Buscar Poemas con Honra


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Se han encontrado 44 poemas con la palabra honra

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Guarda mundo tu flaca fortaleza

-- de Juan Díaz Rengifo --

Guarda mundo tu flaca fortaleza,
fortaleza de carne no la quiero,
quiero servir a Aquel, en quien, si espero,
espero hará de roble mi flaqueza.

Flaqueza en la virtud es gran vileza,
vileza no consiente un caballero,
caballero en la sangre, no en dinero,
dinero, que oscurece la nobleza,

nobleza verdadera en Dios se halla,
hállala el que, a sí mismo despreciando,
preciando solo a Dios, en él se honra.

Honra Dios a los suyos, cuando calla,
calla porque en silencio está ayudando,
dando paciencia y honra en la deshonra.

Poema Guarda mundo tu flaca fortaleza de Juan Díaz Rengifo con fondo de libro

Gutierre de Cetina

a don juan de guevara

-- de Gutierre de Cetina --

Ejemplo del valor de las españas,
don juan, si así supiese ahora alabarte,
cuanto tus obras dan de gloria a marte
darían a mi pluma tus hazañas.
Las francesas insidias y las mañas
que en falta de virtud sufren con arte,
acrecen en la tuya y de tu parte
cosas de admiración muy más extrañas.
Gloriosa nación, pues que venciendo
el enemigo, su vencer os honra
mucho más que os pudiera honrar perdiendo.
De ellos fue la victoria y la deshonra.
¡Dichosas vidas que ganáis muriendo
do se suelen perder la vida y honra!

Poema a don juan de guevara de Gutierre de Cetina con fondo de libro

Lope de Vega

Al doctor Francisco de Quintana

-- de Lope de Vega --

Nacieron en Madrid el docto Herrera;
Velasco, Eclesiastés; Márquez, Cirilo;
Francisco Sánchez, que, fecundo Nilo,
inunda el coro de la sacra esfera;

Montero, luz en monte, primavera;
Soria, Basilio; y, en florido estilo,
Hortensio Fénix, que al eterno asilo
huyó los ojos de la invidia fiera.

Entre estas luces coronada sale,
Quintana, de esplendor tu nueva aurora,
porque si no los vence, los iguale.

Que ya tu ingenio que las cumbres dora,
y por el sol más encendido vale,
honra la patria y la virtud decora.

Poema Al doctor Francisco de Quintana de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Matilde, no te espantes que Felino

-- de Lope de Vega --

Matilde, no te espantes que Felino
ame a Valeria en público y secreto,
que el albedrío no ha de estar sujeto
y cada cual lo vive a su destino.

¿Qué nombre pierdes? ¿qué valor divino?
¿qué estimación? ¿qué prendas? ¿qué conceto?
¿quién fue tu fundador? ¿quién tu arquitecto?
¿qué Alejandro? ¿qué Rómulo? ¿qué Nino?

Así naciste, así es razón que seas,
deja que goce lo que más le agrada;
y si vivir sin él no te conviene,

mátate como Elisa la de Eneas,
que aunque Felino no te deja espada,
basta el dolor para quien honra tiene.



Las honras, la osadía del Verano

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Las honras, la osadía del Verano,
con que se ennobleció y atrevió al cielo,
al mejor cielo del más fértil suelo
hoy las traslada mi atrevida mano.

Parece es por demás al que es tirano,
de cuanto presunción honra su vuelo,
dar flores, si tus flores son recelo
a las del cielo, rostro soberano.

Dallas es por demás, si estás segura
envidian de tu rostro las más bellas
partes (y partes no, por no atreverse).

¡Ay, cuales, Celia, son!. ¡Da vida el vellas!
Flor eres; mientras flor, de tu hermosura
coge la flor, que es flor, y ha de perderse.



