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Octavio Paz

iii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Iii
mira el poder del mundo,
mira el poder del polvo, mira el agua.
Mira los fresnos en callado círculo,
toca su reino de silencio y savia,
toca su piel de sol y lluvia y tiempo,
mira sus verdes ramas cara al cielo,
oye cantar sus hojas como agua.
Mira después la nube,
anclada en el espacio sin mareas,
alta espuma visible
de celestes corrientes invisibles.
Mira el poder del mundo,
mira su forma tensa,
su hermosura inconsciente, luminosa.
Toca mi piel, de barro, de diamante,
oye mi voz en fuentes subterráneas,
mira mi boca en esa lluvia oscura,
mi sexo en esa brusca sacudida
con que desnuda el aire los jardines.
Toca tu desnudez en la del agua,
desnúdate de ti, llueve en ti misma,
mira tus piernas como dos arroyos,
mira tu cuerpo como un largo río,
son dos islas gemelas tus dos pechos,
en la noche tu sexo es una estrella,
alba, luz rosa entre dos mundos ciegos,
mar profundo que duerme entre dos mares.
Mira el poder del mundo:
reconócete ya, al reconocerme.

Poema iii. bajo tu clara sombra de Octavio Paz con fondo de libro

Lope de Vega

píramo triste, que de tisbe mira

-- de Lope de Vega --

Píramo triste, que de tisbe mira
teñido en sangre el negro manto, helose;
vuelve a mirar, y sin morir muriose,
esfuérzase a llorar, tiembla y suspira.
Ya llora con piedad y ya con ira;
al fin para que el alma en paz repose,
sobre la punta de la espada echose
y, sin partir el alma, el cuerpo espira.
Tisbe vuelve y le mira apenas, cuando
arroja el blanco pecho al hierro fuerte,
más que de sangre de piedad desnudo.
Píramo, que su bien mira espirando,
diose prisa a morir, y así la muerte
juntó los pechos, que el amor no pudo.

Poema píramo triste, que de tisbe mira de Lope de Vega con fondo de libro

Santiago Montobbio

detrás del cristal

-- de Santiago Montobbio --

Detrás del cristal
pero se ve, pero se mira e, incluso,
aunque sólo sea sombra, se respira.
Lo sé al compás del silencio y con madre lluvia.
Lo sé y lo sé dormido. Detrás del cristal, denuevo alcohol
los astillados ojos y siendo otro en un bar gris
o absurdo: ahora es otro nombre de nunca,
ahora te lo regalo, ahora es mentira,
acaso para mí ya no tú sino nadie abraza
y aunque ceniza es cada amor, cada palabra,
aún se ve o se mira, se ve, mira, se mira
y acaso mañana descubra similares castigos
en la infamia de una vida
que incansablemente
me atardece.

Poema detrás del cristal de Santiago Montobbio con fondo de libro

Blanca Andreu

amor mío, mira mi boca de vitriolo

-- de Blanca Andreu --

Amor mío, mira mi boca de vitriolo
y mi garganta de cicuta jónica,
mira la perdiz de ala rota que carece de casa y muere
por los desiertos de tomillo de rimbaud,
mira los árboles como nervios crispados del día
llorando agua de guadaña.
Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril,
también en la capilla del espejo esto veo,
y no puedo pensar en las palomas que habitan la palabra alejandría,
ni escribir cartas para rilke el poeta.



Lope de Vega

El cuerpo de Faetón Climene mira

-- de Lope de Vega --

El cuerpo de Faetón Climene mira,
orillas del Erídano arrojado,
en cuyo pecho mísero, abrasado,
aún dura el fuego de quien humo espira.

Y dice así: «La tierra humilde mira,
hijo famoso, el pensamiento honrado,
con que, de las estrellas abrazado,
a gobernar la luz del cielo aspira».

Murmura en fin que temerario alzaste
vuelo imposible al sol de quien caíste,
cuyos rayos intrépido miraste.

«Dirá que ciego y ambicioso fuiste,
pero no negará que confirmaste,
muerto en el cielo, que del sol naciste».



Líber Falco

Para no pensar lo que debes pensar

-- de Líber Falco --

Para no pensar lo que debes pensar
para no decirte lo que debes decirte,
ibas mirando algo que no existe.
Pero debes pensar y oír como se debe.

Mira los árboles.
Tienen hojas verdes ahora
y tú no las has mirado.
Palpaste más de una vez sus troncos
viste latir y subir su savia
Mira sus hojas ahora.

Qué manía tienes.
Quieres estar en el fondo de las cosas
quieres ver las hojas cuando no existen
todavía.
Te quedarás ciego así, confundido;
olvidarás el verde
la forma de toda cosa, morirás.
Olvidarás todo así, todo.
Mira las hojas.
Tienen forma de hojas
y son verdes.



José Ángel Buesa

muchacha sin amor

-- de José Ángel Buesa --

Mira esa lenta nube, mira esa flor lozana,
mira el agua del río que murmura a tus pies...
Pero piensa en lo poco que va a quedar mañana
de todo lo que hoy ves.
Piensa que el tiempo pasa por tus manos vacías
igual que esa corriente que no vuelve jamás;
y la flor y la nube se van como tus días,
y tú también te vas.
Por eso, hunde tus manos en el agua del río,
y sonríe a las nubes y ve a cortar la flor,
y llena con un sueño tu corazón vacío,
muchacha sin amor...



Anónimo

Seducción de la Cava

-- de Anónimo --

Amores trata Rodrigo,
descubierto ha su cuidado;
a la Cava se lo dice
de quien anda enamorado;
-Mira, Cava; mira, Cava;
mira, Cava, que te hablo;
darte he yo mi corazón
y estaría a tu mandado.
La Cava, como es discreta,
a burlas lo habla echado;
respondió muy mesurada
y el gesto muy abajado:
-Como lo dice tu alteza,
debe estar de mí burlando;
no me lo mande tu alteza,
que perdería gran ditado.
Don Rodrigo le responde
que conceda en lo rogado.
Ella hincada de rodillas,
él estala enamorando;
sacándole está aradores
de las sus jarifas manos.
Fuese el rey dormir la siesta,
por la Cava había enviado;
cumplió el rey su voluntad
más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España
por aquel tan gran pecado.
La malvada de la Cava
a su padre lo ha contado.
Don Julián, que es traidor,
con los moros se ha concertado
que destruyen España
por le haber así injuriado.



Juan Ramón Jiménez

hojillas nuevas (a isoldita esplá)

-- de Juan Ramón Jiménez --

(a isoldita esplá)
¡mira por los chopos
de plata cómo trepan al cielo niños de oro!
y van mirando al cielo
y suben, los ojos en el azul, con frescos sueños.
¡Mira por los chopos
de plata cómo llegan al cielo niños de oro!
y el azul de sus bellos
ojos y el cielo se tocan... ¡Son uno ojos y cielo!
¡mira, por los chopos
de plata, cómo cojen el cielo niños de oro!



