Buscar Poemas con Sepultura


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Se han encontrado 52 poemas con la palabra sepultura

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Diego Hurtado de Mendoza

Qué cuerpo yace en esta sepultura

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

¿Qué cuerpo yace en esta sepultura?
¿Quién eres tú, que encima estás sentada
Mesando tus cabellos, la figura,
Sangrienta de tus uñas, y rasgada?

Los huesos y ceniza consagrada
De Aníbal, que ha pagado á la natura
La deuda postrimera, y yo la armada
Diosa que en las batallas da ventura.

Quéjome de los hados inhumanos,
Que á tal varon hicieron tanto mal,
Y del miedo y vileza de Cartago;

Mas quédame un consuelo en lo que hago;
Que él mismo se mató, porque á Aníbal
No pudieran vencer sino sus manos.

Poema Qué cuerpo yace en esta sepultura de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Gaspar María de Nava Álvarez

Werther a su sepultura

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

La sombra de este tronco, yerbas, flores,
y cuanto el suelo da con lozanía
cubran aquí la sepultura mía,
y el recuerdo también de mis amores.

No se vean señales exteriores
que puedan descubrir mi tumba fría,
pues no merece mi cruel porfía
saberse por comunes amadores.

Vendrá algún día que estará temblando
la lágrima en los ojos de mi esposa
cuando la cumbre el Sol vaya dorando.

Tú me embalsamarás, gota preciosa,
si es que debe Carlota estar llorando
adonde el infeliz Werther reposa.

Poema Werther a su sepultura de Gaspar María de Nava Álvarez con fondo de libro

Miguel de Cervantes

epitafios

-- de Miguel de Cervantes --

Del cachidiablo, académico de la argamasilla, en la sepultura de don quijote

epitafio

aquí yace el caballero,
bien molido y mal andante,
a quien llevó rocinante
por uno y otro sendero.
Sancho panza el majadero
yace también junto a él,
escudero el más fïel
que vio el trato de escudero.

Del tiquitoc, académico de la argamasilla, en la sepultura de dulcinea del toboso

epitafio

reposa aquí dulcinea;
y, aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Fue de castiza ralea,
y tuvo asomos de dama;
del gran quijote fue llama,
y fue gloria de su aldea.

Poema epitafios de Miguel de Cervantes con fondo de libro

Federico García Lorca

Casida de las palomas oscuras

-- de Federico García Lorca --

Por las ramas del laurel
vi dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
«Vecinita», les dije,
«¿dónde está mi sepultura
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra por la cintura
vi dos águilas de nieve
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
«Aguilitas», les dije,
«¿dónde está mi sepultura
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Por las ramas del laurel
vi dos palomas desnudas.
La una era la otra
y las dos eran ninguna.



León Felipe

vencidos

-- de León Felipe --

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de don quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de don quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, don quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡y cuántas veces te grito: hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de don quijote pasar...



Lope de Vega

Ay dulce puerta, en cuyo mármol cargas

-- de Lope de Vega --

¡Ay dulce puerta en cuyo mármol cargas,
dueño cruel, las armas homicidas,
empresa y sepultura de las vidas,
que para fin tan miserable alargas!

¡Ay piedras que a mis lágrimas amargas,
con ser piedras, estáis enternecidas,
en quien son y serán entretenidas
de mi corto vivir las horas largas!

Yo os adoro y respeto por aquélla,
cuy retrato sois, porque sin duda
alguna alma de piedra vive en ella,

tan dura, helada y de calor desnuda,
para dar a mi llanto una centella
que sólo os diferencia en que se muda.



Lope de Vega

Codro, el temor con la piedad venciendo

-- de Lope de Vega --

Codro, el temor con la piedad venciendo,
el tronco helado de Pompeyo espera,
que, impelido del mar, a la ribera
sacó en los brazos y lloró diciendo:

«No está soberbio túmulo pidiendo
el gran Pompeyo aquí, Fortuna fiera,
ni que en la llama funeral postrera
suba aroma oriental el sol cubriendo».