Luis Cañizal de la Fuente

landre coma [a] landrú

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Landre coma landrú
quién esconde palabras, quién escatima honra,
quién calla como losa la condición del leño;
y por culpa de todos hay mendigos de almendra,
hay bocados de adán que
piden misericordia de un ladrido
a las luces en forma de bombilla en bodega.
Mas por detrás del mundo hay otras veces
en que ingresan miradas inocentes como manos de pez,
desplazan en dos golpes de aleta dos nadas laterales,
lo ignoran todo generosamente
con el gesto fraterno del jabón,
y así se desgañitan en continuum.
Por el camino manso de naturalidad
protenden su natura de ladrillo;
si el reloj de ataúd da manchas de fatiga,
ostentan más y más que son de arcilla
y de curiosidad truncada a medio asombro.
Por fin, contentos, se
vuelven atrás de su propósito,
hacen el águila imperial a levante y poniente,
suben el abrigado cuello de la indiferencia
y profieren joviales sin desplegar los labios:
landre, coma, landrú.
Yo soy todo inocente. Mira si lo eres tú.



Luis Muñoz Rivera

a cualquier compatriota

-- de Luis Muñoz Rivera --

Van llegando, por más que no lo creas,
los tiempos en que emigran las ideas.

Qué es, en el fondo, el negro despotismo
un fantasma con miedo de sí mismo.

Muchas veces se mira una bandera
protegiendo el cubil de una pantera.

Para ser digno y libre ¿a quién esperas?
lo serás, si es que quieres, cuando quieras.

Pueblo viril que de su honra cuida,
perdona acaso, pero nunca olvida.

¿Naciste en la colonia? muy bien hecho,
serás el jeremías del derecho.

¿Justicia? ¡qué palabra tan hermosa!
pero es una palabra y no otra cosa.

¿Derecho? en esta tierra infortunada,
es aire, es humo, es ilusión, es nada.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 30

-- de Jorge Manrique --

Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?
quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta misma guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aún más tierra
que tenía.



José Zorrilla

Himno a S. M. la Reina Doña Isabel II, en sus días

-- de José Zorrilla --

CORO
El sol abre su oriente
Detrás de tu dosel,
Y ve la hispana gente
Su sol en ti, Isabel.

ESTROFA 1.ª
En pos de largos años de belicoso duelo
Tu cándida sonrisa nos vienes a mostrar
Cual muestra sus colores el iris en el cielo,
Cual sus rosadas luces el alba sobre el mar.
CORO.-El sol, etc.

ESTROFA 2.ª
Tú, estrella de esperanza en nuestras sombras eres,
Tú, de mejores días apetecido sol,
Tú, el ángel que nos brinda la paz y los placeres,
Tú, escudo a cuyo amparo se acoge el español.
CORO.-El sol, etc.

ESTROFA 3.ª
Por ti nos olvidamos de la feroz pelea
De las sangrientas horas del tiempo que pasé,
Por ti tranquilo y solo nuestro pendón ondea,
Que ayer en dos jirones contrarios tremoló.
CORO.-El sol etc.

ESTROFA 4.ª
Por él, de hoy más, osados con fe pelearemos,
De hoy más, al campo unidos iremos detrás de él;
Bajo él, como españoles, con honra moriremos,
Los nombres invocando de España y de Isabel.

CORO
El sol abre su oriente
Detrás de tu dosel,
Y ve la hispana gente
Su sol en ti, Isabel.



Juan Antonio Pérez Bonalde

A un tirano

-- de Juan Antonio Pérez Bonalde --

¿Por qué la patria sumergida en llanto
por su preciosa libertad suspira?
¿Por qué infeliz, entre congojas, mira
roto en girones su estrellado manto?

¿Por qué en vez de ceñir el lauro santo,
ciñe la adelfa que tristeza inspira?
¿Por qué de gloria en su armoniosa lira
solo vibra la nota del quebranto?...

Es porque un día te confió su honra
la virgen Venezuelay su inocencia
de ignominia cubriste de deshonra!

¡Atrás, profanador! La frente impía
ve en el lodo á ocultar de tu conciencia,
y no avergüences más la patria mía



Félix María Samaniego

Soneto a Nice

-- de Félix María Samaniego --

No te quejes, oh Nice, de tu estado
porque te llamen puta a boca llena,
pues puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.

Dido fue puta de un audaz soldado,
a ser puta Cleopatra se condena,
y el nombre lucrecial, que tanto suena,
no es tan honesto como se ha pensado.

