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Alberto Lista

La razón inútil

-- de Alberto Lista --

Es tarde ya para que amor me prenda
en su lazo halagüeño y fementido;
que aunque tal vez de la razón me olvido,
el hielo de la edad ¿quién hay que encienda?

Es tiempo ¡ay! triste que a su voz atienda
mi juvenil esfuerzo ya perdido,
después de haberla insano desoído,
cuando ser pudo de mi esfuerzo rienda.

Así va; los humanos corazones
sufren en la verdad y en el engaño;
y sin gozar de sí ni un solo día,

venden la juventud a las pasiones,
la edad madura al triste desengaño,
y la vejez a la razón tardía.

Poema La razón inútil de Alberto Lista con fondo de libro

Alfonsina Storni

Ecuación

-- de Alfonsina Storni --

Mis brazos:
saltan de mis hombros;
mis brazos: alas.
No de plumas: acuosos...
Planean sobre las azoteas,
más arriba... Entoldan.
Se vierten en lluvias:
aguas de mar,
lágrimas,
sal humana...

Mi lengua:
madura...
Ríos floridos
bajan de sus pétalos.

Poema Ecuación de Alfonsina Storni con fondo de libro

Luis Cernuda

escondido en los muros

-- de Luis Cernuda --

Este jardín me brinda
sus ramas y sus aguas
de secreta delicia.
Qué silencio. ¿Es así
el mundo?... Cruz al cielo
desfilando paisajes,
risueño hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
el poder de esta hora;
madura su medida,
escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
con la noche cercana,
su tersura olvidando
las ramas y las aguas.

Poema escondido en los muros de Luis Cernuda con fondo de libro

Luis Palés Matos

canciones de la vida media

-- de Luis Palés Matos --

Ahora vamos de nuevo a cantar alma mía;
a cantar sin palabras.
Desnúdate de imágenes y poda extensamente
tus viñas de hojarasca.

No adulteres el mosto que hierve en tus lagares
con esencias extrañas,
y así, te dará un vino sencillo pero puro,
porque es vino de casa.

Anda el viejo camino para que se te vea
la intención noble y clara,
y huye de las retóricas travesuras ingenuas
que inquietaron tu infancia.

Ya eres vieja, alma mía. Árbol que entra en la zona
de la vida mediada.
Como fruta madura te cuelga el sentimiento
de la rama más alta.

Rama de bella fronda que perfumó al canto,
ahora se ve pelada...
Para cuajar el fruto tuvieron que caerse
las hojas de la rama.

Así estás, alma mía, en tu grave hora nueva,
toda desnuda y blanca,
erguida hacia el silencio milenario y profundo
de la estrella lejana.



Manuel del Palacio

Enviando un retrato

-- de Manuel del Palacio --

¡Ahi va! Tal tiene escrito en la baraja
El caballo de copas, segun creo,
Que hace ya mucho tiempo no le veo
Con gran satisfacción para mi caja.

Ahí va la que me pides pobre albaja,
Copia con que respondo á tu deseo,
Y cuyo original bastante feo
Por ponerse á tus órdenes trabaja.

No la contemples con desden ni risa
Si vulgar se te antoja la figura
Y la frente borrada é indecisa.

Imágen cierta de la edad madura,
Claro te dice que se van aprisa
La juventud, el pelo y la hermosura.



Jorge Cuesta

no aquel que goza, frágil y ligero

-- de Jorge Cuesta --

No aquel que goza, frágil y ligero,
ni el que contengo es acto que perdura,
y es en vano el amor rosa futura
que fascina a cultivo pasajero.

La vida cambia lo que fue primero
y lo que más tarde es no lo asegura,
y la memoria, que el rigor madura,
no defiende su fruto duradero.

Más consiente el sabor áspero y grueso,
el color que a la luz se desvanece,
la materia que al tacto se destroza.

Y en vano guarda su variable peso
el árbol y su forma se endurece,
y el mismo instante se revive y goza.