No pide el hombre a su familia y gente.
Sepultura común y honor plebeyo
sin fuego y triunfo a sus desdichas basta.

«Ya basta, dioses, que, del cuerpo ausente,
no cubra las heridas de Pompeyo
el tierno llanto de Cornelia casta».



Lope de Vega

Como a muerto, me echáis tierra en la cara

-- de Lope de Vega --

Como a muerto, me echáis tierra en la cara;
yo lo debo de estar, y no lo siento;
que aun muerto en vuestro esquivo pensamiento,
menos sentido que éste le bastara.

Vivo os juré que muerto os confesara
la misma fe; cumplí mi juramento;
pues ya después del triste enterramiento
ni cesa la afición, ni el amor para.

No sé si os pueda dar piadoso nombre,
¡oh manos, que enterráis al muerto amigo!,
después que le mató vuestra hermosura.

Que es de ladrón fiel, ya muerto el hombre
no de piedad mas miedo del castigo,
darle en su propia casa sepultura.



Lope de Vega

Hermosa Babilonia en que he nacido

-- de Lope de Vega --

Hermosa Babilonia, en que he nacido
para fábula tuya tantos años,
sepultura de propios y de extraños,
centro apacible, dulce y patrio nido;

cárcel de la razón y del sentido,
escuela de lisonjas y de engaños,
campo de Alarbes con diversos paños,
Elisio entre las aguas del olvido;

cueva de la ignorancia y de la ira,
de la murmuración y de la injuria,
donde es la lengua espada de la ira;

a lavarme de ti me parto al Turia,
que reír el loco lo que el sabio admira,
mi ofendida paciencia vuelve en furia.



Lope de Vega

La madre de las ciencias, donde a tantos

-- de Lope de Vega --

La madre de las ciencias, donde a tantos
verde laurel por únicos publica,
dos corderos al cielo sacrifica,
primicias ya de innumerables santos.
Bárbara mano entre dichosos cantos
hierro cruel a su marfil aplica,
y la ribera, de sus plantas rica,
himnos al cielo ofrece en vez de llantos.
Henares, lastimado de que dentro
de sus términos Roma entrar procura,
saliéndole dos niños al encuentro,
rompió la margen, y la sangre pura
bebió a la tierra, y retirando el centro
le dio en arenas de oro sepultura.



Jaime Torres Bodet

continuidad iv

-- de Jaime Torres Bodet --

Aunque si nada en mi interior te altera,
todo fuera de mí te transfigura
y, en ese tiempo que a ninguno espera,
vas más de prisa que mi desventura.
Del árbol que cubrió tu sepultura
quisiera ser raíz, para que fuera
abrazándote a cada primavera
con una vuelta más, lenta y segura.
Pero en la soledad que nos circunda
ella te enlaza, te defiende, te ama,
mientras que yo tan sólo te recuerdo.
Y, al comparar su terquedad fecunda
con la impaciencia en que mi amor te llama,
siento por vez primera que te pierdo.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 11

-- de Jorge Manrique --

Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño;
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.
Sepultura
↑ aprisa
↑ placeres



César Vallejo

El poeta a su amada

-- de César Vallejo --

Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.



César Vallejo

Los dados eternos

-- de César Vallejo --

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.



Diego de Torres Villarroel

cuenta los pasos de la vida

-- de Diego de Torres Villarroel --

De asquerosa materia fui formado,
en grillos de una culpa concebido,
condenado a morir sin ser nacido,
pues estoy no nacido y ya enterrado.
De la estrechez obscura libertado,
salgo informe terrón no conocido,
pues sólo de que aliento es un gemido
melancólico informe de mi estado.
Los ojos abro, y miro lo primero
que es la esfera también cárcel obscura;
sé que se ha de llegar el fin postrero.
Pues ¿adónde me guía mi locura,
si del ser al morir soy prisionero,
en el vientre, en el mundo y sepultura?



Diego Hurtado de Mendoza

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo,
Que nos encubres tanta hermosura,
Véate yo perdida la verdura
Y esparcidas las hojas por el suelo.

