Buscar Poemas con Riberas


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Se han encontrado 31 poemas con la palabra riberas

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Lope de Vega

En las riberas del Egipcio Nilo

-- de Lope de Vega --

En las riberas del egipcio Nilo,
cuando los hombres desde lejos huele,
imitando sus quejas, llorar suele
con triste voz el falso cocodrilo.

Y tú que imitas su engañoso estilo,
quieres que con tu llanto me desvele,
pues cuando veo que mi mal te duele,
por ti llorando el corazón distilo.

Voy a tus manos, porque al fin me obliga
la vista de tus lágrimas traidoras,
blandas llamando, agradeciendo ingratas.

¡Oh fiera en condición, y en llanto amiga!,
si me quieres matar, ¿por qué me lloras?
y si me has de llorar, ¿por qué me matas?

Poema En las riberas del Egipcio Nilo de Lope de Vega con fondo de libro

Alfonsina Storni

Soy esa flor

-- de Alfonsina Storni --

Tu vida es un gran río, va caudalosamente,
A su orilla, invisible, yo broto dulcemente.
Soy esa flor perdida entre juncos y achiras
Que piadoso alimentas, pero acaso ni miras.

Cuando creces me arrastras y me muero en tu seno,
Cuando secas me muero poco a poco en el cieno;
Pero de nuevo vuelvo a brotar dulcemente
Cuando en los días bellos vas caudalosamente.

Soy esa flor perdida que brota en tus riberas
Humilde y silenciosa todas las primaveras.

Poema Soy esa flor de Alfonsina Storni con fondo de libro

Lope de Vega

¿Adónde vas con alas tan ligeras

-- de Lope de Vega --

«¿Adónde vas con alas tan ligeras,
del hemisferio nuestro al tuyo opuesto,
divino sol en el Orïente puesto,
dónde fuera más justo que nacieras?»

Apenas te gozaron las riberas
del Tajo, a ser tu antípoda dispuesto,
cuando las cubres de ciprés funesto,
robando en ti sus verdes primaveras.

«Los duros jaspes, los rebeldes bronces,
se ablandan escuchando mis enojos;
dime, pues ya te vas, si podré verte».

Así Fabio lloraba. Albania entonces
miróle, y quiso hablar, cerró los ojos,
y respondiole lo demás la Muerte.

Poema ¿Adónde vas con alas tan ligeras de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Cadenas desherradas, eslabones

-- de Lope de Vega --

Cadenas desherradas, eslabones,
tablas rotas del mar en sus riberas,
tronchadas astas de alabardas fieras,
reventados mosquetes y cañones;

ruinas de batidos torreones
a cuya vista forma blancas eras
el labrador, jirones de banderas,
abollados sangrientos morriones;

jarcias, grillos, reliquias de estandartes,
cárcel, mar, guerra, Argel, campaña y vientos
muestran en tierra o templos suspendidos.

Y así mis versos en diversas partes
mi amor cautivo, el mar de mis tormentos
y la guerra mortal de mis sentidos.



Lope de Vega

Tu ribera apacible, ingrato río

-- de Lope de Vega --

Tu ribera apacible, ingrato río,
y las orillas que en tus ondas bañas,
se vuelven peñas cóncavas y extrañas,
y fuego tu licor sabroso y frío.

Abrase un rayo tu frescor sombrío,
los rojos lirios y las verdes cañas,
niéguente el agua sierras y montañas,
y sólo te acompañe el llanto mío.

Hasta la arena, que al correr levantas
se vuelvan fieros áspides airados;
mas, ¡ay!, ¡cuán vana maldición espera!,

que cuando en ti mi sol baño sus plantas,
con ofenderla tú, dejó sagrados
lirios, orilla, arena, agua y riberas.



Lope de Vega

Vos, de Pisuerga nuevamente Anfriso

-- de Lope de Vega --

Vos, de Pisuerga nuevamente Anfriso,
vivís, claro Francisco, las riberas,
las plantas atrayendo, que ligeras
huyeron de él, con vuestro dulce aviso.

Yo triste en vez de Dafne a Cipariso
tuerzo en la frente, y playas extranjeras
a vista de las ánglicas banderas
donde Carlos tomó su empresa, piso.