Esa de Rusia emperatriz famosa
que fue de los carajos centinela,
entre más de dos mil murió orgullosa;

y pues ya lo dan todas sin cautela,
haz tú lo mismo, Nice vergonzosa,
que esto de honra y virgo es bagatela.



Gutierre de Cetina

a un lacayo muerto debajo de un carro en el cual iba lucía hariela

-- de Gutierre de Cetina --

Si puede honrar una famosa muerte
la más infame y deshonrada vida,
si la muerte con honra recibida
en gloria del que muere se convierte,
venturoso lacayo, a quien la suerte
concedió tanto bien, tal homicida,
duélate que haya sido en su venida,
presurosa al pasar, pero no fuerte.
¡Morir debajo un peso tan hermoso,
que hace feo al que sostuvo atlante!
¿cuál vida debe ser tan estimada?
¡ójala fuera yo tan venturoso!
tan dulce muerte en un mísero amante
fuera con más razón bien empleada.



Gutierre de Cetina

sobre la cubierta de un libro donde iban escriptas algunas cosas pastoriles

-- de Gutierre de Cetina --

Esta guirnalda de silvestres flores,
de simple mano rústica compuesta
en los bosques de arcadia, aquí fue puesta
en honra del cantar de los pastores,
a los cuales, si amor en sus amores
quiera jamás negar demanda honesta,
ruego, si bien el don tan bajo cuesta,
pueda este olmo gozar de mis sudores.
Que si algún tiempo con más docta mano
las acierto a tejer como maestro,
guardando a los pasados el decoro,
espero, y mi esperar no será en vano,
que el nombre pastoral del siglo nuestro
será tal cual fue ya en la edad del oro.



Gutierre de Cetina

[a doña maría de cardona]

-- de Gutierre de Cetina --

Ilustre honor el nombre de cardona,
no décima a las nueve de parnaso,
mas la primera del oriente a ocaso,
a quien rara beldad honra y corona;
y a quien la fama por sin par pregona
de virtudes colmado y rico vaso,
por elección, y no por suerte o caso,
dignísima de cetro y de corona.
Perdería la pena y el trabajo,
donde la envidia su malicia enfrena,
si cantase de ti aun el más instruto;
pues tu santa virtud tomó a destajo,
con pura caridad de afectos llena,
producir para el cielo eterno fruto.



Gutierre de Cetina

llorando vivo y si en el fiero pecho

-- de Gutierre de Cetina --

De la enemiga mía pudiese el llanto
cuanto pudo en su tiempo el dulce canto,
seríame el llorar honra y provecho.
Mas quien me tiene ya casi deshecho,
de mi bien o mi mal no cura tanto,
y así conviene a mi pesar que cuanto
fue el bien, sea ahora el mal de que sospecho.
Y porque en mi llorar más dolor halle,
quiso ordenar amor, que era enemigo,
que lo que más querría decir, más calle.
Ved cuál estoy, qué extremo es el que sigo:
que llorando mi mal, para contalle,
la causa callo y los efectos digo.



Gutierre de Cetina

a don jerónimo de urrea

-- de Gutierre de Cetina --

Ni la africana sierra excelsa y brava,
ni las bárbaras armas, crudas, fieras,
ni tu sangre esparcida en sus riberas,
que el cielo de la honra derramaba,
ni la furia cruel que trastornaba
ante ti tantas naves y galeras,
ni el viento que en el campo las banderas
del fiero marte a su pesar postraba,
ni la gálida espada y torre fuerte,
ni en dura el duro asalto y duro hado,
contra del cual no hay fuerza que resista,
pudieron por más mal darte la muerte,
iberino pastor desventurado,
y agora mueres de una dulce vista.



Hernando de Acuña

Del bien del pensamiento se sustenta

-- de Hernando de Acuña --

Del bien del pensamiento se sustenta
el triste corazón entre mil males
que en mí se tratan como naturales,
y el alma hace ya la misma cuenta.

El no sufrirlos tiene por afrenta,
y por honra y valor sufrirlos tales,
y págase, sintiéndolos mortales,
con sólo consentirle que los sienta.

