Buscar Poemas con Ley


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 83 poemas con la palabra ley

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Miguel Unamuno

La ley del milagro

-- de Miguel Unamuno --

Hay la ley del milagro que regula
cuanto escapa á otra ley pues ni Dios mismo,
con su poder, se arranca del abismo
en el que toda sinrazón se anula.

Es ley de vida que no se formula
en trazado ni en cifras de guarismo
mas la mente compréndela en bautismo
y con nombre de azar la disimula.

Poema La ley del milagro de Miguel Unamuno con fondo de libro

Marilina Rébora

la ley de la vida

-- de Marilina Rébora --

La ley de la vida
quisiera estar de acuerdo con la ley de la vida
tal vez, la de la selva, al instinto fiada,
según la cual se vive de acuerdo a la comida:
la bestia menos fuerte ha de ser devorada.
Y quisiera también aceptar la partida
ya que sin consentirlo nos viene la llegada,
sufrir, sin execrar al que odia u olvida,
como al rico que abruma a quien no tiene nada.
Y tan profunda siento la triste disidencia
que rechazo reacia tan duras condiciones:
mas vivir no es posible opuesta a la existencia,
las manos temblorosas apretando las sienes,
pese al compás armónico de nuestros corazones
y al amor que te tengo y que también me tienes.

Poema la ley de la vida de Marilina Rébora con fondo de libro

Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 71

-- de Francisco de Quevedo --

Cuando escribiste en el sagrado cerro,
con tu dedo, la ley en la dureza
que nos comunicó naturaleza,
y enternece piedad de tu destierro,
bajó moisés, y, viendo en el becerro
la adoración debida a su grandeza,
celoso nos rompió y, en su fiereza,
con los castigos advirtió su yerro.
Dividionos en piezas enojado;
mas como desde entonces ley tenemos,
contigo nos preciamos de tenella.
Y así, nosotras mismo nos rompemos
sin el profeta: que es dolor doblado
ver despreciar la ley y al dador de ella.

Poema las tres musas últimas castellanas 71 de Francisco de Quevedo con fondo de libro

José Martí

la imagen del rey, por ley,

-- de José Martí --

xxix
la imagen del rey, por ley,
lleva el papel del estado:
el niño fue fusilado
por los fusiles del rey.
Festejar el santo es ley
del rey: y en la fiesta santa
¡la hermana del niño canta
ante la imagen del rey!



Amado Nervo

impotencia

-- de Amado Nervo --

Señor, piedad de mí porque no puedo
consolarme... Lo intento, mas en vano.
Me sometí a tu ley porque eras fuerte:
¡el fuerte de los fuertes!... Pero acaso
es mi resignación sólo impotencia
de vencer a la muerte, cuyo ácido
ósculo corrosivo,
royendo el corazón que me amó tanto,
royó también mi voluntad de acero...
¡La muerte era titánica; yo, átomo!
señor, no puedo resignarme, no!
¡si te digo que ya estoy resignado,
y si murmuro fiat voluntas tua,
miento, y mentir a dios es insensato!
¡ten piedad de mi absurda rebeldía!
¡que te venza, señor, mi viril llanto!
¡que conculque tu ley tu piedad misma!...
Y revive a mi muerta como a lázaro
o vuélveme fantasma como a ella,
para entrar por las puertas del arcano
y buscar en el mundo de las sombras
el deleite invisible de sus brazos.



Salvador Díaz Mirón

Asonancias

-- de Salvador Díaz Mirón --

Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de lo estricto.

Lo que llamamos caridad y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo
el resultado del deber escrito.

Y la Equidad se sentará en el trono
de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.



Salvador Díaz Mirón

Mística

-- de Salvador Díaz Mirón --

Si en tus jardines, cuando yo muera,
cuando yo muera, brota una flor;
si en un celaje ves un lucero,
ves un lucero que nadie vio;
y llega un ave que te murmura,
que te murmura con dulce voz,
abriendo el pico sobre tus labios,
lo que en tu tiempo te dije yo:
aquel celaje y el ave aquella,
y aquel lucero y aquella flor
serán mi vida que ha transformado,
que ha transformado la ley de Dios.

Serán mis fibras con otro aspecto,
ala y corola y ascua y vapor;
mis pensamientos transfigurados:
perfume y éter y arrullo y sol.

Soy un cadáver, ¿cuándo me entierran?
Soy un viajero, ¿cuándo me voy?
Soy una larva que se transforma.
¿Cuándo se cumple la ley de Dios,
y soy, entonces, mi blanca niña,
celaje y ave, lucero y flor?



Juan Zorrilla de San Martín

Odio y amor

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

El alma anhela amor: ley es del cielo;
y anhela aborrecer: ley de la tierra...
Odio y amor, indefinible anhelo,
que, del hombre infeliz, la historia encierra.
Infeliz yo no soy, mas que un desvelo,
una ilusión mi bienestar destierra.
¿Amaré a mi verdugo? Tengo miedo...
Odiar a mi ilusión... ¡Ah! no, no puedo!

Y ella acibara sin piedad mi vida;
es parte de mi ser que lo destroza;
gime el alma en sus brazos abatida
y sufre en el gozar: sufriendo goza.
No puedo amar esa ilusión mentida,
si la abandono, el corazón solloza;
ilusión: sufriré tu amor funesto;
más sabe que, al amarte, te detesto.



José Cadalso

renunciando al amor y a la poesía lírica con motivo de la muerte de filis

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tu admiraste,
al punto sin imperio en mi te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

muerta filis renuncia el poeta al amor y a la poesía

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

A la muerte de Filis I

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
Amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.

Mas, ay, que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi Talía.

Pues no borra su ley la Parca dura
(a quien el mismo Jove no resiste),
olvido el Pindo y dejo la hermosura.

Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a Filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Joaquín de Olmedo

Oración de la infancia

-- de José Joaquín de Olmedo --

Señor, tu nombre santo
celebra la voz mía
en armonioso canto,
cuando brilla la luz del nuevo día.

Tú mandaste a tu sol que disipara
las sombras de la noche, y obediente
por la inflamada esfera
emprende su magnífica carrera.

Vida, belleza, acción, todos los seres
recobran ya; la tierra se engalana
de flores, y presenta
una nueva creación cada mañana.

