Buscar Poemas con Pureza


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Se han encontrado 59 poemas con la palabra pureza

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César Vallejo

deshora

-- de César Vallejo --

Deshora
pureza amada, que mis ojos nunca
llegaron a gozar. Pureza absurda!
yo sé que estabas en la carne un día,
cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.
Pureza en falda neutra de colegio;
y leche azul dentro del trigo tierno
a la tarde de lluvia, cuando el alma
ha roto su puñal en retirada,
cuando ha cuajado en no sé qué probeta
sin contenido una insolente piedra.
Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
párpados ciegos en purpúreas bordas.
Oh, pureza que nunca ni un recado
me dejaste, al partir del triste barro
ni una migaja de tu voz; ni un nervio
de tu convite heroico de luceros.
Alejáos de mi, buenas maldades,
dulces bocas picantes...
Yo la recuerdo al veros oh, mujeres!
pues de la vida en la perenne tarde,
nació muy poco pero mucho muere!

Poema deshora de César Vallejo con fondo de libro

Jorge Riechmann

7

-- de Jorge Riechmann --

Nunca, jamás me vuelva a decir nadie
que el fin justifica los medios
o sintiéndolo mucho no respondo de mis fines
ni de mis medios
ni muchísimo menos de mis actos.
*
Cierto que hay ansias de pureza
neuróticas. Seguro
que lo son casi todas las ansias de pureza.
Pero no lo es menos que la mierda mancha.

Poema 7 de Jorge Riechmann con fondo de libro

Francisco Villaespesa

pureza de jazmines

-- de Francisco Villaespesa --

¡jazminero, tan frágil y tan leve
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!...
Tu pureza me evoca aquella breve
mano de espumas y de encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.
Con su blancura a tu blancura iguala;
con tus piedades sus piedades glosas...
Como tú, tiene el corazón florido;
y, también como tú, también exhala
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido.

Poema pureza de jazmines de Francisco Villaespesa con fondo de libro

José Martí

es verdad...

-- de José Martí --

Es verdad. Si la máscara discreta
oculta su tormento al corazón:
nadie sabe el abismo que el poeta
en los dinteles de la vida vio.
De verde fue, magnifico y sencillo
a un suave amor su cuerpo sacudir,
y tenderse, cruzado pajecillo,
como en un nido fresco un colibrí.
De verle fue, con férvida elocuencia,
ruiseñor vocinglero, arrebatar
y luego, junto al libro de la ciencia,
¡perdonar, sonreír, aletear!
fue la pública fama su riqueza,
un martirio celeste su blasón,
y más que oro brillaba su pureza
a la luz de aquel sol que es más que sol.
Dicen que la malvada baila en fiestas
y en calma escucha el sueño de macbeth;
dicen que rompe al son de las orquestas
su corona primera de mujer:
crece a la par de la gentil doncella
el árbol puro del primer amor:
pero, sépalo al fin la infame aquella:
la pureza no da más que una flor.
El pobre mozo, los heroicos labios
pliega, como quien quiere sonreír
y en pie, volviendo a sus infolios sabios
¡adiós! llorando dice al mes de abril.



Alfonsina Storni

Naturaleza mía

-- de Alfonsina Storni --

Naturaleza mía, la que fuera
Como pesada abeja en primavera,
Ociosa y hecha para siestas de oro,
Voraz, aletargable, mudadera.

Bajo las tardes cálidas, dormida
De amor, ya el nuevo amor te daba brida,
Y tú arrastrabas un pesado cuerpo,
Pesado por el zumo de la vida.

¿Qué hice de tí? Para enfrentar tus males
Sobre tus formas apreté sayales,
Y en flagelarte puse empeño tanto
Que hoy filosofas junto a los rosales.

Disminuida, atáxica, robada,
En tu pura pureza violada,
Miras te baten palmas los sensatos
Con tu ya blanca y última mirada.



Lope de Vega

quien dice que en mujeres no hay firmeza

-- de Lope de Vega --

Quien dice que en mujeres no hay firmeza,
no os puede haber, señora, conocido,
ni menos el que dice que han nacido
de un parto la crueldad y la belleza.
Un alma noble, una real pureza
de un cuerpo de cristal hicieron nido;
el mismo ser está con vos corrido,
y admirada de sí naturaleza.
Firme sois, y mujer, si son contrarios,
hoy vuestro pecho con victoria quede,
de que es sujeto que los ha deshecho.
Bronce, jaspe, metal, mármoles parios,
consume el tiempo; vuestro amor no puede:
que es alma de diamante en vuestro pecho.



Lope de Vega

Espíritus sanguíneos vaporosos

-- de Lope de Vega --

Espíritus sanguíneos vaporosos
suben del corazón. A la cabeza,
y, saliendo a los ojos, su pureza
pasan a los que miran, amorosos.

El corazón, opuesto, los fogosos
rayos sintiendo en la sutil belleza,
como de ajena son naturaleza,
inquiétase en ardores congojosos.