Adelardo López de Ayala

Aviso a mi persona

-- de Adelardo López de Ayala --

Adelardo, sutiliza;
investiga; inquiere; vela;
tu fiereza martiriza...
¡Mira que el odio te cela;
mira que la envidia atiza
la leña de su candela!

¡Nada importa que te estés
encerrado en tu aposento,
si allí te entregas después
a uno y otro pensamiento....
Y al empeño en que te ves
no te dedicas atento!

¡Aunque te encierres un mes,
ese desvanecimiento
no es trabajar!... ¡Antes es
holgar sin remordimiento!



Amado Nervo

obsesión

-- de Amado Nervo --

Hay un fantasma que siempre viste
luctuosos paños, y con acento
cruel de hamlet a ofelia triste,
me dice: ¡mira, vete a un convento!
y me horroriza prestarle oídos,
pues al conjuro de su palabra
pueblan mi mente descoloridos
y enjutos frailes de faz macabra;
y dicen salmos penitenciales
y se flagelan con cadenillas,
y los repliegues de sus sayales
semejan antros de pesadillas...
En vano aquella visión resiste
el alma, loca de sufrimiento;
los frailes rondan, la voz persiste,
y como hamlet a ofelia triste,
me dice: ¡mira, vete a un convento!



Lope de Vega

Al sol que os mira, por miraros, miro

-- de Lope de Vega --

Al sol que os mira, por miraros miro,
que pienso que la luz de vos tomando,
en sus rayos la vuestra estoy mirando,
y luego de dos soles me retiro.

Águila soy, a salamandra aspiro;
este Dédalo Amor me está animando;
pero anochece y, como estoy llorando,
en el mar de mis lágrimas expiro.

Y como donde estoy sin vos, no es día,
pienso cuando anochece, que vos fuistes
por quien perdió los rayos que tenía.

Por quien si amaneció cuando le vistes,
dejándole de ver, noche sería
en el ocaso de mis ojos tristes.



Lope de Vega

En un arco de perlas una flecha

-- de Lope de Vega --

En un arco de perlas una flecha
puso el Amor, con un coral por mira
(si es que en los arcos por coral se mira),
vista que fue de dos corales hecha.

Ninguna de morir me dio sospecha
como esta de tu boca dulce vira,
entre cuantas de plomo y oro tira,
que se me vino al corazón derecha.

Viendo que el hurto a tantos obligara,
con lanza en ristre Amor os ha guardado,
Juana, las perlas, porque nadie osara.

Yo las codicio y veo el arco armado,
mas, ¿qué dicha mayor si yo quedara,
flechas de amor, a vuestro palo atado?



Lope de Vega

Espíritus sanguíneos vaporosos

-- de Lope de Vega --

Espíritus sanguíneos vaporosos
suben del corazón. A la cabeza,
y, saliendo a los ojos, su pureza
pasan a los que miran, amorosos.

El corazón, opuesto, los fogosos
rayos sintiendo en la sutil belleza,
como de ajena son naturaleza,
inquiétase en ardores congojosos.

Esos puros espíritus que envía
tu corazón al mío, por extraños
me inquietan, como cosa que no es mía.

Mira, Juana, qué amor; mira qué engaños;
pues hablo en natural filosofía
a quien me escucha jabonando paños.



Lope de Vega

¿Quién no se muere de tu amor si mira

-- de Lope de Vega --

¿Quién no se muere de tu amor si mira
con la piedad que escuchas y respondes?
¿Cómo es posible que las puertas rondes
de un alma, que te trata con mentira?
Mas eres Dios, Señor, ¿de qué me admira
el mirar que ofendido no te escondes?
A quien te quiere y ama correspondes,
y con quien te ofendió, templas la ira.
Cuando consideré mi desvarío,
temblaba yo tus iras y desdenes,
y hallé tu pecho fácil, tierno y pío.
¡Qué condición tan generosa tienes!
¿Quién es ingrato con tu amor, Dios mío,
pues apenas te llaman, cuando vienes?



Ignacio María de Acosta

A Cupido

-- de Ignacio María de Acosta --

Mira, traidor Cupido;
Mira, rapaz aleve
ya que mi mal te place
y mis tormentos quieres,
que no temo los tiros
de las saetas crueles
con que en el pecho triste
tan sin piedad me hieres.
Y si gustas burlarte
y atormentarme siempre;
hiere también a Elvira
y dos cautivos tienes.



Jaime Sabines

la cojita está embarazada

-- de Jaime Sabines --

La cojita está embarazada.
Se mueve trabajosamente,
pero qué dulce mirada
mira de frente.

Se le agrandaron los ojos
como si su niño
también le creciera en ellos
pequeño y limpio
a veces se queda viendo
quién sabe que cosas
que sus ojos blancos
se le vuelven rosas.

Anda entre toda la gente
trabajosamente.
No puede disimular,
pero, a punto de llorar,
la cojita, de repente,
se mira el vientre
y ríe. Y ríe la gente.

La cojita embarazada
ahorita está en sus balcón
y yo creo que se alegra
cantándose una canción:
cojita del pie derecho
y también del corazón .



Jorge Cuesta

este amor no te mira para hacerte durable

-- de Jorge Cuesta --

Este amor no te mira para hacerte durable
y desencadenarte de tu vida, que pasa.
Los ojos que a tu imagen apartan de tu muerte
no la impiden, sólo hacen más presente tu ruina.
No hay sitio en mi memoria
donde encuentre tu vida
más que tus ya distantes huellas deshabitadas.
Pues en mi sueño en vano tu rostro se refugia
y huye tu voz del aire real que la devora.
Dentro de mí te quema la sangre con más fuego,
los instantes que te absorben con más ansia, y tus voces,
mientras más duran,
se hunden más hondo en el abismo
de las horas futuras que nunca te han mirado.



Rafael María Baralt

Adán en la redención

-- de Rafael María Baralt --

Cuando al morir Jesús, en su cimiento
retiembla el orbe, y con fragor y susto
se abren las tumbas, soñoliento, adusto,
Adán en pie se pone al caso atento.

Mira absorto en redor, mira al portento,
e inquiere con afán quien es el justo
que en medio a chusma vil, sublime, augusto,
así se ofrece en sacrificio cruento.

Sábelo, en fin, y al punto la rugosa
frente, y el rostro, y los cabellos canos,
con rudo brazo arrepentido hiere.

Y mostrando la Cruz, dice a la esposa:
«Yo recibí la muerte de tus manos,
y Él por tu culpa y por mi culpa muere.»



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli III

-- de Gutierre de Cetina --

Pastor, ¿cuál ocasión, cuál cosa extraña,
qué infortunio cruel, cuál fiero hado,
te trujo a apacentar nuevo ganado
tan lejos de tu bien, a esta montaña?
la nueva novedad de tal hazaña
me ha tenido confuso y alterado,
sabiendo que no estás sin el cuidado
que solías tener allá en españa.
Mira bien cómo vas por esta tierra;
si tienes libertad mira por ella,
que las ninfas de acá son cautelosas.
Por tal beldad, pastor, podrás perdella,
que te dará mil muestras amorosas
y haráte después bárbara guerra.



