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Se han encontrado 66 poemas con la palabra lucha

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Emilio Bobadilla

Todo igual

-- de Emilio Bobadilla --

¡Qué vértigo en el aire, qué aflicción en las almas!
¡Qué huracán de vesania, qué fiebre, qué delirio!
Aspiran los valientes a batir áureas palmas,
las palmas clandestinas de anónimo martirio!

¿Saldrá más acendrada la moral de esta lucha?
¿Será mejor el hombre venidero? ¡Quién sabe!
No es animal aéreo ni terrestre la trucha;
y, voladora siempre, tendrá plumas el ave...

Habrá nuevas costumbres, el lujo, irá en aumento;
viviendas más higiénicas, más orden en la vida;
tal vez menos ideas y menos sentimiento

y acaso sólo sirva de adorno la palabra...
Pero esta lucha épica, feroz y fratricida,
no hará de un cardo un cedro, ni un toro de una cabra.

Poema Todo igual de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Enrique Lihn

gallo I

-- de Enrique Lihn --

Este gallo que viene de tan lejos en su canto,
iluminado por el primero de los rayos del sol;
este rey que se plasma en mi ventana con su corona viva, odiosamente,
no pregunta ni responde, grita en la sala del banquete
como si no existieran sus invitados, las gárgolas
y estuviera más solo que su grito.
Grita de piedra, de antigüedad, de nada,
lucha contra mi sueño pero ignora que lucha;
sus esposas no cuentan para él ni el maíz que en la tardelo hará besar el polvo.
Se limita a aullar como un hereje en la hoguera de sus plumas.
Y es el cuerno gigante
que sopla la negrura al caer al infierno.

Poema gallo I de Enrique Lihn con fondo de libro

Miguel Unamuno

Señor, no me desprecies

-- de Miguel Unamuno --

Señor, no me desprecies y conmigo
lucha; que sienta al quebrantar tu mano
la mía, que me tratas como á hermano.
Padre, pues beligerancia consigo

de tu parte; esa lucha es la testigo
del origen divino de lo humano.
Luchando así comprendo que el arcano
de tu poder es de mi fé el abrigo.

Poema Señor, no me desprecies de Miguel Unamuno con fondo de libro

Julia de Burgos

el hombre y mi alma

-- de Julia de Burgos --

¡qué caricia larga de acción me sube por las venas
anchas de recorrerme!

me veo inmóvil de carne esperando la lucha
entre el hombre y mi alma,
y me siento invencible,
porque mi ahora es fuerte columna de avanzada
en la aurora que apunta,
es grito de corazón vacío en la nave del mundo,
es esfuerzo de ola tendido en playa firme
para arrasar calumnias de las conciencias rotas.

Entre el hombre y mi alma
se ha cruzado la espada...
(La mente es una intérprete que traduce la fuerza
en ideas que avanzan.)

De mi lado se bate la conciencia del hombre
en un sol de principios sobre el soy de las almas.

En la mano del hombre se defiende la hueca
escultura de normas sobre el tiempo moldeada.

Ha sonado la lucha...
Y me siento intocada...
Estoy sobre los siglos con fiereza de olas...
¡Nadie palpe la sombra que mi impulso ahuyentara!



Francisco Villaespesa

lucha

-- de Francisco Villaespesa --

A emilio fernández vaamonde
de la vida me lanzo en el combate
sin que me selle filiación alguna,
y atrás no he de volver, hasta que ate
a mi triunfante carro la fortuna!
contra mis enemigos, terco y rudo,
esgrimiré en la lid, que no me apoca,
por lanza mi razón y como escudo
mi carácter más firme que una roca!
ni el desengaño pertinaz me arredra,
ni ante los golpes del dolor me humillo:
¡la estatua surge de la tosca piedra
a fuerza de cincel y de martillo!
¡combatir es vivir!... La luz sublime
entre las sombras de la noche crece:
¡espada que en la lucha no se esgrime,
colgada en la panoplia se enmohece!
mi razón en peligros no repara.
O subir a la cúspide consigo,
o muero, sin volver atrás la cara,
despreciando, al caer, a mi enemigo!
ni la derrota en mi valor rehuyo...
Mas, antes de rendirme fatigado,
me encerraré en la torre de mi orgullo,
y en sus escombros moriré aplastado!...



Amado Nervo

éxtasis

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!
años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!
cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
para mí, en rededor, todo es belleza;
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome, al brillar: «aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama».



Amado Nervo

Éxtasis (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."



Leandro Fernández de Moratín

soneto. la noche de montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿adónde adónde está, dice el infante,
ese feroz tirano de castilla?
pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.
Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla
beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados el temido instante.
Herido el rey por la fraterna mano,
joven espira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.
No aguarde premios en el mundo vano
la inocente virtud; si da la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leandro Fernández de Moratín

La noche de Montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿Adónde, adónde está, dice el Infante
ese feroz tirano de Castilla?
Pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.

Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla:
Beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados del temido instante.

Herido el rey por la fraterna mano,
joven expira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.

No aguardes premios en el Mundo vano
la inocente virtud; si das la suerte
por un delito atroz, una corona.



Mientras que bebe el regalado aliento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Mientras que bebe el regalado aliento
de tu divina boca, ¡oh Laura mía!;
mientras asiste al Sol que roba al día,
por más hermosa luz, luz y contento,

tu dueño; o ya repose —¡oh blando asiento!—
su cuello en ése que a la nieve fría
prestar color, prestar beldad podría,
vuelve, si no la vista, el pensamiento.

¡Ay, si acaso, ay de mí, lucha amorosa
la lengua oprime! ¡Oh bien dichoso amante,
si no más, si oprimiere desdeñosa!