Esos puros espíritus que envía
tu corazón al mío, por extraños
me inquietan, como cosa que no es mía.

Mira, Juana, qué amor; mira qué engaños;
pues hablo en natural filosofía
a quien me escucha jabonando paños.



Lope de Vega

Pedro, a la sangre que por vos vertida

-- de Lope de Vega --

Pedro, a la sangre que por vos vertida
mostró para su fe tanta firmeza,
ofrece la católica nobleza
la limpia suya, a vuestros pies rendida.
De las cuatro azucenas guarnecida,
que dejó de Domingo la pureza,
esta Junta os elige por cabeza
puesto que la tenéis tan dividida.
Tended vuestro crucígero labaro,
Capitán general desta milicia,
que contra el fiero apóstata levanta.
La fe de vuestra muerte, ejemplo raro;
pues para el tribunal de su justicia
hizo las gradas vuestra sangre santa.



Luis Cañizal de la Fuente

carrer del pou dolç

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Carrer del pou dolç
alegre y errabundo
sales de pozos lóbregos,
entras
al pañuelo del aire,
que te torea, muy considerado,
con flámula de seda
ligeramente húmeda.
Y cuando lo respiras, cuando embistes
hacia adentro, bebiendo
su sabor a placenta, a plaza lenta,
a pureza corrupta,
percibes que es verdad, que ahí está
el toro ensabanado de la mar,
sus delicados dedos sudorosos
y su toque en la sien.
Por la noche se encorva, se doblega
a entrar en la caverna de mi olfato
(o convertido en cuervo
da un apretón jovial de pico y ala
a mi torso, a mi pecho, y un mantazo
de talante torero tolerante
a mis pulmones) muy bienhumorado.
Torero del calor aceitunado
de la noche y la mar en barcelona.



Luis Palés Matos

sabado de gloria

-- de Luis Palés Matos --

Esta mañana loca de campana,
y una como alegría retozona,
rebosa rica limpidez cristiana
en su franca pureza de madona.

¡Cristo, cristo! resuena en la pradera
la elocuencia de abril. Toma estas flores;
colna me las brindó en la primavera
y ellas pueblan de triunfo mis ardores...

Cristo mira las almas sonriendo;
en sus sonrisas inquietantes, mudas,
un calor de entusiasmo se deslíe;

mientras todo ridículo, corriendo
sobre un pellejo hecho pollino, judas
al verse tan estúpido, se ríe.



Manuel del Palacio

La bandera española

-- de Manuel del Palacio --

De rojo y amarillo está partida;
Dice el rojo del pueblo la fiereza;
El amarillo copia la riqueza
Con que su fértil suelo nos convida.

Plegada alguna vez, jamás rendida,
Ningún borrón consiente su pureza:
Y aun al mirarla doblan la cabeza
Los que á su sombra fiel hallan cabida.

Si hoy, como en otra edad, al mundo entero
Leyes no dicta desde polo á polo,
Ni el sol la manda su fulgor primero,

Cuando con vil traición ó torpe dolo
Pisarla intente audaz el extranjero,
¡Teñida la vereis de un color solo!



Josefina Pla

soy

-- de Josefina Pla --

Carne transida, opaco ventanal de tristeza,
agua que huye del cielo en perpetuo temblor;
vaso que no ha sabido colmarse de pureza
ni abrirse ancho a los negros raudales del horror.

¡Ojos que no sirvieron para mirar la muerte,
boca que no ha rendido su gran beso de amor!
manos como dos alas heridas: ¡diestra inerte
que no consigue alzarse a zona de fulgor!

planta errátil e incierta, cobarde ante el abrojo,
reacia al duro viaje, esquiva al culto fiel;
¡rodillas que el placer no hincó ante su altar rojo,
mas que el remordimiento no ha logrado vencer!

garganta temerosa del entrañable grito
que desnuda la carne del último dolor:
¡lengua que es como piedra al dulzor infinito
de la verdad postrera dormida en la pasión!

haz de inútiles rosas, agostándose en sombra,
pozo oculto que nunca abrevó una gran sed;
prado que no ha podido amansarse en alfombra,
¡pedazo de la muerte, que no se sabe ver!



César Vallejo

Trilce: LXVIII

-- de César Vallejo --

Estamos a catorce de Julio.
Son las cinco de la tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más de abajo ay para arriba.

Dos lagunas las manos avanzan
de diez en fondo,
desde un martes cenagoso que ha seis días
está en los lagrimales helado.

Se ha degollado una semana
con las más agudas caídas; hase hecho
todo lo que puede hacer miserable genial
en gran taberna sin rieles. Ahora estamos
bien, con esta lluvia que nos lava
y nos alegra y nos hace gracia suave.

Hemos a peso bruto caminado, y, de un solo
desafío,
blanqueó nuestra pureza de animales.
Y preguntamos por el eterno amor,
por el encuentro absoluto,
por cuanto pasa de aquí para allá.
Y respondimos desde dónde los míos no son los tuyos
desde qué hora el bordón, al ser portado,
sustenta y no es sustentado. (Neto.)