Salvador Díaz Mirón

Infeliz el cónyuge, ¡Ay del que se fíe!

-- de Salvador Díaz Mirón --

Infeliz el cónyuge, ¡ay del que se fíe
de joven hermosa, dulce y hechicera
en brazos de un mozo que apriete y porfíe!
Ella dulcemente mueve la cadera,
y él no mira cosa que la contraríe,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente ríe.
Y la esposa baila con los senos fuera
y él no mira cosa que la contraríe,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente ríe.



Salvador Rueda

coplas 13

-- de Salvador Rueda --

Mira qué sendas tan solas,
mira con cuánta amargura
se van quejando las hojas.



Tomás de Iriarte

Trabajos por Juana

-- de Tomás de Iriarte --

Pensando en Juana tomo siempre el sueño;
Juana mi reflexión de noche afana;
pienso en Juana también por la mañana
y Juana a todas horas es mi dueño.

Juana me desanima con su ceño;
Juana otras veces me parece humana;
severo estoy, según me mira Juana;
según me mira Juana, estoy risueño.

Sin Juana estoy y a Juana tengo al lado;
no es imperio el de Juana: ¡es despotismo!
Juana es en mí un espíritu arrimado

y para Juana no hallo un exorcismo...
¿Ves cómo este soneto está enjuanado?
Pues aún más enjuanado estoy yo mismo.



Vicente Aleixandre

los besos

-- de Vicente Aleixandre --

No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
en tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?
entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan. Revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.



Juan Gelman

un viento de separados...

-- de Juan Gelman --

Un viento de separados
de besos que no nos dimos
doblega al trigo de tu vientre
sus azucenas con sol
ven
o querré no haber nacido
trae tu agua clara
las ramas florecerán
un vienti di separadus
di bezus qui no mus diéramus
acama il trigu di tu ventre
sus asusenas cun sol
veni
o querré no aver nasidu
trayi tu agua clara
las ramas floreserán
mira esto:
soy un niño roto
tiemblo en la noche
que cae de mí
mira istu:
soy un niniu rompidu
timblu mía nochi
qui cayi di mí



Juan Ramón Jiménez

como me miras... por si yo pudiese

-- de Juan Ramón Jiménez --

Pajarillo cojido, de tu pecho dulce
por el águila negra de la muerte,
¡cómo me miras con tu ojito triste!
(negro plenor sangriento de luz débil).
Desde debajo de la garra inmensa,
que para siempre ya le tiene
y afirmado, mientras la desafía
la vasta sombra que su vista emprende.
¡Cómo me mira sin pedirme nada,
cómo me mira... Por si yo pudiese,
que ya te está teniendo para siempre!



Julio Flórez

En la barca

-- de Julio Flórez --

Poem

No me hables esta noche; solo ansío que me beses y abraces con locura; que se junte tu labio con el mío; que mis brazos opriman tu cintura y que cierres los ojos Tengo frío!

No me hables esta noche ¡Oh, mi adorada! Yo solo quiero en medio del reposo, el ardor de tu carne sonrosada, el roce de tu mano delicada y el ámbar de tu aliento capitoso!

Así!... ¡Junta mi cuerpo con el tuyo!... Así!... ¡Tiembla, mujer, como l ola que riza el viento! Mira: oscura y sola está la noche Mira: ni un cocuyo nos alumbra no me hables Lola Lola!

Háblame ya; no más abre los ojos! y vosotras, pasad, horas tranquilas, mientras ella revive mis antojos, con el murmullo de sus labios rojos y con el fuego azul de sus pupilas!



Evaristo Carriego

Bajo la angustia

-- de Evaristo Carriego --

Dijo anoche, su canto de muerte
la canción de la tos en tu pecho,
y, al mojarse en las notas rojizas,
mostró flores de sangre el pañuelo.
— ¡Pobrecitas las carnes pacientes,
consumidas por fiebres de fuego:
para ellas las buenas, las tristes,
tiene un blanco sudario el invierno!...
...Mira: abrígate bien, hermanita,
mira, abrígate bien, yo no quiero
ver que cierre tus ojos la Bruja
de los flacos y frígidos dedos...
Hermanita ¡me viene una pena!
si te escucho gemir, que presiento
las nocturnas postreras heladas:
las temidas del árbol enfermo.
¡Si supieras!... Blandones sombríos,
me parecen tus ojos ¡tan negros!
y tu lívida faz taciturna
un fatídico heraldo de duelo.



Federico García Lorca

Romance de la luna

-- de Federico García Lorca --

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.



Francisco Sosa Escalante

En la muerte de mi padre

-- de Francisco Sosa Escalante --

Como destroza el huracán bravío
Antiguo roble poderoso y fuerte,
Al golpe así de la implacable muerte
Bajaste al antro del sepulcro frío.

¡Oh padre bondadoso! ¡padre mio!
Perdon si estuve, por mi adversa suerte,
Tan distante de tí para ofrecerte
De mis ardientes lágrimas el rio.

Si es verdad que se mira desde el cielo
Lo que pasa en el mundo infortunado,
¡Oh padre de mi amor! mira mi duelo,

Y á Dios implora porque el hijo amado
Funde constante su ardoroso anhelo
En merecer llevar tu nombre honrado.



Abate Marchena

La primavera

-- de Abate Marchena --

¿Ves, hermosa, la fuente que bullendo
el céfiro menea blandamente?
Amor la agita: mira su corriente
hacia el amado arroyo huir riendo.

Mira volar la abeja susurrante
en torno de las violas olorosas,
y su néctar le ofrecen amorosas,
zagala; que es la flor también amante.

¿No escuchas gorgear los ruiseñores,
de aguda flecha el tierno pecho heridos,
y en melodiosos trinos no aprendidos
explicar sus dulcísimos amores?

¿No ves las palomillas amorosas
exhalar sus arrullos inflamados?
¿Los pichones no ves enamorados
responder en querellas cariñosas?

Todo es amor; la alegre primavera,
al universo nueva vida dando,
naturaleza yerta va inflamando,
que Enero con su escarcha entorpeciera.

Y tú, por más que lo rehuyas dura,
has de rendir a Amor el cuello erguido,
que todo se avasalla ¡ay! a Cupido:
tal es la ley eterna de natura.



Clemente Althaus

Idea de Dios

-- de Clemente Althaus --

Cual del náufrago el ánimo desmaya,
que en vano mueve la mirada y mano
en medio del vastísimo océano,
lejos del puerto y de la dulce playa;

Como el que imprime el pie del Himalaya
en la más alta cima, o Ande cano,
que sólo mira en torno el aire vano,
por más que lejos con la vista vaya;

o como aquel que al cielo remontado
navega el aire en volador navío,
que mira por do quier espacio inmenso;

así todo me abismo y anonado,
sin que te alcance a comprender, Dios mío,
cuando en tus altas perfecciones pienso.



