Buscar Poemas con Nadando


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra nadando

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Emilio Bobadilla

Matar

-- de Emilio Bobadilla --

¡En medio de la brega coger al enemigo,
la yugular cortarle o sacarle las tripas,
y ser de otros crímenes análogos testigo
y fumarse tranquilo después una o dos pipas!

¡La muerte es a la vida un llamamiento ardiente
y la vida es absurdo, injusticia, atropello,
es dar un quiebro diario al Destino inconciente,
y estar nadando siempre con el agua hasta el cuello!

Maldecir de la guerra, provocando la guerra,
—la guerra es un delito cuando da en descalabro—
¡qué paradoja irónica tan evidente encierra!

¿Por qué su pensamiento tras la justicia esconde?
¡Oh guerrero que mueres, matando! ¡Qué macabro
placer que a tus instintos destructores responde!

Poema Matar de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Julián del Casal

crepuscular

-- de Julián del Casal --

Como vientre rajado sangra el ocaso,
manchando con sus chorros de sangre humeante
de la celeste bóveda el azul raso,
de la mar estañada la onda espejeante.
Alzan sus moles húmedas los arrecifes
donde el chirrido agudo de las gaviotas,
mezclado a los crujidos de los esquifes,
agujerea el aire de extrañas notas.
Va la sombra extendiendo sus pabellones,
rodea el horizonte cinta de plata,
y, dejando las brumas hechas jirones,
parece cada faro flor escarlata.
Como ramos que ornaron senos de ondinas
y que surgen nadando de infecto lodo,
vagan sobre las ondas algas marinas
impregnadas de espumas, salitre y yodo.
Ábrense las estrellas como pupilas,
imitan los celajes negruzcas focas
y, extinguiendo las voces de las esquilas,
pasa el viento ladrando sobre las rocas.

Poema crepuscular de Julián del Casal con fondo de libro

Octavio Paz

sonetos ii

-- de Octavio Paz --

El mar, el mar y tú, plural espejo,
el mar de torso perezoso y lento
nadando por el mar, del mar sediento:
el mar que muere y nace en un reflejo.
El mar y tú, su mar, el mar espejo:
roca que escala el mar con paso lento,
pilar de sal que abate el mar sediento,
sed y vaivén y apenas un reflejo.
De la suma de instantes en que creces,
del círculo de imágenes del año,
retengo un mes de espumas y de peces,
y bajo cielos líquidos de estaño
tu cuerpo que en la luz abre bahías
al oscuro oleaje de los días.

Poema sonetos ii de Octavio Paz con fondo de libro

Gutierre de Cetina

sabe dios sin saber de vos deseo

-- de Gutierre de Cetina --

Y témolo saber más que la muerte:
ved, señora, cuál es mi mala suerte,
de qué contrarios tormentar me veo.
De no saber de vos tan mal poseo
que en fiera rabia el desear convierte;
y por no saber nueva en que no acierte,
el triste desear huyo y rodeo.
Así el que ve la nave irse abrasando,
estando dentro en ella en la batalla,
modo para salvarse anda buscando;
mas doquiera que va su muerte halla:
el enemigo, el contrastar nadando;
y en la nave ella viene sin buscalla.



Gutierre de Cetina

leandro que de amor en fuego ardía

-- de Gutierre de Cetina --

Puesto que a su deseo contrastaba
el fortunoso mar que no cesaba,
nadando a su pesar, pasar quería.
Mas viendo ya que el fin de su osadía
a la rabiosa muerte lo tiraba,
mirando aquella torre donde estaba
hero, a las fieras ondas se volvía;
a las cuales con ansia enamorada
dijo: «pues aplacar furor divino
enamorado ardor no puede nada,
»dejadme al fin llegar de este camino
pues poco ha de tardar, y a la tornada
secutad vuestra saña y mi destino».



Antonio-Plaza-Llamas

nada

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Nadaba entre la nada. Sin empeño
a la vida, que es nada, de improviso
vine a soñar que soy; porque dios quiso
entre la nada levantar un sueño.

Dios, que es el todo y de la nada es dueño,
me hace un mundo soñar, porque es preciso;
el siendo dios, de nada un paraíso
formó, nadando en eternal ensueño.