Señor, tu nombre santo
celebra la voz mía
en armonioso canto,
cuando brilla la luz del nuevo día.

El sol llena los cielos,
y del trono gobierna
los astros que su marcha
siguen cumpliendo con su ley eterna.

Así también, oh Dios, pues el Sol eres
verdadero del mundo, ocupa, enciende
todos los corazones,
y dirige a tu ley nuestras acciones.

Si te es grata la voz de la inocencia,
escúchanos, Señor, bajo tus alas
pon a los que te adoran
y tu luz, tu piedad, tu gracia imploran.

Señor, tu nombre santo
celebra la voz mía
en armonioso canto,
cuando brilla la luz del nuevo día.



Alberto Lista

La ausencia

-- de Alberto Lista --

Nace la aurora y el hermoso día
brilla de rojas nubes coronado;
en mi pecho, de penas abrumado,
la sonrosada luz es noche umbría.

De las aves la plácida armonía
es para mí graznido malhadado,
y estruendo ronco y son desconcertado
el blando ruido de la fuente fría.

Brotan rosas el soto y la ribera;
para mí solo, triste y dolorido,
espinas guarda el mayo floreciente.

Que esta es, oh niño dios, tu ley primera;
no hay mal para el amor correspondido,
no hay bien que no sea mal para el ausente.



Alfonsina Storni

Frase

-- de Alfonsina Storni --

Fuera de la ley, mi corazón
A saltos va en su desazón.

Ya muerde acá, sucumbe allí,
Cazando allá, cazando aquí.

Donde lo intente yo dejar
Mi corazón no se ha de estar.

Donde lo deba yo poner
Mi corazón no ha de querer.

Cuando le diga yo que sí,
Dirá que no, contrario a mí.

Bravo león, mi corazón
Tiene apetitos, no razón.



Amado Nervo

a quien va a leer

-- de Amado Nervo --

Laudatu si, mi signore, per sor acqua...
San francisco de asís.
Un hilo de agua que cae de una llave imperfecta; un hilo de agua, manso y diáfano, que gorjea toda la noche y todas las noches cerca de mi alcoba; que canta a mi soledad y en ella me acompaña; un hilo de agua: ¡qué cosa tan sencilla! y, sin embargo, estas gotas incesantes y sonoras me han enseñado más que los libros.
El alma del agua me ha hablado en la sombra el alma santa del agua y yo la he oído, con recogimiento y con amor. Lo que me ha dicho está escrito en páginas que pueden compendiarse así: ser dócil, ser cristalino; esta es la ley y los profetas; y tales páginas han formado un poema
yo sé que quien lo lea sentirá el suave placer que yo he sentido al escucharlo de los labios de sor acqua; y este será mi galardón en la prueba, hasta que mis huesos se regocijen en la gracia de dios.



Amado Nervo

el resto, ¿qué es

-- de Amado Nervo --

Tú eras la sola verdad de mi vida,
el resto, ¿qué es?
humo... Palabras, palabras, palabras...
¡Mientras la tumba me hace enmudecer!
tú eras la mano cordial y segura
que siempre estreché
con sentimiento de plena confianza
en tu celeste lealtad de mujer.
Tú eras el pecho donde mi cabeza
se reposó bien,
oyendo el firme latir de la entraña
que noblemente mía sólo fue.
Tú lo eras todo: ley, verdad y vida...
El resto, ¿qué es?



Amado Nervo

la santidad de la muerte

-- de Amado Nervo --

La santidad de la muerte
llenó de paz tu semblante,
y yo no puedo ya verte
de mi memoria delante,
sino en el sosiego inerte
y glacial de aquel instante.
En el ataúd exiguo,
de ceras a la luz fatua,
tenía tu rostro ambiguo
qiuetud augusta de estatua
en un sarcófago antiguo.
Quietud con yo no sé qué
de dulce y meditativo;
majestad de lo que fue;
reposo definitivo
de quién ya sabe el porqué.
Placidez, honda, sumisa
a la ley; y en la gentil
boca breve, una sonrisa
enigmática, sutil,
iluminando indecisa
la tez color de marfil.
A pesar de tanta pena
como desde entonces siento,
aquella visión me llena
de blando recogimiento
y unción..., Como cuando suena
la esquila de algún convento
en una tarde serena...



Lope de Vega

dios mío, sin amor ¿quién pasará

-- de Lope de Vega --

Dios mío, sin amor ¿quién pasará?
algo ha de amar quien hombre al fin nació.
Tres cosas que tú dices, hallo yo
en que todo el amor resuelto está:
amarte a ti cualquiera lo dirá.
¿Qué scita, qué hombre bárbaro no amó
al dios que le sustenta y le crió,
y el aire en que respira y luz le da?
pues al amigo en ley de amor se ve,
¿tengo de amar al enemigo? sí,
que pues que tú lo mandas, justo fue.
Dichoso aquel, mi dios, que te ama a ti,
en ti al amigo con honesta fe,
y al enemigo por amor de ti.



Lope de Vega

Cuando a las armas inclinó la mano

-- de Lope de Vega --

Cuando a las armas inclinó la mano
el capitán mejor, el más bienquisto,
que dio su nombre al polo de Calixto
desde el cabello juvenil al cano;

cuando en defensa de Filipo Hispano
y para aumento de la ley de Cristo,
las regiones antárticas le han visto,
alta la espada y el pendón cristiano;

celoso estaba de su pluma Apolo,
mas ya que desarmado la ejercita,
vuelto a su patria, es cisne dulce y solo.

Ya que la soledad y el campo habita,
con su pluma enriquece nuestro polo,
olvida a César y a Virgilio imita.



Lope de Vega

Dios mío, sin amor ¿quien pasará?

-- de Lope de Vega --

Dios mío, sin amor ¿quién pasará?
Algo ha de amar quien hombre al fin nació.
Tres cosas que tú dices, hallo yo
en que todo el amor resuelto está:
amarte a Ti cualquiera lo dirá.
¿Qué scita, qué hombre bárbaro no amó
al Dios que le sustenta y le crió,
y el aire en que respira y luz le da?
Pues al amigo en ley de amor se ve,
¿tengo de amar al enemigo? Sí,
que pues que Tú lo mandas, justo fue.
Dichoso aquel, mi Dios, que te ama a Ti,
en Ti al amigo con honesta fe,
y al enemigo por amor de Ti.



