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Se han encontrado 85 poemas con la palabra loco

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Lope de Vega

De la ignorancia en que dormí recuerdo

-- de Lope de Vega --

De la ignorancia en que dormí recuerdo
el tiempo que a la envidia tuve en poco,
pues a tenerla agora me provoco
de los que viven fuera de su acuerdo.

Tú ganas sin sentir; sintiendo pierdo;
gozas tocando; imaginando toco;
dichoso loco, pues mereces loco
lo que jamás he merecido cuerdo.

Si es loco Amor, ¿por qué soy yo tenido
por cuerdo?. Y si soy cuerdo, ¿qué procura
Amor con tanta fuerza en mi sentido?

Loco, pues me ganaste la ventura,
troquemos el discurso, o el vestido:
toma mi seso, y dame tu locura.

Poema De la ignorancia en que dormí recuerdo de Lope de Vega con fondo de libro

Antonio Machado

Un loco

-- de Antonio Machado --

Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
—rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
—¡carne triste y espíritu villano!—.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.

Poema Un loco de Antonio Machado con fondo de libro

Lope de Vega

Pruebo a engañar mi loco pensamiento

-- de Lope de Vega --

Pruebo a engañar mi loco pensamiento
con la esperanza de mi bien perdido,
mostrándole en mil nubes escondido
un átomo no más de algún contento.

Mas él que sabe bien que cuanto intento
es apariencia de placer fingido,
se espanta de que estando al alma asido,
le engañe con fingir lo que no siento.

Voile llevando de uno en mil engaños,
como si yo sin él tratase dellos,
siendo el mayor testigo de mis daños.

Pero siendo forzoso padecellos,
¡oh quién nunca pensase en desengaños,
o se desengañase de tenellos!

Poema Pruebo a engañar mi loco pensamiento de Lope de Vega con fondo de libro

José Ángel Buesa

canzonetta

-- de José Ángel Buesa --

Érase un verde bosque de eterna primavera,
y érase un niño iluso que vagaba al azar...
El niño entró en el bosque siguiendo una quimera;
entró en el bosque... Y nadie lo ha visto regresar.
Érase un mar sereno, de tan hondo que era,
y érase un nauta loco que vio un día aquel mar...
El nauta aborrecía la paz de la ribera;
empuñó el remo... Y nadie lo ha visto regresar.
Mujer: comprende el símil. Yo también quise un día
penetrar el secreto de tu melancolía,
y me perdí, y no pude regresar.
Porque en tus ojos verdes se extravió mi destino,
como el niño en el bosque, como el loco marino en el mar.



Vital Aza

Cuento

-- de Vital Aza --

Ayer hallé a un cesante
de rostro macilento,
que frente a un panecillo
tan duro como un hierro,
–pues que quizás tuviera
dos meses por lo menos,–
contábale afligido
dolores y tormentos,
vertiendo cada lágrima
que era un dolor el verlo.
Tomele por un loco
y a él me acerqué con miedo,
diciéndole: –Amiguito,
perdone si molesto;
pero saber quisiera
por qué tan triste y serio
le encuentro conversando
con ese pan tan seco.
Y respondiome el hombre
al punto, y muy atento:
–¿Desea usted, amigo,
saber lo que pretendo?
La cosa es muy sencilla,
y aunque a las claras veo
que usted me juzga loco,
verá que soy muy cuerdo.
¡Seis días han pasado!
¡Seis días, caballero,
sin que un bocado solo
entrara en este cuerpo!
Y como el tiempo pasa
y el hambre va creciendo,
con este pan me encaro,
–porque es fuerza comerlo,–
mas como está tan duro
y así con él no puedo,
le cuento mil desgracias
y horrores mil le cuento
¡a ver si de este modo
consigo enternecerlo!



Juan Ramón Jiménez

siesta de la tormenta

-- de Juan Ramón Jiménez --

Murió, como un niño, el hijo
de tu loco corazón
y mi loco corazón.
(¡Ay nuestro amor!)
no sé si ríes o lloras
mirando muerto tu amor,
mirando muerto mi amor.
(¡Ay nuestro amor!)
yo siento como si muertos
estuviéramos tú y yo,
estuviéramos los dos.



Rosario Castellanos

dos meditaciones

-- de Rosario Castellanos --

Considera, alma mía, esta textura
áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
y en el color, sombrío pero noble,
firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
para recomenzar
una tarea siempre inacabada.

Y odia después, si puedes.

Ii

hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿castrar al potro dios?
pero dios rompe el freno y continua engendrando
magníficas criaturas,
seres salvajes cuyos alaridos
rompen esta campana de cristal.



Amado Nervo

anathema sit

-- de Amado Nervo --

Para jesús urueta.

I
si negare alguno que santa maría,
del dios paracleto paloma que albea,
concibió sin mengua de su doncellía,
¡anatema sea!
anatema los que burlan el prodigio sin segundo
de la flor intacta y úber que da fruto siendo yema;
que los vientres que conozcan, como légamo infecundo,
no le brinde sino espurias floraciones. ¡Anatema!

ii
si alguno dijere que cristo divino
por nos pecadores no murió en judea
ni su cuerpo es hostia, ni su sangre vino,
¡anatema sea!
anatema los que ríen de oblaciones celestiales
en que un dios, loco de amores, es la víctima suprema;
que no formen para ellos ni su harina los trigales,
ni sus néctares sabrosos los viñedos. ¡Anatema!

iii
si alguno afirmare que el alma no existe,
que en los cráneos áridos perece la idea,
que la luz no surge tras la sombra triste,
¡anatema sea!
anatema los que dicen al mortal que tema y dude,
anatema los que dicen al mortal que dude y tema;
que en la noche de sus duelos ni un cariño los escude,
ni los bese la esperanza de los justos. ¡Anatema!



Amado Nervo

andrógino

-- de Amado Nervo --

Por ti, por ti, clamaba cuando surgiste,
infernal arquetipo, del hondo erebo,
con tus neutros encantos, tu faz de efebo,
tus senos pectorales, y a mí viniste.
Sombra y luz, yema y polen a un tiempo fuiste,
despertando en las almas el crimen nuevo,
ya con virilidades de dios mancebo,
ya con mustios halagos de mujer triste.
Yo te amé porque, a trueque de ingenuas gracias,
tenías las supremas aristocracias:
sangre azul, alma huraña, vientre infecundo;
porque sabías mucho y amabas poco,
y eras síntesis rara de un siglo loco
y floración malsana de un viejo mundo.



