

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Tranquila el alma, la mirada quieta,
inocente, sin miedo y resignado,
llega al suplicio, a muerte condenado,
el gran mestizo, Plácido el poeta.

Rota la lira que cantó discreta
las glorias de su pueblo infortunado,
yace bajo las plantas de un soldado
que ni talento ni virtud respeta.

Ya cae el buen cubano sin mancilla;
Dios no ha escuchado su dolor profundo
por más que le invocara en la capilla.

Pero del genio que brillo fecundo
aún repite la voz en nuestra Antilla:
¡Ay, que me llevo en la cabeza un mundo!



Jorge Luis Borges

un soldado de lee (1862)

-- de Jorge Luis Borges --

Lo ha alcanzado una bala en la ribera
de una clara corriente cuyo nombre
ignora. Cae de boca. (Es verdadera
la historia y más de un hombre fue aquel hombre.)
El aire de oro mueve las ociosas
hojas de los pinares. La paciente
hormiga escala el rostro indiferente.
Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas
y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.



Jorge Luis Borges

hilario ascasubi (1807 1875)

-- de Jorge Luis Borges --

(1807-1875)
alguna vez hubo una dicha. El hombre
aceptaba el amor y la batalla
con igual regocijo. La canalla
sentimental no había usurpado el nombre
del pueblo. En esa aurora, hoy ultrajada,
vivió ascasubi y se batió, cantando
entre los gauchos de la patria cuando
los llamó una divisa a la patriada.
Fue muchos hombres. Fue el cantor y el coro;
por el río del tiempo fue proteo.
Fue soldado en la azul montevideo
y en california, buscador de oro.
Fue suya la alegría de una espada
en la mañana. Hoy somos noche y nada.



César Vallejo

he aquí que hoy saludo...

-- de César Vallejo --

He aquí que hoy saludo, me pongo el cuello y vivo,
superficial de pasos insondable de plantas.
Tal me recibo de hombre, tal más bien me despido
y de cada hora mía retoña una distancia.
¿Queréis más? encantado.
Políticamente, mi palabra
emite cargos contra mi labio inferior
y económicamente,
cuando doy la espalda a oriente,
distingo en dignidad de muerte a mis visitas.
Desde totales códigos regulares saludo
al soldado desconocido
al verso perseguido por la tinta fatal
y al saurio que equidista diariamente
de su vida y su muerte,
como quien no hace la cosa.
El tiempo tiene un miedo ciempiés a los relojes.
(Los lectores pueden poner el título que quieran a este poema)



César Vallejo

viniere el malo, con un trono al hombro

-- de César Vallejo --

Viniere el malo, con un trono al hombro,
y el bueno, a acompañar al malo a andar,
dijeren «sí» el sermón, «no» la plegaria
y cortare el camino en dos la roca...
Comenzare por monte la montaña,
por remo el tallo, por timón el cedro
y esperaren doscientos a sesenta
y volviere la carne a sus tres títulos...
Sobrare nieve en la noción del fuego,
se acostare el cadáver a mirarnos,
la centella a ser trueno corpulento
y se arquearen los saurios a ser aves...
Faltare excavación junto al estiércol,
naufragio al río para resbalar,
cárcel al hombre libre, para serlo,
y una atmósfera al cielo, y hierro al oro...
Mostraren disciplina, olor, las fieras,
se pintare el enojo de soldado,
me dolieren el junco que aprendí,
la mentira que inféctame y socórreme...
Sucediere ello así y así poniéndolo,
¿con qué mano despertar?
¿con qué pie morir?
¿con qué ser pobre?
¿con qué voz callar?
¿con cuánto comprender, y, luego, a quién?
no olvidar ni recordar
que por mucho cerrarla, robáronse la puerta,
y de sufrir tan poco estoy muy resentido
y de tánto pensar, no tengo boca.



Emilio Bobadilla

Cromatismo de un campamento

-- de Emilio Bobadilla --

¡Embriaguez de homicidios, bíblicos cautiverios;
aldeas incendiadas, esteparias dehesas,
combates cuerpo a cuerpo hasta en los cementerios;
las viviendas, los árboles no son sino pavesas!

A los muertos reemplazan batallones compactos;
ahí va la teoría de cañones y tanques;
de lejos no son hombres, parecen artefactos
que muévense a intervalos por oscuros arranques.

¡Miseria, podredumbre, lamentaciones, gritos;
con la oración confúndese del soldado el conjuro;
sanguijuelas y chinches y piojos y mosquitos...

—Plasticidad polícroma de la brutal contienda...—
Y de estas hecatombes sacará en lo futuro
la Epica su énfasis, su nimbo la Leyenda!



Emilio Bobadilla

Patriotismo (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

¡Soldado, empuña el arma! ¡Te cubrirás de gloria!
¡Sangre, tu noble sangre la patria está pidiendo!
Suena estridente el rojo clarín de la victoria
y los vivas apaga del cañón el estruendo.

Los laureles alfombran tu camino; la Fama
en torno tuyo teje magníficas visiones
y todo un pueblo en fiebre dionisiaco te aclama,
con hurras reemplazando la voz de los cañones!