Si la escondes movida con buen celo,
Porque no pueda verse tal figura
Sin muerte y conocida sepultura,
Aunque en miralla no falta consuelo.

El ser della vencido es la vitoria,
Y la muerte peor es el no vella;
Mas ya que porque no mueran los vivos

Acuerdas de engañarnos y escondella,
A los que somos muertos y cautivos
¿Por qué quieres quitarnos esta gloria?



Pedro Antonio de Alarcón

En la tumba de un asesinado

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

No lágrimas merece la memoria
del que justo vivió y honrado muere,
ni gritos de venganza el alma quiere,
si escucha ya los cánticos de gloria.

Quien al caer, cual víctima expiatoria,
perdona generoso al que le hiere,
cándidas flores del amor espere,
sacras, más que le laurel de la victoria.

Hoy esas flores tejen tu diadema
y adornan tu callada sepultura,
como ayer adornaban tu camino:

Ellas de tu virtud son el emblema...
¡Así dejaran su semilla pura
en el alma del bárbaro asesino!



Pedro Antonio de Alarcón

Los siete dolores de María

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

De Simeón la triste profecía
anúnciale una vida de dolores,
y huye a Egipto, temiendo los furores
con que Herodes al Cristo perseguía.

Crece su pena y crece su agonía,
cuando pierde a la luz de sus amores,
y su duelo y su luto son mayores,
al hallarle del Gólgota en la vía.

Se aumenta su pesar cuando la muerte
dobla la frente del Crucificado,
añadiendo amargura a su amargura

el abrazar después su cuerpo inerte,
y más y más su pecho es angustiado
al dejarle en la yerta sepultura.



Pedro Soto de Rojas

Amor, médico ignorante

-- de Pedro Soto de Rojas --

Si escucho el son del regalado aliento
que al Euro amansa y al Genil suspende,
mi lastimado corazón se enciende
y solicita en su ruina al viento;

si ausente estoy, veloz el pensamiento
corre a la luz, en que su luz se ofende:
que Amor curar con su veneno entiende
y el tormento halagar con más tormento.

¡Oh, ignorante doctor, oh falsa cura!
¿Cómo no ves que en fuerza tan rendida
medicina tan cáustica es locura?

Sepan todos, Amor, que no das vida,
que abres la más difícil sepultura
más bien que cierras la menor herida.



Pedro Soto de Rojas

Ojos de Fénix, si matadores, deseados

-- de Pedro Soto de Rojas --

Indicios claros de la luz, espías
del luminoso general del cielo,
cuyo valor ardiente, cuyo celo
años le rinde y le conquista días;

apacibles tiranos, que alegrías
dais y quitáis al más cortés desvelo;
deidad tonante, que fulmina yelo
sobre el volcán de las entrañas mías;

volved a mí, volved, aunque de fiero
basilisco seáis: vuestra hermosura
más que la vida en vuestra ausencia quiero,

si ya no sube a tanto mi ventura
que os puedo -¡oh cuán difícil!- ver primero,
y es cada cual difunto y sepultura.



José Ángel Buesa

el resucitado

-- de José Ángel Buesa --

i
no, nunca fue lo oscuro tan oscuro.
Y está acostado pero no en su lecho.
Quiere moverse y se lo impide un muro.
Un muro en derredor, largo y estrecho.
Llama, y su voz resuena extrañamente,
sin que acudan su madre ni su hijo.
Y un súbito sudor hiela su frente,
al palpar en su pecho un crucifijo.
No, no hay duda: esa sombra que lo aterra
es sombra de ataúd bajo la tierra,
y no es soñando, porque está despierto.
Y lo aturde un pavor definitivo
al comprender que se le dio por muerto
y al comprobar que fue enterrado vivo
ii
pero un día, al abrir la sepultura,
se sabría su muerte verdadera.
Si el ataúd mostrara la hendidura,
de un golpe de su mano en la madera.
Y al pensar de repente en el mañana,
piensa también enloquecidamente
en el espanto de la madre anciana
y en el horror del hijo adolescente.
Y allí, en la sombra, sin quejarse en vano
sin dar un grito, sin alzar la mano,
con una abnegación casi suicida
cierra los ojos y se queda quieto
porque así, solo así, será un secreto
su horrible muerte de enterrado en vida.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXV

-- de Garcilaso de la Vega --

¡Oh hado ejecutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
y esparciste por tierra fruta y flores.