Y era negro, colgado en un rincón,
sin proferir ni jota, mi paletó,
a
t
o
d
a
s
t
A



César Vallejo

romería

-- de César Vallejo --

Romería
pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.
Pasamos juntos. Las muertas
almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos ópalos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde
frágil de un montón de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde,
afila de cada lágrima
un diente hostil.
Y un soldado, un gran soldado,
heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la vida.
Pasamos juntos, muy juntos,
invicta luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.



César Vallejo

estamos a catorce de julio

-- de César Vallejo --

lxviii
estamos a catorce de julio.
Son las cinco de la tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más de abajo ay para arriba.
Dos lagunas las manos avanzan
de diez en fondo,
desde un martes cenagoso que ha seis días
está en los lagrimales helado.
Se ha degollado una semana
con las más agudas caídas; hase hecho
todo lo que puede hacer miserable genial
en gran taberna sin rieles. Ahora estamos
bien, con esta lluvia que nos lava
y nos alegra y nos hace gracia suave.
Hemos a peso bruto caminado, y, de un solo
desafío,
blanqueó nuestra pureza de animales.
Y preguntamos por el eterno amor,
por el encuentro absoluto,
por cuanto pasa de aquí para allá.
Y respondimos desde dónde los míos no son los tuyos
desde qué hora el bordón, al ser portado,
sustenta y no es sustentado. (Neto.)
Y era negro, colgado en un rincón,
sin proferir ni jota, mi paletó,
a
t
o
d
a
s
t
a



César Vallejo

Romeria

-- de César Vallejo --

Pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.

Pasamos juntos. Las muertas
almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos ópalos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde
frágil de un montón de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde,
afila de cada lágrima
un diente hostil.

Y un soldado, un gran soldado,
heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la Vida.

Pasamos juntos, muy juntos,
invicta Luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.



Delmira Agustini

La sed

-- de Delmira Agustini --

-Tengo sed, sed ardiente- dije a la maga, y ella
me ofreció de sus néctares-. Eso no: ¡me empalaga!-
Luego una rara fruta, con sus dedos de maga
exprimió en una copa, clara como una estrella;

y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé.- ¡Es dulce, dulce! Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga-.
Vi pasar por los ojos del hada una centella.

Y por un verde valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara corriente de diamantes.
-¡Bebe!- dijo. Yo ardía; mi pecho era un fragua.

Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
¡Oh frescura!, ¡oh pureza!, ¡oh sensación divina!
-Gracias, maga; y bendita la limpieza del agua.



Delmira Agustini

Nocturno (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

Engarzado en la noche el lago de tu alma,
diríase una tela de cristal y de calma
tramada por las grandes arañas del desvelo.

Nata de agua lustral en vaso de alabastros;
espejo de pureza que abrillantas los astros
y reflejas la cima de la Vida en un cielo...
Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros,
voy manchando los lagos y remontando el vuelo.



Arturo Borja

Dos viajes

-- de Arturo Borja --

Mes de alegría. Brisas de aromas
y melodías tuvo al llegar;
galas variadas las mariposas,
pureza el fuego, grandeza el mar;
y esas lágrimas
que no son tristes,
¡la mocedad!

Mes de tristeza. La calavera
tuvo el misterio en su mirar;
monotonía los arenales,
fin presto el humo, pena el llegar;
y esa sonrisa
que no es alegre,
¡la ancianidad!



Pablo Neruda

soneto lxxviii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxviii
no tengo nunca más, no tengo siempre. En la arena
la victoria dejó sus pies perdidos.
Soy un pobre hombre dispuesto a amar a sus semejantes.
No sé quién eres. Te amo. No doy, no vendo espinas.
Alguien sabrá tal vez que no tejí coronas
sangrientas, que combatí la burla,
y que en verdad llené la pleamar de mi alma.
Yo pagué la vileza con palomas.
Yo no tengo jamás porque distinto
fui, soy, seré. Y en nombre
de mi cambiante amor proclamo la pureza.
La muerte es sólo piedra del olvido.
Te amo, beso en tu boca la alegría.
Traigamos leña. Haremos fuego en la montaña.



Pablo Neruda

soneto xlii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Radiantes días balanceados por el agua marina,
concentrados como el interior de una piedra amarilla
cuyo esplendor de miel no derribó el desorden:
preservó su pureza de rectángulo.
Crepita, sí, la hora como fuego o abejas
y es verde la tarea de sumergirse en hojas,
hasta que hacia la altura es el follaje
un mundo centelleante que se apaga y susurra.
Sed del fuego, abrasadora multitud del estío
que construye un edén con unas cuantas hojas,
porque la tierra de rostro oscuro no quiere sufrimientos
sino frescura o fuego, agua o pan para todos,
y nada debería dividir a los hombres
sino el sol o la noche, la luna o las espigas.