Esto por bien muy grande se le niega,
y la vida ha tomado por partido
seguir en padecer su estilo usado,

que llegando al extremo donde llega,
lo que con desearlo nunca ha sido,
no puede por razón serle negado.



Anónimo

Romance de Fernán d'Arias

-- de Anónimo --

Por aquel postigo viejo
que nunca fuera cerrado,
vi venir pendón bermejo
con trescientos de a caballo;
en medio de los trescientos
viene un monumento armado,
y dentro del monumento
viene un ataúd de palo,
y dentro del ataúd
venía un cuerpo finado.
Que era el de Fernán d'Arias,
hijo de Arias Gonzalo.
Llorábanle cien doncellas,
todas ciento hijosdalgo;
todas eran sus parientas
en tercero y cuarto grado;
las unas le dicen primo,
otras le llaman hermano,
las otras decían tío,
otras lo llaman cuñado.
Sobre todas lo lloraba
aquesa Urraca Hernando.
¡Y cuán bien que la consuela
ese viejo Arias Gonzalo!
-¿Por qué lloráis, mis doncellas?
¿por qué hacéis tan grande llanto?
No lloréis así, señoras,
que no es para llorarlo,
que si un hijo me han muerto,
ahí me quedaban cuatro.
No murió por las tabernas,
ni a las tablas jugando,
mas murió sobre Zamora
vuestra honra resguardando;
murió como caballero
con sus armas peleando.



Rosalía de Castro

Sed de amores tenía, y dejaste

-- de Rosalía de Castro --

Sed de amores tenía, y dejaste
Que la apagase en tu boca
¡Piadosa samaritana!
Y te encontraste sin honra,
Ignorando que hay labios que secan
Y que manchan cuanto tocan.

¡Lo ignorabas!..., Y ahora lo sabes,
Pero yo sé también, pecadora
Compasiva, porque a veces
Hay compasiones traidoras,
Que si el sediento volviese
A implorar misericordia,
Su sed de nuevo apagaras,
Samaritana piadosa.

No volverá, te lo juro;
Desde que una fuente enlodan



Soneto continuo

-- de Juan Díaz Rengifo --

Ceniza espiritada, vil mixtura,
hombre de polvo, y lágrimas formado,
por ley divina a muerte condenado:
¿por qué no pones freno a tu locura?

Comienza ya a llorar con amargura,
lo mucho que a Dios tienes enojado,
la mala vida, el tiempo malgastado,
si no te quieres ver en apretura.

Llamándote está la sepultura,
lugar estrecho, do será enterrado
deleite, honra, mando y hermosura,

y cuanto en esta vida es estimado:
El alma es inmortal, y siempre dura,
en sola ella emplea tu cuidado.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 56

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Santiago apóstol dis', que todo bien complido
e todo don muy bueno, de dios vien' escogido;
et yo desque salí de todo aqueste roído,
torné rogar a dios, que me non diese a olvido.
Cerca de aquesta sierra ay un logar honrado
muy santo et muy devoto, santa maría del vado,
fui tener y vigilia, como es acostumblado,
a honra de la virgen ofreçile este ditado:
«¡ay noble señora madre de piedat,
lus lusiente del mundo, del çielo claridat,
mi alma et mi cuerpo ante tu magestat
ofresco con cántigas e con grant homildat!
homíllome, reyna madre del salvador,
virgen santa et dina, oye a mí pecador.
Mi alma et mi coyta he en tu alabança,
de ti non se muda la mi esperança,
virgen, tú me ayuda sin detardança,
ruega por mí a dios tu fijo, mi señor.
Porque en grand' gloria estás a complaser,
yo en tu memoria algo quiero faser,
la triste estoria que a jesú yaser
fiso en presiones en penas e en dolor.»
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índice de la obra
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Evaristo Ribera Chevremont

el jíbaro

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

En su casa de campo, que es sencilla y pequeña,
veo al jíbaro nuestro. Triste es, como su casa.
Gris, cae sobre su frente, que es rugosa, la greña.
Su cuerpo es amarillo, de escasísima grasa.