No olvides a tu ausente, a tu constante,
que es ave el pensamiento, ¡oh Laura hermosa!
y llegará a tu Fabio en un instante.



Luis Gonzaga Urbina

¡ave césat!

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Herido voy, herido; no me alienta
la muchedumbre que en el circo clama,
y entona canto a la verde rama
que allí en la sien del vencedor se ostenta.

La misma multitud es la que afrenta
al que en la lucha desigual, se inflama,
y al fin sucumbe, sin honor ni fama,
la espada rota y la cerviz sangrienta.

Yo entré a la lid intrépido y gozoso.
Los muertos te saludan, dije al mundo.
Miré a las fieras; me sentí coloso:

luché; me hirió la duda en lo profundo,
y entre el polvo del carro victorioso,
ya ruedo por la arena, moribundo.



Manuel Gutiérrez Nájera

Madre Naturaleza

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!



Ignacio María de Acosta

Dolencia de Iselia

-- de Ignacio María de Acosta --

Esa inquietud que sin cesar te agita,
ese tormento que te oprime el pecho,
y pone abrojos al mullido lecho
y tu semblante virginal marchita:

Esa lucha fatal que se concita
del corazón en el recinto estrecho;
y te arranca suspiros de despecho
en continua aflicción y amarga cuita:

Ese dulce mirar; tu afecto tierno,
que revelan un alma candorosa
que pugna por vencer un mal interno;

Esa delicia en fin que misteriosa
con las penas se mezcla del infierno;
esa es la llama del Amor, hermosa.



Joaquín Nicolás Aramburu

A Dios (Aramburu)

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

¿En dónde está ese Dios que no me oído
cuando mil y mil veces le he llamado
con gritos de dolor desesperado,
en el naufragio de mi bien perdido?

¿En qué lugar del mundo se ha escondido
que en vano por doquiera le he buscado,
y en la lucha indefenso me ha dejado,
del mal esclavo, de la duda herido?

¿Arriba estás? Pues ve desde la altura
esta contienda desigual y horrible
que el mismo tiempo que mi vida dura.

Y si aún me juzgas corazón sensible,
amante y resignado en mi amargura,
pedirás, con ser Dios, un imposible.



Jorge Debravo

parto

-- de Jorge Debravo --

Mujer, toda mi sangre está presente
contigo en esa lucha que sostienes.
Contigo está mi amor incandescente
y en tu llanto y en tu duelo me contienes.
Nunca en la vida estuve tan de prisa,
tan lleno de relámpagos y ruegos,
como ahora que ha muerto tu sonrisa
y están con tu dolor todos tus llantos y fuegos.
Nunca estuvo mi amor tan a tu lado,
nunca como esta noche de tortura,
cuando sufre mi amor crucificado
en el mismo tablón de tu amargura!



Jorge Debravo

este es mi amor

-- de Jorge Debravo --

Este es mi amor, hermanos, este esfuerzo
denso, maduro, alto,
estos dedos agónicos y este
manojo de entusiasmo.

Yo no os amo dormidos:
yo os amo combatiendo y trabajando,
haciendo hachas deicidas,
libertando.

Amo lo que de dioses se os revela
ante el miedo y el látigo,
lo que suda, viviente y guerrillero,
en el fondo del hueso americano,
lo que es amor no siendo más que carne,
lo que es lucha no siendo más que paso,
lo que es fuego no siendo más que grito,
lo que es hombre no siendo más que árbol.



Jorge Guillén

tarde mayor

-- de Jorge Guillén --

Libre nací y en libertad me fundo.
Cervantes
tostada cima de una madurez,
esplendiendo la tarde con su espíritu
visible nos envuelve en mocedad.
Así te yergues tú, para mis ojos
forma en sosiego de ese resplandor,
trasluz seguro de la luz versátil.
Si aquellas nubes tiemblan a merced,
un día, de un estrépito enemigo,
mescolanza de súbito voraz,
oscurecidos y desordenados
penaremos también. Y no habrá alud
que nos alcance en la ternura nuestra.
Esos árboles próceres se ahíncan
dedicando sus troncos al cénit,
a un cielo sin crepúsculos de crimen.
Si tal fronda perece fulminada,
rumoroso otra vez igual verdor
se alzará en el olvido del tirano.
Y pasará el camión de los feroces.
Castaños sin historia arrojarán
su florecilla al suelo blanquecino.
Un ámbito de tarde en perfección
tan desarmada humildemente opone,
por fin venciendo, su fragilidad
a ese desbarajuste sólo humano
que a golpes lucha contra el mismo azul
impasible, feroz también, profundo.
Fugaz la historia, vano el destructor.
Resplandece la tarde. Yo contigo.
Eterna al sol la brisa juvenil.



Delmira Agustini

El nudo

-- de Delmira Agustini --

Su idilio fue una larga sonrisa a cuatro labios.
En el regazo cálido de rubia primavera.
Amáronse talmente que entre sus dedos sabios
palpitó la divina forma de la Quimera.

En los palacios fúlgidos de las tardes en calma
hablábanse un lenguaje sentido como un lloro,
y se besaban hondo hasta morderse el alma!
Las horas deshojáronse como flores de oro.

Y el Destino interpuso sus dos manos heladas...
¡Ah! los cuerpos cedieron, mas las almas trenzadas
son el más intrincado nudo que nunca fue.

En lucha con sus locos enredos sobrehumanos
las Furias de la vida se rompieron las manos
y fatigó sus dedos supremos Ananké...



Emilio Bobadilla

¡Así es la vida!