Pedro Antonio de Alarcón

A Carmen, al piano

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

No mujer... ¡Hada eres! Si amorosa
las manos tiendes al callado viento,
en él despiertas lánguido concierto
como la brisa en arpa melodiosa.

No mujer, bella Carmen... Eres diosa;
y de tu rostro el celestial portento
irradia el infinito sentimiento,
ser de tu ser, inspiración hermosa.

No mujer... ¡Eres ángel! Tu pureza
eclipsa la del sol: la sensitiva
no es como tú modesta y delicada.

Yo admiro arrebatado tu grandeza;
pero calla mi voz, no osando altiva
cantar a la que es ángel, diosa y hada.



Pedro Soto de Rojas

Ausentándose por no ofenderla

-- de Pedro Soto de Rojas --

Hermosa Fénix, si la luz serena
de vuestros claros ojos no abrasara,
su pureza devoto contemplara,
que al no encendido, al temerario enfrena;

mas si mi vista enciende y desordena,
cual suele el viento y fuego a polvo y vara,
si, aunque se oculta, sierpe ostenta clara
purpúrea rosa y cándida azucena,

¿cómo queréis que mire vuestros ojos
menos que con intento así advertido?
Ausente estoy mejor, si os causo enojos:

adiós, Fénix, adiós, que voy perdido;
huyendo voy de amor y sus antojos,
mas, ay, que viene a la memoria asido.



José Zorrilla

aparta de tus ojos la nube perfumada

-- de José Zorrilla --

Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, maría, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el páramo está.
Tú, bálsamo de mirra; tú, cáliz de pureza;
tú, flor de paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
Tú eres, oh maría!, un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el edén tocar.
Impela, oh madre augusta!, tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.



José Zorrilla

a maría plegaria

-- de José Zorrilla --

Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, maría, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el paraíso está.
Tú, bálsamo de mirra; tú, cáliz de pureza:
tú, flor del paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
Tú eres ¡oh maría! un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el edén tocar.
Impela ¡oh madre augusta! tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.



Gaspar María de Nava Álvarez

Pintura del cruel estado de un celoso

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Así como el bridón noble y fogoso
al eco del clarín, que el aire hiende,
la crin encrespa, las orejas tiende
y a veces la menea presuroso,

enhiesta la cerviz, el polvoroso
suelo a patadas deshacer pretende,
tasca el duro bocado, que le ofende,
se inquieta y combatir desea ansioso,

se encuentra aquel amante desdichado,
que en su pecho los celos aposenta
y vive con sospechas alarmado.

Porque todo lo agita, le impacienta,
hasta que llega a ver desengañado
con pureza su honor, falsa su afrenta.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xcv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

La gota de rocío que en el cáliz
duerme de la blanquísima azucena,
es el palacio de cristal en donde,
vive el genio feliz de la pureza.
Él le da su misterio y poesía;
él, su aroma balsámico le presta.
¡ Ay de la flor, si de la luz al beso
se evapora esa perla!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica frente,
una azucena tronchada
me pareces.
Porque al darte la pureza,
de que es símbolo celeste,
como a ella te hizo dios
de oro y de nieve.



Gutierre de Cetina

es lo blanco castísima pureza

-- de Gutierre de Cetina --

Amores significa lo morado;
crudeza o sujeción es lo encarnado;
negro obscuro es dolor, claro es tristeza;
naranjado se entiende que es firmeza;
rojo claro es venganza, y colorado
alegría; y si obscuro es lo leonado,
congoja, claro es señoril alteza;
es lo pardo trabajo, azul es celo;
turquesado es soberbia; y lo amarillo
es desesperación; verde esperanza.
Y de esta suerte, aquél que niega el cielo
licencia en su dolor para decillo,
lo muestra sin hablar por semejanza.



Salvador Díaz Mirón

mudanza

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... La sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.



Salvador Díaz Mirón

La nube (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

¿Qué te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?
Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire. Verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos...
¡Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!



Salvador Díaz Mirón

Mudanza (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía,
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... La sombra y el ansia y el desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.



Salvador Díaz Mirón

Vigilia y sueño

-- de Salvador Díaz Mirón --

La moza lucha con el mancebo
-su prometido y hermoso efebo-
y vence a costa de un traje nuevo.

Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.

Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.

Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrojos, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aún desvestida se quema y suda.

Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.

Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto.

¡Sueña que yace sujeta y sola
en un celaje que se arrebola,
y que un querube llega y la viola!



Salvador Rueda

sonetos III

-- de Salvador Rueda --

Porque de ti se vieron adorados,
tengo un vaso de lirios juveniles:
unos visten pureza de marfiles;
los otros terciopelos afelpados.

Flores que sienten, cálices alados
que semejan tener sueños sutiles,
son los lirios, ya blancos y gentiles,
ya como cardenales coagulados.

