Buscar Poemas con Inquietud


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Se han encontrado 30 poemas con la palabra inquietud

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Alejandra Pizarnik

lejanía

-- de Alejandra Pizarnik --

Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
Porqué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?

Poema lejanía de Alejandra Pizarnik con fondo de libro

Alfonsina Storni

La inquietud del rosal

-- de Alfonsina Storni --

El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal;
tantas son que la planta morirá de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.

Poema La inquietud del rosal de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

regnum tuum

-- de Amado Nervo --

Fuera, sonrisas y saludos,
vals, esnobismo de los clubs,
mundanidad oropelesca.
Pero al volver a casa, tú.
En el balcón, en la penumbra,
vueltos a los ojos al azul,
te voy buscando en cada estrella
del misterioso cielo augur.
¿Desde qué mundo me contemplas?
¿de qué callada excelsitud
baja tu espíritu a besarme?
¿cuál el astro cuya luz
viene a traerme tus miradas?
¡oh qué divina es la virtud
con que la noche penetra
bajo su maternal capuz!
hasta mañana, salas frívolas,
trajín, ruidos, inquietud,
mundanidad oropelesca,
poligononales fracs, abur.
Y tú, mi muerta, ¡buenas noches!
¿cómo te va? ¿me amas aún?
vuelvo al encanto misterioso,
a la inefable beatitud
de tus lejanos besos místicos.
¡Aquí no reinas más que tú!

Poema regnum tuum de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Picó atrevido un átomo viviente

-- de Lope de Vega --

Picó atrevido un átomo viviente
los blancos pechos de Leonor hermosa,
granate en perlas, arador en rosa,
breve lunar del invisible diente.
Ella dos puntas de marfil luciente,
con súbita inquietud bañó quejosa,
y torciendo su vida bulliciosa,
en un castigo dos venganzas siente.
Al expirar la pulga, dijo: "¡Ay, triste,
por tan pequeño mal dolor tan fuerte!"
"¡Oh pulga!", dije yo, "¡dichosa fuiste...!
Detén el alma, y a Leonor advierte
que me deje picar donde estuviste,
y trocaré mi vida con tu muerte".



Manuel del Cabral

negro sin risa

-- de Manuel del Cabral --

Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.

Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.

Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.

Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.

Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.

Tu lagrima no cae
como gota de agua...

(No se caen en el suelo
las palabras.)



Ignacio María de Acosta

Dolencia de Iselia

-- de Ignacio María de Acosta --

Esa inquietud que sin cesar te agita,
ese tormento que te oprime el pecho,
y pone abrojos al mullido lecho
y tu semblante virginal marchita:

Esa lucha fatal que se concita
del corazón en el recinto estrecho;
y te arranca suspiros de despecho
en continua aflicción y amarga cuita:

Ese dulce mirar; tu afecto tierno,
que revelan un alma candorosa
que pugna por vencer un mal interno;

Esa delicia en fin que misteriosa
con las penas se mezcla del infierno;
esa es la llama del Amor, hermosa.



Jaime Torres Bodet

nocturno ii

-- de Jaime Torres Bodet --

Ii
principia, pues, aquí, tu obra futura,
noche, y con lengua libre de falacia
explícame la edad, el sol, la acacia,
el río, el viento, el musgo, la escultura...
De los colores adjetivos cura
esta instantánea flor, póstuma gracia
de un idioma que fue con pertinacia
retórica guirnalda a la hermosura.
Brújula sin piedad, tiniebla pura,
orienta, noche, mis sentidos hacia
las torres de tu intrépida estructura
y deja que, en racimos de luz dura,
se apague esta inquietud que nada sacia
sino el error de ser tiempo y figura.



Jaime Torres Bodet

continuidad I

-- de Jaime Torres Bodet --

No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra
donde una parte de tu ser reposa
sepultaron los hombres, no te encierra;
porque yo soy tu verdadera fosa.
Dentro de esta inquietud del alma ansiosa
que me diste al nacer, sigues en guerra
contra la insaciedad que nos acosa
y que, desde la cuna, nos destierra.
Vives en lo que pienso, en lo que digo,
y con vida tan honda que no hay centro,
hora y lugar en que no estés conmigo;
pues te clavó la muerte tan adentro
del corazón filial con que te abrigo
que, mientras más me busco, más te encuentro.