Lope de Vega

Halló Baco la parra provechosa

-- de Lope de Vega --

Halló Baco la parra provechosa,
Ceres el trigo, Glauco el hierro duro,
los de Lidia el dinero mal seguro,
Casio la estatua en ocasión famosa,

Apis la medicina provechosa,
Marte las armas y Nemrot el muro,
Scitia el cristal, Galacia el ámbar puro,
y Polignoto la pintura hermosa.

Triunfos Libero, anillos Prometeo,
Alejandro papel, llaves Teodoro,
Radamanto la ley, Roma el gobierno,

Palas vestidos, carros Ericteo,
la plata halló Mercurio, Cadmo el oro,
Amor el fuego y celos el infierno.



Lope de Vega

Los que fuera del curso y armonía

-- de Lope de Vega --

Los que fuera del curso y armonía,
que con ley inmortal gobierna el suelo,
vistes el sol entristecer el cielo,
y suceder la noche al medio día
los que vistes con triste melodía
llorar las piedras y romperse el velo,
morir la vida y convertirse en hielo
a la luz del mundo, que en sí misma ardía,
mirad el Sol que la prisión levanta
al luminoso cuerpo soberano;
mirad la Vida que a la muerte espanta.
Pues con los rayos de su eterna mano
renueva de su templo el alma santa
el cinco veces roto velo humano.



Lope de Vega

Lucinda, yo me siento arder, y sigo

-- de Lope de Vega --

Lucinda, yo me siento arder, y sigo
el sol que deste incendio causa el daño;
que porque no me encuentre el desengaño,
tengo al engaño por eterno amigo.
Siento el error, no siento lo que digo,
a mí yo propio me parezco extraño;
pasan mis años, sin que llegue un año
que esté seguro yo de mí conmigo.
¡Oh dura ley de amor, que todos huyen
la causa de su mal, y yo la espero
siempre en mi margen, como humilde río!
Pero si las estrellas daño influyen,
y con las de tus ojos nací y muero,
¿cómo las venceré sin albedrío?



Lope de Vega

Meliso, Amor no es calidad ni elige

-- de Lope de Vega --

Meliso, Amor no es calidad ni elige,
ni de la sangre ni el valor se informa;
él dura, donde el alma se conforma,
con ley de no escuchar quien le corrige.

A sólo conservarse Amor dirige
la materia amorosa de su forma,
y, si el que ama en lo amado se transforma,
Amor sin calidad a nadie aflige.

Quiérome a mí, queriendo lo que quiero;
es lo que soy, luego mi amor no es culpa;
y si pueden vencerse las estrellas,

las de unos ojos no; por eso espero
que entrambas me darán justa disculpa
éstas por fuerza, y por belleza aquéllas.



Lope de Vega

Pleitos, a vuestros dioses procesales

-- de Lope de Vega --

Pleitos, a vuestros dioses procesales
confieso humilde la ignorancia mía;
¿cuándo ser de vuestro fin el día?
Que sois, como las almas, inmortales.

Hasta lo judicial, perjudiciales;
hacéis de la esperanza notomía:
que no vale razón contra porfía
donde sufre la ley trampas legales.

¡Oh monte de papel y de invenciones!
Si pluma te hace y pluma te atropella,
¿qué importan Dinos, Baldos y Jasones?

¡Oh justicia, oh verdad, oh virgen bella!,
¿cómo entre tantas manos y opiniones
puedes llegar al tálamo doncella?



Lope de Vega

Si palos dais con ese palo hermoso

-- de Lope de Vega --

Si palos dais con ese palo hermoso,
ya no es afrenta dar de palos, Juana;
la ley del duelo bárbara, inhumana,
ya es gloria militar, ya es acto honroso.

Aquel toro de Europa fabuloso
volviera tal garlocha en forma humana.
Si tal fuera el venablo de Dïana,
¿quién fuera, entonces, jabalí cerdoso?

Yo te ofrezco oraciones, desde luego,
si me das, por poeta entre los malos,
con ese palo, Amor, palo de ciego.

En Tesalia los tuvo por regalos
el asno de oro que compuso el griego
tu bestia soy, Amor, dame de palos.



Lope de Vega

Una vez habló Dios el día tercero

-- de Lope de Vega --

Una vez habló Dios el día tercero
palabra de virtud y omnipotencia,
y no fue menester que a la obediencia
le reiterase lo que habló primero.
Mientras la habitación en su hemisfero
durare de los mixtos, su sentencia
por toda la mayor circunferencia
conservárase hasta su fin postrero.
Puso ley a las aguas convenible,
la tierra descubrió, dio al aire esfera,
y al fuego duración sin combustible.
Y yo, que por tener la razón fuera,
a sus preceptos, ¡oh rigor terrible!,
rebelde estoy, como la vez primera.



Góngora

a un perrillo que se le murió a una dama estando ausente de su marido

-- de Góngora --

Yace aquí, flor, un perrillo
que fue en un catarro grave
de ausencia, sin ser jarabe,
lamedor de culantrillo.
Saldrá un clavel a decillo
la primavera, que amor,
natural legislador,
medicinal hace ley,
si en hierba hay lengua de buey,
que la haya de perro en flor.



Góngora

A Don Luis de Vargas

-- de Góngora --

Tú (cuyo ilustre, entre una y otra almena
De la Imperial Ciudad, patrio edificio
Al Tajo mira en su húmido ejercicio
Pintar los campos y dorar la arena),

Descuelga de aquel lauro enhorabuena
Aquellas dos (ya mudas en su oficio),
Reliquias dulces del gentil Salicio,
Heroica lira, pastoral avena.

Llégalas, oh clarísimo mancebo,
Al docto pecho, a la süave boca,
Poniendo ley al mar, freno a los vientos;

Sucede en todo al castellano Febo
(Que ahora es gloria mucha y tierra poca),
En patria, en profesión, en instrumentos.



Manuel del Cabral

¿a quién viene a ver usted

-- de Manuel del Cabral --

Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...

Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?

usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
Y no la deje en la piel.

Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿para qué?

aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!

usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.

Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿No ve el hambre?
¿no la ve?

tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...

¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...

¿A quién viene a ver usted?



Manuel del Palacio

En una función

-- de Manuel del Palacio --

Pasaron ya los venturosos dias
En que con rica vena no agotada,
Esta de inspiración sacra morada
Llenaste con tus dulces armonías.