Amado Nervo

el granizo

-- de Amado Nervo --

¡tin, tin, tin, tin! yo caigo del cielo, en insensato
redoble, al campo y todos los céspedes maltrato.
¡Tin, tin! ¡muy buenas tardes, mi hermana la pradera!
poeta, buenas tardes, ¡ábreme tu vidriera!
soy diáfano y geométrico, tengo esmalte y blancura
tan finos y suaves como una dentadura,
y en un derroche de ópalos blancos me multiplico.
¡La linfa canta, el copo cruje, yo... Yo repico!
tin, tin, tin, tin, mi torre es la nube ideal:
¡oye mis campanitas de límpido cristal!
la nieve es triste, el agua turbulenta; yo sin
ventura, soy un loco de atar, ¡tin, tin, tin, tin!
...¿Cenduras? no por cierto, no merezco censuras;
las tardes calurosas por mí tienen frescuras,
yo lucho con el hálito del verano
yo soy bello...
¡Loemos a dios, granizo hermano!



Lope de Vega

rota barquilla mía, que arrojada

-- de Lope de Vega --

Rota barquilla mía, que arrojada
de tanta envidia y amistad fingida,
de mi paciencia por el mar regida
con remos de mi pluma y de mi espada,
una sin corte y otra mal cortada)
conservaste las fuerzas de la vida,
entre los puertos del favor rompida,
y entre las esperanzas quebrantada;
sigue tu estrella en tantos desengaños;
que quien no los creyó sin duda es loco,
ni hay enemigo vil ni amigo cierto.
Pues has pasado los mejores años,
ya para lo que queda, pues es poco,
ni temas a la mar, ni esperes puerto.



Lope de Vega

Al viento se encomienda, al mar se entrega

-- de Lope de Vega --

Al viento se encomienda, al mar se entrega,
conjura un áspid, ablandar procura
con tiernos ruegos una peña dura,
o las rocas del mar donde navega;

pide seguridad a la fe griega,
consejo al loco y al enfermo cura,
verdad al juego, sol en noche oscura,
y fruta al polo donde el sol no llega;

que juzgue de colores pide al ciego,
desnudo y solo al salteador se atreve,
licor precioso de las piedras saca;

fuego busca en el mar, agua en el fuego,
en Libia flor, en Etiopía nieve,
quien pone su esperanza en mujer flaca.



Lope de Vega

Amor, no pienses que te pintan tierno

-- de Lope de Vega --

Amor, no pienses que te pintan tierno,
porque lo mismo que pareces eres,
ni así desnudo, porque ardiendo mueres,
que no hay Scitia cruel como tu invierno.

Tu pecho es roble, tu interés eterno,
loco tu ardor, prestados tus placeres;
fingida y breve gloria, cuando quieres;
cuando aborreces, verdadero infierno.

Si dios, siendo tan malo, te llamaron,
no ha sido porque tú lo merecieses,
mas porque tantos necios te adoraron.

Y viendo que era fuerza que debieses
a cuantos sus haciendas te fiaron,
las alas te pusieron porque huyeses.



Lope de Vega

Blancos y verdes álamos, un día

-- de Lope de Vega --

Blancos y verdes álamos, un día
vi yo a Lucinda a vuestros pies sentada,
dándole en flores su ribera helada
el censo que a los suyos le debía.

Aquí pedazos de cristal corría
esta parlera fuente despeñada,
y la voz de Narciso enamorada,
cuanto ella murmuraba, repetía.

Aquí le hurtaba el viento mil suspiros,
hasta que vine yo, que los detuve
porque era el blanco de sus dulces tiros.

Aquí tan loco de mirarla estuve
que, de niñas sirviendo a sus zafiros,
dentro del sol sin abrasarme anduve.



Lope de Vega

Boscán, tarde llegamos

-- de Lope de Vega --

-Boscán, tarde llegamos. ¿Hay posada?
-Llamad desde la posta, Garcilaso.
-¿Quién es? -Dos caballeros del Parnaso.
-No hay donde nocturnar palestra armada.

-No entiendo lo que dice la criada.
Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso,
que obstenta limbos el mentido ocaso
y el sol depingen la porción rosada.

-¿Estás en ti, mujer? -Negóse al tino
el ambulante huésped. -¡Que en tan poco
tiempo tal lengua entre cristianos haya!

Boscán, perdido habemos el camino;
preguntad por Castilla, que estoy loco
o no habemos salido de Vizcaya.



Lope de Vega

Celebran viejo y nuevo Testamento

-- de Lope de Vega --

Celebran viejo y nuevo Testamento
dos capas: de Josef fue la primera,
que la dejó para correr ligera
su castidad a un loco pensamiento;
las del segundo con piadoso intento
fue de Martín, que con no darla entera
dio envidia a la que cubre la alta esfera,
y tiene al mismo sol por ornamento.
¿Cuál será de estas dos la más preciosa?.
Pero la de Martín será más bella,
aunque es la de Josef casta y hermosa.
Porque si cubre al mismo Dios con ella,
ya es capa de los cielos milagrosa,
y la mayor, pues que se encierra en ella.



Lope de Vega

Cuando lo que he de ser me considero

-- de Lope de Vega --

Cuando lo que he de ser me considero,
¿cómo de mi bajeza me levanto?
Y si de imaginarme tal me espanto,
¿por qué me desvanezco y me prefiero?
¿Qué solicito, qué pretendo y quiero,
siendo guerra el vivir y el nacer llanto?
¿Por qué este polvo vil estimo en tanto,
si dél tan presto dividirme espero?
Si en casa que se deja, nadie gasta,
pues pierde lo que en ella se reparte,
¿qué loco engaño mi quietud contrasta?
Vida breve y mortal, dejad el arte:
que a quien se ha de partir tan presto, basta
lo necesario, en tanto que se parte.



Lope de Vega

Don Félix, si al Amor le pintan ciego

-- de Lope de Vega --

Don Félix, si al Amor le pintan ciego,
lo que no viera yo jamás lo amara;
si con alas veloces, ¿cómo para?,
pues tengo entre mis lágrimas sosiego

Si no me ha consumido, ¿cómo es fuego,
no siendo fénix en el mundo rara?
Y si es desnudo Amor, ¿cómo repara
en que le vistan, o se cansa luego?

Pintarle como niño, importa poco;
Luzbel se amó, y así fue amor nacido
antes que viese Adán del sol la lumbre.

Mejor fuera pintarle como a loco,
haciéndole a colores el vestido,
y no llamarle Amor, sino costumbre.