Clemente Althaus

A un joven

-- de Clemente Althaus --

Tú, cuyo pecho sin cesar se afana
con desvelo tan puro y tan ardiente
por el progreso y la ventura humana,
no el lauro esperes a tu noble frente.
El premio considera que tributa
a la virtud de Arístides Atenas;
de Sócrates recuerda la cicuta
y de Colón divino las cadenas.
Mira a Dante proscrito como reo,
preso al Taso entre insanos; ve el tormento
los miembros lacerar de Galileo,
atrevido Colón del firmamento.
Entre hórridas congojas dar la vida
mira del mundo al Redentor, y dime
qué pueblo no es igual al deicida,
que crucifica a aquel que le redime.
Cual culpa sin perdón, el mundo falso
castiga el beneficio recibido;
a éste da la prisión, a otro el cadalso;
su castigo menor es el olvido.
Mas, aunque sepas que a la tierra vino
a solamente padecer el bueno,
cumple, oh joven, la ley de tu destino,
de vil temor y abatimiento ajeno.
No pienses en humana recompensa,
cuya esperanza el mérito minora;
en los deleites que te brinda piensa
la virtud, de sí misma premiadora.



Clemente Althaus

A un poeta (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Sufre, oh vate, con pecho adamantino,
y recuerda que a nadie impunemente
tener dejan el mundo y el destino
corazón grande o inspirada mente.
Y de su envidia y su furor triunfante
fue siempre el vate principal terrero:
ve errar mendigo de la Grecia al Dante,
mira proscripto al Italiano Homero.
Ve a Torcuato entre insanos detenido
por el vil que en su canto endiosar quiso,
y morir ciego y pobre en el olvido
el cantor del perdido Paraíso.
Como él, Cervantes da el postrer aliento
de una vida misérrima y mezquina;
mira a Gilbert agonizar hambriento,
y ensangrentar Chenier la guillotina.
Así el mundo al poeta galardona:
su ardiente inspiración juzga delirio;
es corona de espinas su corona,
y su palma es la palma del martirio.



Abraham Valdelomar

La viajera desconocida

-- de Abraham Valdelomar --

En el rostro anguloso de fiero perfil duro
se enseñorea el aire de su adusta mirada;
parece que viniera de una tierra ignorada,
habla un idioma extraño, sordo, lento y oscuro.

La cabeza inclinada en la cóncava mano,
el cuerpo agazapado en un gesto felino,
sus ojos son los ojos siniestros del Destino
y su boca la puerta de un insondable arcano.

Cuando el mar en las tardes su furor agiganta,
la ignota en un impulso violento se levanta
y las rojas quimeras del crepúsculo mira.

Pasa sobre la nave graznando una gaviota,
epilépticamente la dura hélice gira
y en la estela agitada la blanca espuma flota



Alberti

ELEGÍA A GARCILASO

-- de Alberti --

... antes de tiempo y casi en flor cortada.

G.DE LA V.

Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armarnadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.



Alfonsina Storni

El hijo

-- de Alfonsina Storni --

Se inicia y abre en tí, pero estás ciega
para ampararlo y si camina ignoras
por flores de mujer o espada de hombre,
ni qué alma prende en él, ni cómo mira.

Lo acunas balanceando, rama de aire,
y se deshace en pétalos tu boca
porque tu carne ya no es carne, es tibio
plumón de llanto que sonríe y alza.

Sombra en tu vientre apenas te estremece
y sientes ya que morirás un día
por aquél sin piedad que te deforma.

Una frase brutal te corta el paso
y aún rezas y no sabes si el que empuja
te arrolla sierpe o ángel se despliega.



Alfonsina Storni

El hombre

-- de Alfonsina Storni --

No sabe cómo: un día se aparece en el orbe,
hecho ser; nace ciego; en la sombra revuelve
los acerados ojos. Una mano lo envuelve.
Llora. Lo engaña un pecho. Prende los labios. Sorbe.

Más tarde su pupila la tiniebla deslíe
y alcanza a ver dos ojos, una boca, una frente.
Mira jugar los músculos de la cara a su frente
y aunque quién es no sabe, copia, imita y sonríe.

Da una larga corrida sobre la tierra luego.
Instinto, sueño y alma trenza en lazos de fuego,
los suelta a sus espaldas, a los vientos. Y canta.

Kilómetros en alto la mirada le crece
y ve el astro, se turba, se exalta, lo apetece:
una Mano le corta la mano que levanta.



Alfonsina Storni

Crepúsculo

-- de Alfonsina Storni --

El mar inmóvil,
desprendido de sus mandíbulas,
exhala un alma nueva.

No tiene fondo,
buques hundidos,
almas, abrazadas
a sus algas.

Recién nacido,
la cara de Dios,
pálida,
lo mira.

Buques no lo escribieron.
Hombres no lo descifraron.
Peces no lo pudrieron.



Alfonsina Storni

Cara copiada

-- de Alfonsina Storni --

Es la cara de un niño transparente, azulosa,
Como si entre los músculos y la piel de la cara
Una napa de leche lentamente rodara.
En ella solamente la boca es una rosa.

Y detrás de ese cutis de lavada azucena
Otra cara se esconde, fuertemente esculpida;
Es aquella del hombre que le ha dado la vida
Y se mueve en sus rasgos y los gestos le ordena:

Mira con inocencia y es dura su mirada.
Su sonrisa es tranquila y en el fondo es taimada:
Hay huellas en la fresca ternura de su pulpa.

Ya en la boca se pinta la blandura redonda
Que dan los besos largos y en su nariz la honda
Codicia de la especie. ¡Y carece de culpa!



Alfonsina Storni

El hijo (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Se inicia y abre en tí, pero estás ciega
para ampararlo y si camina ignoras
por flores de mujer o espada de hombre,
ni qué alma prende en él, ni cómo mira.

Lo acunas balanceando, rama de aire,
y se deshace en pétalos tu boca
porque tu carne ya no es carne, es tibio
plumón de llanto que sonríe y alza.

Sombra en tu vientre apenas te estremece
y sientes ya que morirás un día
por aquél sin piedad que te deforma.

Una frase brutal te corta el paso
y aún rezas y no sabes si el que empuja
te arrolla sierpe o ángel se despliega.



Alfonsina Storni

El hombre (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

No sabe cómo: un día se aparece en el orbe,
hecho ser; nace ciego; en la sombra revuelve
los acerados ojos. Una mano lo envuelve.
Llora. Lo engaña un pecho. Prende los labios. Sorbe.

Más tarde su pupila la tiniebla deslíe
y alcanza a ver dos ojos, una boca, una frente.
Mira jugar los músculos de la cara a su frente
y aunque quién es no sabe, copia, imita y sonríe.

Da una larga corrida sobre la tierra luego.
Instinto, sueño y alma trenza en lazos de fuego,
los suelta a sus espaldas, a los vientos. Y canta.