Enfrente de la casa brilla un fuego de leña;
y, al calor de la brasa, plátano verde asa.
Mísero y dolorido, con lo más puro él sueña.
El es una gran forma de la más pobre masa.

Amante del terruño, con el terruño muere.
A un bienestar sin honra, pobreza honrosa quiere.
Su hierro, que es templado, dice de su bravura.

Su lengua es rural, pero muy abundante en tinos.
Barro dan a sus plantas los peores caminos.
Y es su deleite único la amarga mascadura.



Fernando de Herrera

A un capitán valeroso

-- de Fernando de Herrera --

El trabajo de Fidia ingenioso,
que a Júpiter Olimpio dio la gloria,
fue soberbio despojo de victoria
al tiempo, en nuestra injuria presuroso;

pero al valor de Aquiles animoso
el siempre insigne Homero alzó la historia,
y dio a la fama eterna su memoria
con alta voz del canto generoso.

Yo, que mal puedo ser en honra vuestra
nuevo Homero, consagro, luz de España,
de mis incultos versos la armonía;

Mas si me mira Caliope diestra,
valdrá, si mi deseo no me engaña,
mas que Fidia mortal la musa mía.



Fernando de Herrera

Cante quejas y afán de justa pena

-- de Fernando de Herrera --

Cante quejas y afán de justa pena
que padecí cuitoso y ofendido,
a todas las desdichas ofrecido
en que el Amor a un mísero condena.

Fue el premio en tibia voluntad ajena
dolor con esperanza, a do perdido
deseo me inclinó, y al fin vencido
trajo a fuerza arrastrando la cadena.

Tú, a quien rinden sus glorias insignes ríos,
favorece, Tarteso padre, el canto
que tierno y simple en honra tuya espira;

que si me dan lugar los males míos,
no sólo oirás de amor gemido y llanto,
más hazañas que Marte airado inspira.



Fernando de Herrera

Después que en mí tentaron su crudeza

-- de Fernando de Herrera --

Después que en mí tentaron su crudeza
de Amor y vos las flechas y los ojos,
di honra al uno, al otro los despojos,
y sufrí saña de ambos y aspereza.

El fuego que encendió vuestra belleza
hizo dulces y alegres mis enojos,
y suave entre espinas y entre abrojos
el dolor que causaba mi tristeza.

Tuve esperanza incierta de mi ufana
muerte, viendo el valor de mi tormento;
y confié este error de mi osadía.

Mas ¡ay! que tanta gloria suerte humana
no alcanza, y no se debe al mal que siento
el bien que me negáis, Estrella mía.



Fernando de Herrera

En vano error de dulce engaño espero

-- de Fernando de Herrera --

En vano error de dulce engaño espero,
y en la esperanza de mi bien porfío,
y aunque veo perderme, el desvarío
me lleva del Amor a donde muero.

Ojos de mi deseo, fin postrero,
sola ocasión del alto furor mío,
tended la luz, romped aqueste frío
temor, que me derriba en dolor fiero;

porque mi pena es tal que tanta gloria
en mí no cabe, y desespero cuando
veo que el mal no debo merecello,

pues venzo mi pasión con la memoria
y con la honra de saber penando,
que nunca a Troya ardió fuego tan bello.



Fernando de Herrera

Este lauro que tiene en su corteza

-- de Fernando de Herrera --

Este lauro que tiene en su corteza
verde escrita la honra de mi pena,
y en él el manso céfiro resuena
mi mal, su resplandor y su belleza;

cuando el sol elevado en más alteza
se vio, me dio en sus hojas sombra llena;
fue el calor blando y la congoja buena,
y entonces me alegraba la aspereza.

Ahora, ¡oh triste hado, avaro cielo!
que deja el sol ardiente el paso abierto,
y todo el mal y daño en mi fortuna,

con llanto eterno y falto de consuelo
miro el lauro, y padezco en el desierto,
por su culpa, el calor que me importuna.



Fernando de Herrera

Osé y temí; más pudo la osadía

-- de Fernando de Herrera --

Osé y temí; más pudo la osadía
tanto, que desprecié el temor cobarde.
Subí a do el fuego más me enciende y arde
cuanto más la esperanza se desvía.

