Buscar Poemas con Sentía


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Se han encontrado 19 poemas con la palabra sentía

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Abraham Valdelomar

Tristitia

-- de Abraham Valdelomar --

Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía,
el cielo la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría
y la muerte del sol una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado del mar,

y lo que él me dijera aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar...

Poema Tristitia de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Luis Lloréns Torres

el negro

-- de Luis Lloréns Torres --

Niño, de noche lanzábame a la selva,
acompañado del negro viejo de la hacienda,
y cruzábamos juntos la manigua espesa.
Yo sentía el silencioso pisar de las fieras

y el aliento tibio de sus bocas abiertas.
Pero el negro a mi lado era una fuerza
que con sus brazos desgajaba las ceibas
y con sus ojos se tragaba las tinieblas.

Ya hombre, también a la selva del mundo fui
y entre hombres y mujeres de todas las razas viví.
Y también su pisar silencioso sentí.

Y tuve miedo, como de niño... Pero no huí...
Porque en mi propia sombra siempre vi
al negro viejo siempre cerca de mí.

Poema el negro de Luis Lloréns Torres con fondo de libro

Manuel Acuña

Porque dejaste el mundo de dolores

-- de Manuel Acuña --

Porque dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.

Porque en pos de otro mundo y otras flores
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.

Yo te vengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;

que aunque cruel y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es ajena
mejor es el sepulcro que la vida.

Poema Porque dejaste el mundo de dolores de Manuel Acuña con fondo de libro

Jorge Luis Borges

buenos aires

-- de Jorge Luis Borges --

Antes yo te buscaba en tus confines
que lindan con la tarde y la llanura
y en la verja que guarda una frescura
antigua de cedrones y jazmines.
En la memoria de palermo estabas,
en su mitología de un pasado
de baraja y puñal y en el dorado
bronce de las inútiles aldabas,
con su mano y sortija. Te sentía
en los patios del sur y en la creciente
sombra que desdibuja lentamente
su larga recta, al declinar el día.
Ahora estás en mí. Eres mi vaga
suerte, esas cosas que la muerte apaga.



Jorge Luis Borges

simón carbajal

-- de Jorge Luis Borges --

En los campos de antelo, hacia el noventa
mi padre lo trató. Quizá cambiaron
unas parcas palabras olvidadas.
No recordaba de él sino una cosa:
el dorso de la oscura mano izquierda
cruzado de zarpazos. En la estancia
cada uno cumplía su destino:
éste era domador, tropero el otro,
aquél tiraba como nadie el lazo
y simón carvajal era el tigrero.
Si un tigre depredaba las majadas
o lo oían bramar en la tiniebla,
carvajal lo rastreaba por el monte.
Iba con el cuchillo y con los perros.
Al fin daba con él en la espesura.
Azuzaba a los perros. La amarilla
fiera se abalanzaba sobre el hombre
que agitaba en el brazo izquierdo el poncho,
que era escudo y señuelo. El blanco vientre
quedaba expuesto. El animal sentía
que el acero le entraba hasta la muerte.
El duelo era fatal y era infinito.
Siempre estaba matando al mismo tigre
inmortal. No te asombre demasiado
su destino. Es el tuyo y es el mío,
salvo que nuestro tigre tiene formas
que cambian sin parar. Se llama el odio,
el amor, el azar, cada momento.



José Ángel Buesa

era mi amiga

-- de José Ángel Buesa --

Era mi amiga, pero yo la amaba
yo la amaba en silencio puramente,
y mientras sus amores me contaba
yo escuchaba sus frases tristemente.
Era mi amiga, pero me gustaba
y mi afán era verla a cada instante.
Nunca supo el amor que yo albergaba
porque siempre me hablaba de su amante.
Era mi amiga para todo el mundo
porque a nadie mi amor yo confesaba,
pero yo la quería muy profundo
y forzosamente me callaba.
Era mi amiga, y mi cuerpo sentía
estremecer si ella me miraba,
al oírla junto a mí feliz me hacía
más de este amor ella nunca supo nada
y aunque sólo mi amistad yo le ofrecía,
era mi amiga, pero yo la amaba.