-- de Emilio Bobadilla --

Truena el cañón; en lucha venatoria,
como espigas, inerme el hombre rueda
y a la luz de una luna sin memoria
todo en silencio legendario queda.

En la penumbra del hogar vacío
la vieja al viejo cuenta sus dolores
y amortiguado el odio, el caserío
lento se va poblando de rumores.

Ya el campanario roto da la hora,
vuelve el arado a socavar la tierra
que el sol de Mayo paternal decora;

vendrán las noches largas; con sentida
voz hablará el recuerdo de la guerra;
vendrá el olvido luego. ¡Así es la vida!



Emilio Bobadilla

Bélgica

-- de Emilio Bobadilla --

¿Qué pueblo no lucha por sus libertades,
por su independencia contra el extranjero?
¿Qué pueblo no tiene sus heroicidades
y cuál no presume de indómito y fiero?

¿Quién de ser amado o de amar se jacta?
¿No es rutina orgánica la función de amores?
¡La luz en el lago viva se refracta
y no hay primavera sin aves ni flores!

Del valor ¿qué pueblo tiene el privilegio?
¡Y entre las naciones de valor hay pujas
—cosas de chiquillos, cosas de colegio!—

¡Te admiro en aquello que a otros sobrepujas:
en tu dulce Menling, en tu Rubens regio,
en tus carillones, en tu triste Brujas!



Emilio Bobadilla

Italia (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

«Arcos, anfiteatros, baño, templo,
que fuisteis edificios celebrados...»

(Al monte donde fué Cartago.)

«Italia! too Italia! looking on the
Full flashes on the soul the ligth of ages...»

(
Childe Harold's Pilgrimace, Canto third CX.)

¿Tú también en guerra, pintoresca Italia,
tú que fuiste siempre del arte maestra,
de los soñadores, la fuente Castalia,
bajas encendida en odio a la palestra?

¡Hablan tus museos de recuerdos miles:
historia, batallas, de papas astutos
y de emperadores, los recios perfiles
y las maravillas de tus Benvenutos...!

Cuando de la lucha cruel a los comienzos
las bombas llenaban de horror los espacios,
temblé por tus mármoles, por tus viejos lienzos,

y por tus basílicas y por tus palacios
y evocaba pálido tus viejas ciudades,
—líricas sonámbulas de muertas edades—.



Emilio Bobadilla

La fuente envenenada

-- de Emilio Bobadilla --

Cantaba en el silencio de la noche la fuente,
y en torno suyo, luego de acabada la lucha,
fraternizaban todos, bebiendo ávidamente,
a la luz de los astros, sin temor del escucha.

Y era aquel un refugio de efímero sosiego,
de paz un simulacro, pasajero armisticio;
campo mustio que anhela el benéfico riego,
beso puro que ansía harto de carne el vicio.

Y un día envenenaron la fuente —intermediaria
de frescura y silencio, entre uno y otro bando—
(¿era más cruel el hombre de la edad cuaternaria?)

y con ritmo, al estruendo de la metralla ajeno,
en la noche la fuente continuaba cantando,
sin saber que brindaba en su linfa veneno...!



Emilio Bobadilla

¡No haya paz!

-- de Emilio Bobadilla --

En los hogares tristes, sin hermanos, sin padres,
en los hogares tristes que mutiló la guerra,
donde lloran las viudas, donde lloran las madres,
¿qué paz va a celebrarse? ¿Es que hay paz en la tierra?

En los campos sin árboles, en los campos desiertos,
que agostó la metralla, que afligió la sevicia,
campos ayer fecundos, hoy montones de muertos,
¿qué paz va a celebrarse que ampare la justicia?

¡Que siga la matanza, sigan los desvaríos
y siga el espectáculo de enconos tremebundo
y que todo se anegue en purpurinos ríos...!

¿Qué más da el campo rojo, qué más da el campo verde?
¡Que la lucha se extinga cuando cansado el mundo,
no haya ni quién se queje, ni haya quién recuerde...!



Emilio Bobadilla

Sombras chinescas

-- de Emilio Bobadilla --

Va cayendo la tarde sobre el triste villorrio;
al cañón la campana de vísperas sucede
y en la calma sedante suena un clarín de pronto
que pone en convulsiva dispersión a la gente.

El bosque, de petróleo rociado, arde de súbito;
en compactas falanges, aullando como lobos,
surgen de sus trincheras recónditas, los unos
y con la bayoneta les reciben los otros.

La lucha cuerpo a cuerpo, sin piedad, en el bosque,
que ha llenado de sangre la hierba inofensiva,
se ha calmado: ni un grito, ni un insulto se oyen;

los odios ya saciados, en la mímica escena,
al través de las llamas, en la noche sombría,
espectrales siluetas crispadas se menean.



Enrique Lihn

cementerio de punta arenas

-- de Enrique Lihn --

Ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres
que dan su nombre en lápidas distintas
o lo gritan al viento del sol que se los borra:
otro poco de polvo para una nueva ráfaga.
Reina aquí, junto al mar que iguala al mármol,
entre esta doble fila de obsequiosos cipreses
la paz, pero una paz que lucha por trizarse,
romper en mil pedazos los pergaminos fúnebres
para asomar la cara de una antigua soberbia
y reírse del polvo.
Por construirse estaba esta ciudad cuando alzaron
sus hijos primogénitos otra ciudad desierta
y uno a uno ocuparon, a fondo, su lugar
como si aún pudieran disputárselo.
Cada uno en lo suyo para siempre, esperando,
tendidos los manteles, a sus hijos y nietos.