Gasté en error la edad florida mía;
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser que el seso guarde
a quien se entrega ciego a su porfía.

Tal vez pruebo -mas, ¿qué me vale?- alzarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerza el hecho.

Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es honra ya, ni justo que se estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.



Fernando de Herrera

Pienso en mi pena atento y mal presente

-- de Fernando de Herrera --

Pienso en mi pena atento y mal presente,
y procuro algún medio al daño instante;
pero soy en mi bien tan inconstante,
que vuelvo a la ocasión la incierta frente.

Cuando me aparto y cuido estar ausente,
menos de mi peligro estoy distante;
voy siempre con mis culpas adelante,
sin que de tantos yerros escarmiente.

Noble vergüenza mía, que el perdido
valor sientes, ¿por qué no abrasa el pecho
y vence tu virtud mi desvarío?

Si del error y sombra del olvido
me sacas, diré, en honra de este hecho,
que sólo debo a ti poder ser mío.



Fernando de Herrera

Si trasformar pudiese mi figura

-- de Fernando de Herrera --

Si trasformar pudiese mi figura
como el Ideo Júpiter solía,
en blanco cisne vuelto ya sería,
mirando de mi Leda la luz pura,

y sin algún temor de muerte oscura
en honra suya el canto ensalzaría,
su frente y bellos ojos tocaría,
ensandeciendo, ufano, en tal ventura.

Mas en luciente pluvia convertido
perdería el electro la fineza,
si el velo esparce, suelto en rayos de oro;

pero siendo en la falda recogido,
y junto al esplendor de la belleza,
tendría el precio del mayor tesoro.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 84

-- de Francisco de Quevedo --

Caín, por más bien visto, tu fiereza
quitó la vida a abel, porque ofrecía
a dios el mejor fruto que tenía,
como tú lo peor de tu riqueza.
A quien hizo mayor naturaleza,
hizo la envidia sólo alevosía
que a la sangre dio voz, y llanto al día;
a ti, condenación, miedo y tristeza.
Temblado vives, y el temblor advierte
que aunque mereces muerte por tirano,
que tiene en despreciarte honra la muerte.
La quijada de fiera, que en tu mano
sangre inocente de tu padre vierte,
la tuya chupará sobre tu hermano.



Francisco de Quevedo

repite la fragilidad de la vida

-- de Francisco de Quevedo --

«qué otra cosa es verdad sino pobreza
en esta vida frágil y liviana?
los dos embustes de la vida humana,
desde la cuna, son honra y riqueza.
El tiempo, que ni vuelve ni tropieza,
en horas fugitivas la devana;
y, en errado anhelar, siempre tirana,
la fortuna fatiga su flaqueza.
Vive muerte callada y divertida
la vida misma; la salud es guerra
de su proprio alimento combatida.
¡Oh, cuánto, inadvertido, el hombre yerra:
que en tierra teme que caerá la vida,
y no ve que, en viviendo, cayó en tierra!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 67

-- de Francisco de Quevedo --

Adán en paraíso, vos en huerto;
él puesto en honra, vos en agonía;
él duerme, y vela mal su compañía;
la vuestra duerme, vos oráis despierto.
Él cometió el primero desconcierto,
vos concertaste nuestro primer día;
cáliz bebéis, que vuestro padre envía;
él como inobediencia, y vive muerto.
El sudor de su rostro le sustenta;
el del vuestro mantiene nuestra gloria:
suya la culpa fue, vuestra la afrenta.
Él dejó horror, y vos dejáis memoria;
aquél fue engaño ciego, y ésta venta.
¡Cuán diferente nos dejáis la historia!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 39

-- de Francisco de Quevedo --

Divina muestra del poder divino,
honra de nuestra edad, por vos dichosa, nobleza sin igual maravillosa,
aviso, ingenio, gusto peregrino.
Milagro de renombre eterno digno
a pesar de la envidia venenosa,
rara beldad, cordura milagrosa,
gloria, que es de gozarla amor indigno.
Ángel con mortal velo disfrazado,
regalo sin medida, que no tiene
igual en todo el bien del ser humano.
Tesoro celestial incomparado,
adonde más el alma se entretiene
es silvia, dueño, y vida de silvano.