José Ángel Buesa

así, verte de lejos

-- de José Ángel Buesa --

Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Así, como el agua que brota de una fuente,
aquellos bellos días ya no pueden volver.
Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.
Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.
Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.



Gutierre de Cetina

contento con el mal de amor vivía

-- de Gutierre de Cetina --

Habiendo el alma en él hábito hecho;
su daño principal ni su provecho
no me alteraba ya, ni lo sentía.
Hora ha querido la desdicha mía
con otro nuevo mal herirme el pecho;
éste me desbarata y me ha deshecho,
mientra menos del otro me temía.
Como enfermo que está ya confiado
que no puede morir de un mal que tiene,
por haberse en el uso así guardado,
cualquier nuevo accidente que le viene,
diferente de aquel que había pensado,
le hace recelar más que conviene.



Gutierre de Cetina

debajo de un pie blanco y pequeñuelo

-- de Gutierre de Cetina --

Tenía el corazón enamorado
vandalio, tan ufano en tal cuidado,
que tiene en poco el mayor bien del suelo.
Cuando movido amor de un nuevo celo,
envidioso de ver tan dulce estado,
mirando el pie hermoso y delicado,
el fuego del pastor muestra de hielo.
En tanto, el corazón que contemplaba
el pie debajo el cual ledo se vía,
con lágrimas de gozo lo bañaba.
Y el alma, que mirando se sentía,
con fogosos suspiros enjugaba
las mancillas que el llanto en el ponía.



Gutierre de Cetina

cuando a escribir de vos el alma mía

-- de Gutierre de Cetina --

Se mueve, tanto que alabar se ofrece
que el ingenio y el arte desfallece
y sólo el desear queda por guía.
Este deseo la tira y la desvía
de cuanto acá hermoso nos parece,
y en la eterna beldad do resplandece
la que vemos acá, mira y porfía.
De aquí nace otro efecto: que mirando
vuestra beldad en la beldad del cielo,
entre las otras puesta en alta cima,
se inflama de otro ardor que sentía cuando
acá os miraba, y de un más limpio celo.
¡Qué el bien más conocido más se estima!



Hernando de Acuña

En extrema pasión vivía contento

-- de Hernando de Acuña --

En extrema pasión vivía contento
por vos, señora, y cuánto más sentía
sólo un mirarme o veros deshacía,
o al menos aliviaba, mi tormento.

Hora quisiste que de fundamento
cayese en tierra la esperanza mía
con declararme lo que no entendía,
de torpe hasta mi entendimiento.

De esto nació un desdén por cuya mano
en término muy corto se ha deshecho
la fábrica que Amor hizo en mil años.

Yo miro, ya seguro desde el llano,
el risco en que me vi y el paso estrecho,
quedando ya seguro de mis daños.



Juan Gelman

en la fecha

-- de Juan Gelman --

Solo de ti, lleno de ti,
esta tarde a las 7,
el ciudadano de tu ausencia
se palpaba la cara, la voz, los papelitos,
deveras comprobando
que tus ruidos andaban por sus huesos
y en general que te habías ido.
Golpeó puertas, teléfonos.
La gran ciudad estaba equivocada sin tu pelo,
señora y él sentía tirones detrás delcorazón.
A lo mejor era el tabaco,
de todos modos yo soy otro:
un pedazo de ti,
alguien a quien castigan puertas, ruidos,
teléfonos,
y, andá a saber por qué,
toda la parentela de la muerte.



Francisco Sosa Escalante

Tu voz

-- de Francisco Sosa Escalante --

Más dulce que la brisa que suspira
Al posarse en el cáliz de las flores,
Más grata que del prado los rumores
Cuando la luz en occidente espira;

Más tierna que los ecos de la lira
Con que cantan su amor los trovadores,
Melodiosa cual de tiernos ruiseñores
La triste queja que el amor inspira.