César Vallejo

Trilce: XLIX

-- de César Vallejo --

Murmurado en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes
de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta yo he olvidado
de quién seré.

Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas
de las partidas.
Esa guardarropía, ella sola,
al volver de cada facción,
de cada candelabro
ciego de nacimiento.

Tampoco yo descubro a nadie, bajo
este mantillo que iridice los lunes
de la razón;
y no hago más que sonreir a cada púa
de las verjas, en la loca búsqueda
del conocido.

Buena guardarropía, ábreme
tus blancas hojas:
quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo, quiero
saber de estar siquiera.

En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo
de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
por sí propios, de perchas
como ductores índices grotescos,
y partiendo sin cuerpos, vacantes,
hasta el matiz prudente
de un gran caldo de alas con causas
y lindes fritas.
Y hasta el hueso!



Dolores Veintimilla

La noche y mi dolor

-- de Dolores Veintimilla --

El negro manto que la noche umbría
Tiende en el mundo a descansar convida,
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
Cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama
Duerme soñando avaro sus riquezas,
Duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
Soy invencible y grandes mis proesas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña
Y el marino tranquilo en su bajel;
A éste no altera la ambición ni saña
El mar no inquieta el reposar de aquel.

Duerme la fiera en lóbrega espesura,
Duerme el ave en las ramas guarecida,
Duerme el reptil en su morada impura,
Como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento.... La brisa silenciosa
Gime apenas las flores cariciando;
Todo entre sombras a la par reposa,
Aquí durmiendo más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que talvez un día
Al contemplar la luna misteriosa,
Exaltabas tu ardiente fantasía
Derramando una lágrima amorosa.

Duerme también tranquila y descansada
Cual marino calmada la tormenta,
Así olvidando la inquietud pasada
Mientras tu amiga su dolor lamenta.



Julián del Casal

inquietud

-- de Julián del Casal --

Miseria helada, eclipse de ideales,
de morir joven triste certidumbre,
cadenas de oprobiosa servidumbre,
hedor de las tinieblas sepulcrales.
Centelleo de vívidos puñales
blandidos por ignara muchedumbre,
para arrojarnos desde altiva cumbre
hasta el fondo de infectos lodazales;
ante nada mi paso retrocede,
pero aunque todo riesgo desafío,
nada mi corazón perturba tanto,
como pensar que un día darme puede
todo lo que hoy me encanta, amargo hastío,
todo lo que hoy me hastía, dulce encanto.



Salomé Ureña

el ave y el nido

-- de Salomé Ureña --

¿por qué te asustas, ave sencilla?
¿por qué tus ojos fijas en mí?
yo no pretendo, pobre avecilla,
llevar tu nido lejos de aquí.

Aquí, en el hueco de piedra dura,
tranquila y sola te vi al pasar,
y traigo flores de la llanura
para que adornes tu libre hogar.

Pero me miras y te estremeces,
y el ala bates con inquietud,
y te adelantas, resuelta, a veces,
con amorosa solicitud.

Porque no sabes hasta qué grado
yo la inocencia sé respetar,
que es, para el alma tierna, sagrado
de tus amores el libre hogar.

¡Pobre avecilla! vuelve a tu nido
mientras del prado me alejo yo;
en él mi mano lecho mullido
de hojas y flores te preparó.

Mas si tu tierna prole futura
en duro lecho miro al pasar,
con flores y hojas de la llanura
deja que adorne tu libre hogar.