En poco espacio yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas
tornados en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.

Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron,
recibe, aunque sin fruto allá te sean,

hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.



Garcilaso de la Vega

¡Oh hado esecutivo en mis dolores

-- de Garcilaso de la Vega --

¡Oh hado ejecutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
y esparciste por tierra fruta y flores.

En poco espacio yacen mis amores
y toda la esperanza de mis cosas,
tornadas en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.

Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron
recibe, aunque sin fruto allá te sean,

hasta que aquella eterna noche escura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

El recuerdo importuno

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¿Serás del alma eterna compañera,
Tenaz memoria de veloz ventura?
¿Por qué el recuerdo interminable dura,
Si el bien pasó cual ráfaga ligera?

¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera
Abres ¡ay! sin cesar tu boca oscura,
De glorias mil inmensa sepultura
Y del dolor consolación postrera!

Si a tu vasto poder ninguno asombra,
Y al orbe riges con tu cetro frío,
¡Ven! que su dios mi corazón te nombra.

¡Ven y devora este fantasma impío,
De pasado placer pálida sombra,
De placer por venir nublo sombrío!



Hernando de Acuña

Demóclito y Heráclito

-- de Hernando de Acuña --

De tu tristeza, Heráclito, me espanto,
y de nuevo me admiro cada hora
que, viendo el mundo y lo que pasa ahora,
ya no hayas convertido en risa el llanto.

Heráclito

Yo me admiro, Demócrito, que cuanto
en este triste siglo que empeora
crecen más las miserias de hora en hora,
más crece tu placer tu risa y canto.

Demócrito

¿Pues quién no reirá si, en paz o en guerra,
el gobierno del mundo y del consejo
es todo desconciertos y locura?

Heráclito

Lo que a ti te da risa a mí me aterra,
eso me tienen ya doliente y viejo,
y eso me llevará a la sepultura.



Hernando de Acuña

Epitafio para la sepultura del mismo

-- de Hernando de Acuña --

Aquella luz que a Italia esclarecía
y ahora con morir la ha oscurecido,
aquel alto valor que siempre ha sido
columna do virtud se sostenía,

aquel saber de donde procedía
el remedio y restauro en lo perdido;
aquel sublime esfuerzo, tan temido,
del fuerte corazón que no temía.

Aquel gran ser do junto se hallaba
el consejo y efecto, en paz y en guerra,
para hazañas de inmortal memoria;

y, en fin, a quien el mundo no bastaba,
aquí lo cubre muerte en poca tierra,
y lo que mereció goza en la gloria.



Hernando de Acuña

Ícaro

-- de Hernando de Acuña --

Con Ícaro, de Creta se escapaba
Dédalo, y ya las alas extendía,
y al hijo, que volando le seguía,
con amor maternal amonestaba:

Que si el vuelo más alto levantaba,
la cera con el sol se desharía,
y en el mismo peligro le pondría
el agua y su vapor, si más bajaba.

Mas el soberbio mozo, y poco experto,
enderezóse luego al alo cielo
y, ablandada la cera en la altura,

perdió las alas, y en el aire muerto,
recibiéndole el mar del alto vuelo,
por el nombre le dio la sepultura.



Salvador Novo

un año más

-- de Salvador Novo --

Un año más sus pasos apresura;
un año más nos une y nos separa;
un año más su término declara
y un año más sus límites augura.

Un año más diluye su amargura;
un año más sus dones nos depara;
un año más, que con justicia avara
meció una cuna, abrió una sepultura.