Lope de Vega

¿En qué bárbara tierra me guardara

-- de Lope de Vega --

¿En qué bárbara tierra me guardara
intricada de peñas y maleza;
o qué abismo formó naturaleza,
a dónde el rayo de tu luz no entrara?
¿Qué mar en sus arenas me librara,
qué concha me prestara su corteza,
en qué región del aire la cabeza
contra tus armas de defensa armara?
Si le tragó la foca al que quería
huir, de ti, más loco fue mi intento,
mayor, mi atrevimiento y rebeldía.
Mas ya vuelvo a buscarte, y tan contento,
que me dan, para hallarte noche y día
mis ojos mar, y mis suspiros viento.



Lope de Vega

Excelso monte, cuya verde cumbre

-- de Lope de Vega --

Excelso monte, cuya verde cumbre
pisó difícil poca planta humana,
aunque fuera mejor que fuera llana
para subir con menos pesadumbre..

Tú que del sol a la celeste lumbre
derrites loco la guedeja cana,
y por la hierba de color de rana
deslizas tu risueña mansedumbre,

a tu fuente conducen mi persona,
poeta en pelo mientras tengo silla
vanos deseos de inmortal corona.

Que para don Quijote de Castilla,
desdichas me trujeron a Helicona,
pudiéndome quedar en la Membrilla.



Lope de Vega

Hermosa Babilonia en que he nacido

-- de Lope de Vega --

Hermosa Babilonia, en que he nacido
para fábula tuya tantos años,
sepultura de propios y de extraños,
centro apacible, dulce y patrio nido;

cárcel de la razón y del sentido,
escuela de lisonjas y de engaños,
campo de Alarbes con diversos paños,
Elisio entre las aguas del olvido;

cueva de la ignorancia y de la ira,
de la murmuración y de la injuria,
donde es la lengua espada de la ira;

a lavarme de ti me parto al Turia,
que reír el loco lo que el sabio admira,
mi ofendida paciencia vuelve en furia.



Lope de Vega

Por ver si queda en su furor deshecho

-- de Lope de Vega --

Por ver si queda en su furor deshecho,
Leandro arroja el fuego al mar de Abido,
que el estrecho del mar, al encendido
pecho, parece mucho más estrecho.

Rompió las sierras de agua largo trecho,
pero el fuego, en sus límites rendido,
del mayor elemento fue vencido,
más por la cantidad, que por el pecho.

El remedio fue cuerdo; el amor loco:
que como en agua remediar espera
el fuego que tuviera eterna calma,

bebióse todo el mar, y aún era poco:
que si bebiera menos, no pudiera
templar la sed desde la boca al alma.



Lope de Vega

Que eternamente las cuarenta y nueve

-- de Lope de Vega --

Que eternamente las cuarenta y nueve
pretendan agotar el lago Averno;
que Tántalo del agua y árbol tierno
nunca el cristal ni las manzanas pruebe;

que sufra el curso que los ejes mueve
de su rueda Ixión, por tiempo eterno;
que Sísifo, llorando en el infierno,
el duro canto por el monte lleve;

que pague Prometeo el loco aviso
de ser ladrón de la divina llama,
en el Caucaso, que sus brazos liga;

terribles penas son, mas de improviso
ver otro amante en brazos de su dama,
si son mayores, quien los vio los diga.



Lope de Vega

Qué estrella saturnal, tirana hermosa

-- de Lope de Vega --

¿Qué estrella saturnal, tirana hermosa,
se opuso, en vez de Venus, a la luna,
que me respondes grave y importuna,
siendo con todos fácil y amorosa?

Cerrásteme la puerta rigurosa,
donde me viste sin piedad alguna,
hasta que a Febo en su dorada cuna
llamó la aurora en la primera rosa.

¿Qué fuerza imaginó tu desatino,
aunque fueras de vidro de Venecia,
tan fácil, delicado y cristalino?

O me tienes por loco o eres necia:
que ni soberbio soy para Tarquino,
ni tu romana para ser Lucrecia.



Lope de Vega

Rota barquilla mía, que (arrojada

-- de Lope de Vega --

Rota barquilla mía, que arrojada
de tanta envidia y amistad fingida,
de mi paciencia por el mar regida
con remos de mi pluma y de mi espada,
una sin corte y otra mal cortada)
conservaste las fuerzas de la vida,
entre los puertos del favor rompida,
y entre las esperanzas quebrantada;
sigue tu estrella en tantos desengaños;
que quien no los creyó sin duda es loco,
ni hay enemigo vil ni amigo cierto.
Pues has pasado los mejores años,
ya para lo que queda, pues es poco,
ni temas a la mar, ni esperes puerto.



Lope de Vega

Sosiega un poco, airado temeroso

-- de Lope de Vega --

Sosiega un poco, airado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.

Déjame en paz, pacífico furioso,
villano hidalgo, tímido arrogante,
cuerdo loco, filósofo ignorante,
ciego lince, seguro cauteloso.

Ama si eres Amor, que si procuras
descubrir, con sospechas y recelos
en mi adorado sol nieblas escuras,

en vano me lastimas con desvelos.
Trate nuestra amistad, verdades puras:
no te encubras, Amor, si quieres celos.



Góngora

A unos álamos blancos

-- de Góngora --

Verdes hermanas del audaz mozuelo
por quien orilla el Po dejastes presos
en verdes ramas ya y en troncos gruesos
el delicado pie, el dorado pelo:

pues entre las rüinas de su vuelo
sus cenizas bajar en vez de huesos,
y sus errores largamente impresos
de ardientes llamas vistes en el cielo,

acabad con mi loco pensamiento
que gobernar tal carro no presuma,
antes que lo desate por el viento

con rayos de desdén la beldad suma,
y las reliquias de su atrevimiento
esconda el desengaño en poca espuma.



Luis Palés Matos

la ceiba

-- de Luis Palés Matos --

La ceiba sobre el cauce se dobla bondadosa
quebrando la afonía de la áfona llanura.
Con su voz de matrona, la ceiba caprichosa
tiene el ramaje loco de una rara locura.

Ella entraña el recuerdo recóndito y fragante,
de una princesa india de pupila moruna,
que sumergió en el río su cuerpo palpitante
bajo la anemia crónica de la pálida luna.

Ella ofrenda su sombra tutelar al viajero
nostálgico de calma; el ruiseñor parlero,
entona entre sus ramas fervientes sonatinas;

la ceiba es una madre, que sobre el río largo
expande su paraguas enorme; y sin embargo,
la ceiba tiene el tronco pletórico de espinas.



Luis Palés Matos

frontis

-- de Luis Palés Matos --

Lector, vas a beber en una fuente,
donde al bajar el labio y la mirada,
encontrarás tu imagen retratada
en la seda de su onda transparente;

vas a beber el agua de un torrente
hecha de todo y en resumen nada,
que sabe de la estrella inmaculada
y de la sima negra y atrayente...