Aun resuena en las anchas galerías
El ¡bravo! de la gente entusiasmada;
Aun ansiosa te busca la mirada
Donde tu imágen ostentar solías.

¡Bárbara y triste ley de la natura!
Ruin desenlace de la humana historia,
Así el dolor concluye y la ventura;

Pero si es esta vida transitoria,
Algo hay en ella que subsiste y dura:
¡La eternidad del genio y de la gloria!



Manuel del Palacio

Semblanzas: V

-- de Manuel del Palacio --

Estuvo mes y medio en la facción
Con una charretera de oficial,
Vino el convenio, se hizo liberal
Y halló en Don Baldomero protección.

Se fué el cuarenta y tres con Don Ramón
Y con él proclamó la ley marcial,
Le hicieron el cincuenta general
Y mandáronle á Francia en comisión.

De Francia regresó poco después,
Hallóse de Vicálvaro en la lid,
Y hoy el título lleva de Marqués;

En su casa le tienen por un Cid,
Y pintado le han visto más de tres
En el escudo de armas de Madrid.



Ignacio María de Acosta

Por más que quiera la prudencia mia

-- de Ignacio María de Acosta --

Por mas que quiera la prudencia mia
reflexiva y sumisa a la cordura,
sujetarse a la ley terrible y dura
que le impuso a mi amor tu tiranía;

un oculto poder, la simpatía,
a que llamas, cruel, fatal locura,
impide el olvidarte, y su ternura
será en mi pecho hasta la tumba fria.

Si ofreciera tranquilo obedecerte
en tan duro precepto y tan terrible,
fuera mi vida prolongada muerte:

Fuera yo entonces como tú, insensible
al fuego del amor, pues de otra suerte
ofrecer olvidarte, es imposible.



Jorge Guillén

muerte a lo lejos

-- de Jorge Guillén --

Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.
Valéry
alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza
la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? no, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya lo descorteza.
...Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatando el inminente
poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.



Jorge Isaacs

Tus ojos

-- de Jorge Isaacs --

Son mi ley vuestros antojos
E Infierno vuestros rigores,
Ojos negros soñadores
Más queridos que mis ojos.

Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?

Soñé que os encontraría
Y os hallé para perderos,
Ojos que negáis severos
Lo que implora el alma mía.

Bajo sus luengas pestañas
Vuestra luz sorprendí en vano,
¡Bellas noches de verano
De mis nativas montañas!

Ojos que me prometéis
Cuando me miráis vencido
Lo que jamás es cumplido,
¿Perder mi amor no teméis?



Jorge Manrique

esparza mi temor ha sido tal

-- de Jorge Manrique --

Mi temor ha sido tal
que me ha tornado judío;
por esto el esfuerzo mío
manda que traiga señal:
pues viendo cuán poco gano
viviendo en ley que no es buena,
osándoos decir mi pena
me quiero tornar cristiano.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 33

-- de Jorge Manrique --

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,



Jorge Manrique

Esparza: Mi temor ha sido tal

-- de Jorge Manrique --

Mi temor ha sido tal
que me ha tornado judío;
por esto el esfuerzo mío
manda que traiga señal:
pues viendo cuán poco gano
viviendo en ley que no es buena,
osándoos decir mi pena
me quiero tornar cristiano.



César Vallejo

líneas

-- de César Vallejo --

Líneas
cada cinta de fuego
que, en busca del amor,
arrojo y vibra en rosas lamentables,
me da a luz el sepelio de una víspera.
Yo no sé si el redoble en que lo busco,
será jadear de roca,
o perenne nacer de corazón.
Hay tendida hacia el fondo de los seres,
un eje ultranervioso, honda plomada.
La hebra del destino!
amor desviará tal ley de vida,
hacia la voz del hombre;
y nos dará la libertad suprema
en transubstanciación azul, virtuosa,
contra lo ciego y lo fatal. .
Que en cada cifra lata, .
Recluso en albas frágiles,
el jesús aún mejor de otra gran yema!
y después. .. La otra línea...
Un bautista que aguaita, aguaita, aguaita...
Y, cabalgando en intangible curva,
un pie bañado en púrpura.



César Vallejo

Lineas

-- de César Vallejo --

Cada cinta de fuego
que, en busca del Amor,
arrojo y vibra en rosas lamentables,
me da a luz el sepelio de una víspera.
Yo no sé si el redoble en que lo busco,
será jadear de roca,
o perenne nacer de corazón.

Hay tendida hacia el fondo de los seres,
un eje ultranervioso, honda plomada.
La hebra del destino!
Amor desviará tal ley de vida,
hacia la voz del Hombre;
y nos dará la libertad suprema
en transubstanciación azul, virtuosa,
contra lo ciego y lo fatal.

Que en cada cifra lata,
recluso en albas frágiles,
el Jesús aún mejor de otra gran Yema!

Y después... La otra línea...
Un Bautista que aguaita, aguaita, aguaita...
Y, cabalgando en intangible curva,
un pie bañado en púrpura.



Diego Hurtado de Mendoza

Gasto en males la vida, y amor crece

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Gasto en males la vida, y amor crece,
En males crece amor y allí se cría,
Esfuerza el alma, y á hacer se ofrece
De la pena costumbre y compañía.

No me espanto de vida que padece
Tan brava servidumbre y que porfía;
Mas espántome cómo no enloquece
Con el bien que ve en otros cada dia.

En dura ley, en conocido engaño,
Huelga el triste, Señora, de vivir,
Y tú, que le persigas la paciencia.

¡Oh cruda tema! Oh áspera sentencia!
Que por fuerza me fuerzas á sufrir
Los placeres ajenos y mi daño.



Emilio Bobadilla

El emperador: 1

-- de Emilio Bobadilla --

Como un histrión, en multiformes trajes,
imitando a Nerón, se pavonea,
y en sus continuos y pomposos viajes
de su poder omnímodo alardea.

Sobre Europa, de pronto, la borrasca
desata de sus iras imperiales
y pueblos heteróclitos enfrasca
en contiendas terrestres y navales.

De victoria en victoria, va al fracaso,
—paradoja que puede traducirse:
es ley que el sol camine hacia el ocaso—;

huye perdida, al cabo, la entereza,
y a la patada que le dan al irse,
¡en vez de sangre vomitó... Cerveza!