Pablo Neruda

establecimientos nocturnos

-- de Pablo Neruda --

Difícilmente llamo a la realidad, como el perro, ytambién aúllo. Cómo amaría establecer eldiálogo del hidalgo y el barquero, pintar la jirafa, describirlos acordeones, celebrar mi musa desnuda y enroscada a mi cintura deasalto y resistencia. Así es mi cintura, mi cuerpo en general,una lucha despierta y larga, y mis riñones escuchan.
Oh dios, cuántas ranas habituadas a la noche, silbando yroncando con gargantas de seres humanos a los cuarenta años, yqué angosta y sideral es la curva que hasta lo más lejosme rodea! llorarían en mi caso los cantores italianos, losdoctores de astronomía ceñidos por esta alba negra,definidos hasta el corazón por esta aguda espada.
Y luego esa condensación, esa unidad de elementos de la noche,esa suposición puesta detrás de cada cosa, y esefrío tan claramente sostenido por estrellas.
Execración para tanto muerto que no mira, para tanto herido dealcohol o infelicidad, y loor al nochero, al inteligente que soy yo,sobreviviente adorador de los cielos.



Pablo Neruda

la pródiga

-- de Pablo Neruda --

Yo te escogí entre todas las mujeres
para que repitieras
sobre la tierra
mi corazón que baila con espigas
o lucha sin cuartel cuando hace falta.
Yo te pregunto, dónde está mi hijo?
no me esperaba en ti, reconociéndome,
y diciéndome: «llámame para salir sobre la tierra
a continuar tus luchas y tus cantos»?
devuélveme a mi hijo!
lo has olvidado en las puertas
del placer, oh pródiga
enemiga,
has olvidado que viniste a esta cita,
la más profunda, aquella
en que los dos, unidos, seguiremos hablando
por tu boca, amor mío,
ay todo aquello
que no alcanzamos a decirnos?
cuando yo te levanto en una ola
de fuego y sangre, y se duplica
la vida entre nosotros,
acuérdate
que alguien nos llama
como nadie jamás nos ha llamado,
y que no respondemos
y nos quedamos solos y cobardes
ante la vida que negamos.
Pródiga,
abre las puertas,
y que en tu corazón
el nudo ciego
se desenlace y vuele
con tu sangre y la mía
por el mundo!



Pablo Neruda

el olvido

-- de Pablo Neruda --

El olvido
todo el amor en una copa
ancha como la tierra, todo
el amor con estrellas y espinas
te di, pero anduviste
con pies pequeños, con tacones sucios
sobre el fuego, apagándolo.
Ay gran amor, pequeña amada!
no me detuve en la lucha.
No dejé de marchar hacia la vida,
hacia la paz, hacia el pan para todos,
pero te alcé en mis brazos
y te clavé a mis besos
y te miré como jamás
volverán a mirarte ojos humanos.
Ay gran amor, pequeña amada!
entonces no mediste mi estatura,
y al hombre que para ti apartó
la sangre, el trigo, el agua
confundiste
con el pequeño insecto que te cayó en la falda.
Ay gran amor, pequeña amada!
no esperes que te mire en la distancia
hacia atrás, permanece
con lo que te dejé, pasea
con mi fotografía traicionada,
yo seguiré marchando,
abriendo anchos caminos contra la sombra, haciendo
suave la tierra, repartiendo
la estrella para los que vienen.
Quédate en el camino.
Ha llegado la noche para ti.
Tal vez de madrugada
nos veremos de nuevo.
Ay gran amor, pequeña amada!



Pablo Neruda

las furias y las penas

-- de Pablo Neruda --

ii
en 1934 fue escrito este poema. Cuántas cosas han sobrevenidodesde entonces! españa, donde lo escribí, es una cinturade ruinas. Ay! si con sólo una gota de poesía o de amorpudiéramos aplacar la ira del mundo, pero eso sólo lopueden la lucha y el corazón resuelto.
El mundo ha cambiado y mi poesía ha cambiado. Una gota de sangrecaída en estas líneas quedará viviendo sobreellas, indeleble como el amor,



Pablo Neruda

el monte y el río

-- de Pablo Neruda --

En mi patria hay un monte.
En mi patria hay un río.
Ven conmigo.
La noche al monte sube.
El hambre baja al río.
Ven conmigo.
Quiénes son los que sufren?
no sé, pero son míos.
Ven conmigo.
No sé, pero me llaman
y me dicen «sufrimos».
Ven conmigo.
Y me dicen: «tu pueblo,
tu pueblo desdichado,
entre el monte y el río,
con hambre y con dolores,
no quiere luchar solo,
te está esperando, amigo».
Oh tú, la que yo amo,
pequeña, grano rojo
de trigo,
será dura la lucha,
la vida será dura,
pero vendrás conmigo.



Pedro Julio Mir

ni un paso atrás

-- de Pedro Julio Mir --

Árbol de luna que obedece al clima
un sistema de nocturnidad,
no permitas que el murciélago te oprima.
Ni un paso atrás.

No permitas que el largo regimiento
de los años de crimen pertinaz,
te toque el hombro con el pensamiento.
Ni un paso atrás.

Que la alta flor que de tus ramas brota
en este chapuzón de libertad,
no pierda en miel ni la más breve gota.
Ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, soldados y civiles
hermanados de pronto en la verdad.
La vida es una sobre los fusiles,
que no hay trincheras para los reptiles,
de malos nuestros a extranjeros viles.
Ni un paso atrás.

La libertad como un antiguo espejo
roto en la luz, se multiplica más,
y cada vez que un trozo da un reflejo
el tiempo nuevo le repite al viejo:
ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, ni un paso atrás,
ni un paso de retorno al ayer, ni la mitad
de un paso en el sentido del ocaso,
ni un paso atrás.