Kilómetros en alto la mirada le crece
y ve el astro, se turba, se exalta, lo apetece:
una Mano le corta la mano que levanta.



Alfonsina Storni

Noche divina

-- de Alfonsina Storni --

Este jardín nos cede su delicia,
nos cede el árbol de manzanas lleno.
Fuente de dioses a la sed propicia,
pan del instinto, para el hambre, bueno.

Mas blanco mármol sin igual pudicia
fija en nosotros su mirar sereno:
muslo desnudo, vigoroso el seno,
puro, como la luz que lo acaricia.

Se hacen tus ojos demasiado azules,
cubren tus manos impalpables tules
y algo divino te levanta en vuelo.

No cortemos la fruta deleitosa
y mira el alma en una nube rosa,
cómo es de azul la beatitud del cielo.



Alfonsina Storni

Olvido

-- de Alfonsina Storni --

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.



Alfonsina Storni

Calle

-- de Alfonsina Storni --

Entre altos paredones grises.
A cada momento
la boca oscura de las puertas,
los tubos de los zaguanes,
trampas conductoras
a las catacumbas humanas.
¿No hay un calofrío
en los zaguanes?
¿Un poco de terror
en la blancura ascendente
de una escalera?
Paso con premura.
Todo ojo que me mira
me multiplica y dispersa
por la ciudad.



Alfonsina Storni

Crepúsculo (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

El mar inmóvil,
desprendido de sus mandíbulas,
exhala un alma nueva.

No tiene fondo,
buques hundidos,
almas, abrazadas
a sus algas.

Recién nacido,
la cara de Dios,
pálida,
lo mira.

Buques no lo escribieron.
Hombres no lo descifraron.
Peces no lo pudrieron.



Alfonsina Storni

El divino amor

-- de Alfonsina Storni --

Te ando buscando, amor que nunca llegas,
Te ando buscando, amor que te mezquinas,
Me aguzo por saber si me adivinas,
Me doblo por saber si te me entregas.

Las tempestades mías, andariegas,
Se han aquietado sobre un haz de espinas;
Sangran mis carnes gotas purpurinas
Porque a salvarte, oh niño, te me niegas.

Mira que estoy de pie sobre los leños,
Que a veces bastan unos pocos sueños
Para encender la llama que me pierde.

Sálvame, amor, y con tus manos puras
Trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.



Alfonsina Storni

La que comprende

-- de Alfonsina Storni --

Con la cabeza negra caída hacia adelante
Está la mujer bella, la de mediana edad,
Postrada de rodillas, y un Cristo agonizante
Desde su duro leño la mira con piedad.

En los ojos la carga de una enorme tristeza,
En el seno la carga del hijo por nacer,
Al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
-¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!



Alfonsina Storni

Parásitos

-- de Alfonsina Storni --

Jamás pensé que Dios tuviera alguna forma.
Absoluta su vida; y absoluta su norma.
Ojos no tuvo nunca: mira con las estrellas.
Manos no tuvo nunca: golpea con los mares.
Lengua no tuvo nunca: habla con las centellas.
Te diré, no te asombres;
Sé que tiene parásitos: las cosas y los hombres.



Alfredo Espino

La tórtola

-- de Alfredo Espino --

¡Cucú, cucú! ¿Estás gimiendo,
tórtola del arrozal?
¡Mira que me estás haciendo
con tu cantar, mucho mal!

¡Cucú, cucú! El caserío
se va llenando de calma,
¡Y un naranjo y una palma
se están besando en el río...!

Cantarito que te llenas
con el agua del riachuelo:
¡qué bello es mirar el cielo
bajo las tardes serenas!

Lirio del campo, morena
que hueles a leche y rosa:
¡Cómo el almas es tan dichosa
cuando la vida es serena!

Entre sonrosadas galas
la tarde se va durmiendo.
Tórtola que estás gimiendo:
¡Si eres madrigal con alas!



Amado Nervo

perlas negras - ves el sol, apagando su luz pura

-- de Amado Nervo --

¿ves el sol, apagando su luz pura
en las ondas del piélago ambarino?
así hundió sus fulgores mi ventura
para no renacer en mi camino.
Mira la luna: desgarrando el velo
de las tinieblas, a brillar empieza.
Así se levantó sobre mi cielo
el astro funeral de la tristeza.
¿Ves el faro en la peña carcomida
qu'el mar inquieto con su espuma alfombra?
así radia la fe sobre mi vida,
solitaria, purísima, escondida:
¡como el rostro de un ángel en la sombra!



Amado Nervo

perlas negras - ¿quién es? no sé: a veces cruza

-- de Amado Nervo --

¿quién es? no sé: a veces cruza
por mi senda, como el hada
del ensueño: siempre sola...
Siempre muda... Siempre pálida...
¿Su nombre? no lo conozco.
¿De dónde viene? ¿dó marcha?
¡lo ignoro! nos encontramos,
me mira un momento y pasa:
¡siempre sola...! ¡Siempre triste...!
¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!
mujer: ha mucho que llevo
tu imagen dentro del alma.
Si las sombras que te cercan,
si los misterios que guardas
deben ser impenetrables
para todos, ¡calla, calla!
¡yo sólo demando amores:
yo no te pregunto nada!
¿buscas reposo y olvido?
yo también. El mundo cansa.
Partiremos lejos, lejos
de la gente, a tierra extraña;
y cual las aves que anidan
en las torres solitarias,
confiaremos a la sombra
nuestro amor y nuestras ansias...



Amado Nervo

el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, dios mío?
lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh señor! la belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más tú eres cierto: ¡sé tú mi último dueño!
¿dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Amado Nervo

no lo sé

-- de Amado Nervo --

Crepitan ya las velas en la ría;
tú ¿por qué no te embarcas, alma mía?
porque dios no lo quiere todavía.
Mira: piadosamente las estrellas
nos envían sus trémulas centellas...
¡Bien quisiera vestirme toda de ellas!
tu amiga, la más tierna, ya se fue.
Los que te aman se van tras ella; ¿qué
vas a hacer tú tan sola?
no lo sé.



Amado Nervo

hay que...

-- de Amado Nervo --

Hay que andar por el camino
posando apenas los pies;
hay que ir por este mundo
como quien no va por él.
La alforja ha de ser ligera,
firme el báculo ha de ser,
y más firme la esperanza
y más firme aún la fe.
A veces la noche es lóbrega;
mas para el que mira bien
siempre desgarra una estrella
la ceñuda lobreguez.
Por último, hay que morir
al deseo y al placer,
para que al llegar la muerte
a buscarnos, halle que
ya estamos muertos del todo,
no tenga nada que hacer
y se limite a llevarnos
de la mano por aquel
sendero maravilloso
que habremos de recorrer,
libertados para siempre
de tiempo y espacio. ¡Amén!