Ese es mi verso; profundiza un poco.
No compadezcas mi dolor, si loco
te lanza entre la sombra su saeta;

sigue, a tientas quizás: jasón perdido,
y toparás al cabo sorprendido,
el vellocino de oro del poeta.



Líber Falco

Mi corazón

-- de Líber Falco --

Mi corazón
nostálgico acunador de ensueños,
imantado de amor
tuvo la ficción del Norte
en los cuatro puntos cardinales.

Mi corazón poeta y buril loco
en el mármol frígido de las razones,
—muriendo ya— saludará
en los cromos lejanos de la tarde
a una mano fúlgida,
clamante viajera de horizontes,
que llama... Llama...



Manuel Acuña

Pobre flor

-- de Manuel Acuña --

-¿Por qué te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En dónde están las galas de tu vida
y el color?
Díme, ¿por qué tan triste te consumes,
dulce bien?
¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco
de un amor,
que me fue consumiendo poco a poco
de dolor!
Porque amando con toda la ternura
de la fe
a mí no quiso amarme la criatura
que yo amé
Y por eso sin galas me marchito
triste aquí,
siempre llorando en mi dolor maldito,
¡Siempre así!
¡Habló la flor!...
Yo gemí... Era igual a la memoria
de mi amor.



Manuel Acuña

Por eso

-- de Manuel Acuña --

Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.

Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.

Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.

Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;

por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.

Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!

Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos
palpita sobre mi boca.

Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.



Manuel del Palacio

A ella

-- de Manuel del Palacio --

Alma del alma, imágen de mi sueño,
Luz de mi noche, vida de mi vida,
Estrella de los cielos desprendida
Para ser de mi ser único dueño.

¿Qué te puede importar si en loco empeño
Corrí una vez tras ilusión mentida,
Cuando sólo tu amor en mí se anida
Y es á mi afán mi corazón pequeño?

Vivir para adorarle sólo ansío;
Libre me entrego á tí, sin otros lazos
Que el que une mi ventura á tu albedrío.

Los ídolos de ayer hice pedazos,
Y hoy anhelo no más, ídolo mio,
La seductora cárcel de tus brazos.



Manuel del Palacio

A una mujer

-- de Manuel del Palacio --

En balde jurarás que me aborreces
Y que fué mi ilusión delirio vano;
Yo diré que tu juicio no está sano
Ó que á una infame cábala obedeces.

¿Aborrecerme tú? Cuenta las veces
Que tus cabellos destrenzó mi mano,
Las que de amor en el altar profano
Juntos bebimos del placer las heces.

Cuenta las noches que arrullé tu sueño,
Las promesas que hiciste cada día,
De nuestro mutuo afán el loco empeño;

Y si en odiarme insistes todavía,
Dí que tu corazón es muy pequeño
Para encerrar pasión como la mía.



Manuel del Palacio

Dos amores

-- de Manuel del Palacio --

Te amé cuando en la senda de la vida
Flores no más hollabas con tu planta;
Te vuelvo á amar en esta que te encanta
Edad de sueños para mí perdida.

No es el amor que á la virtud mentida
Himnos de gloria y de ventura canta,
Ni la pasión consoladora y santa
Al dulce soplo de la fé nacida.

Es ese afán que en su entusiasmo loco
Funde lo deleznable con lo eterno,
Que trueca en oro la mundana escoria,

Que hasta su misma dicha tiene en poco,
Y que si en un dolor copia el infierno,
Da en un placer la imágen de la gloria.



Manuel del Palacio

Dos amores (Melodías íntimas)

-- de Manuel del Palacio --

Te amé cuando en la senda de la vida
Flores no más hollabas con tu planta;
Te vuelvo á amar en esta que te encanta
Edad de sueños para mí perdida.

No es el amor que á la virtud mentida
Himnos de gloria y de ventura canta,
Ni la pasión consoladora y santa
Al dulce soplo de la fé nacida.

Es ese afán que en su entusiasmo loco
Funde lo deleznable con lo eterno,
Que trueca en oro la mundana escoria,

Que hasta su misma dicha tiene en poco,
Y que si en un dolor copia el infierno,
Da en un placer la imágen de la gloria.



Jaime Sabines

tu nombre

-- de Jaime Sabines --

Tu nombre
trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo.Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, quenadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otrode la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno deti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.



César Vallejo

Trilce: LXIX

-- de César Vallejo --

Qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes
docentes! Qué inconsolable, qué atroz
estás en la febril solana.

Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.

Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.

El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.



César Vallejo

qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes

-- de César Vallejo --

lxix
qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes
docentes! qué inconsolable, qué atroz
estás en la febril solana.
Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.
Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.
El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.



César Vallejo

sombrero, abrigo, guantes

-- de César Vallejo --

Enfrente a la comedia francesa, está el café
de la regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.
Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.
Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.
Importa oler a loco postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz latortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante elcuándo!



César Vallejo

quisiera hoy ser feliz de buena gana

-- de César Vallejo --

Quisiera hoy ser feliz de buena gana,
ser feliz y portarme frondoso de preguntas,
abrir por temperamento de par en par mi cuarto, como loco,
y reclamar, en fin,
en mi confianza física acostado,
sólo por ver si quieren,
sólo por ver si quieren probar de mi espontáneaposición,
reclamar, voy diciendo,
por qué me dan así tánto en el alma.
Pues quisiera en sustancia ser dichoso,
obrar sin bastón, laica humildad, ni burro negro.
Así las sensaciones de este mundo,
los cantos subjuntivos, .
El lápiz que perdí en mi cavidad
y mis amados órganos de llanto.
Hermano persuasible, camarada,
padre por la grandeza, hijo mortal,
amigo y contendor, inmenso documento de darwin:
¿a qué hora, pues, vendrán con mi retrato?
¿a los goces? ¿acaso sobre goce amortajado?
¿más temprano? ¿quién sabe, a lasporfías?
a las misericordias, camarada,
hombre mío en rechazo y observación, vecino
en cuyo cuello enorme sube y baja,
al natural, sin hilo, mi esperanza...



Diego Hurtado de Mendoza

El escudo de Aquiles, que bañado

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

El escudo de Aquiles, que bañado
En la sangre de Héctor, con afrenta
De Grecia y Asia fué mal entregado
A Ulises, por varon de mayor cuenta,

Sobre el sepulcro de Ayax fué hallado;
Que Ulises, levantándose tormenta,
Entre las otras tropas lo habia echado
En la mar, por dejar la nave exenta.