Francisco Sosa Escalante

Al Popocatepetl

-- de Francisco Sosa Escalante --

No te quiero pedir tu lava ardiente
Para inundar con ella la campiña,
Ni que tu aliento abrasador constriña
Al invasor á doblegar la frente.

Baste al Anáhuac el amor ferviente
De sus hijos mejores, cuando riña
En combate feral; su frente ciña
Del vencedor el lauro refulgente.

Gran Popocatepetl! si fiero estalla
De la guerra implacable el ronco estruendo,
Ilumina con tu lumbre la batalla;

Anuncie al mundo tu bramar horrendo
Que nadie al mexicano le avasalla,
Que su honra sabe defender muriendo.



Francisco Sosa Escalante

Cacama

-- de Francisco Sosa Escalante --

De Grecia y Roma los caudillos fieros
Que del tiempo á través admira el mundo,
Émulo en tí hallaron sin segundo,
De Anáhuac honra, y flor de sus guerreros.

Tu voz, aliento daba á los flecheros
En la sangrienta lid, y con profundo
Rencor, lanzaban al aliado inmundo
El dardo que embotaban los aceros.

Cautivo al verte tras feral combate,
Y atado sin piedad á la cadena,
No tu denuedo varonil se abate:

Desprecias el puñal, y con serena
Mirada, ves la muerte; ¡tu rescate!
¡Sola esperanza que tu pecho llena!



Francisco Sosa Escalante

Xicotencatl

-- de Francisco Sosa Escalante --

La nieve de los años todavía
Estaba léjos de su altiva frente;
De sangre juvenil la lava ardiente
En su esforzado corazon corría:

Mas, prudente y sagaz, miró la impía
Invasion castellana, cual torrente
A arrebatar dispuesto en su corriente
La vida y honra de la patria un día.

Entónces dando su rencor á olvido
Se lanza con ardor á la pelea,
Al lado del azteca aborrecido.

Así con gloria su pendon pasea,
Y Xicotencatl al caer vencido,
En morir por la patria se recrea.



José de Espronceda

A la muerte de Torrijos

-- de José de Espronceda --

Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.

Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día.

Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores,

y los viles tiranos con espanto
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores.



Carolina Coronado

para el álbum poético. a la memoria del sr. d. nicolás de azara

-- de Carolina Coronado --

Corona ciñe el triunfador guerrero
¡ay! ¡más corona a las naciones cara
es ésa que la gloria le prepara
con la punta sangrienta de su acero!
tú, modelo del noble caballero,
orgullo y honra de tu estirpe clara,
tú has hecho que tu nombre, ilustre azara,
venere el español y el extranjero.
Pero no porque el grito de la guerra
hiciste resonar con loca sana,
difundiendo el espanto en nuestra tierra,
sino por dar a la infeliz españa,
genio de diplomático eminente,
paz al furor de su irritada gente.



Clemente Althaus

Aniversario (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Sigue un día a otro día,
oh dulce patria, y el rubor los cuenta;
que, impune todavía
injuria tan sangrienta,
son dos años la edad de nuestra afrenta.
Como el hijo que llora
de la madre la pública mancilla,
bañe tu prole ahora
en llanto la mejilla,
al ver, patria, la mengua que te humilla.
No en brazos de Amor duerma
el buen peruano, ni descanse o ría,
estando tu honra enferma:
destierre la alegría
hasta que llegue de tu triunfo el día.
Tal día en fin cercano
contemplas, patria; que la armada ibera
ya surca el océano,
pidiendo tu ribera
do el escarmiento y el baldón la espera.
Oh Abril, oh Abril, tú viste
el ultraje del pérfido enemigo
y nuestro oprobio triste:
sé tú también testigo
de la justa venganza y del castigo.