Y todo es un relámpago de misterio y engaño:
libertad y justicia y empresas militares,
y allá va en su conquista quimérica el rebaño;

y el vate ditirámbico justifica el derroche...
¡Oh, pueblo que tu sangre haces correr a mares!
¡Para infundirte ánimo vas gritando en la noche!



Pedro Antonio de Alarcón

General Caballero de Rodas, en el álbum de su mujer

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Soltero y coronel te he conocido;
de brigadier y novio te he tratado:
hoy eres, que yo sepa, diputado,
general, director, padre y marido.

En la paz y en la guerra siempre he sido
tu amigo, tu cronista, o tu soldado,
y hoy me siento en las Cortes a tu lado,
a seguirte al infierno decidido.

Pues bien (dicho inter nos aquesto sea)
jamás te hallé tan grande y tan hermoso
(ni en medio de las bombas y granadas)

como al verte, a la vuelta de Alcolea,
embelesado padre y fiel esposo,
recrearte en tus prendas adoradas.



Rafael de León

centinela de amor

-- de Rafael de León --

Te puse tras la tapia de mi frente
para tenerte así mejor guardado
y te velé, ¡ay, amor!, diariamente
con bayoneta y casco de soldado.

Te quise tanto, tanto, que la gente
me señalaba igual que a un apestado;
¡pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh, mi río desbordado!

un día me dijiste: -no te quiero...
Y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.

La saliva en mi boca se hizo nieve,
y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.



Juan Bautista Arriaza

Virtudes militares más dignamente premiadas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Tú que audaz recorriste sin cansarte
los reinos de Cibeles y Neptuno,
superando los riesgos uno a uno
que al constante valor presenta Marte.

Tú que de Iberia un tiempo baluarte,
y hoy rayo a los rebeldes importuno,
lidias porque en el orbe no haya alguno
que de tu patria insulte al estandarte.

Yo te saludo ¡oh bravo sin pretextos!
Soldado entre soldados sin segundo,
norma igual de leales y modestos;

y de mi pecho digo en lo profundo:
ciña mi rey muchos laureles de estos,
y yo le fío rey de todo el mundo.



Félix María Samaniego

Soneto a Nice

-- de Félix María Samaniego --

No te quejes, oh Nice, de tu estado
porque te llamen puta a boca llena,
pues puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.

Dido fue puta de un audaz soldado,
a ser puta Cleopatra se condena,
y el nombre lucrecial, que tanto suena,
no es tan honesto como se ha pensado.

Esa de Rusia emperatriz famosa
que fue de los carajos centinela,
entre más de dos mil murió orgullosa;

y pues ya lo dan todas sin cautela,
haz tú lo mismo, Nice vergonzosa,
que esto de honra y virgo es bagatela.



Félix María Samaniego

La confesión (Samaniego)

-- de Félix María Samaniego --

Confesándose un soldado

dijo muy arrepentido:

-Acúsome que he jodido

un barril de bacalao.

El fraile, muy admirado,

le preguntó: -¿Cómo ha sido?

-Porque el barril he robado,

en la plaza le he vendido,

del dinero que me han dado

varias veces he jodido,

aunque no con gran exceso.

-Toma, toma, dijo el padre,

según eso,

si se ajustan cuentas mías,

también habré yo jodido

más de cuatrocientas misas.



A la ciudad reina de Andalucía

-- de El Solitario --

Casas moriscas, patios con jazmines,
naranjos, flores, búcaros y fuentes,
antorchas en girándulas lucientes,
que alumbran por cancelas los jardines.

Damas entre damascos y cojines,
refrescando al ventalle los ambientes
y guardando en las rejas impacientes
citas, lances con nobles paladines.

Músicas por las calles y veladas;
Guadalquivir que, manso, lejos brilla,
la flota y la Giralda iluminadas.

Soldado, abad, buscona, gitanilla;
escalas en balcón, reñir de espadas,
esta es Babel de amor, esta es Sevilla.



Antonio Ros de Olano

A un soldado

-- de Antonio Ros de Olano --

Deja suelto el bridón; rompe la espada;
plázcante la quietud y los sencillos
festejos que tus hijos pobrecillos
te ofrezcan al volver a tu morada.

La voz de la tribuna hoy deshonrada;
en manos de la plebe los cuchillos;
la libertad forjándose los grillos...;
Esta es la Roma de la edad pasada.

El acto de Catón a otros asombre;
de César muerto nace el cesarismo;
bruto exclama: «¡Virtud, eres un nombre!»

Y así van las naciones a su abismo,
sin que a salvarlas baste un solo hombre,
sea Catón, o Bruto, o César mismo.



Manuel María de Arjona

Al amor (Arjona)

-- de Manuel María de Arjona --

Sufre las nieves, sin temor al frío,
el labrador que ocioso no pudiera
de la dorada mies cubrir su era
a la llegada del ardiente estío.

No recela el furor del Noto impío,
ni la saña del Ponto considera
el mercader que en la ocasión espera
descanso lisonjero, aunque tardío.