Amado Nervo

perlas negras - ha mucho tiempo que te soñaba

-- de Amado Nervo --

Ha mucho tiempo que te soñaba
así, vestida de blanco tul,
y al alma mía que te buscaba,
ana, ¿qué miras? le preguntaba
como en el cuento de barba azul.
Ha mucho tiempo que presentía
tus ojos negros como los vi,
y que, en mis horas de nostalgia,
la hermana ana me respondía:
hay una virgen que viene a ti .
Y al vislumbrarte, febril, despierto,
tras de la ojiva del torreón,
después de haberse movido incierto,
como campana que toca a muerto,
tocaba a gloria mi corazón.
Por fin, distinta me apareciste;
vibraron dianas en rededor,
huyó callada la musa triste,
y tú llegaste, viste y venciste
como el magnífico emperador.
Hoy, mi esperanza que hacia ti corre,
que mira el cielo donde tú estés,
porque la gloria se le descorre,
ya no pregunta desde la torre:
hermana ana, ¿dime qué ves?
hoy en mi noche tu luz impera,
veo tu rostro resplandecer,
y en mis ensueños sólo quisiera
enarbolarte como bandera,
y, a ti abrazado, por ti vencer.



Amado Nervo

tanto amor

-- de Amado Nervo --

Hay tanto amor en mi alma que no queda
ni el rincón más estrecho para el odio.
¿Dónde quieres que ponga los rencores
que tus vilezas engendrar podrían?
impasible no soy: todo lo siento,
lo sufro todo... Pero como el niño
a quien hacen llorar, en cuanto mira
un juguete delante de sus ojos
se consuela, sonríe,
y las ávidas manos
tiende hacia él sin recordar la pena,
así yo, ante el divino panorama
de mi idea, ante lo inenarrable
de mi amor infinito,
no siento ni el maligno alfilerazo
ni la cruel afilada
ironía, ni escucho la sarcástica
risa. Todo lo olvido,
porque soy sólo corazón, soy ojos
no más, para asomarme a la ventana
y ver pasar el inefable ensueño,
vestido de violeta,
y con toda la luz de la mañana,
de sus ojos divinos en la quieta
limpidez de la fontana...



Amado Nervo

¡puella mea!

-- de Amado Nervo --

Muchachita mía,
gloria y ufanía
de mi atardecer,
yo sólo tenía
la santa alegría
de mi poesía
y de tu querer.
¿Por qué te partiste?
¿por qué te me fuiste?
mira que estoy triste,
triste, triste, triste,
con tristeza tal
que mi cara mustia
deja ver mi angustia
como si fuera de cristal.
Muchachita mía,
¡qué sola, qué fría
te fuiste aquel día!
¿en qué estrella estás?
¿en qué espacio vuelas?
¿en qué mar rielas?
¿cuándo volverás?
¡nunca, nunca más!



Amado Nervo

Viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Dí, quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡Se Tú mi último Dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Leandro Fernández de Moratín

soneto. a clori, declamando en fábula trágica

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿qué acecho de dolor el alma vino
a herir? ¿qué funeral adorno es éste?
¿qué hay en el orbe que a tus luces cueste
el llanto que las turba cristalino?
¿pudo esfuerzo mortal, pudo el destino
así ofender su espíritu celeste?...
¿O es todo engaño?, y quiere amor que preste
a su labio y su acción poder divino.
Quiere que exenta del pesar que inspira,
silencio imponga al vulgo clamoroso,
y dócil a su voz se angustie y llore.
Que el tierno amante que la atiende y mira,
entre el aplauso y el temor dudoso,
tan alta perfección absorto adore.



Lope de Vega

no tiene tanta miel ática hermosa

-- de Lope de Vega --

No tiene tanta miel ática hermosa,
algas la orilla de la mar, ni encierra
tantas encinas la montaña y sierra,
flores la primavera deleitosa,
lluvias el triste invierno, y la copiosa
mano del seco otoño por la tierra
graves racimos, ni en la fiera guerra
más flechas media en arcos belicosa,
ni con más ojos mira el firmamento
cuando la noche calla más serena,
ni más olas levanta el oceano,
peces sustenta el mar, aves el viento,
ni en libia hay granos de menuda arena,
que doy suspiros por lucinda en vano.



Lope de Vega

Águila, cuyo pico soberano

-- de Lope de Vega --

Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano;

fénix, a quien el bárbaro tirano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano,

estima los afectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.

Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.



Lope de Vega

Albania yace aquí, Fabio suspira

-- de Lope de Vega --

Albania yace aquí, Fabio suspira,
matóla un parto sin sazón, dejando
la envidia alegre, y al Amor llorando;
pues ya cualquiera fuerza le retira.

El Tajo crece por mostrar su ira
y corre, de la Muerte murmurando;
párase el sol, el túmulo mirando,
temiendo en sí, lo que en Albania mira.

Mas él, si se eclipsare, volver puede,
y Albania no, que, de volver ajeno,
a Fabio deja en el postrero parto.

Venganza fue para que ejemplo quede
que quien fue basilisco en dar veneno,
muriese como víbora en el parto.



Lope de Vega

Amor, mil años ha que me has jurado

-- de Lope de Vega --

Amor, mil años ha que me has jurado
pagarme aquella deuda en plazos breves;
mira que nunca pagas lo que debes,
que esto sólo no tienes de hombre honrado.

Muchas veces, Amor, me has engañado
con firmas falsas y esperanzas leves;
a estelionatos con mi fe te atreves,
jurando darme lo que tienes dado.

Hoy que llega mi vida al plazo estrecho,
si en palabras me traes y en engaños,
que te echaré en la cárcel no lo dudo.

Mas, ¿cómo pagarás, Amor, si has hecho
pleito de acreedores por mil años
y, en buscando tu hacienda, estás desnudo?



Lope de Vega

Así en las olas de la mar feroces

-- de Lope de Vega --

Así en las olas de la mar feroces,
Betis, mil siglos tu cristal escondas,
y otra tanta ciudad sobre tus ondas
de mil navales edificios goces;

así tus cuevas no interrumpan voces,
ni quillas toquen, ni permitan sondas;
y en tus campos tan fértil correspondas,
que rompa el trigo las agudas hoces;

así en tu arena el indio margen rinda,
y al avariento corazón descubras
más barras que en ti mira el cielo estrellas;

que si pusiere en ti sus pies Lucinda,
no por besallos sus estampas cubras:
que estoy celoso, y voy leyendo en ellas.



Lope de Vega

Caiga el hermoso como cedro y palma

-- de Lope de Vega --

Caiga el hermoso como cedro y palma,
caiga el Querub, que fue su nacimiento
con el aurora, y tuvo atrevimiento
donde todo poder se humilla y calma.
Caiga, perdiendo la vitoria y palma,
del monte del excelso Testamento,
y suba la humildad al mismo asiento,
a vos, Francisco humilde, en cuerpo y alma.
Si al crucifijo Serafín divino,
volvéis los rayos, sois espejo claro
tan parecido, cuando en vos se mira,
que ya sois serafín, y al justo vino,
subiendo a ser del que cayó reparo,
ángel no es mucho, mas llagado admira.