14 De Abril de 1866.



Clemente Althaus

Castigo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«¿No oyes? la aguda cántiga temprana
del ave conocida en la ventana,
oh amado, nos avisa
que torna la mañana
con importuna desusada prisa.
»¡Ay! ya de tu partir llegó la hora:
¡Cuán presurosa fue de la traidora
breve noche la fuga!
La diligente aurora
Hoy ¡qué temprano en nuestro mal madruga!
»Mas deja el lecho, y tus disfraces viste;
y, aunque me miras congojada y triste,
parte ya, dulce amigo,
secreto cual viniste:
nadie de tu salir sea testigo.
»Mas ni hablas, ni respiras» ¡ay! que nada,
nada responde el joven; espantada,
ella le toca y mueve,
e inmoble inanimada
masa siente, más fría que la nieve.
¡Ay! ¡qué gritos arroja de hondo espanto!
¡Qué alaridos! ¡qué voces! ¡y qué llanto!
La familia despierta
y acude a rumor tanto,
y es de todos su infamia descubierta.
Y la culpada que a sus padres mira
llenos de asombro y de vergüenza y de ira,
y al que amaba difunto,
solo a morir aspira,
que honra, dicha y amor perdió en un punto.



Clemente Althaus

Noticias de la patria

-- de Clemente Althaus --

Es dulce a quien habita tierra ajena
nuevas sabe su país nativo,
que engaña de la ausencia la gran pena;
mas yo, que ausente de mi patria vivo,
consuelo ni alegría sentir suelo
con lo que a todos es grato y festivo.
Antes me oprime grave desconsuelo;
llanto vierten los ojos, hechos fuente,
y me lamento al poderoso cielo.
Pero ¿cómo alegrarme? ¿cómo ardiente
no derramar inconsolable lloro?
Si es fuerza siempre que la fama cuente
que el dulce patrio suelo a quien adoro,
y de quien sus miradas Dios aparta,
hijos pierde, virtud, honra y tesoro;
sin que jamás un punto de él se parta
la atroz Discordia, como siempre ayuna,
nunca de presas y de estragos harta.
Tal vez, por excusar tan importuna
pena, estar anhelé do no pudiera
de mi patria saber nueva ninguna.
¡Dichoso el hombre que la luz primera
ver alcanzó de la bondad divina
en tierra que en sosiego y paz prospera,
ni a sí propia se labra la rüina!



Rubén Darío

prólogo ii

-- de Rubén Darío --

Juntos hemos visto el mal
y en el mundano bullicio,
cómo para cada vicio,
se eleva un arco triunfal.
Vimos perlas en el lodo,
burla y baldón a destajo,
el delito por debajo
y la hipocresía en todo.
Bondad y hombría de bien,
como en el mar las espumas,
y palomas con las plumas
recortadas a cercén.
Mucho tigre carnicero,
bien enguantadas las uñas,
y muchísimas garduñas
con máscaras de cordero.
La poesía con anemia,
con tisis el ideal
bajo la capa el puñal
y en la boca la blasfemia.
La envidia, que desenrosca
su cuerpo y muerde con maña;
y en la tela de la araña
a cada paso la mosca...
¿Eres artista? te afeo.
¿Vales algo? te critico.
Te aborrezco si eres rico,
y si pobre te apedreo.
Y de la honra haciendo el robo
e hiriendo cuanto se ve,
sale cierto lo de que
el hombre del hombre es lobo.



Rubén Darío

Prólogo II (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Juntos hemos visto el mal
y en el mundano bullicio,
cómo para cada vicio,
se eleva un arco triunfal.
Vimos perlas en el lodo,
burla y baldón a destajo,
el delito por debajo
y la hipocresía en todo.
Bondad y hombría de bien,
como en el mar las espumas,
y palomas con las plumas
recortadas a cercén.
Mucho tigre carnicero,
bien enguantadas las uñas,
y muchísimas garduñas
con máscaras de cordero.
La poesía con anemia,
con tisis el ideal
bajo la capa el puñal
y en la boca la blasfemia.
La envidia, que desenrosca
su cuerpo y muerde con maña;
y en la tela de la araña
a cada paso la mosca...
¿Eres artista? Te afeo.
¿Vales algo? Te critico.
Te aborrezco si eres rico,
y si pobre te apedreo.
Y de la honra haciendo el robo
e hiriendo cuanto se ve,
sale cierto lo de que
el hombre del hombre es lobo.



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