Alguno, visto el nuevo acaecimiento,
Dijo, quizá movido en su conciencia:
«¡Oh juez sin razon ni fundamento!

Que el conocido error de tu imprudencia
Vean la ciega fortuna y ciego viento,
Y el loco mar entienda tu sentencia.»



Duque de Ribas

Cual suele en la floresta deliciosa

-- de Duque de Ribas --

Cual suele en la floresta deliciosa
tras la cándida rosa y azucena,
y entre la verde grana y la verbena
esconderse la sierpe ponzoñosa;

así en los labios de mi ninfa hermosa,
y en los encantos de mi faz serena
amor se esconde con la aljaba llena,
más que de fechas, de crueldad penosa.

Contemplando del prado la frescura
párase el caminante, y siente luego
de la sierpe la negra mordedura:

yo contemplé a mi ninfa, y loco y ciego
quedé al ver de su rostro la hermosura,
y sentí del amor el vivo fuego.



Emilio Bobadilla

A raíz del saqueo

-- de Emilio Bobadilla --

Edificios envueltos en densas humaredas
y muertos en posturas dolientes o tranquilas;
aquí, un caballo rígido; allí, un cañón sin ruedas
y entre piedras y yerbas, fusiles y mochilas.

El hedor que lo muerto sin enterrar emite:
olor a incendio, a pólvora, a pus, a grasa, a cieno.
En una esquina un viejo que sin cesar repite
como un loco: «Han echado en los pozos veneno.»

Al través de los campos devastados se aleja
la turba consternada de gente fugitiva
que ni habla, ni grita, ni llora, ni se queja...

Decrépita la iglesia entre escombros se esboza
y en sus torres de encaje la luna pensativa
como el alma elegíaca de las ruinas solloza.



Emilio Bobadilla

Derroche nocivo

-- de Emilio Bobadilla --

Millones y millones derrochas en cañones
—¡con qué placer te aprestas a matar al vecino!—
y en tus vicios derrochas millones y millones
porque naciste loco, criminal, libertino.

Haces el bien a gritos porque lo sepan todos;
en lo privado, injusto; en público, altruísta;
para lograr tus fines ¡qué variedad de modos!
y siéndolo, no quieres pasar por egoísta.

Las fachadas ¡qué limpias y lo interno qué sucio!
¿Por qué en engañarte y engañarnos te aferras,
tú, que invocas lo bueno de un Cristo o de un Confucio?

¡Cuánto de paradójico tu pensamiento tiene:
siempre tienes dinero para vicios y guerras;
nunca tienes dinero para escuelas e higiene!



Arturo Borja

En el blanco cementerio

-- de Arturo Borja --

Para Carmen Rosa

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú viniste
toda dulzura y misterio,
delicadamente triste

Tu voz fina y temblorosa
se deshojó en el ambiente
como si fuera una rosa
que se muere lentamente

Íbamos por la avenida
llena de cruces y flores
como sombras de ultravida
que renuevan sus amores.

Tus labios revoloteaban
como una mariposa,
y sus llamas inquietaban
mi delectación morosa.

Yo estaba loco, tú loca,
y sangraron de pasión
mi corazón y tu boca
roja, como un corazón.

La tarde iba ya cayendo;
tuviste miedo y llorando
yo te dije:– Estoy muriendo
porque tú me estás matando.

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú te fuiste
dejándome en el misterio
como nadie, solo y triste.



Arturo Borja

Soñación

-- de Arturo Borja --

Pálida, en la penumbra de un fugitivo ensueño,
igual que un lirio triste al claror de la luna,
te miré en una noche, desnudando el sedeño
ropaje coronado por tu melena bruna.
Me acerqué... Desflorando mi boca tu risueño
pudor (¡oh, primavera!), te quise y fuiste mía.
Tus esquivas caricias son sólo un loco sueño
que ahuyenta lo brumoso de mi melancolía.
Y aquel sueño de aquella fugaz noche —la sola—
noche que en mi bohemia tiene aroma de amores
en un sabio nepente que aloja mis dolores
trayéndome entre nardos la mística corona
del alma de tu carne, y brillando felina
infinita y enorme: tu mirada divina.

Enero 1904



Arturo Borja

Voy a entrar al olvido

-- de Arturo Borja --

Voici le masque pour la fête du mensonge.

HENRY DE REGNIER

A Francisco Guarderas

Hermano, si me río de la vida y sus cosas
notarás en mi risa cierto rezo de angustias,
sentirás las espinas que hay en todas las rosas,
comprenderás que casi mis flores están mustias.

Yo pongo a los cipreses de mi sendero, ahora,
una doliente gracia contradictoria y llena
de la azul ironía que aprendí de la Aurora
que es hija de los rojos Crepúsculos de pena.

Se apagaron aquellos ojos que me sonrieron
diabólicos y brujos detrás de una ventana,
y esta tarde yo he visto que en mi jardín murieron
pobres rosadas rosas que enterraré mañana.

Indiferentemente tiene mi herida abierta
el dorado veneno que me dio esa mujer:
Voy a entrar al olvido por la mágica puerta
que me abrirá ese loco divino: ¡BAUDELAIRE!



Pablo Neruda

soneto xxxvii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Oh amor, oh rayo loco y amenaza purpúrea,
me visitas y subes por tu fresca escalera
el castillo que el tiempo coronó de neblinas,
las pálidas paredes del corazón cerrado.
Nadie sabrá que sólo fue la delicadeza
construyendo cristales duros como ciudades
y que la sangre abría túneles desdichados
sin que su monarquía derribara el invierno.
Por eso, amor, tu boca, tu piel, tu luz, tus penas,
fueron el patrimonio de la vida, los dones
sagrados de la lluvia, de la naturaleza
que recibe y levanta la gravidez del grano,
la tempestad secreta del vino en las bodegas,
la llamarada del cereal en el suelo.



Pablo Neruda

poema 13 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 13
he ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.



Pedro Antonio de Alarcón

El cigarro

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Lío tabaco en un papel; agarro
lumbre y lo enciendo, arde ya medida
que arde, muere; muere y enseguida
tiro la punta, bárrenla... Y al carro!

Un alma envuelve Dios en frágil barro,
y la enciende en la lumbre de la vida,
chupa el tiempo y resulta en la partida
un cadáver. El hombre es un cigarro.

La ceniza que cae es su ventura;
el humo que se eleva su esperanza;
lo que arderá después su loco anhelo.

Cigarro tras cigarro el tiempo apura;
colilla tras colilla al hoyo lanza,
pero el aroma... ¡Piérdese en el cielo!