¡Oh! dulce amigo, cuya mano clara
en cifra de cariño y de ternura
la mía tantas veces estrechara!

un año más el vínculo asegura
de su noble amistad, alta y preclara.
¡Dios se lo otorgue lleno de ventura!



Sor Juana Inés de la Cruz

A una Rosa

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.



Vicente Ruiz Llamas

Soneto último

-- de Vicente Ruiz Llamas --

El débil cuerpo agonizando lento,
el alma fuerte y la razón segura
oigo cavar mi humilde sepultura,
término y fin a tanto sufrimiento.

Ya de la muerte las caricias siento,
su beso frío, su mirada dura,
se desmorona la materia impura
al soplo helado de su helado aliento.

Cansado de luchar sin esperanza,
sin fin, sin ilusión, mi estéril vida
juguete vano de la aciaga suerte

paso tras paso hacia su fin avanza.
¿A qué más retardar esta partida?
Si al cabo has de venir, ven pronto, muerte.



Angel María Dacarrete

La flor seca

-- de Angel María Dacarrete --

Adorno de la túnica del prado
Fueron ayer tus azuladas hojas,
Te mecieron los besos de las auras,
Lloró en tu cáliz de placer la aurora!

Rayo fecundo de la luz del cielo
Acarició tu púdica corola
Y, al süave calor extremecida,
Bañó tu seno generoso aroma.

¡Hoy en lijera tumba sepultadas
Yacen secas y pálidas tus hojas!
¿Por qué del tallo te arrancó una mano
Cruel contigo, para mí piadosa?

¡Cruel! ¡Ah, no! Si me guardó en su seno,
Si mi olor aspiró su dulce boca,
Si ella misma formó mi sepultura,
¿Qué flor ha sido como yo dichosa?



Antonio Machado

Al joven meditador José Ortega y Gasset

-- de Antonio Machado --

A ti laurel y yedra
corónente, dilecto
de Sofía, arquitecto.
Cincel, martillo y piedra
y masones te sirvan; las montañas
de Guadarrama frío
te brinden el azul de sus entrañas,
meditador de otro Escorial sombrío,
y que Felipe austero,
al borde de su regia sepultura,
asome a ver la nueva arquitectura
y bendiga la prole de Lutero.



Antonio Machado

En el entierro de un amigo

-- de Antonio Machado --

Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura,
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco.
De los gruesos cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros...
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio.
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra caja se rompían
los pesados terrones polvorientos...
El aire se llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos...
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero.



Antonio Ros de Olano

Los castillos de la Reconquista

-- de Antonio Ros de Olano --

Son esqueletos de gigante hechura:
helos en pie; la Religión los vela:
asomos del cristiano centinela,
ásperos muros, torres de la jura.

Quedó de Troya, donde fue insegura
defensa la pelasga ciudadela,
contra el griego invasor que la debela,
ceniza al aire, al suelo sepultura.

Y éstos, agora, en soledad sagrada,
viejos testigos del tesón íbero,
mientras luchó por siglos la mesnada,

Desde la breha en que se alzó el primero,
llevan de Covadonga hasta Granada
la Cruz triunfante por blasón frontero.



Medardo Ángel Silva

La muerte perfumada

-- de Medardo Ángel Silva --

Convaleciente de aquel mal extraño,
para el que sólo tú sabes la cura,
como un fugado de la sepultura
me vio la tarde, fantasmal huraño.

Segó mis dichas la Malaventura
como inocente y cándido rebaño
y bajo la hoz de antiguo desengaño
agonizaba mi fugaz ventura...

Cual destrenzada cabellera cana
la llovizna ondeó tras la ventana...
Y aquella tarde pálida y caduca

sentí en mi dulce postración inerte
la bella tentación de darme muerte
tejiéndome un cordel con tu peluca.



Soneto continuo

-- de Juan Díaz Rengifo --

Ceniza espiritada, vil mixtura,
hombre de polvo, y lágrimas formado,
por ley divina a muerte condenado:
¿por qué no pones freno a tu locura?

Comienza ya a llorar con amargura,
lo mucho que a Dios tienes enojado,
la mala vida, el tiempo malgastado,
si no te quieres ver en apretura.