Que en la lucha del pueblo se confirme,
-sangre y sudor- la nacionalidad.
Y pecho al plomo y la conciencia en firme.
Y en cada corazón... Ni un paso atrás.



Pedro Miguel Obligado

¿para qué

-- de Pedro Miguel Obligado --

¿para qué este deseo de una afecto profundo,
y este afán de ser noble, y esta lucha por ser;
si sólo viviremos un instante en el mundo,
y la vida que aisla, no nos deja querer?

¿para qué transformar el gemido en un canto,
y aprender en las penas, a dar nuestros consuelos;
si todos van huyendo, sordos por desencanto;
y el hombre perseguido tiene horror de los cielos?

¿para qué la bondad que provoca el abuso,
cual los mimos que vuelven más caprichoso al niño;
si aceptarán apenas, o le darán mal uso,
al corazón que se hace pesado de cariño?

el esfuerzo destroza las alas del anhelo,
y el bien con que soñamos, es un ciego derroche.
¡Todas las flores no hacen jardín de este suelo,
y todas las estrellas no pueden con la noche!...

Y ¿par qué alma mía, vas a seguir tu empeño?
el camino se pierde: no se oye, no se ve
mejor es descansar en el lago del sueño:
¿para qué?... ¿Para qué?...



Pedro Soto de Rojas

Fénix, santelmo en el mar de amor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Si lucha con el casco el Euro fuerte,
los deshojados árboles desgaja,
arrebata el timón, las tablas raja,
nada perdona a que su furia acierte.

Teme el piloto la contraria suerte
y el marinero en partes mil trabaja,
porque en mil partes mira la mortaja
que el mar previene a su vecina muerte.

Pero si el Euro de los Celos llega
al instable bajel, mi pensamiento
no sólo en embestir no se acobarda,

mas el piloto Vista el temor niega,
descansa el marinero Entendimiento,
porque el Santelmo Fénix va en su guarda.



Rafael Mendive

La indiferente

-- de Rafael Mendive --

¿Dónde la flor de tu esperanza es ida,
Pálida virgen que enlutada lloras;
¿Dónde la hermosa luz de las auroras
Que alumbraron la senda de tu vida?

¿Por qué a la nave del silencio asida,
Ni amor te inflama, ni consuelo imploras,
Y en las sombras del tiempo aterradoras,
La imagen ves de tu ilusión perdida?

Si aún tienes corazón, espera, y lucha
Por derrocar el tenebroso imperio
De la duda que oprime tu existencia:

Mas si no late por tu mal, escucha:
-A gemir en perpetuo cautiverio,
Te condena tu propia indiferencia.



Juan de Arguijo

La recaida

-- de Juan de Arguijo --

Otras dos veces del furioso noto
Probé las iras en el mar turbado,
Y no volver jamás á tal estado,
Arrepentido, prometí y devoto.

De la deshecha jarcia y leño roto
Dí los despojos al altar sagrado,
Y apenas pisé el puerto deseado,
Cuando olvidé el peligro y rompí el voto;

Y ahora, que continua y fiera lucha,
Mar y vientos se esfuerzan en mi daño,
Y sus enojos aplacar porfía,

Mis sordas voces sin piedad escucha
El justo cielo. ¡Oh inútil desengaño,
Cuán tarde llegas al remedio mío!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxiii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Negros fantasmas,
nubes sombrías,
huyen ante el destello
de luz divina.
Esa luz santa,
niña de los ojos negros,
es la esperanza.
Al calor de sus rayos,
mi fe gigante
contra desdenes lucha
sin amenguarse
en este empeño
es, si grande el martirio,
mayor el premio.
Y si aún muestras, esquiva,
alma de nieve;
si aún no me quisieras,
yo he de quererte.
Mi amor es roca
donde se estrellan tímidas
del mar las olas



Salvador Díaz Mirón

Vigilia y sueño

-- de Salvador Díaz Mirón --

La moza lucha con el mancebo
-su prometido y hermoso efebo-
y vence a costa de un traje nuevo.

Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.

Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.

Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrojos, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aún desvestida se quema y suda.

Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.

Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto.

¡Sueña que yace sujeta y sola
en un celaje que se arrebola,
y que un querube llega y la viola!



Mi estado

-- de El Solitario --

Busco la paz, y en triste lucha espiro;
espero y temo, abrásome y me hielo;
odio la tierra sin amar el cielo;
vehemente anhelo, exánime suspiro:

Pido la libertad, siervo me miro;
me elevo ardiente, caigo yerto al suelo;
ciego confío, suspicaz recelo,
vivo en el ocio y a la gloria aspiro:

El dogal que circunda el cuello mío
ni me acaba ni libra, y vivo ahogado;
hallo el placer y mátame el hastío,

odio mi ser, te adoro despechado;
lloro sin pena y sin contento río...
Por ti, cruel, me miro en tal estado.



Vicente Aleixandre

verdad siempre

-- de Vicente Aleixandre --

Verdad siempre
a manuel altolaguirre
sí, sí, es verdad, es la única verdad;
ojos entreabiertos, luz nacida,
pensamiento o sollozo, clave o alma,
este velar, este aprender la dicha,
este saber que el día no es espina,
sino verdad, oh suavidad. Te quiero.
Escúchame. Cuando el silencio no existía,
cuando tú eras ya cuerpo y yo la muerte,
entonces, cuando el día.
Noche, bondad, oh lucha, noche, noche.
Bajo clamor o senos, bajo azúcar,
entre dolor o sólo la saliva,
allí entre la mentira sí esperada,
noche, noche, lo ardiente o el desierto.