Pablo Neruda

a callarse

-- de Pablo Neruda --

Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos,
no movamos tanto los brazos.
Sería un minuto fragante,
sin prisa, sin locomotoras,
todos estaríamos juntos
en un inquietud instantánea.
Los pescadores del mar frío
no harían daño a las ballenas
y el trabajador de la sal
miraría sus manos rotas.
Los que preparan guerras verdes,
guerras de gas, guerras de fuego,
victorias sin sobrevivientes,
se pondrían un traje puro
y andarían con sus hermanos
por la sombra, sin hacer nada.
No se confunda lo que quiero
con la inacción definitiva:
la vida es sólo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.
Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.
Ahora contaré hasta doce
y tú te callas y me voy.



José Ángel Buesa

de muerte en flor

-- de José Ángel Buesa --

Morir de muerte en flor toda la vida,
en este sueño vertical, en este
fugaz contacto azul con lo celeste,
en esta vieja sed recién nacida...
Y volver luego con el alma erguida,
a la vez norte y sur, este y oeste,
de la propia emoción, ya en ansia agreste.
En inquietud sutil o en paz pulida.
Y resurgir de cada muerte diaria
más dueño de la vida, al ser más dueño
de esta muerte parcial y necesaria.
Y con esa cordial melancolía
de los pocos que saben cada día
morir y renacer dentro de un sueño.



Salvador Díaz Mirón

Al separarnos

-- de Salvador Díaz Mirón --

Nuestras dos almas se han confundido
en la existencia de un ser común,
como dos notas en un sonido,
como dos llamas en una luz.

Fueron esencias que alzó un exceso,
que alzó un exceso de juventud,
y se mezclaron, al darse un beso,
en una estrella del cielo azul.

Y hoy que nos hiere la suerte impía,
nos preguntamos con inquietud:
¿cuál es la tuya? ¿cuál es la mía?
Y yo no acierto ni aciertas tú.



Sor Juana Inés de la Cruz

Esta tarde, mi bien

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.



Vicente Gerbasi

ámbito de la angustia

-- de Vicente Gerbasi --

No se ha meditado aún sobre estas tristes ruinas.
Participo de la gran alegría que hace cantar con el vino,
luego me hieren los lamentos como a un árbol la tempestad nocturna.
Se pierden conmigo en la sombra
como se pierde la noche en el bálsamo misterioso de la muerte.
Busco mi voz abandonada sobre los mares, en el aire de las islas,
en las comarcas donde habitan los desterrados y los místicos,
y vago bajo la lluvia de los bosques en la soledad.
Como el árbol al borde del abismo, me salva la inquietud perenne,
y me acerca a dios que vigila tras las músicas terrestres.
Alguien puede llamar a la puerta de alguna vivienda en la noche,
mas solamente aparecerá el rostro del silencio
en medio de la pesadumbre.
No hemos meditado aun para amar y ser serenos.
Oh, si tendiéramos la tristeza como niebla delgada,
serenamente, sobre estos vastos dominios desolados.



Medardo Ángel Silva

Por la ruta verdadera

-- de Medardo Ángel Silva --

A José María Egas

Aúnan mi pensamiento
inquietud y serenidad.
Mi orientación es la del viento,
la del mar mi estabilidad.

El ojo negro de mi abismo
para mí guiña dondequier;
mas, de la noche de mí mismo
hago un continuo amanecer.

Y como una hojita liviana
voy camino de mi verdad:
al que es hoy, ayer y mañana,
Nunca, Siempre y Eternidad.

Mi amor siempre ha sido por las leves formas,
por las sutilezas... No busquéis las normas
de mi pensamiento:
no las ha tenido;
si algo lo condujo, su mentor ha sido
el mismo de la onda, la nube y el viento.



Miguel Unamuno

Al amor de la lumbre

-- de Miguel Unamuno --

Dulcissime vanus Homems

Al amor de la lumbre cuya llama
como una cresta de la mar ondea.
Se oye fuera la lluvia que gotea
sobre los chopos. Previsora el ama

supo ordenar se me temple la cama
con sahumerio. En tanto la Odisea
montes y valles de mi pecho orea
de sus ficciones con la rica trama

preparándome el sueño. Del castaño
que más de cien generaciones de hoja
criara y vio morir, cabe el escaño

abrasándose el tronco con su roja
brasa me reconforta. ¡Dulce engaño
la ballesta de mi inquietud afloja!