Pedro Antonio de Alarcón

El viernes santo

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Solo, negado, escarnecido, muerto,
enclavado en la Cruz, ¡oh Jesús mío!
la frente inclinas sobre el mundo impío,
en la cumbre del Gólgota desierto.

Ebrio, entre tanto, y de baldón cubierto,
el mortal, en su infame desvarío,
adora una beldad de aliento frío,
pálida y mustia cual cadáver yerto.

¡Perdónalo, Señor! Que si en tal hora
la majestad de tu dolor ultraja
e ingrato y loco tu pasión olvida,

su espíritu inmortal se agita y llora
por sacudir del cuerpo la mortaja...
Y vive en él como enterrado en vida!



Pedro Antonio de Alarcón

La campana de agonía

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡La una!... ¡Paz a ti! -Todo reposa,
La noche aduerme al mundo... Mas yo velo,
dando en los libros a mi loco anhelo
pábulo ardiente y expansión briosa.

La voz de una campana pavorosa
cruza los aires con remoto vuelo...
Adiós de un alma que se eleva al cielo:
aye de un cuerpo que se hundió en la fosa.

Feliz mortal, que huyes de esta vida,
¿quién eres? ¿quién has sido? ¿qué has hallado
en el mundo que dejas? Tu partida,

¿a qué nueva región te ha encaminado?
¿Sombras o luz? ¿Comprendes algo ahora?
¡Ah! ¡Dime tú lo que este libro ignora!



Pedro Bonifacio Palacios

Vera Violeta

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

En pos de su nivel se lanza el río
por el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval, y hay vendavales
por la ley del no fin, del no vacío;

la más hermosa espiga del estío
no sueña con el pan en los trigales;
el más dulce panal de los panales
no declaró jamás: yo no soy mío.

Y el sol, el padre sol, el raudo foco
que lo fomenta todo en la Natura,
por fecundar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco:

¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
siempre que lo permita tu estatura!



Pedro Calderón de la Barca

Aurelio

-- de Pedro Calderón de la Barca --

«Licio, ¿la obstinación de tu porfía,
mariposa solícita del daño,
morir quiere a la luz del desengaño?
Tuyo es la culpa, la obediencia mía.

Mucho fía de sí quien de sí fía.
Sabe que Lisis con traidor engaño
memorias ya de un año y otro año
en los olvidos sepultó de un día.»

«¡Oh cuánto avaro está el dolor contigo,
pues aún la queja no se atreve a dalla
de mí, de Lisis, ni de ti tampoco!

Que tú celoso, ella mujer, yo amigo,
nos halla disculpados, pues nos halla
a mí fiel, a ella fácil, y a ti loco



Pedro Soto de Rojas

Amistad de arroyo correspondida en llanto

-- de Pedro Soto de Rojas --

Ya de cristales de tu curso bello,
clara verdad de las vecinas flores,
murmuran sin recato mis amores
cuando más tiernamente me querello;

ya me descubren la coyunda al cuello
mis mejillas surcadas con dolores,
marchitas de sus campos las colores
y nevados los montes del cabello.

Bien claro, amigo arroyo, me has mostrado
-mas qué mucho- mi loco desvarío,
si doctrinas los troncos de aquel prado;

pues hoy harás emulación al río
con la paga que ofrezco a tu cuidado
en las corrientes de este llanto mío.



José Tomás de Cuellar

Sol de amor

-- de José Tomás de Cuellar --

NO sé por qué vacila tu albedrío
Entre una sombra negra y mis amores;
Hay un crespón que vela los albores
De tu pasión al entusiasmo mío,

No marchite tu loco desvarío
Con torva duda, de ilusión las flores,
Ni me ofrezcas un cáliz de dolores
Cuando en amarte mi ventura fío.

¿Por qué mostrarse tu pasión recela,
Si tu mirar en sus divinas llamas
Todo un mundo de amores me revela?

Pues si eres sol de amor, y tanto me amas,
Rompe el celaje que tu luz me vela
Y abrásame en el fuego en que te inflamas.



José Tomás de Cuellar

Tedio

-- de José Tomás de Cuellar --

APARTA, aparta, Tisbe; me cansan tus caricias,
Me abruman los instantes que paso junto á tí;
Veneno amargo encierran tus férvidas caricias,
Germen de tédio y pena tu loco frenesí.

Me miras, y en tus ojos de la voraz hoguera
Que guardas en tu pecho, brillando está el fulgor;
Mi mano entre las tuyas descansa, y no quisiera
Habértela cedido, cual te cedí mi amor.

Huye de mí; ya el tédio me enerva y me quebranta,
Lo que antes fuera dicha tornóse en sinsabor.
Dirige á otros amantes la vacilante planta;
No me ames, abandóname en brazos del dolor.



José Ángel Buesa

soneto con sed

-- de José Ángel Buesa --

Leyendo un libro, un día, de repente,
hallé un ejemplo de melancolía:
un hombre que callaba y sonreía,
muriéndose de sed junto a una fuente.
Puede ser que, mirando la corriente,
su sed fuera más triste todavía;
aunque acaso aquel hombre no bebía
por no enturbiar el agua transparente.
Y no sé más. No sé si fue un castigo,
y no recuerdo su final tampoco
aunque quizás lo aprenderé contigo;
yo, enamorado, soñador loco,
que me muero de sed y no lo digo,
que estoy junto a la fuente y no la toco.



José Ángel Buesa

poema de la despedida

-- de José Ángel Buesa --

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... No sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.



José Ángel Buesa

discreto amor

-- de José Ángel Buesa --

Mi viejo corazón toca a una puerta,
mi viejo corazón, como un mendigo
con el afán de su esperanza incierta
pero callando lo que yo no digo.
Porque la que me hirió sin que lo advierta,
la que sólo me ve como un amigo
si alguna madrugada está despierta
nunca será porque soñó conmigo...
Y, sin embargo, ante la puerta oscura
mi corazón, como un mendigo loco
va a pedir su limosna de ternura
y cerrada otra vez, o al fin abierta,
no importa si alguien oye cuando toco,
porque nadie sabrá cuál es la puerta.



José Ángel Buesa

soneto adolescente

-- de José Ángel Buesa --

Qué dulce, si lloviera de repente...
No sé por qué, porque tú estás lejana,
pero en la soledad de esta mañana
hay algo de tu amor que no está ausente.
Y yo sonrío, extraño adolescente
de ojos cansados y cabeza cana,
yo, que aún puedo asomarme a la ventana
y ver la luna que no ve la gente...
Ah, sí, qué dulcemente llovería
con ese sol, para olvidar un poco
mi prematura gran pasión tardía...
Y yo cierro los párpados huraños
pensando en ti, yo, extravagante y loco
adolescente de cuarenta años.