Jorge Cuesta

tienes dos nombres, luz, dos pensamientos...*

-- de Jorge Cuesta --

Tienes dos nombres, luz, dos pensamientos,
en los más puro de mi voz centrados,
a retener tu imagen consagrados
en la frágil prisión de dos lamentos.

Espejos a tu noble gracia atentos
reproducen los dos, aunque empañados,
los contornos del ánfora, delgados,
en que bullen tus finos movimientos.

Así el uno te encierra en su estructura
de no más una sílaba madura
que, luz al fin, el corazón inflama,

y aunque también el otro te refleja
amor nunca respondes a su queja
¡ay, pues te nombra, pero no te llama!

*poema escrito a los 14 años.



Jorge Cuesta

dibujo

-- de Jorge Cuesta --

Suaviza el sol que toca su blancura,
disminuye la sombra y la confina
y no tuerce ni quiebra su figura
el ademán tranquilo que la inclina.

Resbala por la piel llena y madura
sin arrugarla, la sonrisa fina
y modela su voz blanda y segura
el suave gesto con que se combina.

Sólo al color y la exterior fragancia
su carácter acuerda su constancia
y su lenguaje semejanza pide;

como a su cuerpo no dibuja y cuida
sino la música feliz que mide
el dulce movimiento de su vida.



Jorge Debravo

poema

-- de Jorge Debravo --

Desde que el primer hijo -en noche de tortura-
se desprendió de ti como un brazo viviente,
la carne se te ha hecho una fruta madura
y el amor como un pan se te ve y se te siente.

Tus mejillas se han vuelto suaves como pañales,
la voz se te ha llenado de ternuras y almohadas,
palpitan en tus ojos dos tiernos animales
y son como dos sombras tus manos sosegadas...



Jorge Guillén

en plenitud

-- de Jorge Guillén --

Después de aquella ventura
gozada, y no por suerte
ni error mi sino es quererte,
ventura, como madura
realidad que me satura
si de veras soy después
de la ráfaga en la mies
que ondeó, que se rindió,
nunca el alma dice: no.
¿Qué es ventura? lo que es.



Dulce María Loynaz

soneto

-- de Dulce María Loynaz --

Quiere el amor feliz -el que se posa
poco...- Arrancar un verso al alma oscura:
¿cuándo la miel necesitó dulzura?
¿quién esencia de pomo echa en la rosa?

quédese en hojarasca temblorosa
lo que no pudo ser fruta madura:
no se rima la dicha; se asegura
desnuda de palabras, se reposa...

Si el verso es sombra, ¿qué hace con el mío
la luz?... Si es luz..., La luz ¿por qué lo extraña?
¡quién besar puede, bese y deje el frío

símbolo, el beso escrito!... ¡En la maraña
del mapa no está el agua azul del río,
ni se apoya en su nombre la montaña!...



Octavio Paz

antes del comienzo

-- de Octavio Paz --

Ruidos confusos, claridad incierta
otro día comienza.
Es un cuarto en penumbra
y dos cuerpos tendidos.
En mi frente me pierdo
por un llano sin nadie.
Ya las horas afilan sus navajas.
Pero a mi lado tú respiras;
entrañable y remota
fluyes y no te mueves.
Inaccesible si te pienso,
con los ojos te palpo,
te miro con las manos.
Los sueños nos separan
y la sangre nos junta:
somos un río de latidos.
Bajo tus párpados madura
la semilla del sol.
El mundo
no es real todavía,
el tiempo duda:
sólo es cierto
el calor de tu piel.
En tu respiración escucho
la marea del ser,
la sílaba olvidada del comienzo.



Octavio Paz

día

-- de Octavio Paz --

¿de qué cielo caído,
oh insólito,
inmóvil solitario en la ola del tiempo?
eres la duración,
el tiempo que madura
en un instante enorme, diáfano:
flecha en el aire,
blanco embelesado
y espacio sin memoria ya de flecha.
Día hecho de tiempo y de vacío:
me deshabitas, borras
mi nombre y lo que soy,
llenándome de ti: luz, nada.
Y floto, ya sin mí, pura existencia.