Vos coronado de la excelsa planta
por quien suspira el sol, no veis, Francisco,
si canta la Sirena o Circe encanta.

Y yo sin mí y sin vos atado a un risco,
no habiendo hurtado al sol la llama santa,
sustento de mi sangre un basilisco.



Manuel del Palacio

Idilio

-- de Manuel del Palacio --

Ayer cuando la aurora amanecia
Me salí por la Cuesta de la Vega,
Y al arenal que Manzanares riega
Fuí buscando deleite y poesía.

En sus riberas plácidas dormía
La hermosa Tisbe, que de amores ciega,
Por su galán Alfinto no sosiega,
A quien vió en el cuartel de artillería.

Sola estaba la pobre, y descuidada
Ver me dejó bajo su manta rota
Un pié, más que el mayor una pulgada.

Alzóse en esto, se apretó la bota,
Y á los cielos lanzando una mirada,
Soltó la manta y se quedó en pelota.



Jorge Isaacs

A orillas del torrente

-- de Jorge Isaacs --

Del raudal rumoroso en las riberas
Mirábamos del sol la última luz
En las copas jugar de las palmeras,
Y abajo, en lejanía,
Con los oleajes de la mar bravía
En el confín del horizonte azul.

Pálida cual los nardos que en su frente
Ajaba el frenesí de mi pasión,
Arrojando el más bello a la corriente,
"Mira, dijo, ya en vano
Resistir quiero a tu poder ufano...
El raudal eres tú, yo soy la flor".

Trébol silvestre su sepulcro alfombra
Do en mis brazos durmió junto al raudal,
Y las palmeras que voluble sombra
Nos dieron en los días
De juventud y locas alegrías,
Sombra al sepulcro solitario dan!



Diego Hurtado de Mendoza

Domado ya el Oriente, Saladino

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Domado ya el Oriente, Saladino,
Desplegando las bárbaras banderas
Por la orilla del Nilo, le convino
Asentar su real en las riberas.

Lenguas le rodeaban lisonjeras,
Compaña que á los reyes de contino
Sola sigue en las burlas y en las veras,
Loándoles el bueno y mal camino.

Contaban el Egipto sojuzgado,
Francia rota y el mar Rojo en cadena
Mostrábanle su ejército y poder.

Respondióles: «Aquí se puede ver
Dónde acabó su gloria, en esta arena,
El gran Pompeo, muerto y no enterrado.»



Arturo Borja

A Lola Guarderas de Cabrera

-- de Arturo Borja --

Te haré una rima de encaje con sutil hilo de luna,
cantaré a tus ojos puros una canción de cristal
y soñaré con el coro de tus cabellos en una
mañana primaveral.
(...)
Te evocaré yo a la grupa de un negro corcel de ensueño.
Conducido por el mago caballero Lohengrín.
Tendrán tus hondas pupilas ese místico beleño
de las vírgenes del Rhin.

Serás una dogaresa veneciana. Por la noche
te cantará barcarolas algún pobre trovador,
y se unirá a la del bardo que te dice su reproche
la canción del ruiseñor.
(...)
...Y repasando tus sueños por ignoradas, riberas, .
En la tarde, bajo el fuego del crepúsculo estival,
recordarás a un bohemio que un día quiso que oyeras
una canción de cristal.



Octavio Paz

agua nocturna

-- de Octavio Paz --

La noche de ojos de caballo que tiemblan en la noche,
la noche de ojos de agua en el campo dormido,
está en tus ojos de caballo que tiembla,
está en tus ojos de agua secreta.
Ojos de agua de sombra,
ojos de agua de pozo,
ojos de agua de sueño.
El silencio y la soledad,
como dos pequeños animales a quienes guía la luna,
beben en esos ojos,
beben en esas aguas.
Si abres los ojos,
se abre la noche de puertas de musgo,
se abre el reino secreto del agua
que mana del centro de la noche.
Y si los cierras,
un río, una corriente dulce y silenciosa,
te inunda por dentro, avanza, te hace oscura:
la noche moja riberas en tu alma.



Juan Bautista Arriaza

Tres años de proezas singulares

-- de Juan Bautista Arriaza --

¡Tres años de proezas singulares,
sitios, asaltos, lides carniceras,
en que del corso las legiones fieras
el acero español siega a millares!