Lope de Vega

Celoso Apolo, en vuestra sacra frente

-- de Lope de Vega --

Celoso Apolo en vuestra sacra frente,
más bello que en su curso, el laurel mira,
culto escritor, cuya divina lira
merece ser estrella eternamente.

El Caistro jamás por su corriente
tan dulce ha visto cisne, cuando espira;
Dauro ensancha su margen y se admira
que su oro puro vuestro canto aumente.

Miran por quién sus náyades y drías,
y, viendo que es un extranjero, mueven
risa en las hojas y en las fuentes frías.

Yo viendo cuánto las del Tajo os deben,
digo que allá lo pagarán las mías
cuando en sus aguas vuestro nombre lleven.



Lope de Vega

Compusieron de vos, Palas altiva

-- de Lope de Vega --

Compusieron de vos, Palas altiva,
y la madre de Amor en Delo y Paros
un timbre ilustre para ingenios claros
de salce y roble, de laurel y oliva.

Dulce Apolo español, de cuya viva
llama conceptos producís tan raros,
que siguiéndola vos, por escucharos,
se detuviera Dafnes fugitiva.

Ya no es ella laurel, que tanta suma
como se mira en vos la invidia asombra,
de vuestro Coronel Febo presuma.

Ninguno como vos laurel se nombra;
pues tantos coronáis, honrad mi pluma:
que de tal Coronel, basta la sombra.



Lope de Vega

Con pálido calor, ardiendo en ira

-- de Lope de Vega --

Con pálido color, ardiendo en ira,
en los brazos de Avero y de Alencastro,
de la difunta doña Inés de Castro
el bravo portugués el rostro mira.

Tierno se allega, airado se retira,
(trágico fin de amor, infeliz astro)
y abrazado a su imagen de alabastro,
con este llanto y voz habla y suspira:

«Si ves el alma, Nise, de mis ojos
desde el cielo, en que pisas palma y cedro,
más que en este laurel y fe constante,

verás que soy, honrando tus despojos,
portugués en amor, en rigor Pedro,
rey en poder, y en la venganza amante».



Lope de Vega

El tierno niño, el nuevo Isac Cristiano

-- de Lope de Vega --

El tierno niño, el nuevo Isac cristiano,
en el arena de Tarifa mira
el mejor padre, con piadosa ira
la lealtad y el amor luchando en vano;

alta la daga en la temida mano,
glorioso vence, intrépido la tira,
ciega el sol, nace Roma, amor suspira,
triunfa España, enmudece el africano.

Bajó la frente Italia, y de la suya
quitó a Torcato el lauro en oro y bronces,
porque ninguno ser Guzmán presuma.

Y la fama principio de la tuya,
Guzmán el Bueno escribe, siendo entonces
la tinta sangre y el cuchillo pluma.



Lope de Vega

Muérome por llamar Juanilla a Juana

-- de Lope de Vega --

Muérome por llamar Juanilla a Juana,
que son de tierno amor afectos vivos,
y la cruel, con ojos fugitivos,
hace papel de yegua galiciana.

Pues, Juana, agora que eres flor temprana
admite los requiebros primitivos;
porque no vienen bien diminutivos
después que una persona se avellana.

Para advertir tu condición extraña,
más de alguna Juanaza de la villa
del engaño en que estás te desengaña.

Créeme, Juana, y llámate Juanilla;
mira que la mejor parte de España,
pudiendo Casta, se llamó Castilla.



Lope de Vega

¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!

-- de Lope de Vega --

¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!
¿adónde voy de tu hermosura huyendo?
¿Cómo es posible que tu rostro ofendo
que me mira bañado en sangre y llanto?
A mí mismo me doy confuso espanto
de ver que me conozco y no me enmiendo;
ya el Ángel de mi guarda está diciendo
que me avergüence de ofenderte tanto.
Detén con esas manos los perdidos
pasos, mi dulce amor; ¿mas de qué suerte
las pide quien las clava con la suyas?
¡Ay Dios!, ¿adónde estaban mis sentidos,
que las espaldas pude yo volverte,
mirando en una cruz por mí las tuyas?



Lope de Vega

Suena el azote, corredor Apolo

-- de Lope de Vega --

Suena el azote, corredor Apolo,
sobre el carro que a Géminis alinda,
que falta para ver a mi Lucinda,
de tu carrera un paralelo sólo

Dafnes te espera en el opuesto polo,
que puede ser que su dureza rinda,
y a mí la imagen más hermosa y linda,
que ha visto el Panteón, ni el Mauseolo.

Si quieres ver, para que no te admires,
la razón que me esfuerza a que la quiera,
mira su rostro, aunque es grande osadía.

Mas, ¡ay sol envidioso! no le mires,
que no llegando al indio, que te espera,
harás eterno desta ausencia el día.



Lope de Vega

Tardar en convertirse, error notable

-- de Lope de Vega --

Tardar en convertirse error notable,
y diferirlo de uno en otro día,
loca desvanecida fantasía,
esperanza del hombre miserable.
La vida corre, la ocasión mudable,
cuan presto de los ojos se desvía,
¿Cómo tendrá resolución tardía,
al mismo que ha ofendido, favorable?
Señor, quien diligente y cuidadoso
las cosas de la vida mortal mira,
si vive en las del alma perezoso,
vendrá súbitamente vuestra ira,
y al discurrir el filo poderoso,
¿qué mano le tendrá, si el cuerpo expira?



Lope de Vega

Tiraban Dios y el hombre al blanco un día

-- de Lope de Vega --

Tiraban Dios y el hombre al blanco un día
flechas de amor y de crueldad tirana,
por ver quien de los dos el premio gana,
que atado a un árbol el rigor tenía.
Dios, que del blanco lo que Dios sabía,
tiraba con destreza soberana;
erraba el hombre con malicia humana,
porque la mira contra Dios ponía.
Era de entrambos Sebastián el cierto
blanco en un tronco, donde ramas hechas
las flechas le dejaron tan cubierto.
Que puesto que a matarle iban derechas,
quedó de Dios, y no del hombre muerto:
que en las flechas de Dios rompió sus flechas.



Lope de Vega

Verdad debe ser que de la rama

-- de Lope de Vega --

Verdad debe de ser que de la rama
de aquel laurel, cuya dureza admira,
Apolo fabricó la dulce lira,
que fue de su dolor perpetua fama,

pues ya desde el Parnaso, Laura, os llama
y desde el cielo, enamorado, os mira,
para que le cantéis mientras suspira,
como instrumento y parte de su dama.

Dafnes fue hermosa, pero hermosa y loca,
vos tan discreta para vuestro Apolo,
que al del cielo matáis de envidia y celos.

Y así, de hoy más ser su laurel os toca,
que pues en todo sois sola, éste sólo
darán por premio al vencedor los cielos.



