Buscar Poemas con Inviernos


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Se han encontrado 7 poemas con la palabra inviernos

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Manuel Gutiérrez Nájera

ultima necat

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¡huyen los años como raudas naves!
¡rápidos huyen! infecunda parca
pálida espera. La salobre estigia
calla dormida.
¡Voladores años!
¡dado me fuera detener convulso,
horas fugaces, vuestra blanca veste!
pasan las dichas y temblando llegan
mudos inviernos...
Las fragantes rosas
mustias se vuelven, y el enhiesto cáliz
cae de la mano. Pensativa el alba
baja del monte. Los placeres todos
duermen rendidos...
En mis brazos flojos
cintia descansa.
Manuel gutiérrez nájera

Poema ultima necat de Manuel Gutiérrez Nájera con fondo de libro

Manuel Gutiérrez Nájera

Última Necat

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¡Huyen los años como raudas naves!
¡Rápidos huyen! Infecunda Parca
pálida espera. La salobre Estygia
calla dormida.

¡Voladores años!

¡Dado me fuera detener convulso,
horas fugaces, vuestra blanca veste!
Pasan las dichas y temblando llegan
mudos inviernos...

Las fragantes rosas
mustias se vuelven, y el enhiesto cáliz
cae de la mano. Pensativa el alba
baja del monte. Los placeres todos
duermen rendidos...

En mis brazos flojos
Cintia descansa.

Poema Última Necat de Manuel Gutiérrez Nájera con fondo de libro

Gabriela Mistral

volverlo a ver

-- de Gabriela Mistral --

¿y nunca, nunca más, ni en noches llenas
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?
¿al margen de ningún sendero pálido,
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?
¿bajo las trenzaduras de la selva,
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?
¡oh, no! ¡volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!
¡y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!

Poema volverlo a ver de Gabriela Mistral con fondo de libro

Mario Benedetti

compañero de olvido

-- de Mario Benedetti --

A juan gelman
un jour passera la camaraderie inerte de l'oubli
rené char
compañero remoto en tu fe de madera
alerta en la querella que no se desvanece
transcurres por los sueños y el incierto futuro
sin parpadear ni vernos custodio de la noche
hacedores de inviernos y socorros mendigos
legatarios de brumas y expiaciones
se borran y te borran del próximo presagio
dictándote el olvido y olvidándote
de poco y nada sirven los residuos
de las dulzuras o de las borrascas
pero aun si proteges tu dolor bajo llave
igual han de llegarte mi alarma y mi consuelo
compañero de olvido en el olvido
estamos recordándonos sabiéndonos
solidarios sin nombre solitarios
de a uno o en montón pero insepultos
compañero de olvido no te olvido
tus tormentos asoman en mis sienes blancuzcas
el mundo cambia pero no mi mano
ni aunque dios nos olvide olvidaremos



Miguel Hernández

26

-- de Miguel Hernández --

26
por una senda van los hortelanos,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de inviernos, primaveras y veranos.
Vienen de los esfuerzos sobrehumanos
y van a la canción, y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.
Por otra senda yo, por otra senda
que no conduce al beso aunque es la hora,
sino que merodea sin destino.
Bajo su frente trágica y tremenda,
un toro solo en la ribera llora
olvidando que es toro y masculino.



Julio Herrera Reissig

El ama (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Erudita en lejías, doctora en la compota
y loro en los esdrújulos latines de la misa,
tan ágil viste un santo, que zurce una camisa,
en medio de una impávida circunstancia devota...

Por cuanto el señor cura es más que un hombre, flota
en el naufragio unánime su continencia lisa...
Y un tanto regañona, es a la vez sumisa,
con los cincuenta inviernos largos de su derrota.

Hada del gallinero. Genio de la despensa.
Ella en el paraíso fía la recompensa...
Cuando alegran sus vinos, el vicario la engríe

ajustándole en chanza las pomposas casullas...
Y en sus manos canónicas, golondrinas y grullas
comulgan los recortes de las hostias que fríe.



Evaristo Carriego

Hay que cuidarla mucho, hermana, mucho

-- de Evaristo Carriego --

Mañana cumpliremos
quince años de vida en esta casa.
¡Qué horror, hermana, cómo envejecemos,
y cómo pasa el tiempo, cómo pasa!
Llegamos niños y ya somos hombres,
hemos visto pasar muchos inviernos
y tenemos tristezas. Nuestros nombres
no dicen ya diminutivos tiernos,
ingenuos, maternales; ya no hay esa
infantil alegría
de cuando éramos todos a la mesa:
«— ¡Qué abuela cuente, que abuelita cuente
un cuento antes de dormir; que diga
la historia del rey indio...»
Gravemente
la voz querida comenzaba...



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