Vicente García de la Huerta

Volviendo a Filis sus elogios

-- de Vicente García de la Huerta --

Vuelven a tu poder, Filis divina,
prendas a quienes dio ser y existencia
el gozo, el desconsuelo y al impaciencia,
conceptos del amor que me domina.

Dichosas ellas, pues que las destina
a hacer cerca de ti su residencia
la suerte grata, cuando su violencia
con la más dura ausencia me conmina.

¡Con cuánto desconsuelo lucha el alma
vencida de un recelo que la embiste,
y contra quien en vano el juicio lidia!

¡Mas cómo yo podré esperar la palma,
cuando he llegado a término tan triste
que a mis mismos papeles tengo envidia!



Vicente Huidobro

Viajero

-- de Vicente Huidobro --

Qué clima es éste de arenas movedizas y fuera de su edad
Qué país de clamores y sombreros húmedos
En vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
Preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas
Explicándose sola y decorada como montaña que se despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas

Son los ríos derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
Y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en nombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre



Angel González

para que yo me llame ángel gonzález

-- de Angel González --

Para que yo me llame ángel gonzález,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...



Mariano José de Larra

A un mal artista

-- de Mariano José de Larra --

Tente, mentido Fidias que, profano,
dando al mármol inerte alma fingida
tornar imaginabas a la vida
a Cintia bella con esfuerzo vano.

La grosera facción tu inhábil mano
deja en la piedra a trechos esparcida,
que con torpe cincel hiere atrevida,
remedo informe del cincel de Cano.

No, si Apolo contigo fue severo,
te vengues crudo en la indefensa hermosa
del arte, con que lucha tu flaqueza.

Si la muerte, de hollarla temerosa,
sus rosas respetó, no tú más fiero
borrar pretendas su inmortal belleza.



Mario Benedetti

vamos juntos

-- de Mario Benedetti --

Con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
compañero te desvela
la misma suerte que a mí
prometiste y prometí
encender esta candela
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
la muerte mata y escucha
la vida viene después
la unidad que sirve es
la que nos une en la lucha
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
la historia tañe sonora
su lección como campana
para gozar el mañana
hay que pelear el ahora
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
ya no somos inocentes
ni en la mala ni en la buena
cada cual en su faena
porque en esto no hay suplentes
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
algunos cantan victoria
porque el pueblo paga vidas
pero esas muertes queridas
van escribiendo la historia
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero.



Rosalía de Castro

Aún otra amarga gota en el mar sin orillas

-- de Rosalía de Castro --

Aún otra amarga gota en el mar sin orillas,
Donde lo grande pasa de prisa y lo pequeño
Desaparece o se hunde, como piedra arrojada
De las aguas profundas del estancado légamo.

Vicio, pasión, o acaso enfermedad del alma,
Débil a caer vuelve siempre en la tentación.
Y escribe corno escriben las olas en la arena,
El viento en la laguna y en la neblina el sol.

Mas nunca nos asombra que trine o cante el ave,
Ni que eterna repita sus murmullos el agua;
Canta, pues, ¡oh poeta!, canta, que no eres menos
Que el ave y el arroyo que en ondas se desata.

En incesante encarnizada lucha,
En pugilato eterno,
Unos tras otros al palenque vienen
Para luchar, seguidos del estruendo



Rosalía de Castro

Orillas del Sar

-- de Rosalía de Castro --

I

Á través del follaje perenne
Que oir deja rumores extraños,
Y entre un mar de ondulante verdura,
Amorosa mansión de los pájaros,
Desde mis ventanas veo
El templo que quise tanto.

El templo que tanto quise...
Pues no sé decir ya si le quiero,
Que en el rudo vaivén que sin tregua
Se agitan mis pensamientos,
Dudo si el rencor adusto
Vive unido al amor en mi pecho.

II

¡Otra vez! Tras la lucha que rinde
Y la incertidumbre amarga
Del viajero que errante no sabe
Dónde dormirá mañana,



Miguel Unamuno

En la mano de Dios

-- de Miguel Unamuno --

Cuando, Señor, nos besas con tu beso
que nos quita el aliento, el de la muerte,
el corazón bajo el aprieto fuerte
de tu mano derecha queda opreso.

Y en tu izquierda, rendida por su peso
quedando la cabeza, á que revierte
el sueñio eterno, aun lucha por cojerte
al disiparse su angustiado seso.



Miguel Unamuno

Neurastenia (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

El toque del reló de media noche
en el silencio, cuando todo escucha,
contando el vaciarse de la hucha
del tesoro vital, es un reproche

y una súplica: Mira, es un derroche
de alma el que haces en la recia lucha;
de la natura la largueza es mucha
pero se acaba al fin; el resto en coche



Juana de Ibarbourou

vida garfio

-- de Juana de Ibarbourou --

Amante: no me lleves, si muero al camposanto
a flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente

a flor de tierrra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo se que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que seimpre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raices vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados.



Julio Zaldumbide Gangotena

El llanto (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Cuando yo considero que en la vida
no he cogido de amor ninguna rosa;
cuando no miro en duda tenebrosa
surgir lejana una ilusión querida;

cuando de hiel colmada la medida
de mi dolor el cálice rebosa;
cuando el alma en su lucha tormentosa
se postra al fin sin fuerzas abatida,

la frente inclino; en abundante vena
desátase mi llanto, y baña el suelo,
y mi alma poco a poco se serena.

De la tormenta así el nubloso velo,
revuelto en confusión, se rompe, truena,
desciende en lluvia, y resplandece el cielo.



Evaristo Carriego

En la noche (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

Vencía la sombra. Misterio, llegando,
rimaba la angustia de sus misereres,
mojando, en el suelo, los frutos de Ceres,
la Maga del germen que lucha creando.