¡Hallarse, Iberia, yermos tus hogares,
o en ellos luto y quejas lastimeras;
de tus hijos por todas las riberas
bajando sangre a enrojecer los mares!

¡Ver la flor de Aragón y de Castilla
que al cautiverio la cerviz prosterna,
primero que al tirano la rodilla!

¿Y a tanto honor con frases de taberna
la gacetera chusma aún amancilla?
¡Raza de Juan Frerón serás eterna!



Gerardo Diego

el ciprés de silos

-- de Gerardo Diego --

El ciprés de silos
a ángel del río
enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de silos.



Gutierre de Cetina

a don jerónimo de urrea

-- de Gutierre de Cetina --

Ni la africana sierra excelsa y brava,
ni las bárbaras armas, crudas, fieras,
ni tu sangre esparcida en sus riberas,
que el cielo de la honra derramaba,
ni la furia cruel que trastornaba
ante ti tantas naves y galeras,
ni el viento que en el campo las banderas
del fiero marte a su pesar postraba,
ni la gálida espada y torre fuerte,
ni en dura el duro asalto y duro hado,
contra del cual no hay fuerza que resista,
pudieron por más mal darte la muerte,
iberino pastor desventurado,
y agora mueres de una dulce vista.



Hernando de Acuña

Faetón

-- de Hernando de Acuña --

Con tal instancia siempre demandaba
el gobierno del sol por solo un día,
que, aunque no convenirle conocía,
Febo al hijo Faetón se lo otorgaba.

Ya el carro y los caballos le entregaba
con que la luz al mundo repartía,
poniéndole delante el mal que habría
si en el camino o en el gobierno erraba.

Mas él, de la oriental casa salido,
fue el orbe y hemisferio traspasando
con furia y con desorden tan extraña,

que el carro, los caballos y él, perdido,
sobre el lombardo Po cayó, abrasando
riberas, aguas, montes y campaña.



Salvador Díaz Mirón

En el álbum de la señorita Ana Markoe

-- de Salvador Díaz Mirón --

Espléndida rosa de mágico prado
que entreabre sus hojas al sol del amor,
eso eres, Anita. Yo soy, a tu lado,
la espina en la rosa, la nube en el sol.

Dejé mis riberas, mi nido de palma,
colgado de un árbol dejé mi rabel;
tendí en el espacio las alas de mi alma
y llego y murmuro mi nombre a tus pies.

Es flor de los cielos la pálida estrella,
es flor de las ondas la espuma del mar,
es flor del recuerdo mi dulce querella,
es flor que se muere si en tu alma no está.



Antonio Machado

A José María Palacio

-- de Antonio Machado --

Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aun las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá en el cielo de Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas florecidas
entre las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra...
Baeza, 29 de Abril de 1913



Antonio Machado

He andado muchos caminos

-- de Antonio Machado --

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.



Antonio Ros de Olano

En el nacimiento del Ebro

-- de Antonio Ros de Olano --

Aquí do nacen del íbero río,
en breve cuna, claras las primeras
ondas que allá tan turbias y altaneras
mueren bebidas por el mar bravío:

¡Arpa del triste sentimiento mío!
Si desterrada como yo no fueras,
negaras a estas plácidas riberas
el grave acento en que mis penas fío.

¡Ay! que los dos lloramos adorando,
arpa, la gloria y la ambición frustradas,
y en tanto van las ondas caminando...

Mas míralas, que corren afanadas
al mar, que es tumba y fin de su fortuna,
cual lo es de mi ambición su pobre cuna.



Miguel Moreno

Es él

-- de Miguel Moreno --

¿Quién es aquel que tétrico
y solitario vive
en las riberas áridas
de ese desierto mar,
y que con mano trémula
sobre la arena escribe?
¿Por qué le miro pálido
alguna vez llorar?

Es él, poeta lírico
de corazón ardiente,
que sueña con las sílfides
y vive del amor;
y un día y otro inspírase
en su castalia fuente:
la fuente de las lágrimas,
la fuente del dolor.



Juana Rosa de Amézaga

Al despertar (Amézaga)

-- de Juana Rosa de Amézaga --

Dejan las aves el nocturno abrigo
de las vecinas y coposas frondas,
y con sus trinos de placer adulan
a la naciente y sonrosada aurora.