Juana de Ibarbourou

despecho

-- de Juana de Ibarbourou --

¡ah, qué estoy cansada! me he reido tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo)
es por la fatiga de la loca risa
que en todo mi cuerpo su sopor desliza.

¡Ah, qué estoy cansada! déjame que duerma;
pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿cuándo más alegre que ahora me viste?

¡mentira! no tengo ni dudas, ni celos,
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reirme tanto...



Juana Rosa de Amézaga

Al despertar (Amézaga)

-- de Juana Rosa de Amézaga --

Dejan las aves el nocturno abrigo
de las vecinas y coposas frondas,
y con sus trinos de placer adulan
a la naciente y sonrosada aurora.

Engastadas en nítido rocío,
bellas se ostentan las gentiles rosas,
y envidiando su aroma delicioso,
lucen sus galas las cucardas rojas.

Cerca se escucha el majestuoso ruido
que hacen del mar las bullidoras olas,
y al retirarse, cual de blancas perlas,
con sus espumas las riberas bordan.

¡Oh! ¡Cuánto goza en este cuadro el alma
si lo contempla recogida y sola!
Y Dios parece que al oído le habla
en tan solemne y apacible hora.

Para la mente que inquietud agita,
es lo que fresca, deliciosa copa,
para el enfermo que la fiebre siente,
en sus entrañas y abrasada boca.

Mi amante pecho dilatarse siento
viendo, Señor, de tu poder las obras;
y al contemplarlas con filial confianza,
mi humilde labio tu grandeza adora.



Julio Herrera Reissig

consagración

-- de Julio Herrera Reissig --

Surgió tu blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y era en vez de mi mano -atenta al caso
mi alma quien oprimía tu cintura...

De procaces sulfatos, una impura
fragancia conspiraba a nuestro paso,
en tanto que propicio a tu aventura
llenóse de amapolas el ocaso.

Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro...
Uniéndome a tu ser, con suave impulso,

al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré convulso,
¡hasta las heces, como un vino sacro!



Julio Herrera Reissig

sepelio

-- de Julio Herrera Reissig --

Mirándote en lectura sugerente,
llegué al epílogo de mis quimeras;
tus ojos de palomas mensajeras
volvían de los astros, dulcemente...

Tenía que decirte las postreras
palabras, y callé espantosamente;
tenía que llorar mis primaveras,
y sonreí, feroz... Indiferente...

La luna, que también calla su pena,
me comprendió como una hermana buena...
Ni una inquietud, ni un ademán, ni un modo;

un beso helado... Una palabra helada.
Un beso, una palabra, eso fue todo:
¡todo pasó sin que pasase nada!...



Evaristo Carriego

La inquietud

-- de Evaristo Carriego --

Les tiene preocupados y tristes la tardanza
de la hermana. Los niños no juegan con el gato,
ni recuerdan ahora lo de la adivinanza
que propusiera alguno, para pasar el rato.

De vez en cuando, el padre mira el reloj. Parecen
más largos los minutos. Una palabra dura
no acaba. Las muchachas, que cosen, permanecen
calladas, con los ojos fijos en la costura.

Las diez, y aún no vuelve. Ya ninguno desecha,
como al principio, aquella dolorosa sospecha...
El padre, que ha olvidado la lectura empezada

enciende otro cigarro... Cansados de esperar
los niños se levantan, y sin preguntar nada
dicen las buenas noches y se van a acostar.