José Ángel Buesa

te acordarás un día

-- de José Ángel Buesa --

Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te besó en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía,
porque te quiso tanto que no te lo decía.
Aquel amante loco que era como un amigo,
y que se fue con otra para soñar contigo.
Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas, con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano que volvió del olvido
sólo para quererte como nadie ha querido.
Aquel que fue ceniza de todas las hogueras,
y te cubrió de rosas, sin que tú lo supieras.
Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente;
viajero silencioso de las noches de estío,
que sembraba en la arena su corazón tardío.
Te acordarás un día de aquel hombre lejano,
del que más te ha querido, porque te quiso en vano.
Quizás, así, de pronto, te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto,
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
Y él andará en la sombra, con su sonrisa triste.
Y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.



José Ángel Buesa

soneto (de guillermo de almeida)

-- de José Ángel Buesa --

«esa mujer que yo he de amar un día
será tan clara, tan gentil y bella,
que pensaré que descendió una estrella
para llenar de luz mi alma vacía.
»Cuando ella pase, loco de armonía,
se irá mi corazón en pos de ella,
y el celeste perfume de su huella
me embriagará de su ensueño...»
Esto decía,
cuando alguien me llamó. Y vi a lo lejos,
clara, gentil y bella, a los reflejos
crepusculares, una estrella triste.
Y una voz dijo: «te besé la frente,
pero soñabas tan profundamente,
mi pobre soñador, que no me viste...»



José Ángel Buesa

el clavel seco

-- de José Ángel Buesa --

Como el clavel del patio estaba seco,
yo, entristecido por sus tristes males,
bajé al jardín para cavar un hueco,
en buena sombra entre dos rosales.
Y eran rosales cerca, gajo a gajo
en una cercanía indiferente,
pero al cavar un poco, vi allá abajo
sus raíces trenzadas locamente.
Así, esta tarde, descubrí el secreto
de un cariño verdadero, hondo y discreto,
transplantando un clavel que se secó.
Y, en nuestra indiferente cercanía,
qué loco ensueño se descubriría
si alguien cavara un hueco entre tú y yo.



Juan de Arguijo

La avaricia

-- de Juan de Arguijo --

Castiga el cielo á Tantalo inhumano,
Que en impia mesa su rigor provoca,
Medir queriendo en competencia loco
Saber divino con engaño humano.

Agua en las aguas busca, y con la mano
El árbol fugitivo casi toca;
Huye el copioso Eridano á su boca,
Y en vez de fruta aprieta el aire vano.

Tú, que espantado de su pena, admiras
Que el cercano manjar en largo ayuno
Al gusto falte y á la vida sobre,

¿Cómo de muchos Tántalos no miras
Ejemplo igual? Y si codicias uno,
Mira el avaro, en sus riquezas pobre.



Juan de Tassis y Peralta

a josefa vaca, reprendiéndola su marido

-- de Juan de Tassis y Peralta --

«oiga, josefa, y mire que ya pisa
esta corte del rey, cordura tenga;
mire que el vulgo en murmurar se venga
y el tiempo siempre sin hablar avisa.
»Por nuestra santa y celestial divisa,
que de hablar con los príncipes se abstenga,
y aunque uno y otro duque a verla venga,
su marido no más, su honor, su misa».
Dijo morales y rezó su poco,
mas la josefa le responde airada:
«¡oh, lleve el diablo tanto guarda el coco!
»¡mal haya yo si fuese más honrada!»
pero como ella es simple y él es loco,
«miró al soslayo, fuese y no hubo nada».



Fray Luis de León

Al salir de la prisión

-- de Fray Luis de León --

De nuevo, ¡oh Salamanca!
estoy aquí , de la prisión salido.
La frente toda blanca,
el cuerpo envejecido.
¡Si las canas me hiciese más temido!
Sosegado ya un tanto
vuelvo a emprender la vía abandonada
sin rencor ni quebranto.
¿Fe y vida está salvada?
¡Pues todo no ha quedado en la estacada!
Mañana hacia la ciencia
seguiré sin sentir recelo alguno
ni cargo de conciencia.
¡Dulce oficio oportuno
que enseñar y aprender es todo uno!
Pero es camino largo
que hay que seguir tenaz con firme anhelo.
A veces, cierto, amargo
hasta romper el hielo;
más grato cuanto más lejos del suelo.
¡Dulce camino loco!
¡Empresa más feliz cuanto más nueva!
Que si es cierto que el poco
saber nos pone a prueba,
el mucho, si se alcanza, a Dios nos lleva.



Gabino Alejandro Carriedo

sonetos al bies

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

1. Todos los días nace un muerto
y en todo huerto habita un manco
y en todo banco duerme un tuerto.
En todo puerto hay un estanco
y en todo embuste hay algo cierto
y en todo negro hay mucho blanco.
Esto decía el rey arturo
dándoles de comer a sus prebostes
pasta de alpiste del mejor que había.
Y les decía que fumarse un puro
después de ese comer equivaldría
a un alza innecesaria de los costes.
2. Todos los días muere un poco
el fontanero de la esquina.
Todos los días sale un loco
de algún rincón de la cocina.
Esta es la realidad que toco
cuando trabajo en la oficina
viendo en la acera al que camina
sacándose y comiendo un moco.
Y es el misterio que yo invoco
que nadie ve ni lo adivina
ni lo resuelvo yo tampoco.
¡Así es la gente de cretina!



Gabriel Celaya

biografía

-- de Gabriel Celaya --

Biografía
no cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está tanganika? ¿qué añonació cervantes?
le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.
¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
la cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.
No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.



Gabriela Mistral

íntima

-- de Gabriela Mistral --

Tú no oprimas mis manos.
Llegará el duradero
tiempo de reposar con mucho polvo
y sombra en los entretejidos dedos.
Y dirías: «no puedo
amarla, porque ya se desgranaron
como mieses sus dedos».
Tú no beses mi boca.
Vendrá el instante lleno
de luz menguada, en que estaré sin labios
sobre un mojado suelo.
Y dirías: «la amé, pero no puedo
amarla más, ahora que no aspira
el olor de retamas de mi beso».
Y me angustiara oyéndote,
y hablaras loco y ciego,
que mi mano será sobre tu frente
cuando rompan mis dedos,
y bajará sobre tu cara llena
de ansia mi aliento.
No me toques, por tanto. Mentiría
al decir que te entrego
mi amor en estos brazos extendidos,
en mi boca, en mi cuello,
y tú, al creer que lo bebiste todo,
te engañarías como un niño ciego.
Porque mi amor no es sólo esta gavilla
reacia y fatigada de mi cuerpo,
que tiembla entera al roce del cilicio
y que se me rezaga en todo vuelo.
Es lo que está en el beso, y no es el labio;
lo que rompe la voz, y no es el pecho:
¡es un viento de dios, que pasa hendiéndome
el gajo de las carnes, volandero!