¿Qué importa que en la nada confundida
vuelva a nadar, al fin, esta soñada
vil existencia que la nada olvida,
nada fatal de la que fue sacada?
¿qué tiene esta ilusión que llaman vida?
-nada en su origen. - ¿ Y en su extremo? - ¡nada!



Julia de Burgos

proa de mi velero de ansiedad

-- de Julia de Burgos --

¡si fuera todo mar,
para nunca salirme de tu senda!

¡si dios me hiciera viento,
para siempre encontrarme por tus velas!

¡si el universo acelerara el paso,
para romper los ecos de esta ausencia!

cuando regreses, rodará en mi rostro
la enternecida claridad que sueñas.
Para mirarte, amado,
en mis ojos hay público de estrellas.

Cuando me tomes, trémulo,
habrá lirios naciendo por mi tierra,
y algún niño dormido de caricia
en cada nido azul que te detenga.

Nuestras almas, como ávidas gaviotas,
se tenderán al viento de la entrega,
y yo, fuente de olas, te haré cósmico...
¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!

recogeremos albas infinitas,
las que duermen al astro en la palmera,
las que prenden el trino en las alondras
y levantan el sueño de las selvas.

En cada alba desharemos juntos
este poema exaltado de la espera,
y detendremos de emoción al mundo
al regalo nupcial de auroras nuestras.



Julia de Burgos

no hay abandono

-- de Julia de Burgos --

Se ha muerto la tiniebla en mis pupilas,
desde que hallé tu corazón
en la ventana de mi rostro enfermo.

¡Oh pájaro de amor,
que trinas hondo, como un clarín total y solitario
en la voz de mi pecho!
no hay abandono...
Ni habrá miedo jamás en mi sonrisa.

¡Oh pájaro de amor,
que vas nadando cielo en mi tristeza...!
Más allá de tus ojos
mis crepúsculos sueñan bañarse en tus luces...

¿Es azul el misterio?

asomada en mi misma contemplo mi rescate,
que me vuelve a la vida en tu destello...



Francisco de Quevedo

parnaso español 14

-- de Francisco de Quevedo --

Tú, en cuyas venas caben cinco grandes,
a quien hace mayores tu cuchilla,
eres adelantado de castilla,
y, en el pliego, adelantado en flandes.
Aguarda la victoria que la mandes:
que tu ejemplo sin voz sabe rejilla;
y pues desprecias miedos de la orilla,
nadando es justo que en elogios andes.
No de otra suerte cesar, animoso,
del rubicón los rápidos raudales
penetró con denuedo generoso.
Fueron, sí, las acciones desiguales;
pues en el corazón suyo, ambicioso,
eran traidoras, como en ti leales.



Carlos Guido y Spano

Amira

-- de Carlos Guido y Spano --

¿Conocéis a la rubia y tierna Amira?
¡Qué belleza, qué flor, qué luz, qué fuego!
Su andar se ajusta al ritmo de la lira,
Hay en su voz la suavidad de un ruego.

El flamenco nadando en la laguna
Entre el verde juncal, no es más gallardo:
Espira un vago resplandor de luna,
Tiene la fresca palidez del nardo.

Hace soñar; la mente se colora
De su candor al virginal destello;
Se sueña con las rosas, con la aurora,
Con las hebras de luz de su cabello.

Parece que un espíritu celeste
Siguiéndola invisible la perfuma,
Y que su blanca y ondulante veste
Por el aire agitada hiciese espuma.

Ayer la vi pasar en lontananza,
E imaginó mi alma entristecida,
Era el ángel de la última esperanza
Que buscaba, el sepulcro de mi vida.



Clemente Althaus

Ansia del cielo

-- de Clemente Althaus --

Tal vez el cielo, que por noble patria
confiesa el alma, y sin cesar la llora,
doloroso contemplo y pensativo,
desde este triste valle de miseria
do prisionero vivo;
cual desde orilla mora,
en encendidas lágrimas deshecho,
mirar solía el Español cautivo
os verdes campos de su dulce Iberia,
al otro lado del hercúleo estrecho;
y, cual sus lazos destrozar ansiaba
para volver nadando a sus hogares,
las cadenas romper de la materia
así entonces anhela el alma esclava,
desnudándose fuerte
del natural espanto de la muerte.



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