Llamándote está la sepultura,
lugar estrecho, do será enterrado
deleite, honra, mando y hermosura,

y cuanto en esta vida es estimado:
El alma es inmortal, y siempre dura,
en sola ella emplea tu cuidado.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 96

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

«urraca só, que yago so esta sepultura,
en quanto fui al mundo, ove viçio e soltura,
con buena rasón muchos casé, non quise locura,
caí en una hora so tierra del altura.
Prendiome sin sospecha la muerte en sus redes,
parientes et amigos, ¿aquí non me acorredes?
obrad bien en la vida, a dios non lo erredes,
que bien como yo morí, así todos morredes.
El que aquí llegare si dios le bendiga,
e si l' dé dios buen amor, et plaser de amiga,
que por mí pecador un pater noster diga,
si desir non lo quisiere, a muerta non maldiga.»
Lt;lt;lt;
índice de la obra
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Julio Flórez

En el cementerio

-- de Julio Flórez --

Poem

Cuando todos se alejaron de la blanca tumba aquella, donde sola, muda y fría se quedaba ella ella!... La adorada muerta mía!

Al ver toda su hermosura para siempre desligada de mi vida y escondida en la callada sepultura,

con terrible voz, que aún oigo, grité: «Muerte despiadada! Dime, toda su belleza tornaráse en polvo? Dime, para el ser que implora y gime, al final qué queda entonces de esta trágica jornada!»

Pero nadie respondía; solo el eco repetía el final de aquella frase: nada! nada! nada! nada!



Julio Flórez

¡Oh muerte!

-- de Julio Flórez --

Poem

¡Amad la muerte, amadla!... Ella procura el supremo descanso, ella nos guía en el camino del silencio, es fría pero buena ella mata l‘amargura!

Ella es la maga de la sombra es pura y eterna y todos la llamáis impía! Por qué? ¿Porque nos besa en l‘agonía y un tálamo nos da en la sepultura?

La Muerte es la ceniza de la llama; es el «no ser» de lo que vibra, muda ante el placer o el infortunio, ama:

El sueño, matador de los dolores; la calma, que del daño nos escuda, y la tierra q‘es madre de las flores.



Fernando de Herrera

A la derrota de Castelnovo

-- de Fernando de Herrera --

Esta desnuda playa, esta llanura
de astas y rotas armas mal sembrada,
do el vencedor cayó con muerte airada,
es de España sangrienta sepultura.

Mostró el valor su esfuerzo, mas ventura
negó el suceso y dio a la muerte entrada,
que rehuyó dudosa y admirada
del temido furor la suerte dura.

Venció otomano al español ya muerto;
antes del muerto el vivo fue vencido,
y España y Grecia lloran la victoria.

Pero será testigo este desierto
que el español, muriendo no rendido,
llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria



Francisco de Quevedo

parnaso español 3

-- de Francisco de Quevedo --

Buscas en roma a roma, ¡oh peregrino!,
y en roma misma a roma no la hallas:
cadáver son la que ostentó medallas,
y tumba de sí propio el aventino.
Yace donde reinaba el palatino;
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.
Sólo el tibre quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya, sepultura,
la llora con funesto son doliente.
¡Oh, roma!, en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 68

-- de Francisco de Quevedo --

Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura
da lágrimas al fuego y voz al viento;
pues de la muerte el negro encerramiento
descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano, se divide atento,
de piedra es, hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.
Mas no es de piedra, no; que si lo fuera,
de lástima de ver a dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.



Francisco de Quevedo

parnaso español 44

-- de Francisco de Quevedo --

Dichoso tú, que, alegre en tu cabaña,
mozo y viejo espiraste la aura pura,
y te sirven de cuna y sepultura
de paja el techo, el suelo de espadaña.
En esa soledad, que, libre, baña
callado sol con lumbre más segura,
la vida al día más despacio dura,
y la hora, sin voz, te desengaña.
No cuentes por los cónsules los años;
hacen tu calendario tus cosechas;
pisas todo tu mundo sin engaños.
De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios, ni padeces daños,
y te dilatas cuanto más te estrechas.