Emilio Bobadilla

El héroe delincuente

-- de Emilio Bobadilla --

La guerra es un absurdo; la vida es otro absurdo;
el análisis todo a polvo lo reduce
y en lo íntimo de todo descubre el más palurdo
la falsedad que al pronto nos engaña y seduce.

La realidad es móvil, iluso el intelecto,
y la moral, sofística, y la ley, arbitraria;
al prejuicio el espíritu se muestra siempre afecto
como al muro se adhiere la inútil parietaria.

En la paz rige un código y en la guerra otro rige;
tiene un criterio sólo y una moral la Historia,
y una verdad de tales paradojas colige...

Me explico tu sorpresa en trance tal al verte:
porque mataste a muchos, te cubrieron de gloria;
porque mataste a uno, te condenan a muerte...



Arturo Borja

Vas Lacrimae

-- de Arturo Borja --

Para Alfonso Aguirre

La pena La melancolía
La tarde siniestra y sombría
La lluvia implacable y sin fin
La pena La melancolía
La vida tan gris y tan ruin.
¡La vida, la vida, la vida!
La negra miseria escondida
royéndonos sin compasión
y la pobre juventud perdida
que ha perdido hasta su corazón.
¿Por qué tengo, Señor, esta pena
siendo tan joven como soy?
Ya cumplí lo que tu ley ordena:
hasta lo que no tengo, lo doy



Olga Orozco

las muertes

-- de Olga Orozco --

He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia,
lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso de la pieldel lagarto,
inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz de algunalágrima;
arena sin pisadas en todas las memorias.
Son los muertos sin flores.
No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
mas su destino fue fulmíneo como un tajo;
porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los infames lechosvendidos por la dicha,
porque sólo acataron una ley más ardiente que laávida gota de salmuera.
Esa y no cualquier otra.
Esa y ninguna otra.
Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de nuestra vida.



Pedro Antonio de Alarcón

A la bandera del batallón de Ciudad Rodrigo

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Sombra y honor bajo tus pliegues dame,
santo pendón de Cristo y de Castilla!
Tu ley, que juro, hincada la rodilla,
en generoso ardor mi pecho inflame.

No más estérilmente se derrame
mi vida en torpe amor y vil mancilla...
Roja está de la patria la mejilla...
¡Despierte el corazón de su ocio infame!

De un naufragio entre lágrimas y errores
salva mi fe, que combatida muere
por enemigo viento y mar contrario...

Sé tú el manto que envuelva mis dolores,
mi tienda en el desierto; y si cayere
en la revuelta lid... ¡Sé mi sudario!



Pedro Bonifacio Palacios

funebre

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

I

la montaña que tiembla, porque siento
germen de cataclismo en sus entrañas;
el huracán que gemebundo emigra
quién sabe a qué región y qué distancia;
el mar que ruge protestando airado
de la ley del nivel que lo avasalla;
los mundos del sistema -¡tristes mundos!-
que al sol de dios obedeciendo pasan
como en la arena de la pista el potro
a latigazos -¡noble potro!- salta;
no tienen sobre sí más amargura
que la que hospeda en sus desiertos mi alma,
porque yo arrastro sobre mí -¡y no puedo!-
como un cuerpo podrido, ¡la esperanza!

ii

tú que vives la vida de los justos
allá junto a tu dios arrodillada,-
yo no creo ni aguardo, pero pienso
que haya hecho dios un cielo para tu alma,-
dame un rayo de luz -¡uno tan solo!-
que restaure mi fuerza desmayada,
que ilumine mi mente que se anubla,
que reanime mi fe que ya se apaga...
Dame un beso de amor -¡uno siquiera!-
aquí, sobre esta frente que besabas;
aquí, sobre estos labios que otros labios
han besado con ósculos de infamia;
aquí, sobre estos ojos que no tienen
nada más, ¡oh mi madre!, que tus lágrimas.



Pedro Bonifacio Palacios

Avanti

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura

que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!



Pedro Bonifacio Palacios

Vera Violeta

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

En pos de su nivel se lanza el río
por el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval, y hay vendavales
por la ley del no fin, del no vacío;

la más hermosa espiga del estío
no sueña con el pan en los trigales;
el más dulce panal de los panales
no declaró jamás: yo no soy mío.

Y el sol, el padre sol, el raudo foco
que lo fomenta todo en la Natura,
por fecundar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco:

¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
siempre que lo permita tu estatura!



Pedro Bonifacio Palacios

Fúnebre

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

I

La montaña que tiembla, porque siento
germen de cataclismo en sus entrañas;
el huracán que gemebundo emigra
quién sabe a qué región y qué distancia;
el mar que ruge protestando airado
de la ley del nivel que lo avasalla;
los mundos del sistema -¡tristes mundos!-
que al sol de Dios obedeciendo pasan
como en la arena de la pista el potro
a latigazos -¡noble potro!- salta;
no tienen sobre sí más amargura
que la que hospeda en sus desiertos mi alma,
porque yo arrastro sobre mí -¡y no puedo!-
como un cuerpo podrido, ¡la esperanza!

II

Tú que vives la vida de los justos
allá junto a tu Dios arrodillada,-
yo no creo ni aguardo, pero pienso
que haya hecho Dios un cielo para tu alma,-
dame un rayo de luz -¡uno tan solo!-
que restaure mi fuerza desmayada,
que ilumine mi mente que se anubla,
que reanime mi fe que ya se apaga...
Dame un beso de amor -¡uno siquiera!-
aquí, sobre esta frente que besabas;
aquí, sobre estos labios que otros labios
han besado con ósculos de infamia;
aquí, sobre estos ojos que no tienen
nada más, ¡oh mi madre!, que tus lágrimas.



José Tomás de Cuellar

El poeta y la mujer

-- de José Tomás de Cuellar --

CON visiones risueñas en la mente
Y con robusta voz en la garganta,
Alta y serena la espaciosa frente,
Lo que el poeta siente,
Lleno de fé con entusiasmo canta.

Acaso dura ley irresistible
Con su lira no más y sus dolores
Lanzole enmedio de borrasca horrible,
Y el corazón sensible
Espinas encontró buscando flores.