Engastadas en nítido rocío,
bellas se ostentan las gentiles rosas,
y envidiando su aroma delicioso,
lucen sus galas las cucardas rojas.

Cerca se escucha el majestuoso ruido
que hacen del mar las bullidoras olas,
y al retirarse, cual de blancas perlas,
con sus espumas las riberas bordan.

¡Oh! ¡Cuánto goza en este cuadro el alma
si lo contempla recogida y sola!
Y Dios parece que al oído le habla
en tan solemne y apacible hora.

Para la mente que inquietud agita,
es lo que fresca, deliciosa copa,
para el enfermo que la fiebre siente,
en sus entrañas y abrasada boca.

Mi amante pecho dilatarse siento
viendo, Señor, de tu poder las obras;
y al contemplarlas con filial confianza,
mi humilde labio tu grandeza adora.



Julia de Burgos

ya no es mío mi amor

-- de Julia de Burgos --

Si mi amor es así, como un torrente,
como un río crecido en plena tempestad,
como un lirio prendiendo raíces en el viento,
como una lluvia íntima,
sin nubes y sin mar...

Si mi amor es de agua,
¿por qué a rumbos inmóviles lo pretenden atar?

si mi amor rompe suelos,
disuelve la distancia como la claridad,
ataja mariposas al igual que luceros,
y cabalga horizontes como cruza un rosal...

Si el universo es átomo siguiéndome las alas,
¿por qué medirme el trino cuando rompe a cantar?

si mi amor ya no es mío,
es yo misma borrando las riberas del mar,
yo inevitablemente y fatalmente mía,
germinándome el alma en mis albas de paz...

Si mi amor ya no roza fronteras con mi espíritu,
¡qué canción sin su vida puede ser en mi faz?

¡si mi amor ya no es mío!
es tonada de espumas en los labios del mar...



Julio Flórez

tus ojos

-- de Julio Flórez --

Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar hondos y puros,
ojos como las selvas de los andes:
misteriosos fantásticos y oscuros.
Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rastro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares.
Miradme con amor, eternamente,
ojos de melancólicas pupilas,
ojos que semejáis bajo su frente,
pozos de aguas profundas y tranquilas.
Miradme con amor, ojos divinos,
que adornáis como soles su cabeza,
y, encima de sus labios purpurinos,
parecéis dos abismos de tristeza.
Miradme con amor, fúlgidos ojos,
y cuando muera yo, que os amo tanto
verted sobre mis lívidos despojos,
el dulce manantial de vuestro llanto.
Julio flórez



Julio Flórez

Tus ojos (Julio Flórez)

-- de Julio Flórez --

Poem

Ojos indefinibles, ojos grandes, como el cielo y el mar hondos y puros, ojos como las selvas de los Andes: misteriosos, fantásticos y oscuros.

Ojos en cuyas místicas ojera se ve el rostro de incógnitos pesares, cual se ve en la aridez de las riberas la huella de las ondas de los mares.

Miradme con amor, eternamente, ojos de melancólicas pupilas, ojos que semejáis bajo su frente, pozos de aguas profundas y tranquilas.

Miradme con amor, ojos divinos, que adornáis como soles su cabeza, y, encima de sus labios purpurinos, parecéis dos abismos de tristeza.

Miradme con amor, fúlgidos ojos, y cuando muera yo, que os amo tanto verted sobre mis lívidos despojos, el dulce manantial de vuestro llanto!



Evaristo Carriego

Funerales báquicos

-- de Evaristo Carriego --

Ayer en la taberna, tristemente,
un borracho, pontífice del vino,
decía a otro borracho impenitente,
bebiendo el primer vaso matutino:

Yo llevo en mi interior un silencioso
Genio o Poder que nunca me abandona:
Enemigo ignorado y fastidioso
que mis heridas de placer encona,
volcando el agua fuerte
del Odio y del Pesar. (Esa agua abunda
en las foscas riberas de la Muerte
y es en el riego del dolor fecunda.)