Cuando la muerte vuelva un ámbar de oro
tus largas manos de ilusión que adoro,
iré lirios en ellas a tejerte.

Y mezclarán sus tallos quebradizos
con sus dedos cruzados y pajizos,
¡que fingirán los lirios de la muerte!

10



Vicente Gallego

¿dónde

-- de Vicente Gallego --

A franciso díaz de castro
donde ya no hay palabras,
donde sopla el silencio su cristal
y lo afina en la copa del consuelo;
donde el llanto se rinde, desoído en su fe,
a su duro esqueleto de alegría;
donde el hueso y la carne,
donde el dolor y el miedo callan sordos;
donde se vio atendida
un instante en su afán nuestra plegaria.
Sobre la misma muerte,
en su podrida turba, en su fermento oscuro,
donde arraiga, carnívora,
la fiera flor solar de estar con vida.
En el ciego entusiasmo, en la pureza:
donde tan sólo fuimos
¿dónde?
pobres almas de dios,
sólo polvo feliz
que la tormenta eleva sobre el mundo,
suplicante
relámpago
de amor,
eléctrica belleza sin custodio.



Antonio-Plaza-Llamas

a una niña

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Niña gentil que a la vida
despertaste alegre ayer,
como en oriente despierta
la luz al amanecer.

Niña, que del oro cielo
viniste al mundo a caer,
como aljofarada gota
del nítido rosicler.

Y en inmaculada cuna
te remeciste después,
como ilusión que se mece
del sueño al dulce vaivén.

Niña de cabellos de oro
y de labios de clavel
son de rosa tus mejillas
es de raso tu alba tez.

Es tu sonrisa inconsciente,
de ángel tu mirada es,
y como brilla una estrella
brilla el candor en tu sien.

Dichosa tú que del mundo
pasando vas el dintel,
sin sospechar que las flores
espinas tienen también.

En mi canto, bella niña,
le ruego al dios de israel,
que la virtud de tus años
tierno, en otros te dé.

Para que ese mundo, nunca,
con su lodo y fetidez,
ensucie de tu pureza
el blanquísimo glasé;

qué siempre tú, mariposa
en primoroso vergel
hueles y en las flores halles
ánforas ricas de miel;

que dé calor a tus alas
el santo sol de la fe,
y que jamás una espina
tus alas llegue a romper.



Mario Benedetti

la roca

-- de Mario Benedetti --

La indiferencia de la roca
me conmueve
y me aplaza
cómo irme desgranando
hora a hora
pestaña tras pestaña
pellejo tras pellejo
ante ese paradigma
de tesón
y pureza
no obstante apuesto a que
la indiferencia de la roca
quiere comunicarnos
una alarma infinita



Marqués de Santillana

Cuando yo veo a la gentil criatura

-- de Marqués de Santillana --

Cuando yo veo a la gentil criatura
que el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura.
El punto y hora de tanta belleza

me demostraron, y su hermosura,
que sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
y plango y quéjome de su crueza.

Que no fue tanta la del mal Thereo,
ni hizo la de Achila y de Potino,
falsos ministros de ti, Ptholomeo.

Así que lloro mi servicio indigno
y la mi loca fiebre, pues que veo
y me hallo cansado y peregrino.



Juan Gelman

el juego en que andamos

-- de Juan Gelman --

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.



Juan Zorrilla de San Martín

Vestales

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

Tomo tus flores secas; pienso y lloro...
Al reclinar en ellas mi cabeza,
¿por qué siento un almohada de pureza,
de frescura, de aroma, de ilusión?
Es que el recuerdo y el tranquilo llanto,
vestales que custodian los amores,
dan vida y dan perfumes a las flores
que la nieve del tiempo marchitó.



Julia de Burgos

canción desnuda

-- de Julia de Burgos --

Despierta de caricias,
aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.
Estremecida y tenue sigo andando en tu imagen.
¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo!

de mi se huyeron horas de voluntad robusta,
y humilde de razones, mi sensación dejaron.
Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.
¡Yo fui la vida, amado!
la vida que pasaba por el canto del ave
y la arteria del árbol.

Otras notas más suaves pude haber descorrido,
pero mi anhelo fértil no conocía de atajos:
me agarré a la hora loca,
y mis hojas silvestres sobre ti se doblaron.

Me solté a la pureza de un amor sin ropajes
que cargaba mi vida de lo irreal a lo humano,
y hube de verme toda en un grito de lágrimas,
¡en recuerdo de pájaros!

yo no supe guardarme de invencibles corrientes
¡yo fui la vida, amado!
la vida que en ti mismo descarriaba su rumbo
para darse a mis brazos.



Evaristo Ribera Chevremont

definición

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La frente, el ojo, el cuello y el cabello.
Fúlgidos oros el cabello exuda.
En luz desnuda el cuello se desnuda.
En luz desnuda se desnuda el cuello.

No sé que gracias a su gracia anuda
el semblante elegido, que no hay sello
que no sea de gracia en cuanto es bello
en la belleza sin posible muda.