Muy suave, el Deseo pasaba contando
las cálidas noches de extraños placeres,
diciendo los sueños de frescas mujeres
que en torpes neurosis se fueron matando...

Su copa de sangre volcaba en las brumas.
Ocaso muy triste, bordeando de heridas
el cielo, llagado de rojas espumas,

y allá, en una oscura visión de tugurio,
con voz de esperanza, cubriendo las vidas
cantaba un apóstol su bárbaro augurio...



Evaristo Carriego

Funerales báquicos

-- de Evaristo Carriego --

Ayer en la taberna, tristemente,
un borracho, pontífice del vino,
decía a otro borracho impenitente,
bebiendo el primer vaso matutino:

Yo llevo en mi interior un silencioso
Genio o Poder que nunca me abandona:
Enemigo ignorado y fastidioso
que mis heridas de placer encona,
volcando el agua fuerte
del Odio y del Pesar. (Esa agua abunda
en las foscas riberas de la Muerte
y es en el riego del dolor fecunda.)

Por eso mismo tengo indefinibles
rebeldías de lucha delirante
que sólo me hacen ver los imposibles
donde cae el Esfuerzo a cada instante,
torturado y vencido



Federico García Lorca

Casida de la mujer tendida

-- de Federico García Lorca --

Verte desnuda es recordar la Tierra.
La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espada fulgurante,
pero tú no sabrás dónde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.



Francisco de Aldana

¿Cuál es la causa?

-- de Francisco de Aldana --

—¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando
en la lucha de amor juntos, trabados,
con lenguas, brazos, pies y encadenados
cual vid que entre el jazmín se va enredando,

y que el vital aliento ambos tomando
en nuestros labios, de chupar cansados,
en medio a tanto bien somos forzados
llorar y sospirar de cuando en cuando?

—Amor, mi Filis bella, que allá dentro
nuestras almas juntó, quiere en su fragua
los cuerpos ajuntar también, tan fuerte

que no pudiendo, como esponja el agua,
pasar del alma al dulce amado centro,
llora el velo mortal su avara suerte.



Francisco Sosa Escalante

Después de la batalla (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

El hórrido fragor de la pelea
Por fin cesó; ya no los atambores
Y el agudo clarín nuevos horrores
Anuncian en la lucha gigantea.

El cañon se apagó; tan solo humea
La roja sangre, y se oyen los clamores
Del herido infeliz que en sus dolores
La atónita mirada allí pasea.

Está pensando en el hogar tranquilo
En que dejara á la hechicera esposa
Junto á la cuna del dormido infante;

Y al ver que llega á destrozar el hilo
De su vida, la parca presurosa,
¡Perdón! perdón! prorumpe delirante.



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Dices bien, Margarita encantadora,
En tu régia mansión la paz serena
De dicha celestial el alma llena,
Nadie suspira, se lamenta ó llora.

Tesoro de bondad, la mediadora
Quisieras ser en la ciudad del Sena,
En el fatal instante en que resuena
De religión la lucha asoladora.

¡Mas ay! en vano tu divino acento
Calmar pretende á la iracunda y ciega
Turba, que ruge cual leon hambriento;

En vano, en vano tu piedad le ruega,
Que esa campana en su clamor violento
Grita que el pueblo á asesinar se entrega.



Francisco Sosa Escalante

Morelos

-- de Francisco Sosa Escalante --

Como se lanza el águila altanera
Del insondable espacio á las regiones,
Cual su melena agitan los leones
Cuando se aprestan á la lucha fiera,

Así Morelos al mirar la hoguera
En que Hidalgo inflamó los corazones,
Se lanza á combatir, y á sus pendones
Nada se opone en la triunfal carrera.

El génio brilla en su inspirada frente
Como en el éter claridad del día,
Y al fulgor de su acero prepotente

Y al mirar su indomable bizarría,
La victoria le sigue reverente
Y á la gloria inmortal sus pasos guía.



Francisco Sosa Escalante

Voz profética

-- de Francisco Sosa Escalante --

"No el triste desaliento ni la duda
"De la senda te aparten de la gloria;
"Apréstate á la lid y á la victoria;
"Noble es tu causa, la razon te escuda.

"Amargos dias vendrán; sin tregua, ruda
"Será la lucha, y eternal memoria
"Con ella alcanzarás cuando la historia
"Tus hechos narre, de pasión desnuda."

Así á la patria en inspirado acento
Dijo al tomar la tricolor bandera,
Juarez, el héroe de sin par constancia.

Y México le oyó, y el vencimiento
Ornó su frente cuando altiva y fiera
Hollarle quiso el águila de Francia.



José Asunción Silva

A un pesimista

-- de José Asunción Silva --

Hay demasiada sombra en tus visiones,
algo tiene de plácido la vida;
no todo en la existencia es una herida
donde brote la sangre a borbotones.

La lucha tiene sombra; y las pasiones
agonizantes, la ternura huida,
todo lo amado que al pasar se olvida
es fuente de angustiosas decepciones.

Pero, ¿por qué dudar, si aún ofrecen,
en el remoto porvenir oscuro,
calmas hondas y vividos cariños

la ternura profunda, el beso puro
y manos de mujer, que amantes mecen
las cunas sonrosadas de los niños?



José Asunción Silva

Ars

-- de José Asunción Silva --

El verso es un beso santo. ¡Poned en él tan sólo,
un pensamiento puro,
en cuyo fondo bullan hirvientes las imágenes
como burbujas de oro de un viejo vino oscuro!

¡Allí verted las flores que en la continua lucha
ajó del mundo el frío,
recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
y nardos empapados de gotas de rocío

para que la existencia mísera se embalsame
cual de una esencia ignota
quemándose en el fuego del alma enternecida
de aquel supremo bálsamo basta una sola gota!