Enmedio de sus sueños infantiles
Un edén le mostró su mente loca;
Pero pasaron presto los abriles



José Tomás de Cuellar

Flores del alma (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

Ave errante, cruzando el infinito
Por este mundo paso.
La ley de la materia me entretiene
Entre el placer y el llanto.
Y al ir desde la cuna hasta el sepulcro
Bien sé que, infortunado.
He de llegar á ser ceniza fría
Para propios y extraños.
Mas por que no se olvide hasta mi nombre
Al disiparse el ruído de mis pasos,
Flores del alma en mis amantes versos
Con júbilo derramo,
Y así las almas puras que me amen
Las cogerán, pensando
Que, mañana, tal vez por esa prenda,
Allá en la eternidad nos conozcamos.



José Ángel Buesa

arte poética

-- de José Ángel Buesa --

Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida,
la estrofa que más vive, siempre es la mas vivida.
Un mal verso supera la más perfecta prosa,
aunque en prosa y en verso digas la misma cosa.
Así como el exceso de virtud hace el vicio,
el exceso de arte llega a ser artificio.
Escribe de tal modo que te entienda la gente,
igual si es ignorante que si es indiferente.
Cumple la ley suprema de desdeñarlas todas,
sobre el cuerpo desnudo no envejecen las modas.
Y sobre todo, en arte y vida, sé diverso,
pues sólo así tu mente revivirá en tu verso.



José Ángel Buesa

las dos muñecas

-- de José Ángel Buesa --

i
la nieta del mendigo suspira amargamente,
mojando con sus lágrimas la muñeca de trapo:
sobre la falda humilde, como una cosa ausente,
la muñeca es ahora solamente un guiñapo.
Porque aquella mañana cruzo frente a su choza
un brillante cortejo, rumbo al palacio real,
y vio a una niña triste, que, en una áurea carroza,
llevaba una muñeca de marfil y cristal.
Ii
y, en tanto, en el palacio del benévolo abuelo,
donde su ruego es orden y su capricho es ley,
con los húmedos ojos llenos de desconsuelo,
también llora la rubia nietecita del rey.
Y también su muñeca sin par es un harapo,
ya sin traje de oro ni cabellos de trigo,
pues la princesa ansía la muñeca de trapo
que tenía en su falda la nieta del mendigo.



Juan Bautista Arriaza

El no

-- de Juan Bautista Arriaza --

¡Ay, cuántas veces a tus pies postrado,
en lágrimas el rostro sumergido,
a tus divinos labios he pedido
un sí, cruel, que siempre me han negado!

Y pensando ya ver tu pecho helado
de mi tormento a compasión movido,
en vez de sí, ¡ay dolor! he recibido
un no, que mi esperanza ha devorado.

Mas si mi llanto no es de algún provecho,
si contra mí su indignación descarga,
y si una ley de aniquilarme has hecho,

quítame de una vez pena tan larga,
escóndeme un puñal en este pecho,
y no me des un no que tanto amarga.



Juan Boscán

Nunca de amor estuve tan contento

-- de Juan Boscán --

Nunca de amor estuve tan contento
que en su loor mis versos ocupase,
ni a nadie consejé que se engañase
buscando en el amor contentamiento.

Esto siempre juzgó mi entendimiento:
que de este mal todo hombre se guardase;
y asi, porque esta ley se conservase,
holgué de ser a todos escarmiento.

¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos,

mis versos son deciros: "¡Oh, benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes
que del poder de amor fuésedes quitos!"



Juan de Tassis y Peralta

amor no es voluntad, sino destino

-- de Juan de Tassis y Peralta --

De violenta pasión y fe con ella;
elección nos parece y es estrella
que sólo alumbra el propio desatino.
Milagro humano es símbolo divino,
ley que sus mismas leyes atropella,
ciega deidad, idólatra querella,
que da fin y no medio a su camino.
Sin esperanza, y casi sin deseo,
recatado del propio pensamiento,
en ansias vivas acabar me veo.
Persuasión eficaz de mi tormento,
que parezca locura y devaneo
lo que es amor, lo que es conocimiento.



Juan de Tassis y Peralta

al príncipe de españa

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Émulo al sol saldrá del cielo hesperio
un rayo de las armas, y cometa
que con agüero de feliz planeta
al asia librará de cautiverio.
Y revelando al mundo el gran misterio
verá el levante ocasos de su seta;
uno el ovil, una la ley perfeta;
habrá un solo pastor y unsolo imperio.
Y la hidra inhumana, que no pudo
ver extinta con fuego ni cortada
el celo y el valor de sus abuelos,
al resplandor del soberano escudo
muerta caerá de miedo de la espada
que con filos de fe templan los cielos.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXII

-- de Garcilaso de la Vega --

Mi lengua va por do el dolor la guía;
ya yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos hemos de ir, con puro tino;
cada uno a parar do no querría;

yo, porque voy sin otra compañía,
sino la que me hace el desatino,
ella, porque la lleve aquel que vino
a hacerla decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual,
que aunque inocencia siempre en mí conoce,
siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío
de mi lengua, si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?



Garcilaso de la Vega

Mi lengua va por do el dolor la guía

-- de Garcilaso de la Vega --

Mi lengua va por do el dolor la guía;
ya yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos hemos de ir, con puro tino;
cada uno a parar do no querría;

yo, porque voy sin otra compañía,
sino la que me hace el desatino,
ella, porque la lleve aquel que vino
a hacerla decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual,
que aunque inocencia siempre en mí conoce,
siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío
de mi lengua, si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Al destino

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Escrito estaba, sí: se rompe en vano
Una vez y otra la fatal cadena,
Y mi vigor por recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo me condena
A tornar siempre al cautiverio rudo,
Y yo obediente acudo,
Restaurando eslabones
Que cada vez más rígidos me oprimen;
Pues del yugo fatal no me redimen
De mi altivez postreras convulsiones.

¡Heme aquí! ¡Tuya soy! ¡Dispón, destino,
De tu víctima dócil! Yo me entrego
Cual hoja seca al raudo torbellino
Que la arrebata ciego.
¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes!
Tu capricho es mi ley: sacia tu saña...
Pero sabe, ¡oh cruel!, que no me engaña
La sonrisa falaz que hoy me concedes.