Lope de Vega

Yo no espero la flota, ni importuno

-- de Lope de Vega --

Yo no espero la flota, ni importuno
al cielo, al mar, al viento por su ayuda,
ni que segura pase la Bermuda
sobre el azul tridente de Neptuno;

ni tengo hierba en campo, o rompo alguno
con el arado en que el villano suda,
ni del vasallo que con renta acuda,
provecho espero en mi favor ninguno.

Mira estas hiedras, que con tiernos lazos,
para formar sin alma su himineo
dan a estos verdes álamos abrazos.

Y si tienes, Lucinda, mi deseo,
hálleme la vejez entre tus brazos,
y pasaremos juntos el Leteo.



Lope de Vega

A Baco pide Midas que se vuelva

-- de Lope de Vega --

A Baco pide Midas que se vuelva
oro cuanto tocare (¡ambición loca!);
vuélvese en oro cuanto mira y toca,
el labrado palacio y verde selva.

Adonde quiera que su cuerpo envuelva,
oro le ofende, y duerme en dura roca;
oro come, oro bebe, que la boca
quiere también que en oro se resuelva.

La Muerte, finalmente, su auricida,
triunfó de la ambición, y en oro envuelto,
se fue secando, hasta su fin postrero.

Así yo, triste, acabaré la vida,
pues tanto amor pedí, que, en amor vuelto
el sueño, el gusto, de abundancia muero.



Lope de Vega

Ardese Troya, y sube el humo escuro

-- de Lope de Vega --

Ardese Troya, y sube el humo escuro
al enemigo cielo, y entretanto,
alegre, Juno mira el fuego y llanto:
¡venganza de mujer, castigo duro!

El vulgo, aun en los templos mal seguro,
huye, cubierto de amarillo espanto;
corre cuajada sangre el turbio Janto,
y viene a tierra el levantado muro.

Crece el incendio propio el fuego extraño,
las empinadas máquinas cayendo,
de que se ven rüinas y pedazos.

Y la dura ocasión de tanto daño,
mientras vencido Paris muere ardiendo,
del griego vencedor duerme en los brazos.



Luis Cañizal de la Fuente

landre coma [a] landrú

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Landre coma landrú
quién esconde palabras, quién escatima honra,
quién calla como losa la condición del leño;
y por culpa de todos hay mendigos de almendra,
hay bocados de adán que
piden misericordia de un ladrido
a las luces en forma de bombilla en bodega.
Mas por detrás del mundo hay otras veces
en que ingresan miradas inocentes como manos de pez,
desplazan en dos golpes de aleta dos nadas laterales,
lo ignoran todo generosamente
con el gesto fraterno del jabón,
y así se desgañitan en continuum.
Por el camino manso de naturalidad
protenden su natura de ladrillo;
si el reloj de ataúd da manchas de fatiga,
ostentan más y más que son de arcilla
y de curiosidad truncada a medio asombro.
Por fin, contentos, se
vuelven atrás de su propósito,
hacen el águila imperial a levante y poniente,
suben el abrigado cuello de la indiferencia
y profieren joviales sin desplegar los labios:
landre, coma, landrú.
Yo soy todo inocente. Mira si lo eres tú.



Luis Cernuda

los espinos

-- de Luis Cernuda --

Verdor nuevo los espinos
tienen ya por la colina,
toda de púrpura y nieve
en el aire estremecida.
Cuántos cielos florecidos
les has visto; aunque a la cita
ellos serán siempre fieles,
tú no lo serás un día.
Antes que la sombra caiga,
aprende cómo es la dicha
ante los espinos blancos
y rojos en flor. Vé. Mira.



Góngora

Duélete de esa puente, Manzanares

-- de Góngora --

Duélete de esa puente, Manzanares;
mira que dice por ahí la gente,
que no eres río para media puente,
y que ella es puente para muchos mares.

Hoy, arrogante, te ha brotado a pares
húmedas crestas tu soberbia frente,
y ayer me dijo humilde tu corriente
que eran en marzo los caniculares.

Por el alma de aquel que ha pretendido
con cuatro onzas de agua de chicoria
purgar la villa y darte lo purgado,

me dí ¿cómo has menguado y has crecido?,
¿cómo ayer te vi en pena, y hoy en gloria?
—Bebióme un asno ayer, y hoy me ha meado.



Góngora

Mientras por competir con tu cabello

-- de Góngora --

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio, y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.



Góngora

Oh claro honor del líquido elemento

-- de Góngora --

Oh claro honor del líquido elemento,
dulce arroyuelo de corriente plata
cuya agua entre la hierba se dilata
con regalado son, con paso lento:

pues la por quien helar y arder me siento
(mientras en ti se mira) Amor retrata
de su rostro la nieve y la escarlata
en tu tranquilo y blando movimiento,

vete como te vas, no dejes floja
la undosa rienda al cristalino freno
con que gobiernas tu veloz corriente,

que no es bien que confusamente acoja
tanta belleza en su profundo seno
el gran señor del húmido tridente.



Góngora

Habla con Don Luis Gaytán de Ayala

-- de Góngora --

Ya que con más regalo el campo mira,
pues del hórrido manto se desnuda,
purpúreo el sol, y aunque con lengua muda
süave Filomena ya suspira,

templa, noble garzón, la noble lira,
honren tu dulce plectro y mano aguda
lo que al son torpe de mi avena ruda
me dicta Amor, Calíope me inspira.

Ayúdame a cantar los dos extremos
de mi pastora y, cual parleras aves
que a saludar al sol a otros convidan,

yo ronco, tú sonoro, despertemos
cuantos en nuestra orilla cisnes graves
sus blancas plumas bañan y se anidan.



Góngora

A Don Luis de Vargas

-- de Góngora --

Tú (cuyo ilustre, entre una y otra almena
De la Imperial Ciudad, patrio edificio
Al Tajo mira en su húmido ejercicio
Pintar los campos y dorar la arena),

Descuelga de aquel lauro enhorabuena
Aquellas dos (ya mudas en su oficio),
Reliquias dulces del gentil Salicio,
Heroica lira, pastoral avena.

Llégalas, oh clarísimo mancebo,
Al docto pecho, a la süave boca,
Poniendo ley al mar, freno a los vientos;

Sucede en todo al castellano Febo
(Que ahora es gloria mucha y tierra poca),
En patria, en profesión, en instrumentos.



Góngora

Mientras por competir

-- de Góngora --

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:

goza cuello, cabello, labio y frente
antes que, lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada.



Luis Gálvez de Montalvo

Si tanto gana, pastora

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si tanto gana, pastora,
Quien mira tus ojos bellos,
¿Qué hara el mirado dellos?
Entre mirarse y mirar
La ventaja es conocida,
Como de buscar la vida,
A venir ella á buscar.
No le queda que hallar
A aquel que merece vellos,
Sino ser mirado dellos.
Aunque en su luz sin igual
No puede haber competencia,
Por oficio hay diferencia
De mas, y menos caudal;
Que si el medio principal
Del deseo es conocellos,
El fin ser mirado dellos.



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