Oliverio Girondo

río de janeiro

-- de Oliverio Girondo --

La ciudad imita en cartón, una ciudad de pórfido.
Caravanas de montañas acampan en los alrededores.
El pan de azúcar basta para almibarar toda la bahía...
El pan de azúcar y su alambre carril, que perderá elequilibrio por no usar una sombrilla de papel.
Con sus caras pintarrajeadas, los edificios saltan unos encima de otrosy cuando están arriba, ponen el lomo, para que las palmeras lesden un golpe de plumero en la azotea.
El sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres, madura las perasde la electricidad, sufre un crepúsculo, en los botones deópalo que los hombres usan hasta para abrocharse la bragueta.
¡Siete veces al día, se riegan las calles con agua dejazmín!
hay viejos árboles pederastas, florecidos en rosas té; yviejos árboles que se tragan los chicos que juegan al arco enlos paseos. Frutas que al caer hacen un huraco enorme en la vereda;negros que tienen cutis de tabaco, las palmas de las manos hechas decoral, y sonrisas desfachatadas de sandía.
Sólo por cuatrocientos mil reis se toma un café, queperfuma todo un barrio de la ciudad durante diez minutos.



Gabriela Mistral

el ángel guardián

-- de Gabriela Mistral --

Es verdad, no es un cuento;
hay un ángel guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.
Tiene cabellos suaves
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
(No es un cuento, es verdad.)
Él tiene cuerpo, manos y pies de alas
y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.
Hace más dulce la pulpa madura
que entre tus labios golosos estrujas;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.
Es quien te ayuda a que cortes las rosas,
que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.
Y aunque camine contigo apareado,
como la guinda y la guinda bermeja,
cuando su seña te pone el pecado
recoge tu alma y el cuerpo te deja.
Es verdad, no es un cuento:
hay un ángel guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.



Vicente Aleixandre

posesión

-- de Vicente Aleixandre --

Negros de sombra. Caudales
de lentitud. Impaciente
se esfuerza en armar la luna
sobre la sombra sus puentes.
(¿De plata? son levadizos
cuando, bizarro, de frente,
de sus puertos despegado
cruzar el día se siente.)
Ahora los rayos desgarran
la sombra espesa. Reciente,
todo el paisaje se muestra
abierto y mudo, evidente.
Húmedos pinceles tocan
las superficies, se mueven
ágiles, brillantes; tensos
brotan a flor los relieves.
Extendido ya el paisaje
está. Su mantel, no breve,
flores y frutos de noche,
en dulce peso, sostiene.
La noche, madura toda,
gravita sobre la nieve
hilada. ¿Qué zumos densos
dará en mi mano caliente?
su pompa rompe la cárcel
exacta, y la pulpa ardiente,
constelada de pepitas
iluminadas, se vierte.
Mis rojos labios la sorben.
Hundo en su yema mis dientes.
Toda mi boca se llena
de amor, de fuegos presentes.
Ebrio de luces, de noche,
de brillos, mi cuerpo extiende
sus miembros, ¿pisando estrellas?,
temblor pisando celeste.
La noche en mí. Yo la noche.
Mis ojos ardiendo. Tenue,
sobre mi lengua naciendo
un sabor a alba creciente.



Marilina Rébora

no me llames poeta...

-- de Marilina Rébora --

No me llames poeta un nombre con laurel
porque mi voz apenas para cantar acierta;
acaso suavizada por amorosa miel,
tal vez unos acentos armoniosos concierta.
Puede sí que me escurra por el alto dintel
hacia regiones mágicas tras mi azulada puerta,
o que salve los mares en barco de papel
para poblar de trinos la comarca desierta.
Mi voz no fuera el tono para belleza tanta
ni tienen mis adentros un germen de tal genio,
el prodigio se opera por la fe simplemente,
lo mismo que madura la minúscula planta
a los rayos del sol, milagroso convenio
de la abeja y la flor, del ave con la fuente.