Claudio Rodríguez

sin leyes

-- de Claudio Rodríguez --

Ya cantan los gallos,
amor mío. Vete:
cata que amanece.
Anónimo
en esta cama donde el sueño es llanto,
no de reposo, sino de jornada,
nos ha llegado la alta noche. ¿El cuerpo
es la pregunta o la respuesta a tanta
dicha insegura? tos pequeña y seca,
pulso que viene fresco ya y apaga
la vieja ceremonia de la carne
mientras no quedan gestos ni palabras
para volver a interpretar la escena
como noveles. Te amo. Es la hora mala
de la cruel cortesía. Tan presente
te tengo siempre que mi cuerpo acaba
en tu cuerpo moreno por el que una
una vez mas me pierdo, por el que mañana
me perderé. Como una guerra sin
héroes, como una paz sin alianzas,
ha pasado la noche. Y yo te amo.
Busco despojos, busco una medalla
rota, un trofeo vivo de este tiempo
que nos quieren robar. Estás cansada
y yo te amo. Es la hora. ¿Nuestra carne
será la recompensa, la metralla
que justifique tanta lucha pura
sin vencedores ni vencidos? calla,
que yo te amo. Es la hora. Entra y un trémulo
albor. Nunca la luz fue tan temprana.
Ii
( sigue marzo )



Clemente Althaus

A Méjico

-- de Clemente Althaus --

Desgraciada Nación, tan sólo rea
de ser menor en armas y pujanza,
en cuya reconquista hoy hace alianza
la codicia famélica europea:

no el universo sucumbir te vea,
cual res cobarde, sin blandir la lanza;
y, aunque del triunfo falte la esperanza,
entra en la cruda desigual pelea.

Cae a lo menos con honor y gloria,
y en el mayor conflicto nunca olvides
que es la lucha el deber, no la victoria;

mas, si defensa al patriotismo pides,
tal vez en ti renovará la Historia
de Salamina y Maratón las lides.



Clemente Althaus

A los peruanos (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«Con temeroso son la fiera trompa»
los espacios asorda nuevamente:
¿A dónde corre esa confusa gente?
¿A quién amaga esa guerrera pompa?
¿Quizá con triple fulminante flota
España torna, de vengar sedienta
en vuestra ruina la insufrible afrenta
de su reciente rota?
Mas ¡ay! vana la vuelta vengadora
fuera ya de esa gente embravecida,
pues con insana lucha fratricida
vosotros mismos la vengáis ahora.
No su enemiga y envidiosa diestra
arranca a vuestras frentes, oh crüeles,
de Mayo los espléndidos laureles,
sino la propia vuestra.
Y de la patria que os implora en vano
despedazáis el delicado seno,
cual la crudeza del encono ajeno,
cual la barbarie del furor hispano.
Y va la Fama y su pregón avisa
a España ya vuestra discordia loca,
y ella su mengua olvida, y en su boca
brilla feroz sonrisa.



Rafael Pombo

Our life is twofold

-- de Rafael Pombo --

Doble es el hombre; ángel y bestia unidos
Disputándose el cetro en lucha ingrata.
Doble es el mundo: -espíritu y sentidos,
Cada cual en su mundo se dilata.
Doble es la vida: a todos los nacidos
El tiempo a un doble fin nos arrebata,
Nudo entre lo visible y lo invisible,
El polvo y Dios, lo eterno y lo finible.

(1860)



Ramón de Campoamor

El gran festín

-- de Ramón de Campoamor --

De un junco desprendido a una corriente
un gusano cayó,
y una trucha, saltando de repente,
voraz se lo tragó.
Un martín-pescador cogió a la trucha
con carnívoro afán;
y al pájaro después, tras fiera lucha,
lo apresó un gavilán.
Vengando esta cruel carnicería,
un diestro cazador
dio un tiro al gavilán que se comía
al martín-pescador.
Pero,¡ay!, al cazador desventurado
que al gavilán hirió,
por cazar sin licencia y en vedado,
un guarda le mató.
A otros nuevos gusanos dará vida
del muerto la hediondez,
para volver, la rueda concluida,
a empezar otra vez.
¿Y el amor? ¿Y la dicha? Los nacidos
¿no han de tener más fin
que el de ser comedores y comidos
del Universo en el atroz festín?...



Ramón López Velarde

Treinta y tres

-- de Ramón López Velarde --

La edad del cristo azul se me acongoja
porque Mahoma me sigue tiñendo
verde el espíritu y la carne roja
y los talla, el beduino y a la hurí,
como una esmeralda en un rubí.

Yo querría gustar del caldo de habas,
mas en la infinidad de mi deseo
se suspenden las sílfides que veo
como en la conservera las guayabas.

La piedra pómez fuera mi amuleto,
pero mi humilde sino se contrista
porque mi boca se instala en secreto
en la feminidad del esqueleto
con un crepúsculo de diamantista.

Afluye la parábola y flamea
y gasto mis talentos en la lucha
de la Arabia feliz con Galilea.

Me asfixia, en una dualidad funesta,
Ligia, la mártir de pestaña enhiesta,
y de Zoraida la grupa bisiesta.

Plenitud de cerebro y corazón,
oro en los dedos y en las sienes rosas,
y el Profeta de cabras se perfila
más fuerte que los dioses y las diosas.

¡Oh, plenitud cordial y reflexiva:
regateas con Cristo las mercedes
de fruto y flor, y ni siquiera puedes
tu cadáver colgar en la impoluta
atmósfera imantada de una gruta!



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