Buscar Poemas con Duermes


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Se han encontrado 30 poemas con la palabra duermes

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Gerardo Diego

insomnio

-- de Gerardo Diego --

Insomnio
tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura
cauce fiel de abandono, línea pura,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.

Poema insomnio de Gerardo Diego con fondo de libro

La luna mientras duermes te acompaña

-- de José Somoza --

La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme;

cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.

Poema La luna mientras duermes te acompaña de José Somoza con fondo de libro

Roberto Juarroz

porque esta noche duermes lejos

-- de Roberto Juarroz --

Porque esta noche duermes lejos
y en una cama con demasiado sueño,
yo estoy aquí despierto,
con una mano mía y otra tuya.
Tú seguirás allí
desnuda como tú
y yo seguiré aquí
desnudo como yo.
Mi boca es ya muy larga y piensa mucho
y tu cabello es corto y tiene sueño.
Ya no hay tiempo para estar
desnudos como uno
los dos.

Poema porque esta noche duermes lejos de Roberto Juarroz con fondo de libro

Alfonsina Storni

Olvido

-- de Alfonsina Storni --

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.



Leopoldo Lugones

Al jorobado

-- de Leopoldo Lugones --

Sabio jorobado, pide a la taberna,
Comadre del diablo, su teta de loba.
El vino te enciende como una linterna
Y en turris ebúrnea trueca tu joroba,
Porque de nodriza tuviste una loba
Como los gemelos de Roma la Eterna.

Sabio jorobado, tu pálida mueca
Tiene óxidos de odio como los puñales,
Y los dados sueltos de tu risa seca
Con los cascabeles disuenan rivales.
Tu risa amenaza como los puñales,
Como un moribundo se tuerce tu mueca.

Sabio jorobado, la pálida estrella
Que tú enamorabas desde una cornisa,
Como blanca novia, como astral doncella,
Del balcón del cielo cuelga su camisa.
Un gato me ha dicho desde la cornisa,
Sabio jorobado, que duermes con ella.

Demanda a la luna tu disfraz de boda
Y en íntimo lance finge a Pulcinela.
Pulula en el río tanta lentejuela
Para esos brocatos a la última moda,
Que en su fondo debes celebrar tu boda
Tal como un lunólogo dandy a la alta escuela.



Lope de Vega

Llamas y huyes; quieres y aborreces

-- de Lope de Vega --

Llamas y huyes, quieres y aborreces,
y cuando estás más cerca te retiras,
no quieres que te miren, Silvia, y miras,
duermes y sientes, guárdaste y pareces,

vuelas y no te vas, niegas y ofreces,
disfrazas las verdades en mentiras,
ciegas y ves, desdeñas y suspiras,
y, siendo claro el sol, menguas y creces.

Contigo a solas estas cosas mide,
que de tu estrecha condición me espanto
en quererse vestir amor tan justo.

Silvia, o te agrado, o no; si no, despide;
si agrado, no consultes mi amor tanto,
que amor no es encomienda, sino gusto



Luis Rosales

canción de la nieve que unifica al mundo

-- de Luis Rosales --

Somos hombres, señor, y lo viviente
ya no puede servirnos de semilla;
entre un mar y otro mar no existe orilla;
la misma voz con que te canto miente.
La culpa es culpa y oscurece el bien;
sólo queda la nieve blanca y fría,
y andar, andar, andar hasta que un día
lleguemos, sin saberlo, hasta belén.
La nieve borra los caminos; ella
nos llevará hacia ti que nunca duermes;
su luz alumbrará los pies inermes,
su resplandor nos servirá de estrella.
Llegaremos de noche, y el helor
de nuestra propia sangre te daremos.
Éste es nuestro regalo: no tenemos
más que dolor, dolor, dolor, dolor.



Líber Falco

Noche (Falco)

-- de Líber Falco --

Vuelto a tu casa por la madrugada,
con un portazo descortés y frío
dejas la noche afuera,
y te acuestas solo con tu pensamiento.

"Qué grande el mundo, y qué pequeño,
qué lejos los amigos, y qué cerca".

Y sigues solo con tu pensamiento.
Pero para dormir no lo precisas.
Y puesto que es así, ¿por qué no duermes?
¡Duerme!



Líber Falco

¡Oh, calles de los pueblos!

-- de Líber Falco --

..............................

Duermevela la calle
Duermevela la abuela, cerca
de la candela.

Oh, calles de los pueblos.
En una escoba vieja cabalga mi memoria
y alcanza su madeja:
Desde una esquina,
velo María tu sueño.