Llegó á mí tu voz; profunda pena
Mi desgraciado corazón sentía
Y el alma estaba de amargura llena.

De tu voz á la célica armonía
Volvió mi vida á trascurrir serena
"Como otros tiempos, cuando Dios quería."



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo III

-- de Francisco Villaespesa --

Y su voz se esparció, como un aroma
de eternidad: cuando mañana, muerta,
córtame de raíz la cabellera...,
¡No quiero que la tierra se la coma!
y como último don de mis cuidados
para que cuide de tu pobre vida,
colócala en la mano bendecida
la virgen de los desamparados
¡yo no quiero morir, señor, no quiero!
¿qué va a ser de mi amor si yo me muero?
clamó de pronto, pálida y sombría,
y se abrazó a mi cuello sollozando...
¡Y en su trémulo acento se sentía
que hasta la voz estaba agonizando!



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo V

-- de Francisco Villaespesa --

La gente de la casa sollozaba
detrás de la empañada vidriera,
y un acre olor a derretida cera
en el fúnebre ambiente se aspiraba.
El carpintero, impávido, clavaba
aquella negra caja de madera,
y cada golpe de martillo era
puñal que el corazón me traspasaba.
¡Señor, señor! ¿por qué me la has quitado?
al pie de crucifijo, arrodillado
y dando suelta a mi dolor, clamaba...
¡Y hasta el cristo, impasible, parecía
que mi futura soledad sentía
y de dolor sobre la cruz lloraba!



José Martí

en un dulce estupor

-- de José Martí --

En un dulce estupor soñando estaba
con las bellezas de la tierra mía:
fuera, el invierno lívido gemía,
y en mi cuarto sin luz el sol brillaba.
La sombra sobre mí centelleaba
como un diamante negro, y yo sentía
que la frente soberbia me crecía,
y que un águila al cielo me encumbraba.
Iba hinchando este gozo el alma oscura,
cuando me vi de súbito estrechado
contra el seno fatal de una hermosura:
y al sentirme en sus brazos apretado,
me pareció rodar desde una altura
y rodar por la tierra despeñado.



Clemente Althaus

Platonismo

-- de Clemente Althaus --

Tus hechizos, mujer, la eterna Suerte
para blanco creó de mis sentidos:
los ojos me los hizo para verte,
y para oír tu acento mis oídos;
me dio alma para amarte hasta la muerte;
y aún después que estuvieren desunidos
mi alma y mi cuerpo para siempre, espero
que te tengo de amar como primero.
Pienso que te he querido en otro mundo,
y sentí, al encontrarte en esta esfera,
que ese placer tan vivo y tan profundo
yo no sentía por la vez primera:
sentí que en este mi vivir segundo
un recordarte el conocerte era,
y que, tras siglos de una ausencia impía,
a reunir el cielo nos volvía.
Y cuantas veces por vivir yo muera
y para morir luego cobre vida,
volando de una esfera en otra esfera,
tantas habrás de ser por mi querida;
yo pasaré la eternidad entera
en adorarte, sin que Dios divida,
en su viaje infinito por los cielos,
tan amantes espíritus gemelos.



Ramón López Velarde

en el piélago veleidoso

-- de Ramón López Velarde --

En el piélago veleidoso
entré a la vasta veleidad del piélago
con humos de pirata...
Y me sentía ya un poco delfín
y veía la plata
de los flancos de la última sirena,
cuando mi devaneo
anacrónico viose reducido
a un amago humillante de mareo.
Mas no guardo rencor
a la inestable eternidad de espuma
y efímeros espejos.
Porque sobre ella fui como una suma
de nostalgias y arraigos, y sobre ella
me sentí, en alta mar,
más de viaje que nunca y más fincado
en la palma de aquella mano impar.



Ricardo Jaimes Freyre

lo fugaz

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún más que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.



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