No hay muda en la belleza. La mirada
-claror del ojo-, en honda y desvelada
dulzura, ciñe mundos de pureza.

No hay muda en la belleza. Consecuente
con sus tantas virtudes. Ojo y frente,
cabello y cuello en perennal belleza.



Evaristo Ribera Chevremont

lengua castellana

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La lengua que arropara de vocablos mi cuna
es la lengua brotada del solar de castilla.
Del romancero a lope, sin dejadez ninguna,
ofrécese en romance, soneto y redondilla.

Ni un átomo en mi forma corporal es reacio
al toque rutilante, musical y perfecto
de la lengua que en libro, cuartilla o cartapacio
le da, por su pureza, vigores al concepto.

Levántase la lengua de clásicos sabores
en los pergeñadores ciertos de la belleza.
Los doctores del canto, los puristas mayores,
me la sirven en cláusulas de altitud y justeza.

La lengua -voz de siglos-. A mi verbo se enlaza.
No habrán de destruirla, porque es la mejor parte
-lo substancial, lo eterno- del todo de mi raza.
Y mi raza es, en todo, fe, dolor, amor, arte.



Fernando de Herrera

Aquí donde florece la belleza

-- de Fernando de Herrera --

Aquí donde florece la belleza,
en cuyo dulce fuego el Amor prueba
su flecha y mil trofeos nobles lleva,
vi de mi luz serena la pureza.

Mi bien, que fue el valor y su grandeza,
en mi memoria mísera renueva,
y entre pasado afán y cuita nueva
no espero algún remedio a mi tristeza.

De mi gloria ¡oh dichoso antiguo puesto!
¡Cuál desigual semblante en ti contemplo!
¡Cuán gran mudanza aflige la alma mía!

Oscuro el día, y siempre el sol molesto
te hiera, y seas de mi mal ejemplo
hasta que en ti renazca mi alegría.



Fernando de Herrera

En tu cristal movible la belleza

-- de Fernando de Herrera --

En tu cristal movible la belleza
veo, Nereo padre, figurada
de mi luz, que de rayos coronada,
muestra alegre su gracia y su grandeza.

Tus ondas vibran y arden con la alteza
de la llama titania, y la rosada
frente alabo, y de púrpura imitada
en ellas, y de nieve la pureza.

Si alzo al polo los ojos, donde junto
te pinta su color, presente miro
de mi lucero el dulce ardor florido.

Y dudoso del bien, al mismo punto
vuelvo, y en tu fulgente ponto admiro
su esplendor, y en el cielo dividido.



Francisco Sosa Escalante

A la Sra. A...

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si te es amarga la verdad, perdona;
Mas permite que te diga mi cariño
Que te alejes de aquí; te aguarda el niño
Que es de una madre la mejor corona.

Quien de modestia y de virtud blasona,
No há menester tan esmerado aliño,
Ni sus formas blanquísimas de armiño
A las torpes miradas abandona.

Vaso es que guarda celestial perfume
De la mujer casada la belleza,
Para el santuario del hogar tan solo.

Aléjate de aquí, pues se consume
Del corazón amante la pureza.
En donde imperan la lisonja, el dolo.



Francisco Sosa Escalante

Epitalamio (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Luce en tu frente la corona diva,
Nieve que en oro tu cabello engasta,
La corona nupcial, enseña casta
Que en tí el fulgor de la hermosura aviva.

Con hojas de la verde siempreviva
Permite que la adorne; pues no basta
Tanta dicha gozar, si al fín se gasta,
Si no es eterna, si en el bien no estriba.

Hoy que en tu sien alabastrina pone
Esa diadema Amor, á mi terneza
Este recuerdo tu bondad perdone:

Es un cielo el hogar, si la belleza
Dulce y amante su dintel traspone
Llevando por tesoro la pureza.



Francisco Sosa Escalante

Júpiter y Leda

-- de Francisco Sosa Escalante --

De Leda, ninfa de hechicero encanto,
Quiso el rey de los dioses, cierto dia,
Alcanzar el amor; mas ella, fría
Oyó del dios el amoroso canto.

Ni los ruegos de Júpiter, ni el llanto,
Vencer lograron á la ninfa impía
Que, fuerte, su pureza defendía
Y no dejaba del pudor el manto.

De cisne entonces Júpiter vestido
A la ninfa llegó; de su blancura
Prendóse Leda y le abrigó en su seno...

¡Oh niña encantadora! no en olvido
Pongas, que infame el seductor procura
Llegar á la beldad con manto ajeno.