Gutierre de Cetina

ya me vi de pavor puesto tan alto

-- de Gutierre de Cetina --

De los bienes de amor tan regalado,
tan cerca de gozar, tan bien tratado,
que no temiera de fortuna el salto.
Mas, ¡ay, mísero yo!, ¿de qué me exalto,
si ahora de mi bien tan desdeñado,
tan fuera de pavor, tan agraviado
me veo, sin porqué tan pobre y falto?
ventura, ¿para qué, para qué han sido
juntos tantos regalos y favores?
¿para qué tanto bien? ¿para perdello?
mis altas esperanzas, ¿dó se han ido?
mas, ¡ay! que es ley de amor en los amores
que quien muda de fe, muera por ello.



Gutierre de Cetina

si es verdad, como está determinado

-- de Gutierre de Cetina --

Como en casos de amor es ley usada,
transformarse el amante en el amada,
que por el mismo amor fue así ordenado,
yo no soy yo, que en vos me he transformado;
y el alma puesta en vos, de sí ajenada,
mientra de vuestro ser sólo se agrada,
dejando de ser yo, vos se ha tornado.
Mi seso, mis sentidos y mis ojos
siempre vos los movéis y los moviste
desde el alma do estáis hecha señora.
Si cosa he dicho yo que os diese enojos,
mi lengua sólo fue pronunciadora,
mas vos que los movéis, vos lo dijiste.



Gutierre de Cetina

amor me tira y casi a vuelo lleva

-- de Gutierre de Cetina --

Por do mi presunción hizo la vía;
tan alta va mi loca fantasía
que las nubes pasar volando prueba.
No espero ya que el fin de ícaro mueva
la dura obstinación de mi porfía,
pues veo que el ardor que la desvía
el mismo la rehace y la renueva.
Está el alma una nueva fénix hecha
y en fuego de dolor que ha fabricado
se consume y renace cada hora.
Quiérelo así el amor, y es ley derecha
que siendo fénix vos, fuese forzado
fénix la mísera alma que os adora.



Gutierre de Cetina

no me engañaréis más, vana esperanza

-- de Gutierre de Cetina --

Mi desengaño ya cerró la puerta,
y esa falsa salud que os trae cubierta,
con el sueño se ira, como es su usanza.
Solía desear una mudanza,
hacer muy gran caudal de cosa incierta,
y agora el desear no se concierta
con mudar, que consiste en confianza.
Ya sé, falsa, quién sois; quitaos el velo;
no me engañarán más vuestras blanduras;
vivir podéis de hoy más con otro dueño.
¡Ay dura ley de amor! permite el cielo
que el cabo de tan grandes desventuras
sea mostrarme el bien durmiendo, en sueño.



Gutierre de Cetina

dulce, sabrosa, cristalina fuente

-- de Gutierre de Cetina --

Refugio al caluroso ardiente estío,
adonde la beldad del ídol mío
hizo tu claridad más transparente,
¿qué ley permite, qué razón consiente
un pecho refrescar helado y frío,
en quien fuego de amor, fuerza ni brío
ni muestra de piedad jamás se siente?
cuánto mejor harías si lavases
de este mi corazón tantas mancillas
y el ardor que lo abrasa mitigases.
Aquí serían, amor, tus maravillas,
si en estas ondas un señal mostrases
de mis penas a quien no quiere oíllas.



Gutierre de Cetina

del dulce fuego que en el pecho me arde

-- de Gutierre de Cetina --

No sé cómo decir que estoy quejoso,
ni en medio del ardor fiero, rabioso,
sé de quién fíe, ni de quién me guarde.
Contra la ley de amor soy tan cobarde
que aun el mismo dolor pedir no oso
tanto tiempo de venia y de reposo
que me pueda quejar, aunque es ya tarde.
Pero si a dicha alcanzo tanta suerte
que la turbación pierda del sentido,
y al corazón torna el valor usado,
aún espero, señora, que el sonido
del triste lamentar podrá moverte
a piedad de haberme maltratado.



Sor Juana Inés de la Cruz

ante la ausencia

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte



Antonio Hurtado de Mendoza

La guerra (AHM)

-- de Antonio Hurtado de Mendoza --

Sangrienta perdición, yugo trano,
Guerra cruel, origen y osadía
De la injusta primera tiranía,
Que puso cetro en poderosa mano.

Bárbara ley, tan murmurada en vano,
Ayudar del morir a la porfía,
Como si no costara solo el día
Como si no costara el ser humano.

Mas, aunque más, ¡oh guerra!, estás culpada,
Es mayor la de fáciles antojos,
En bello campo de belleza armada.

No quiero amor; más quiero dar enojos
A la dura violencia de una espada
Que a la blanda soberbia de unos ojos.



Anónimo

Romance de Valdovinos

-- de Anónimo --

Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla.
Por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga',
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga.
Mas vos mora y yo cristiano
hacemos muy mala vida,
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía,
siete años había, siete,
que yo misa no la oía;
si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.



Manuel María Flores

adiós

-- de Manuel María Flores --

Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿no saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
cruzamos el mundo como aves de paso...
Mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor?

¿la dicha secreta de dos que se adoran
enoja a los cielos, y es fuerza sufrir?
¿tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?...

¿Quién es el destino?... Te arroja a mis brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿Por qué?

adiós... Es preciso. No llores... Y parte.
La dicha de vernos nos quitan no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hacer que te olvide, ¿lo pueden? ¡jamas!

con lazos eternos nos hemos unido;
en vano el destino nos hiere a los dos...
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
no tienen ausencia, no tiene adiós!



Mariano Melgar

Yaraví VII

-- de Mariano Melgar --

¿Con que al fin, tirano dueño,
Tanto amor, clamores tantos,
Tantas fatigas,
No han conseguido en tu pecho
Más premio que un duro golpe
De tiranía?

Tú me intimas que no te ame
Diciendo que no me quieres,
¡Ay vida mía!
¡Y que una ley tan tirana
Tenga de observar, perdiendo
Mi triste vida!

Yo procuraré olvidarte,
Y moriré bajo el peso
De mis desdichas;
Pero no pienses que el cielo
Deje de hacerte sentir
Sus justas iras.

Muerto yo, tú llorarás
El error de haber perdido
Un alma fina;
Y aun muerto sabrá vengarse
Este mísero viviente
Que hoy tiranizas.
Á todas horas mi sombra
Llenará de mil horrores
Tu fantasía;
Y acabará con tus gustos
El melancólico espectro
De mis cenizas.