Francisco de Quevedo

parnaso español 27

-- de Francisco de Quevedo --

Esta miseria, gran señor, honrosa,
de la humana ambición alma dorada;
esta pobreza ilustre acreditada,
fatiga dulce y inquietud preciosa;
este metal de la color medrosa
y de la fuerza contra todo osada
te vuelvo: que alta dádiva envidiada
enferma la fortuna más dichosa.
Recíbelo, nerón; que, en docta historia,
más será recibirlo que fue darlo,
y más seguridad en mí el volverlo:
pues juzgarán, y te será más gloria,
que diste oro a quien supo despreciarlo
para mostrar que supo merecerlo.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo II

-- de Francisco Villaespesa --

El alba iluminó la vidriera,
y a su luz angustiosa y azulada,
yerto, sobre el blancor de la almohada,
se destacaba su perfil de cera.
Abrió los ojos, y la vida entera
palpitó en la inquietud de su mirada,
y en mis manos su frágil mano helada
temblaba como un ave prisionera...
Balbució su voz: ¡te adoro tanto!
¡pídele al cielo que mañana viva!
y mis venas heláronse de espanto
al contemplar sobre su faz inerte,
como el vuelo de un ave fugitiva,
aletear las sombras de la muerte.



Francisco Villaespesa

por las tierras de sol y sangre i

-- de Francisco Villaespesa --

i
buscando en la inquietud de los viajes
consuelo a este dolor que me domina
crucé ciudades y admiré paisajes
en un vuelo fugaz de golondrina.
Y sus ojos oscuros y febriles,
siempre a mi lado, contemplaron fieles
mis nostalgias en los ferrocarriles
y mis noches de insomnio en los hoteles.
Siempre en mis ojos con amor clavados
me hablaban de otros mundos ignorados
dando a las cosas su melancolía....
La tierra fue como una tumba abierta
y, ¡cómo no!, si el alma la vela
a través de los ojos de una muerta.



Clemente Althaus

A mi alma

-- de Clemente Althaus --

Alma que en cadenas graves
vives triste o infeliz,
y ya en tu prisión no cabes,
como el ave, de las aves
coronada emperatriz,
que, aprisionada, no deja
su altivo instinto rëal,
y aletëando forceja
por romper la dura reja
de su cárcel de metal:
de tu triste hermano, a quien
casi moribundo han puesto
tu inquietud y tu desdén,
piedad generosa ten,
ni quieras romper tan presto
la misteriosa lazada
con que la mano de Dios,
al enviarte desterrada
a esta doliente morada,
un ser formó de los dos.
Calma ese encendido anhelo,
sufre esa angustia mortal;
de Dios aguarda el consuelo
de desplegar libre vuelo
a la patria celestial.



Clemente Althaus

A mi madre (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Cuando empieza el mundo
a gozar quietud:
en aquellas horas
en que incierta luz
viste mar y tierra
aire y cielo azul,
y no es ya de día
ni de noche aún:
yo, triste viajero
que de Norte a Sur
y de Oriente a Ocaso
lleva su inquietud,
como el que a andar siempre
condenó Jesús,
que sólo me veo,
solo con mi cruz,
sin ningún consuelo
ni amigo ningún:
entonces recuerdo
mi patrio Perú,
hermanos, parientes,
leda juventud
amiga, y aquellos
que ya la segur
hirió de la fiera
contraria común.
Ero mi más tierna
memoria eres tú,
madre idolatrada,
de mis ojos luz;
y soy de tu vida
venturoso augur,
y cantos te envía
mi amante laúd:
¡llevarte éste quiera
afable querub
al limeño suelo
desde el andaluz!



Invocación

-- de Clementina Isabel Azlor --

¡Oh Divino Pastor de las canciones!
Guía serás de mi rebaño lírico.
Confío más en tu saber empírico
que en el acierto de mis previsiones.
Estoy cansada ya de estas laderas,
y siento que mi vida se quebranta...
Para mí el manantial ¡gime!... ¡No canta!
Llévanos, ¡oh Pastor!, donde tú quieras.
¡Lejos, lejos!... Allá cerca del cielo
donde su vuelo audaz el cóndor tiende...
¡Oh! ¡Nada habrá que mi fervor no ofrende
por el goce instantáneo de mi anhelo!...
¿Riesgos?... ¡Avanza! Mi inquietud flamea,
y al paso seguirá mi mansedumbre,
sabiendo que un momento allá en la cumbre,
ebria de luz retozará la Idea.



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