Mario Benedetti

currículum

-- de Mario Benedetti --

El cuento es muy sencillo
usted nace en su tiempo
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
y el temerario insecto
que será pisoteado
por su zapato nuevo
usted sufre de veras
reclama por comida
y por deber ajeno
o acaso por rutina
llora limpio de culpas
benditas o malditas
hasta que llega el sueño
y lo descalifica
usted se transfigura
ama casi hasta el colmo
logra sentirse eterno
de tanto y tanto asombro
pero las esperanzas
no llegan al otoño
y el corazón profeta
se convierte en escombros
usted por fin aprende
y usa lo aprendido
para saber que el mundo
es como un laberinto
en sus momentos claves
infierno o paraíso
amor o desamparo
y siempre siempre un lío
usted madura y busca
las señas del presente
los ritos del pasado
y hasta el futuro en cierne
quizá se ha vuelto sabio
irremediablemente
y cuando nada falta
entonces usted muere



Nicolás Guillén

josé ramón cantaliso

-- de Nicolás Guillén --

José ramón cantaliso,
¡canta liso!, canta liso,
josé ramón.
Duro espinazo insumiso:
por eso es que canta liso
josé ramón cantaliso,
josé ramón.
En bares, bachas, bachatas,
a los turistas a gatas,
y a los nativos también,
a todos, el son preciso
josé ramón cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.
Voz de cancerosa entraña.
Humo de solar y caña,
que es nube prieta después:
son de guitarra madura,
cuya cuerda ronca y dura
no se enreda en la cintura,
ni prende fuego en los pies.
El sabe que no hay trabajo,
que el pobre se pudre abajo.
Y que tras tanto luchar,
el que no perdió el resuello,
o tiene en la frente un sello,
o está con el agua al cuello
sin poderlo remediar.
Por eso de fiesta en fiesta
con su guitarra protesta,
que es su corazón también,
y a todos el son preciso,
josé ramón cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.



Francisco Villaespesa

por tierras de sol y sangre viii. el albaicín

-- de Francisco Villaespesa --

viii. El albaicín
con pereza oriental, en la colina dormita,
ebrio de sol, el albaicín.
Torcida higuera su ramaje inclina
entre rojos tapiales de un jardín.
Una acritud de fruta ya madura
y podrida trasciende del vergel,
mientras el fuego de la calentura
va esculpiendo las venas en la piel.
El arco de una arábiga cisterna
nos brinda el eco de su agua interna,
que nunca doró el sol, y la frescura
de su sombra antiquísima... ¡Y advierte
la carne en su pesada calentura
la fiebre de la vida y de la muerte!



José Martí

quieren, oh mi dolor...

-- de José Martí --

Quieren, oh mi dolor, que a tu hermosura
de su ornamento natural despoje,
que el árbol pode, que la flor deshoje,
que haga al manto viril broche y cintura:
quieren que el verso arrebatado en dura
cárcel sonante y apretada aherroje,
cual la espiga deshecha en la alta troje
o en el tosco lagar la vid madura.
No, vive dios! la cómica alquilada
el paso ensaye y el sollozo en donde
betunosa la faz, gime e implora:
el gran dolor, el alma desolada,
ni con carmín su lividez esconde,
ni se trenza el cabello cuando llora.



Ramón López Velarde

Para tus dedos ágiles y finos

-- de Ramón López Velarde --

Doy a los cuatro vientos los loores
de tus dedos de clásica finura
que preparan el pan sin levadura
para el banquete de nuestros amores.

Saben de las domésticas labores
lucen en el mantel su compostura
y apartan, de la verde, la madura
producción de los meses frutidores.

Para gloria de Dios en homenaje
a tu excelencia, mi soneto adorna
de tus manos preclaras el linaje.

Y el soneto dichoso, en las esbeltas
falanges de mis índices se torna
una sortija de catorce vueltas.



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