Marilina Rébora

ser contigo, señor...

-- de Marilina Rébora --

Ser contigo, señor...
He querido querer, señor, y no he podido,
tal vez habré pecado por débil o indecisa,
mas lo que sé de cierto es el deber cumplido
y que a tu ley por siempre me mantuve sumisa.
He querido morir, señor, pero he vivido;
harto pausadamente sin darme a loca prisa,
pensando en los que estaban y en los que habían partido,
como alguien que de todos los que quiere precisa.
Desde hoy en adelante, estar contigo quiero;
amando u olvidada, viviendo o en la muerte,
es mi única añoranza lo que a todo prefiero:
ser contigo, señor, y conservarme fuerte,
para que en el instante de mi postrer segundo
me lleves amoroso al verdadero mundo.



Miguel Unamuno

Al Dios de España

-- de Miguel Unamuno --

Sólo las patrias son la gran escuela
del ideal de la hermandad humana
pues de las patrias es de donde emana
la fe en nnestro destino, la que apela

al Dios de todos. Aunque su faz vela
del Sinaí en las nubes, Él se allana
á dar sus tablas á Moisés y arcana
antes su ley en patria se revela.



Miguel Unamuno

Al Estado neutral

-- de Miguel Unamuno --

Sucesor de Pilato, entregas Cristo
al sucesor de Anás, esto es al Papa,
porque: «La majestad civil no tapa
con su ley soñadores; no me invisto

—dices— de extraña autoridad so capa
de orden; allá la religión, malquisto
no me es el Hombre Dios pero resisto
que me conviertan la nación en Trapa.»



Miguel Unamuno

La ley de la gravedad

-- de Miguel Unamuno --

Se van los años cada vez más breves,
con rosas primavera, con los trigos
el verano, el otoño con los higos
y el negro invierno con las blancas nieves.

Según hacia tu ocaso más te mueves
más raudos van, de tu vivir testigos
que te arrancan, cual fieros enemigos,
al reposo. Si allá en las horas leves



Soneto continuo

-- de Juan Díaz Rengifo --

Ceniza espiritada, vil mixtura,
hombre de polvo, y lágrimas formado,
por ley divina a muerte condenado:
¿por qué no pones freno a tu locura?

Comienza ya a llorar con amargura,
lo mucho que a Dios tienes enojado,
la mala vida, el tiempo malgastado,
si no te quieres ver en apretura.

Llamándote está la sepultura,
lugar estrecho, do será enterrado
deleite, honra, mando y hermosura,

y cuanto en esta vida es estimado:
El alma es inmortal, y siempre dura,
en sola ella emplea tu cuidado.



Juan Ramón Molina

Súrsum

-- de Juan Ramón Molina --

Ya no nos separemos ni un momento,
porque –cuando se extingan nuestras vidas–
nuestras dos almas cruzarán unidas
el éter, en continuo ascendimiento.

Ajenas al humano sufrimiento,
de las innobles carnes desprendidas,
serán en una llama confundidas
en la región azúl del firmamento.

Sin dejar huellas ni visibles rastros,
más allá de la gloria de los astros,
entre auroras de eternos arreboles,

a obedecer iremos la divina
ley, fatal y suprema que domina
los espacios, las almas y los soles.



Julio Flórez

ley implacable

-- de Julio Flórez --

¡ay! ¿cómo quieres que tu madre encuentre
en este mundo bienhechora calma,
si le desgarras, al nacer, el vientre,
y le desgarras, al morir, el alma?
¡y esa madre infeliz, cómo a porfía
quiere darte, en el mundo, horas serenas,
si en la leche fetal con que te cría,
bebes tú... Todo el zumo de sus penas!
¿cómo quieres, mortal, que en la existencia
tu esposa guarde fiel tus atributos...
Si tú mismo, al robarle la inocencia,
le enseñas el deleite de los brutos?
hombre, eres pasto de un rencor violento:
al mal te empujan invisibles manos;
vives, y te devora el sufrimiento;
mueres, y te devoran los gusanos.
Julio flórez



Julio Herrera Reissig

El burgo

-- de Julio Herrera Reissig --

Junto al cielo en la cumbre de una sierra lampiña,
tal como descansando de la marcha, se sienta
el burgo, con su iglesia, su molino y su venta,
en medio a un estridente mosaico de campiña.

Regálase de oxígeno, de nuez sana y de piña...
Rige chillonamente gitana vestimenta:
chales de siembra, rosas y una carga opulenta
de ágatas, lapislázulis y collares de viña.

Naturaleza pródiga lo embriaga de altruismo;
el campo es su filósofo, su ley el catecismo.
Fieramente embutido en sus costumbres hoscas,

por vanidad ni gloria mundanas se encapricha;
tan cerca está del cielo que goza de su dicha,
y se duerme al narcótico zumbido de las moscas...



Francisco de Quevedo

a la mar

-- de Francisco de Quevedo --

La voluntad de dios por grillos tienes,
y escrita en la arena, ley te humilla;
y por besarla llegas a la orilla,
mar obediente, a fuerza de vaivenes.
En tu soberbia misma te detienes,
que humilde eres bastante a resistilla;
a ti misma tu cárcel maravilla,
rica, por nuestro mal, de nuestros bienes.
¿Quién dio al pino y la haya atrevimiento
de ocupar a los peces su morada,
y al lino de estorbar el paso al viento?
sin duda el verte presa, encarcelada,
la codicia del oro macilento,
ira de dios al hombre encaminada.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

amor constante más allá de la muerte

-- de Francisco de Quevedo --

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 94

-- de Francisco de Quevedo --

Dícele a judas el pastor cordero
cuando le vende: «¿a qué viniste, amigo?
del regalo de hijo, a mi castigo;
de oveja humilde y simple, a lobo fiero;
»de apóstol de mi ley, a carnicero;
de rico de mis bienes, a mendigo;
del cayado a la horca, sin mi abrigo;
de discípulo, a ingrato despensero.
»Véndete, y no te vendas, y mi muerte
sea rescate también a tus traiciones:
no siento mi prisión, sino perderte.
»El corcel que a tu cuello le dispones,
judas, ponle a mis pies con lazo fuerte:
perdónate, y a mí no me perdones.»



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba