Buscar Poemas con Extremo


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Se han encontrado 31 poemas con la palabra extremo

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Lope de Vega

Este mi triste y miserable estado

-- de Lope de Vega --

Este mi triste y miserable estado
me ha reducido a punto tan estrecho,
que cuando espero el bien, el mal sospecho,
temiendo el mal, del bien desconfiado.

El daño me parece declarado
y entre mil imposibles el provecho;
propios efetos de un dudoso pecho,
cobarde al bien y al mal determinado.

Deseo la muerte, para ver si ella
halla tan grave mal el bien extremo;
mas quien por bien la tiene no la alcanza.

¡Quién la pasara ya por no temella!
Que estoy tal de esperar, que menos temo
la pena del morir, que la tardanza.

Poema Este mi triste y miserable estado de Lope de Vega con fondo de libro

Ignacio María de Acosta

Mi temor

-- de Ignacio María de Acosta --

No me espanta el rigor ni la porfia
del secreto poder de adversa suerte;
ni la cadena que con mano fuerte
en el cuello me ató su tiranía.

No me aterra pensar que llega el día
que impasible vendrá la torva muerte
y a su voz funeral, en polvo inerte
caeré deshecho ante su faz sombría:

Avezado a sufrir de mi fortuna
la dura mano y el rigor extremo
con que oprime mi ser desde la cuna,

qué puedo ya temer...? ¡Oh bien supremo!
de la tropa infernal que me importuna,
Iselia, solo tus enojos temo.

Poema Mi temor de Ignacio María de Acosta con fondo de libro

Diego Hurtado de Mendoza

Por tan difícil parte me han llevado

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Por tan difícil parte me han llevado
Los importunos años que he vivido,
Que aun bien el medio dellos no he cumplido,
Y mil veces el fin he deseado.

Y toda la esperanza por do he andado,
De un mal á otro mayor siempre he venido;
En fin, á tal extremo soy traido,
Que no puedo temer mas triste estado.

Ansí que, ya sin bien, sin confianza,
Estoy de aqueste mal, que ahora muero,
Podría ya muy bien hacer mudanza;

Mas tanto por la causa mi mal quiero,
Que siento que me estraga la esperanza,
Y estoy harto mejor si desespero.

Poema Por tan difícil parte me han llevado de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Oliverio Girondo

aridandantemente

-- de Oliverio Girondo --

Aridandantemente
sigo
solo me sigo
y en otro absorto otro beodo lodo baldío
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes
me persigo
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas
entre fugaces muertes sin memoria
y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan
mientras sigo y me sigo
y me recontrasigo
de un extremo a otro estero
aridandantemente
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro



Oliverio Girondo

destino

-- de Oliverio Girondo --

Destino
y para acá o allá
y desde aquí otra vez
y vuelta a ir de vuelta y sin aliento
y del principio o término del precipicio íntimo
hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste a aquelloo de lo opuesto
y rueda que te roe hasta el encuentro
y aquí tampoco está
y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado
por vivir entre huesos
o del perpetuo estéril desencuentro
a lo demás
de más
o al recomienzo espeso de cerdos contratiempos y destiempos
cuando no al burdo sino de algún complejo herniado en plenovuelo
cálido o helado
y vuelta y vuelta
a tanta terca tuerca
para entregarse entero o de tres cuartos
harto ya de mitades
y de cuartos
al entrevero exhausto de los lechos deshechos
o darse noche y día sin descanso contra todos los nervios delmisterio
del más allá
de acá
mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno de lo aparenteo lo supuesto
y vuelta y vuelta hundido hasta el pescuezo
con todos los sentidos sin sentido
en el sofocatedio
con uñas y con piensos y pellejo
y porque sí nomás



Pablo Neruda

entierro en el este

-- de Pablo Neruda --

Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad,
de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados
con azafrán y frutas, envueltos en muselina escarlata:
bajo mi balcón esos muertos terribles
pasan sonando cadenas y flautas de cobre,
estridentes y finas y lúgubres silban
entre el color de las pesadas flores envenenadas
y el grito de los cenicientos danzarines
y el creciente monótono de los tam-tam
y el humo de las maderas que arden y huelen.
Porque una vez doblado el camino, junto al turbio río,
sus corazones, detenidos o iniciando un mayor movimiento,
rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos fuego,
y la trémula ceniza caerá sobre el agua,
flotará como ramo de flores calcinadas
o como extinto fuego dejado por tan poderosos viajeros
que hicieron arder algo sobre las negras aguas, y devoraron
un alimento desaparecido y un licor extremo.



Pablo Neruda

unidad

-- de Pablo Neruda --

Hay algo denso, unido, sentado en el fondo,
repitiendo su número, su señal idéntica.
Cómo se nota que las piedras han tocado el tiempo,
en su fina materia hay olor a edad,
y el agua que trae el mar, de sal y sueño.
Me rodea una misma cosa, un solo movimiento:
el peso del mineral, la luz de la piel,
se pegan al sonido de la palabra noche:
la tinta del trigo, del marfil, del llanto,
las cosas de cuero, de madera, de lana,
envejecidas, desteñidas, uniformes,
se unen en torno a mí como paredes.
Trabajo sordamente, girando sobre mí mismo,
como el cuervo sobre la muerte, el cuervo de luto.
Pienso, aislado en lo extenso de las estaciones,
central, rodeado de geografía silenciosa:
una temperatura parcial cae del cielo,
un extremo imperio de confusas unidades
se reúne rodeándome.



Pedro Antonio de Alarcón

A Pompeya

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Cuando amanezca el iracundo día
que en la mente de Dios leyó el Profeta,
y, al agrio son de la final trompeta,
abandone de Adán la raza impía,

ora el sosiego de l ahuesa fría,
ora los lares de la vida inquieta,
y pase el JUICIO extremo, y el del Planeta
quede la extensa faz muda y vacía,

no será tan horrendo y pavoroso
encontrar por doquier huellas del hombre
y ni un hombre en campiñas ni ciudades,

como verte, sin vida ni reposo,
desierta y mancillada por tu nombre,
expiar ¡oh Pompeya! tus maldades.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como cuna de nácar
que empuja al mar y que acaricia el céfiro
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!



Gutierre de Cetina

alma del alma mía, ardor más vivo

-- de Gutierre de Cetina --

Extremo de beldad única y rara,
ejemplo de valor por quien tan cara
la vida me es, de que antes era esquivo.
Fuera el decir cómo el concepto altivo
¡oh mi musa crüel!, menos avara
viérades, si en el mundo se os mostrara
cuanto de vos dentro del alma escribo.
Mas, ¿qué puedo hacer si amor me inspira?:
cantar vuestro valor alto y divino
al son desta vulgar, rústica lira.
No saber más mis versos de un camino:
esto me dicta aquél que a amar me tira,
por pensada elección, no por destino.



Gutierre de Cetina

quien tanto de su propio mal se agrada

-- de Gutierre de Cetina --

Señora, como yo, razón le falta,
ni por nuevo dolor se sobresalta,
ni del que ha de venir recela nada.
Quien tiene el alma ya tan transformada
en vos, por ocasión justa tan alta,
si de un extremo grande en otro salta,
bástale la memoria enamorada.
Si no os puede gozar, que os ha gozado,
quien no puede con lágrimas moveros,
con la esperanza puede remediarse.
Mas ¿en qué esperará un desesperado
quien tan lejos está del bien de veros?
¿basta pensar que os vio, basta acordarse?



Gutierre de Cetina

si el celeste pintor no se extremara

-- de Gutierre de Cetina --

En haceros extremo de hermosura,
si cuanto puede dar beldad natura
tan natural en vos no se mostrara,
ni el retrato imperfecto se juzgara,
ni me quejara yo de mi ventura,
porque correspondiera la pintura
al vivo original do se sacara.
Pero, dama, pues ya no vive fidia,
ni humano genio basta a retrataros,
sin que quede confusa o falsa el arte,
debéis, para que no mueran de invidia
las menos que vos bellas, contentaros
con ver de lo que sois sola esa parte.



Gutierre de Cetina

será verdad, ¡ay, dios!, serán antojos

-- de Gutierre de Cetina --

Este temor villano, este recelo?
¿será verdad, ¡ay dios!, el desconsuelo
que de nuevo da fuerza a mis enojos?
¿será verdad, ¡ay dios!, que vean mis ojos
gozar hombre mortal beldad del cielo?
¿será verdad, ¡ay dios!, que hay en el suelo
quien merece ganar tales despojos?
¿será verdad, ¡ay dios!, que de aquel gesto,
de aquel valor que es hoy al mundo extremo,
goce otro, si gozarle yo no debo?
¡ay, dios! si esto es verdad, muera yo presto;
acábeme el dolor del mal que temo,
y no la vista de él, a que me atrevo.



Gutierre de Cetina

llorando vivo y si en el fiero pecho

-- de Gutierre de Cetina --

De la enemiga mía pudiese el llanto
cuanto pudo en su tiempo el dulce canto,
seríame el llorar honra y provecho.
Mas quien me tiene ya casi deshecho,
de mi bien o mi mal no cura tanto,
y así conviene a mi pesar que cuanto
fue el bien, sea ahora el mal de que sospecho.
Y porque en mi llorar más dolor halle,
quiso ordenar amor, que era enemigo,
que lo que más querría decir, más calle.
Ved cuál estoy, qué extremo es el que sigo:
que llorando mi mal, para contalle,
la causa callo y los efectos digo.



Hernando de Acuña

Amor me dijo en la mi edad primera

-- de Hernando de Acuña --

Amor me dijo en la mi edad primera:
«Seguirás en amar siempre el extremo,
que en tempestuoso mar, sin velo o remo,
va salvo de peligro el que en mí espera».

Sin recelo le di fe tan entera
cuanto muestra la llama en que me quemo,
y sin temor entré donde ahora temo
lo que, no le creyendo, no temiera.

Que ni callar me vale ni quejarme,
ni puede sufrimiento que es humano,
sostener tal pasión ni padecella;

pues ni quiere que viva ni acabarme,
ni aprovecha dejarme ya en su mano,
ni puedo, aunque procuro, salir de ella.



Hernando de Acuña

Amor, pues me guiaste a vela y remo

-- de Hernando de Acuña --

Amor, pues me guiaste a vela y remo
por el dichoso mar de la esperanza,
¿cómo permites que de tal bonanza
se levante fortuna en tal extremo?

Si el grado en mi esperar fuera supremo,
pudiérasle bajar con tal mudanza,
mas dime en qué fundaste tu venganza,
si tanto no esperé cuanto ahora temo.

Responder se me puede de tu parte
que todo lo que digo y lo que siento
es tratar de razón do no hay ninguna;

mas quiero en pago de esto asegurarte
que nunca mudarán mi pensamiento
tu bonanza jamás, ni tu fortuna.



Hernando de Acuña

Del bien del pensamiento se sustenta

-- de Hernando de Acuña --

Del bien del pensamiento se sustenta
el triste corazón entre mil males
que en mí se tratan como naturales,
y el alma hace ya la misma cuenta.

El no sufrirlos tiene por afrenta,
y por honra y valor sufrirlos tales,
y págase, sintiéndolos mortales,
con sólo consentirle que los sienta.

Esto por bien muy grande se le niega,
y la vida ha tomado por partido
seguir en padecer su estilo usado,

que llegando al extremo donde llega,
lo que con desearlo nunca ha sido,
no puede por razón serle negado.



Hernando de Acuña

Después, Amor, que me privó tu mano

-- de Hernando de Acuña --

Después, Amor, que me privó tu mano
de aquella vista en que vivía seguro,
es vuelto en escabroso estilo y duro
el mío, que antes era humilde y llano;

y en tal extremo, que si el más liviano
dolor que siento declarar procuro,
voy por áspera peña o alto muro
para haber de llegar al más cercano.

La lengua al pronunciar está turbada,
que en tantas tan dañosas ocasiones
cada cual se le ofrece por primera:

así sale la voz flaca y cansada,
y tan confusa de entre mil pasiones,
que de ninguna da razón entera.



Hernando de Acuña

En muy suave aunque en muy gran tormento

-- de Hernando de Acuña --

En muy suave aunque en muy gran tormento
vivo, y arderme siento en dulce fuego,
do en vivas llamas hallo un gran sosiego
y en extrema pasión contentamiento.

¿Con qué manera de agradecimiento
pagaré amor que en tal desasosiego,
y en le extremo de pasión do llego,
me tiene con su causa tan contento?

Sólo mostrarme puedo agradecido
en contentarme ahora y en pesarme
que me halla Amor tal pena dilatado;

que pues tal ocasión había de darme,
con razón llamaré tiempo perdido
el que sin padecer se me ha pasado.



Hernando de Acuña

Mientras amor con deleitoso engaño

-- de Hernando de Acuña --

Mientras amor con deleitoso engaño
daba color a la esperanza mía,
el seso, lo mejor que él entendía,
declarar procuró mi mal extraño.

Pero ya que llegar a ser tamaño
le vio, y que iba creciendo cada día,
dejó la menos necesaria vía
por más considerar el propio daño.

Desde allí, va en silencio y noche oscura,
con mil acuerdos de mi bien pasado
y del presente mal, paso mi vida,

que en tal extremo está de desventura,
que, si hay firmeza en miserable estado,
ni puedo ya subir ni dar caída.



Antonio-Plaza-Llamas

nada

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Nadaba entre la nada. Sin empeño
a la vida, que es nada, de improviso
vine a soñar que soy; porque dios quiso
entre la nada levantar un sueño.

Dios, que es el todo y de la nada es dueño,
me hace un mundo soñar, porque es preciso;
el siendo dios, de nada un paraíso
formó, nadando en eternal ensueño.

¿Qué importa que en la nada confundida
vuelva a nadar, al fin, esta soñada
vil existencia que la nada olvida,
nada fatal de la que fue sacada?
¿qué tiene esta ilusión que llaman vida?
-nada en su origen. - ¿ Y en su extremo? - ¡nada!



Anónimo

Romance de la muerte del conde de Niebla

-- de Anónimo --

-Dadme nuevas, caballeros,
nuevas me querais dar
de aquese conde de Niebla,
don Enrique de Guzmán,
que hace guerra a los moros,
y ha cercado a Gibraltar.
Hoy veo jergas en mi corte,
ayer vi fiestas asaz;
Si algún grande ha fallecido,
de Castilla y de mi sangre,
o don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
-Ningún grande ha fallecido
ni hombre de vuestra sangre,
ni don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
Mas es muerto un caballero,
que era su valor muy grande
que veredes a los moros
en cuán poco vos ternán,
Por ayudar a los suyos
podiéndose bien salvar,
por oír sólo su nombre,
por se oír sólo llamar.
Tornó en un batel pequeño
a la braveza del mar.
Don Enrique es, Rey, aqueste,
don Enrique de Guzmán:
dejad, señor, los brocados,
no querades más solaz.
El rey oyendo tal nueva
hubo en extremo pesar,
porque tan buen caballero
no se quisiera salvar;
e mandó traer su hijo,
aquel que quedado le ha,
y de Medina Sidonia
duque le fue a titular.



Marilina Rébora

el castillo

-- de Marilina Rébora --

El castillo
un castillo de arena. Lleno el foso de espuma,
subterráneos cruzándose en unión con el mar,
portal de caracoles, en la cresta una pluma
que acaso una gaviota dejara al revolar.
Moldes por centinelas en muralla alineados
circuyen tal alcázar, diseño en redondel,
y a través de los túneles, torcida por dos lados,
pronta ya para el fuego, la mecha de papel.
El hábil constructor que es un niño pequeño
enciende de la tira el extremo que asoma,
a la espera que brote el humo, por instantes.
Tras lo cual dando brincos continúa la broma
y entre risas exclama: ¡adiós, castillo y dueño!
¡yo me voy a las olas, a saltarlas como antes!