En sobre de blancas sábanas
tu viajas viaje sereno,
niña de cuerpo moreno.
¡Qué delicado mensaje
y que rúbrica, tu pelo!

¿Será en vano mi desvelo?
Quiero pensarlo y no quiero.
Tu duermes toda la noche.
Yo toda la noche muero.

..............................

Oh, calles de los pueblos.
A su vera duermen las niñas.
Tienen los ojos azules.
Tienen el cuerpo moreno.
Oh... Muros de los pueblos.



Jaime Sabines

te quiero porque tienes las partes de la mujer

-- de Jaime Sabines --

En el lugar preciso
y estás completa. No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy una mancha, un punto en la pared, alguna raya
que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.
Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.
Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.



Jaime Torres Bodet

túnel

-- de Jaime Torres Bodet --

Una antorcha enemiga
alumbra mientras duermes el profundo
túnel que de mi amor a tu alma lleva.
Con invisibles puños
¿qué taciturno guardia la sustenta?
quiero avanzar... Y me detiene un muro
de colérico sol. Pretendo entonces
retroceder y siento que una puerta
se cierra tras de mí siempre que dudo...
En plena luz me quedo
trémulo, terco, ciego imaginando
no más el golpe brusco
con que, al cortar tu sueño,
me arrojará a la aurora, sin antorchas,
otro invisible centinela mudo.



Delmira Agustini

El intruso

-- de Delmira Agustini --

Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu sombra fue una mancha de luz y de blancura.

Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura,
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

Y hoy río si tu ríes, y canto si tú cantas;
y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas.
Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
¡y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!



Delmira Agustini

Inextinguibles

-- de Delmira Agustini --

¡Oh tú que duermes tan hondo que no despiertas!
Milagrosas de vivas, milagrosas de muertas,
y por muertas y vivas eternamente abiertas,
alguna noche en duelo yo encuentro tus pupilas
bajo un trapo de sombra o una blonda de luna.
Bebo en ellas la Calma como en una laguna.
Por hondas, por calladas, por buenas, por tranquilas
un lecho o una tumba parece cada una.



Octavio Paz

relámpago en reposo

-- de Octavio Paz --

Tendida,
piedra hecha de mediodía,
ojos entrecerrados donde el blanco azulea,
entornada sonrisa.
Te incorporas a medias y sacudes tu melena de león.
Luego te tiendes,
delgada estría de lava en la roca,
rayo dormido.
Mientras duermes te acaricio y te pulo,
hacha esbelta,
flecha con que incendio la noche.
El mar combate allá lejos con espadas y plumas.



Pablo Neruda

soneto xxxiv cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxxiv
eres hija del mar y prima del orégano,
nadadora, tu cuerpo es de agua pura,
cocinera, tu sangre es tierra viva
y tus costumbres son floridas y terrestres.
Al agua van tus ojos y levantan las olas,
a la tierra tus manos y saltan las semillas,
en agua y tierra tienes propiedades profundas
que en ti se juntan como las leyes de la greda.
Náyade, corta tu cuerpo la turquesa
y luego resurrecto florece en la cocina
de tal modo que asumes cuanto existe
y al fin duermes rodeada por mis brazos que apartan
de la sormbra sombría, para que tú descanses,
legumbres, algas, hierbas: la espuma de tus sueños.



Pablo Neruda

la muerta

-- de Pablo Neruda --

Si de pronto no existes,
si de pronto no vives,
yo seguiré viviendo.
No me atrevo,
no me atrevo a escribirlo,
si te mueres.
Yo seguiré viviendo.
Porque donde no tiene voz un hombre
allí, mi voz.
Donde los negros sean apaleados,
yo no puedo estar muerto.
Cuando entren en la cárcel mis hermanos
entraré yo con ellos.
Cuando la victoria,
no mi victoria,
sino la gran victoria
llegue,
aunque esté mudo debo hablar:
yo la veré llegar aunque esté ciego.
No, perdóname.
Si tú no vives,
si tú, querida, amor mío,
si tú
te has muerto,
todas las hojas caerán en mi pecho,
lloverá sobre mi alma noche y día,
la nieve quemará mi corazón,
andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
pero
seguiré vivo,
porque tú me quisiste sobre todas las cosas
indomable,
y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre
sino todos los hombres.



La durmiente (Somoza)

-- de José Somoza --

La Luna, mientras duermes, te acompaña;
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña,
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la Luna refulgente
dichoso he de seguir, o Amor me engaña.