Francisco Villaespesa

el caimán

-- de Francisco Villaespesa --

En la paz celestial de las alturas,
cual velos de quiméricas huríes,
nubes blancas, doradas, carmesíes,
despliegan sus eternas vestiduras.
Garzas de epitalámicas blancuras,
guacamayos, centzontles, colibríes,
enjoyan la floresta de rubíes,
topacios, perlas y amatistas puras.
En la ilusión de la corriente brilla
un zafiro de mística pureza...
Cruzan nubes moradas, rojas, gualdas...
Y en la arena de oro de la orilla,
al sol, la incuria de un caimán, bosteza
resplandores de vivas esmeraldas.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita X

-- de Francisco Villaespesa --

Para cantar mi mente quiero un verso pagano;
un verso que refleje la cándida tristeza
del azahar, que, trémulo, deshoja su pureza
a las blancas caricias de una tímida mano.
No amortajad mi cuerpo con el sayal cristiano;
ceñid de rosas blancas mi juvenil cabeza,
y prestadme un sudario digno por su riqueza
de envolver a un fastuoso emperador romano.
¡Que abra la cruz sus brazos en negra catacumba!
yo amo al sol, luz y vida, y quiero que en mi tumba
brotes, cual dulces versos, las más fragantes flores.
Y que al son de la flauta y del sistro, en la quieta
tarde, las locas vírgenes tejan danzas de amores
en torno de la estatua de su muerto poeta.



Blanca Andreu

y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones

-- de Blanca Andreu --

i
pues la encina, ¿qué sabría
de la muerte sin mí?
claudio rodríguez
y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones
mientras aullaban los príncipes sapos y los armiños se escondían entre el trigo
y corría la sangre como una estatua rota en el oro del musgo y de la nieve
y potros como pajes delgadísimos se quemaban sobre la tierra espesa
y el unicornio joven hablaba de arte y prefería a tiépolo y todo era pálido y cortés
y corría la sangre más niña sobre cabalgaduras encendidas
y los dulces lebreles inventaban el fuego pulsando caza calcinada, ardor y soledad.
Se tiñeron los muros de cárdeno cruel, las murallas del mundo de un rojo que no existe,
y caían mis manos como presas y víctimas,
sollozaban por ellas los topos en mística ceguera y los lagartos.
Y fue la sangre pureza potencial,
dolor, ciencia y heráldica violenta
mientras las águilas dormían la primavera lejana.



Carolina Coronado

flor de pureza

-- de Carolina Coronado --

¡oh de la madre tierra
hija mimada, fruto delicioso,
que en su espíritu encierra
hechizo venturoso,
divino ardor, perfume glorioso!
flor a mí consagrada,
corona de mis sienes, perla mía,
la sola gloria amada
que mi ambición ansía,
luna en mi noche, sol claro en mi día
¿dónde estás ¡ay!, adónde
la cabeza gentil triste reclinas?
¿qué huerto, di, me esconde
las luces argentinas
con que mis ciegos ojos iluminas?
yo fiel a la ternura
que el señor hacia ti me inspiraría
guardé, en el alma pura
los halagos que un día
sólo a tu frente amada rendiría...
¿Por qué vio la mañana
antes que yo tu dulce risa amante?
oruguilla liviana;
¿por qué aspiro un instante
tu pura esencia ni tu luz brillante?
¿por qué ora el sol te abrasa?
¿por qué a tu cabellera el aire toca?
¿por qué el insecto pasa
y atrevido coloca
sus alas donde yo puse mi boca...?



Carolina Coronado

a emilio dormido

-- de Carolina Coronado --

¡cuál brilla su alba frente
de angélica pureza!...
¡Cuál vierte su mejilla
el candor infantil!
exhalan el aliento
sus labios bulliciosos
más dulce que las auras
del aromado abril.
Entre rosado velo
de púrpura y de flores
protege su descanso
el ángel de la paz.
Y vaga cariñoso
en torno de su cuna
y halaga blandamente
su adormecida faz.
Y coronó su lecho
de blancas azucenas,
y coronó su frente
de rosas y azahar.
Silencio... Que no turbe
ninguna voz humana
su plácido sosiego,
su blando dormitar.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad vii

-- de Claudio Rodríguez --

vii
¡sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!
ritual arador en plena madre
y en pleno crucifijo de los campos,
¿tú sabías?: llegó, como en agosto
los fermentos del alba, llegó dando
desalteradamente y con qué ciencia
de la entrega, con qué verdad de arado.
Pero siempre es lo mismo: halla otros dones
que remover, la grama por debajo
cuando no una cosecha malograda.
¡Arboles de ribera lavapájaros!
en la ropa tendida de la nieve
queda pureza por lavar. ¡Ovarios
trémulos! yo no alcanzo lo que basta,
lo indispensable para mis dos manos.
Antes irá su lunación ardiendo,
humilde como el heno en un establo.
Si nos oyeran...Pero ya es lo mismo.
¿Quién ha escogido a este arador, clavado
por ebria sembradura, pan caliente
de citas, surco a surco y grano a grano?
abandonado así a complicidades
de primavera y horno, a un legendario
don, y la altanería de mi caza
librando esgrima en pura señal de astros...
¡Sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!