Nicolás Fernández de Moratín

Dorisa en traje magnífico

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

¡Qué lazos de oro desordena el viento,
entre garzotas altas y volantes!
¡Qué riqueza oriental y qué cambiantes
de luz que envidia el sacro firmamento!

¡Qué pecho hermoso do el Amor su asiento
puso, y de allí fulmina a los amantes,
absortos al mirar sus elegantes
formas, su delicioso movimiento!

¡Qué vestidura arrastra, de preciado
múrice tinta y recamada en torno
de perlas que produjo el centro frío!

¡Qué extremo de beldad, al mundo dado
para que fuese de él gloria y adorno!
¡Qué heroico y noble pensamiento el mío!



Fernando de Herrera

Mi bello sol, si voy de vos ausente

-- de Fernando de Herrera --

Mi bello sol, si voy de vos ausente
a parte extraña, do el dolor me ofende,
y el fuego, que mi alma presa enciende,
en dulce amor contino está presente;

aunque el color purpúreo de Oriente,
do el sol menor de vuestra luz desciende,
vea cerca, y do el manto oscuro tiende
el apartado extremo de Occidente;

conmigo irá el Amor en igual parte
con la mitad del alma, que me alienta;
que el resto vive en vuestra faz, que adora;

y dividido en una y otra parte,
presente con el bien que me sustenta,
siempre veré resplandecer mi Aurora.



Baltasar del Alcázar

al amor

-- de Baltasar del Alcázar --

Amor, no es para mí ya tu ejercicio,
porque cosa que importa no la hago;
antes lo que tu intentas yo lo estrago,
porque no valgo un cuarto en el oficio.
Hazme pues, por tu fe, este beneficio:
que me sueltes y des carta de pago.
Infamia es que tus tiros den en vago:
procura sangre nueva en tu servicio.
Ya yo con solas cuentas y buen vino
holgaré de pasar hasta el extremo;
y si me libras de prisión tan fiera,
de aquí te ofrezco un viejo mi vecino
que te sirva por mí en el propio remo,
como quien se rescata de galera.



Baltasar del Alcázar

Al amor (Baltasar del Alcázar)

-- de Baltasar del Alcázar --

Amor, no es para mí ya tu ejercicio,
porque cosa que importa no la hago;
antes lo que tu intentas yo lo estrago,
porque no valgo un cuarto en el oficio.

Hazme pues, por tu fe, este beneficio:
que me sueltes y des carta de pago.
Infamia es que tus tiros den en vago:
procura sangre nueva en tu servicio.

Ya yo con solas cuentas y buen vino
holgaré de pasar hasta el extremo;
y si me libras de prisión tan fiera,

de aquí te ofrezco un viejo mi vecino
que te sirva por mí en el propio remo,
como quien se rescata de galera.



Baltasar del Alcázar

Salir por pies

-- de Baltasar del Alcázar --

Mostróme Inés, por retrato
de su belleza los pies;
yo la dije: --Eso es, Inés,
buscar cinco pies al gato.
Rióse, y como eran bellos,
y ella por extremo bella,
arremetí por cogella,
y escapóseme por ellos



Roberto Juarroz

hay que caer y no se puede elegir dónde

-- de Roberto Juarroz --

Hay que caer y no se puede elegir dónde.
Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.
Es tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un dios desierto.
Se trata de doblar algo más que una coma
en un texto que no podemos corregir.



Rubén Darío

cantos de vida y esperanza x

-- de Rubén Darío --

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo este.
¿Ha nacido el apocalíptico anticristo?
se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, señor jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?
surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.
Ven, señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
Lt;lt;lt;
gt;gt;gt;



Rubén Darío

Canto de esperanza

-- de Rubén Darío --

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombre en el extremo Este.

¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del Cristo.



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