Garcilaso de la Vega

SONETO XII

-- de Garcilaso de la Vega --

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfríado?



Garcilaso de la Vega

SONETO XIV

-- de Garcilaso de la Vega --

Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo,
sabe que ha de doblarse el mal que siente.

Y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que, haciendo
lo que le pide hace, va corriendo
y aplaca el llanto y dobla el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento,
que en su daño os me pide, yo querría
quitarle este mortal mantenimiento.

Mas pídemele y llora cada día
tanto que cuanto quiere le consiento,
olvidando su muerte, y aun la mía.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXVI

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Garcilaso de la Vega

Como la tierna madre

-- de Garcilaso de la Vega --

Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo
sabe que ha de doblarse el mal que siente,

y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo,
aplaca el llanto y dobla el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento
que en su daño os me pide, yo querría
quitalle este mortal mantenimiento.

Mas pídemelo y llora cada día
tanto, que cuanto quiere le consiento,
olvidando su suerte y aun la mía.



Garcilaso de la Vega

Si para refrenar este deseo

-- de Garcilaso de la Vega --

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfrïado?



Garcilaso de la Vega

Siento el dolor menguarme poco a poco

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Gerardo Diego

insomnio

-- de Gerardo Diego --

Insomnio
tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura
cauce fiel de abandono, línea pura,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.



Gerardo Diego

el ciprés de silos

-- de Gerardo Diego --

El ciprés de silos
a ángel del río
enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de silos.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Si copia tu frente
del río cercano la pura corriente
y miras tu rostro del amor encendido,
soy yo, que me escondo
del agua en el fondo
y, loco de amores, a amar te convido;
soy yo, que, en tu pecho buscada morada,
envío a tus ojos mi ardiente mirada,
mi blanca divina...
Y el fuego que siento la faz te ilumina.
Si en medio del valle
en tardo se trueca tu amor animado,
vacila tu planta, se pliega tu talle...
Soy yo, dueño amado,
que, en no vistos lazos
de amor anhelante, te estrecho en mis brazos;
soy yo quien te teje la alfombra florida
que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida;
soy yo, que te sigo
en alas del viento soñando contigo.
Si estando en tu lecho
escuchas acaso celeste armonía
que llena de goces tu cándido pecho,
soy yo, vida mía...;
Soy yo, que levanto
al cielo tranquilo mi férvido canto;
soy yo, que, los aires cruzando ligero
por un ignorado, movible sendero,
ansioso de calma,
sediento de amores, penetro en tu alma.



Gutierre de Cetina

remedio incierto que en el alma cría

-- de Gutierre de Cetina --

La ponzoña que da vida al tormento,
madrastra del cuitado sufrimiento,
de nuestros años robadora arpía;
obscura luz que por tinieblas guía,
falso esfuerzo del loco pensamiento,
dificultoso bien del sentimiento,
peligroso manjar de la porfía;
sierpe fiera con rostro de doncella,
fuego que blandamente nos consume,
jarabe dulce de alargar los males,
bien do el daño mayor se anida y sella.
¿Quién será tal que tus maldades sume?
¡oh mísera esperanza de mortales!



Gutierre de Cetina

a un hombre loco llamado carbón, que estando furioso arremetió a besar a una dama

-- de Gutierre de Cetina --

Atrevido carbón, tan animoso
cuan falto de favor y de contento,
no se alabe faetón de atrevimiento
pues fue el tuyo más alto y más famoso.
Aquél, guiando al sol, de temeroso
hizo a los temerarios escarmiento,
tú pensaste gozar sin fundamento
de un nuevo sol más claro y más hermoso.
¿Cuál seso hay que iguale a tu locura?
¿cuál esfuerzo llega al bien de aventurarte
si tuvieras más fuerza o más ventura?
aunque siendo carbón, ponerte en parte
tan cerca de aquel sol de hermosura,
ya es ventura llegar y no abrasarte.



Idea Vilariño

trabajar para la muerte

-- de Idea Vilariño --

El sol el sol su lumbre
su afectuoso cuidado
su coraje su gracia su olor caliente
su alto
en la mitad del día
cayéndose y trepando por lo oscuro del cielo
tambaleándose y de oro
como un borracho puro.

Días de días noches temporadas
para vivir así para morirse
por favor por favor
mano tendida
lágrimas y limosnas
y ayudas y favores
y lástimas y dádivas.

Los muertos tironeando del corazón.
La vida rechazando
dándoles fuerte con el pie
dándoles duro.

Todo crucificado y corrompido
y podrido hasta el tuétano
todo desvencijado impuro y a pedazos
definitivamente fenecido
esperando ya qué
días de días.

Y el sol el sol
su vuelo
su celeste desidia
su quehacer de amante de ocioso
su pasión
su amor inacabable
su mirada amarilla
cayendo y anegándose por lo puro del cielo
como un borracho ardiente
como un muerto encendido
como un loco cegado en la mitad del día.



Tomás de Iriarte

Aunque es verdad

-- de Tomás de Iriarte --

Aunque es verdad que he escrito algunos miles
de versos, si no buenos, tales cuales,
líricos, amorosos, pastoriles,
satíricos, dramáticos, morales,

¿qué han pecado mis coplas juveniles,
para que con trompetas y atabales,
con pregonero y sendos alguaciles
salgan por esas calles y portales?

No, Fabio; las sepulta una gaveta,
donde el sol no las ve, ni yo tampoco;
ni han de estamparme en pública tarjeta,

pues temo al vulgo como niño al coco.
Déjame con mi vena de poeta,
y no quieras que tenga la de loco.



Vicente García de la Huerta

Soneto cuarto del caballero

-- de Vicente García de la Huerta --

Necio, atrevido y loco me apellida,
Fili, tu injusta condición ingrata,
y con infames títulos maltrata
la más noble pasión y bien nacida.

Emplea en mí tu cólera encendida,
abrasa un corazón que te retrata,
y consume, si te es empresa grata,
la ya torpe memoria de mi vida.

Ya aborrezco el vivir, pues inhumana
segunda causa das a mi tormento,
por que acabe mi vida de esta suerte:

Acción por todos términos tirana
ensangrentarte en mi aborrecimiento,
sobrando tu desdén a darme muerte.



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