Clemente Althaus

La oración (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Ya de suena de la santa Ave María
la solemne campana, que el ocaso
llorar parece del lejano día:
Como de encanto súbito por caso,
Sucede hondo silencio de repente,
al urbano bullicio; el presto paso
detiene al son la pasajera gente,
que con rápida mano la cabeza
a los cielos descubre reverente;
y la salutación gloriosa reza
con que el arcángel anunció a María
que, sin perder su virginal pureza,
en sus entrañas Dios encarnaría;
y Lima toda, de silencio llena,
en su santo pensamiento se une pía.
Mas rápida cambiar se ve la escena,
cuando cesan las santas campanadas;
y ya de nuevo donde quiera suena
el rumor de coloquios y pisadas.



Ramón López Velarde

A una pálida

-- de Ramón López Velarde --

Vos una claridad y yo una sombra

E. ROSTAND

Dama de las eternas palideces,
con tu mirar tranquilo me pareces,
irradiando destellos de pureza
el hada del país de la tristeza.

Eres la imagen del dolor que implora,
y por eso mi pecho que te adora,
al mirar tu expresión contemplativa
te juzga una madona pensativa.

Tú despertaste mi pasión temprana,
y de mi juventud en la mañana
como un ensueño bondadoso fuiste
regando flores en mi senda triste.

Únjame la caricia de tu mano
y tus ojos que buscan el arcano
báñenme con tu luz, mientras me abismo
en sueños de inefable misticismo.

Pero ¡ay! que no podrá mi idolatría
tener la suerte de llamarte mía,
y seguiré tu amor a los reflejos
de una esperanza que me mira lejos.

Mas nunca te daré la despedida,
que en el rudo combate de la vida
me quedará, si tu cariño pierdo,
la amorosa penumbra del recuerdo.



Ramón López Velarde

Canonización

-- de Ramón López Velarde --

Primer amor, tú vences la distancia,
Fuensanta, tu recuerdo me es propicio.
Me deleita de lejos la fragancia
que de noche se exhala de tus tiestos,
y en pago de tan grande beneficio
te canonizo en estos
endecasílabos sentimentales.

A tu virtud mi devoción es tanta
que te miro en el altar, como la santa
Patrona que veneran tus zagales,
y así es como mis versos se han tornado
endecasílabos pontificales.

Como risueña advocación te he dado
la que ha de subyugar los corazones:
permíteme rezarte, novia ausente,
Nuestra Señora de las Ilusiones.

¡Quién le otorgara al corazón doliente
cristalizar el infantil anhelo,
que en su fuego romántico me abrasa,
de venerarte en diáfano capelo
en un rincón de la nativa casa!

Tanto se contagió mi vida toda
del grave encanto de tus ojos místicos,
que en vano espero para nuestra boda
alguna de las horas de pureza
en que se confortó mi gran tristeza
con los primeros panes eucarísticos.



Ramón López Velarde

Elogio a Fuensanta

-- de Ramón López Velarde --

Tú no eres en mi huerto la pagana
Rosa de los ardores juveniles;
Te quise como a una dulce hermana

Y gozoso dejé mis quince abriles.
Cual un ramo de flores de pureza
Entre tus manos blancas y gentiles.

Humilde te ha rezado mi tristeza,
Como en los pobres templos parroquiales
El campesino ante la virgen reza.

Antífona es su voz, y en los corales
De tu mística boca he descubierto
El sabor de los besos maternales.

Tus ojos tristes, de mirar incierto,
Recuérdanme dos lámparas prendidas
En la penumbra de un altar desierto.

Las palmas de tus manos son ungidas
Por mi, que provocando tus asombros
Las beso en las ingratas despedidas.

Soy débil, y al marchar por entre escombros
Me dirige la fuerza de tu planta
Y reclino las sienes en tus hombros.

Nardo es tu cuerpo y tu virtud es tanta
Que en tus brazos beatíficos me duermo
Como sobre los senos de una Santa.

¡Quien me otorgara en mi retiro yermo
Tener, Fuensanta, la condescendencia
De tus bondades a mi amor enfermo
Como plenaria y última indulgencia!



Ricardo Güiraldes

El nido (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Donde más alto trepa la sierra, un pico agudo y liso apunta al cielo su puñalada de piedra.

El sol y el viento se astillan entre sus riscos.

Y si la nieve, en su base, le circunda con regio fulgor de pureza, emerge más frío, más puro; severo e inconmovible, en su negrura lustrosa.

Cuando la amenaza de enorme cilindro rojizo rueda del horizonte, como un toldo que se corriese sobre el mundo, las cosas todas se quejan, en terror de espera; la tierra empalidece a la amenaza brutal de la tormenta. Entonces un punto negro aparece en el espacio, crece y crece, mientras, en impetuosas curvas, viene ampliando la espiral de su vuelo.

Es el Cóndor.

El viento chirría en sus rehacias plumas. Y súbitamente, cerrando las alas, desciende en perpendicular hacia la cima, como un pedazo de infinito que cayera sobre tierra.

París, 1912.



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