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Pablo Neruda

poema 7 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.
Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.
Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.

Poema poema 7   veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) de Pablo Neruda con fondo de libro

Octavio Paz

arcos

-- de Octavio Paz --

A silvina ocampo
¿quién canta en las orillas del papel?
inclinado, de pechos sobre el río
de imágenes, me veo, lento y solo,
de mí mismo alejarme: letras puras,
constelación de signos, incisiones
en la carne del tiempo, ¡oh escritura,
raya en el agua!
voy entre verdores
enlazados, voy entre transparencias,
río que se desliza y no transcurre;
me alejo de mí mismo, me detengo
sin detenerme en una orilla y sigo,
río abajo, entre arcos de enlazadas
imágenes, el río pensativo.
Sigo, me espero allá, voy a mi encuentro,
río feliz que enlaza y desenlaza
un momento de sol entre dos álamos,
en la pulida piedra se demora,
y se desprende de sí mismo y sigue,
río abajo, al encuentro de sí mismo.

Poema arcos de Octavio Paz con fondo de libro

Vicente Huidobro

paquebot

-- de Vicente Huidobro --

He visto una mujer hermosa
sobre el mar del norte
todas las aguas eran su cabellera
y en su mirada vuelta hacia las playas
un pájaro silbaba
las olas truenan tan roncas
que mis cabellos han caído
recostada sobre la lejanía
su vientre y su pecho no latían
sin embargo sus lágrimas vivían
inclinado sobre mis días
bajo tres soles
miraba allá lejos
el paquebot errante que cortó en dos el horizonte

Poema paquebot de Vicente Huidobro con fondo de libro

Meira Delmar

el árbol en flor

-- de Meira Delmar --

Contra el azul del cielo este cielo tan limpio
que parece lavado por la mano de dios
¡qué bien luce aquel árbol, dulcemente inclinado,
bajo el rosado peso de su ramaje en flor!
apoyada la frente en los cristales blancos
del ventanal, lo miro: y me recuerda, así
todo lleno de flores, mariposas y trinos,
un pequeño poema que él solía decir...
¡Quién sabe qué de cosas le contará la luna
cuando en las noches viene a conversar con él!
muchas veces lo he visto extasiado, escucharla
extrañamente quieto hasta el amanecer...
¡Y ya no va la brisa desnuda por los campos!
él, todas las mañanas, cuando la ve pasar,
una capa muy linda de pétalos de raso
a los hombros le tira, con gentil ademán.
¡Somos hace ya tiempo, los mejores amigos!
y yo, que a nadie digo mi secreto de amor,
he dejado que el alma se me acerque a los labios,
¡y se lo he dado todo al buen árbol en flor!...
!--Img



Meira Delmar

narciso

-- de Meira Delmar --

Asomado a la fuente ve que el agua le mira
con el trémulo asombro de su propia belleza.
Los ojos ya no pueden rescatar la mirada
que ha olvidado en las redes hialinas del espejo.
Nunca nadie en la tierra
quedara como él, ensimismado
en el reflejo fiel de su hermosura,
nunca nadie perdiera
como él la certeza de las horas,
fijo en la verde orilla e inclinado
sobre el tiempo sin tiempo de su imagen.
Y cuando acerca el beso
a los labios que ascienden,
no sabe cómo cae, cómo huye por fin
su desbordado amor entre las ondas.
La flor que así lo cuenta
lleva su nombre gualda
entre las manos.
!--Img



Miguel Hernández

7

-- de Miguel Hernández --

7
después de haber cavado este barbecho
me tomaré un descanso por la grama
y beberé del agua que en la rama
su esclava nieve aumenta en mi provecho.
Todo el cuerpo me huele a recién hecho
por el jugoso fuego que lo inflama
y la creación que adoro se derrama
a mi mucha fatiga como un lecho.
Se tomará un descanso el hortelano
y entretendrá sus penas combatiendo
por el salubre sol y el tiempo manso.
Y otra vez, inclinado cuerpo y mano,
seguirá ante la tierra perseguido
por la sombra del último descanso.



Miguel Hernández

13

-- de Miguel Hernández --

13
mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.
Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón y es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.
Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.
Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.



Numa Pompilio Llona

Los arqueros negros

-- de Numa Pompilio Llona --

Tras el hombro el carcaj: un pie adelante;
con el brazo fortísimo membrudo
tendiendo el arco; y, con mirar sañudo,
inclinado el etiópico semblante,

así, en hilera, el batallón gigante
de dolores me acecha torvo y mudo;
y sus saetas clava en mi desnudo
ensangrentado pecho palpitante!...

¡Mas no de tus flecheros me acobardo
ante el airado ejército sombrío;
sus golpes todos desdeñoso aguardo!...

¡Manda a tu hueste herirme, oh Hado impío,
hasta que lancen su postrero dardo!
Hasta que se halle su carcaj vacío.



Julio Herrera Reissig

el sauce

-- de Julio Herrera Reissig --

A mitad de mi fausto galanteo,
su paraguas de sedas cautelosas
la noche desplegó, y un lagrimeo
de estrellas, hizo hablar todas las cosas...

Erraban las walkirias vaporosas
de la bruma, y en cósmico mareo
parecían bajar las nebulosas
al cercano redil del pastoreo...

En un abrazo de postrero arranque,
caímos en el ángulo del bote...
Y luego que llorando ante el estanque

tu invicta castidad se arrepentía,
¡el sauce, como un viejo sacerdote,
gravemente inclinado nos unía...



Evaristo Carriego

El silencioso que va a la trastienda

-- de Evaristo Carriego --

Francanrénte, es huraña la actitud de ese obrero
que, de la alegre rueda casi siempre apartado,
se pasa así las horas muertas, con el sombrero
sobre la pensativa frente medio inclinado.

Sin asegurar nada, dice el almacenero
que, por momentos, muchas veces le ha preocupado
ver con qué aire tan raro se queda el compañero
contemplando la copa que apenas ha probado.

Como a las indirectas se hace el desentendido,
el otro día el mozo, que es un entrometido,
y de lo más cargoso que se pueda pedir,

se acercó a preguntarle no sabe qué zoncera
y le clavó los ojos, pero de una manera
que tuvo que alejarse sin volver a insistir.



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