Mujer, hijos y hogar deja y cubierto
el soldado de sangre, en suelo extraño
el honor de su afán contempla cierto.

Solo yo, crudo amor, busco mi daño,
sin esperar más fruto, honor ni puesto
que un costoso y estéril desengaño.



Marilina Rébora

san juan bautista

-- de Marilina Rébora --

A bautizarse acuden las gentes al jordán.
Preguntaban algunos: ¿y qué haremos nosotros?
quien tiene dos vestidos, respondíales juan,
dé uno al que no tenga. Y preguntaban otros
(esta vez publicanos): y nosotros ¿qué haremos?
no exigir más, decíales, de lo que está ordenado.
Y a nosotros, maestro, dinos cómo obraremos
en nombre de los suyos, le requería un soldado.
No hagáis nunca extorsiones, contentaos con el sueldo.
Yo os bautizo con agua; mas otro ha de venir,
que ya está entre vosotros aunque no lo hayáis visto,
que con fuego bautiza. El usará del bieldo
para limpiar la era de acuerdo a lo previsto:
el trigo irá al granero, la paja a consumir.
Lucas 3, 10-14, 16,17.
Mateo 3, 11.
Juan 1, 26.



Miguel de Cervantes

Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla

-- de Miguel de Cervantes --

Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla,
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.

Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto
cuanto dice voacé, seor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente.»

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuése y no hubo nada.



Miguel Hernández

al soldado internacional caído en españa

-- de Miguel Hernández --

Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
que tu aliento llenara de movimientos bellos.
Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
y flameaste henchido contra sus atropellos.
Con un sabor a todos los soles y los mares,
españa te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.
A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.



Francisco Sosa Escalante

Cuauhtemoc

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cuando el imperio por Tenoch fundado
Miró llegar desde el lejano Oriente
Como tremenda tempestad rugiente
Al invasor inícuo y desalmado,

De patriotismo y de valor dechado,
Con sed de gloria y entusiasmo ardiente,
Sublime te opusiste á aquel torrente
Y Anáhuac tuvo su mejor soldado.

¡Oh prócer inmortal! cómo fulgura
Tu nombre ilustre, de la patria gloria,
Tan grande cual tu propia desventura!

Los siglos al pasar, de tu memoria
No el brillo opacan, porque eterno dura
El libro sacrosanto de la historia.



Francisco Sosa Escalante

Tetlepanquetzal

-- de Francisco Sosa Escalante --

Monarca de Tlacópam! no perdido
Quede tu nombre que esplendente brilla
De Anáhuac en los fastos, sin mancilla;
Salve tu gloria el implacable olvido.

Los hados fieros, por tu mal, vencido
Te dieron al soldado de Castilla;
Mas nada importa; sucumbir no humilla
Cual cae el roble por el rayo herido.

Al ver el suelo de la patria hollado,
Latió tu noble corazón ardiente
Y al combate corriste denodado.

Ciñó el martirio tu radiosa frente
Y tu nombre inmortal quedó grabado
De México en la historia refulgente.



José Martí

por la tumba del cortijo

-- de José Martí --

xxviii
por la tumba del cortijo
donde está el padre enterrado,
pasa el hijo, de soldado
del invasor: pasa el hijo.
El padre, un bravo en la guerra,
envuelto en su pabellón
alzase: y de un bofetón
lo tiende, muerto, por tierra.
El rayo reluce: zumba
el viento por el cortijo:
el padre recoge al hijo,
y se lo lleva a la tumba.



José Martí

cuando me vino el honor

-- de José Martí --

xli
cuando me vino el honor
de la tierra generosa,
no pensé en blanca ni en rosa
ni en lo grande del favor.
Pensé en el pobre artillero
que está en la tumba, callado:
pensé en mi padre, el soldado:
pensé en mi padre, el obrero.
Cuando llegó la pomposa
carta, en su noble cubierta,
pensé en la tumba desierta,
no pensé en blanca ni en rosa.



José Martí

a un joven muerto

-- de José Martí --

Para no sé qué corona fúnebre
¡vedle! en la seca garganta
apagada está la nota:
el brazo ya no levanta
la copa de oro, que rota
por la mística muerte,
en la pálida mano mal huida
sus myosotis y sus violetas vierte
mustias al pie del luchador sin vida.
Niños, que vais con el arma
cargada y luciente al hombro,
al soldado que desarma
muerte importuna, al escombro
de un águila aposento
ayer, y hueco ahora,
interrogad, y osado cumplimiento
a su obra rota dad: así se llora!



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Roque Dalton García

a la carta

-- de Roque Dalton García --

Sírvame la ópera madame butterfly
término medio
con salsa de maní picante
y un poco de gobierno español
con trocitos de invierno.
Después me trae a un soldado de la primera brigada de artillería
en completo estado de ebriedad
un par de mirtos
la erupción del krakatoa
y el servicio postal a la luz de la filosofía.
De beber
algo que no desmaye en su difícil pero honrosa tarea.
Los postres se los pediré después.
Ah
y palillos de dientes.



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