Francisco de Quevedo

A un bujarrón

-- de Francisco de Quevedo --

Epitafio

Aquí yace Misser de la Florida,
y dicen que le hizo buen provecho
a Satanás su vida.
Ningún coño le vio jamás arrecho.
De Herodes fue enemigo, y de sus gentes,
no porque degolló los inocentes,
mas porque, siendo niños, y tan bellos,
los mando degollar, y no jodellos,
pues tanto amó los niños, y de suerte
(inmenso bujarrón hasta la muerte)
que si él en Babilonia se hallara,
por los tres niños en el horno entrara.

¡Oh tú, cualquiera cosa que seas,
pues por su sepultura te paseas,
o niño o sabandija,
o perro o lagartija,
o mico o gallo o mulo,
o sierpe o animal que tengas cosa
que de mil leguas se parezca a culo:
Guárdate del varón que aquí reposa,
que tras un rabo, bujarrón profundo,
si le dejan, vendrá del otro mundo!

No en tormentos eternos
condenaron su alma a los infiernos;
mas los infiernos fueron condenados
a que tengan su alma y sus pecados.
Pero si honrar pretendes su memoria,
di que goze de mierda, y no de gloria;
y pues tanta lisonja se le hace,
di: «Requiescat in culo, mas no in pace.»



Francisco de Quevedo

A un médico

-- de Francisco de Quevedo --

Yacen de un home en esta piedra dura
El cuerpo yermo y las cenizas frías:
Médico fue, cuchillo de natura,
Causa de todas las riquezas mías.

Y ahora cierro en honda sepultura
Los miembros que rigió por largos días;
Y aun con ser Muerte yo, no se la diera,
Si dél para matarle no aprendiera.



José Cadalso

renunciando al amor y a la poesía lírica con motivo de la muerte de filis

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tu admiraste,
al punto sin imperio en mi te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

muerta filis renuncia el poeta al amor y a la poesía

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

A la muerte de Filis I

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
Amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.

Mas, ay, que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi Talía.

Pues no borra su ley la Parca dura
(a quien el mismo Jove no resiste),
olvido el Pindo y dejo la hermosura.

Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a Filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



Baltasar del Alcázar

A una mujer escuálida

-- de Baltasar del Alcázar --

Yace en esta losa dura
una mujer tan delgada
que en la vaina de una espada
se trajo a la sepultura.
Aquí el huésped notifique
dura punta o polvo leve,
que al pasar no se la lleve,
o al pisarla, no se pique.



Clemente Althaus

A la familia de Noé

-- de Clemente Althaus --

Padres segundos del linaje humano,
únicos libres del común pecado,
y de común castigo, cuando, airado,
cambió el Señor la tierra en océano:
cuando ese mar inmenso tuvo orilla,
y dejasteis al fin el arca santa,
al estampar en tierra vuestra planta,
¿no regasteis en llanto la mejilla,
al mirar que la tierra, ya segura,
que os acoja del naufragio ilesos,
blanqueaba toda con humanos huesos,
de los hombres inmensa sepultura?
Preciso fue de las divinas manos
acatar el castigo, más en tanto
pudisteis lamentar con pío llanto
el fin de vuestros míseros hermanos.



Ramón de Campoamor

La vida humana

-- de Ramón de Campoamor --

Velas de amor en golfos de ternura
vuela mi pobre corazón al viento
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura,

viviendo en esta humana sepultura
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.

¡Ay! en la vida ruin que al loco embarga,
y que al cuerdo infeliz de horror consterna,
dulce en el nombre, en realidad amarga,

sólo el dolor con el dolor alterna,
y si al contarla a días es muy larga,
midiéndola por horas es eterna.



Ramón María del Valle Inclán

la trae un cuervo

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡tengo rota la vida! en el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que la obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿dónde gozar de la visión tan pura

que hace hermanas las almas y las flores?
¿dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?



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