Por eso mismo tengo indefinibles
rebeldías de lucha delirante
que sólo me hacen ver los imposibles
donde cae el Esfuerzo a cada instante,
torturado y vencido



Evaristo Ribera Chevremont

sinfonía en azul

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Voy cosechando azules en el azul escueto
de la zona del trópico. Los campos, invadidos
por vegetales masas, denuncian el secreto
de abril, el de los fuertes y lúbricos sentidos.

Por tanto azul, los aires se muestran exaltados;
palpita, en expansiones gozosas, la arboleda;
y revélanse lúcidos e hirvientes los poblados,
de los que se desprende brillante polvareda.

Vibra el azul, nutrido de fuerzas y alborozos,
sobre la verde isla; refulgen escarlatas.
Esplenden amarillos y azules. Toques mozos
tienen en los jardines las resurrectas matas.

Algunas flores, túmidas y azules sus corolas,
se inmergen en las luces magnéticas del día.
En las riberas cálidas su azul curvan las olas.
Dice el azul su aérea, compleja sinfonía.



Francisco de Quevedo

parnaso español 4

-- de Francisco de Quevedo --

Las selvas hizo navegar, y el viento
al cáñamo en sus velas respetaba,
cuando, cortés, anhélito tasaba
con la necesidad del movimiento.
Dilató su victoria el vencimiento
por las riberas que el danubio lava;
cayó áfrica ardiente; gimió esclava
la falsa religión en fin sangriento.
Vio roma en la desorden de su gente,
si no piadosa, alegre valentía,
y de españa el rumor sosegó ausente.
Retiró a solimán, temor de hungría,
y por ser retirada más valiente,
se retiró a sí misma el postrer día.



Francisco Sosa Escalante

A la srita. M.....

-- de Francisco Sosa Escalante --

En tu edad infantil, amiga mía,
Con intensa emoción te contemplaba,
Si tu planta gentil se deslizaba
En las riberas de la mar bravía.

Tu mano diminuta recogia
Conchas de nácar que la mar lanzaba,
Y la ola blanca que tu pié besaba
Temerosa á mis brazos te traia.

Entónces se fijaba con anhelo
En el oscuro porvenir mi mente,
Pensando en sus borrascas y su duelo;

Y al ver hoy tu beldad resplandeciente
Tiemblo al mirarte y le demando al cielo
Que jamás el dolor nuble tu frente.



Francisco Sosa Escalante

Darío Mazuera

-- de Francisco Sosa Escalante --

Un ave huyendo la tormenta impía
Que recio rebramaba allí en su suelo,
El nido abandonó, tendiendo el vuelo
A las riberas de mi patria un día.

En sus cantos, raudales de armonía
Dulce vertió con incesante anhelo,
Y en el pensil de Yucatan el cielo
Encontró del amor que apetecía.

¡Mas ay! el ave que del Cauca vino,
Era un ave á morir predestinada
De ardiente juventud en el camino.

Sorda rugió la tempestad airada
Para cumplirse su fatal destino,
Y yace ruiseñor en tumba helada.



Clemente Althaus

Deseo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Pláceme contemplar desde la playa
el infinito mar que me convida
a que del patrio suelo me despida
y a otras riberas venturosas vaya.

Del lejano horizonte tras la raya,
al umbral de otro mundo parecida,
tal vez mas dulce placentera vida
y mas felices moradores haya.

Oh naves que a la aurora, al occidente,
al sur partís y al septentrión, ¡quién fuera
con vosotras! Mas ¡ay! que solamente

me es dado vuestra rápida carrera
seguir con la mirada y con la mente:
¡Y la dicha tal vez allá me espera!



Clemente Althaus

Dido a Eneas

-- de Clemente Althaus --

Y ¡partes y me dejas, enemigo!
Y, por más que a tus plantas en un lago
de lágrimas ardientes me deshago,
¡ablandar tus entrañas no consigo!

¡Oh de tanta merced inicuo pago!
Aquí náufrago y prófugo y mendigo
llegaste, ingrato, y yo partí contigo
mi lecho y el imperio de Cartago.

¡Ah! pues no basta a detenerte nada,
permitan las deidades justicieras
que, al presentarse al fin a tu mirada

de esa tu ansiada Italia las riberas,
súbita tempestad hunda tu armada,
y, como yo, desesperado mueras.



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Ariiba