He de entrar, cual la Luna, en tu aposento;
cual ella, al lecho en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme.

Cual ella, respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.
Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja en sol que muere.
¡Duerme!
despierta miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida;
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
¡Duerme!
despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!
sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne:
de tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!



Arrullo

-- de Vicenta Castro Cambón --

Te canto con un nudo en la garganta
que ronca hace mi voz. Ya te canté otra vez y muchas veces
mi doliente canción.

Te cantaré otra vez por ver si dejas
en paz mi corazón...
Te arrullo como a un niño ¡y no te duermes!
¡Qué malo eres, Dolor!



Antonio Machado

La muerte del niño herido

-- de Antonio Machado --

Otra vez en la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
—Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego!
¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera, la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!



Antonio Machado

Sonetos escritos en una noche de bombardeo en Rocafort: IV

-- de Antonio Machado --

Otra vez en la noche... Es el martillo
De la fiebre en las sienes bien vendadas
Del niño. Madre, ¡el pájaro amarillo !
¡Las mariposas negras y moradas!
Duerme, hijo mio. Y la manita oprime
La madre, junto al Pecho. ¡Oh, flor de fuego !
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor a espliego;
Fuera, la oronda luna que blanquea
Cúpula y torre a la ciudad sombria
Invisible avión moscardonea.
¿Duermes, oh dulce flor de sangre mia?
El cristal del balcón repiquetea
¡Oh, fria , fria, fria , fria, fria!



Mario Benedetti

no te salves

-- de Mario Benedetti --

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.



Miguel Unamuno

La virgen del camino

-- de Miguel Unamuno --

Oh alma sin hogar, alma andariega
que duermes al hostigo á cierro raso
trillando los senderos al acaso
bajo la fé de una esperanza ciega.

Ese cielo, tu padre, que te niega
paz y reposo, bríndate al ocaso
roja torre de nubes en que el vaso
que ha de aplacar tu sed al fin te entrega.



Juan Ramón Jiménez

la espada

-- de Juan Ramón Jiménez --

¡qué confiada duermes
ante mi vela, ausente
de mi alma, en tu débil
hermosura, y presente
a mi cuerpo sin redes,
que el instinto revuelve!
(te entregas cual la muerte).
Tierna azucena eres,
a tu campo celeste
trasplantada y alegre
por el sueño solemne,
que te hace aquí, imponente,
tendida espada fuerte.



Juana de Ibarbourou

como la primavera

-- de Juana de Ibarbourou --

Como una ala negra tendí mis cabellos
sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste,
dicendome luego:
-¿duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿ tu almohada es de trébol? ¿las tienes tan negras
porque acaso en ella exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Que perfume usas? y riendo te dije:
-¡nintuno, ninguno!
te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!



Federico García Lorca

el amor duerme en el pecho del poeta

-- de Federico García Lorca --

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡mira que nos acechan todavía!
regresar a sonetos del amor oscuro



Fernando de Herrera

Tú gozas la luz bella en claro día

-- de Fernando de Herrera --

Tú gozas la luz bella en claro día,
dichoso Endimión, de tu Diana;
mi Luz yo veo con la luz temprana,
y deseando pierdo mi alegría.

duermes blando sueño en noche fría,
hasta que sale la alba roja y cana;
yo velo con herida nunca sana
la sombra siempre y luz sin la Luz mía.

En tu rosada frente y dulces ojos
Delia suspira, y tu robado aliento
de su pasado afán le aquesta gloria;

yo mi Luz sin dolor de mis enojos
veo con rayos de oro en alto asiento,
ingrata al que padece en su memoria.



Francisco Villaespesa

morena mía

-- de Francisco Villaespesa --

i
bajo el fulgor lunar el mar es plata;
entreabre tú, mi bien, tu mirador,
y asómate a escuchar la serenata
que, mientras duermes tú, vela el amor
asómate al balcón, morena mía,
las sombras de mis noches a alumbrar,
que, como un ciego, sin bordón ni guía,
así voy sin la luz de tu mirar.
Ii
la brisa de jazmines perfumada
despierta la pasión que duerme en mí;
la noche está para el amor creada
y todo vive, como yo, por ti.
Asómate al balcón, morena mía,
las sombras de mis noches a alumbrar,
que, como un ciego, sin bordón ni guía,
así voy sin la luz de tu mirar.
Iii
sal a darle consuelo a mi tormento;
que si no sales, del balcón al pie,
como esas rosas que deshoja el viento,
sin la luz de tus ojos moriré.
Asómate al balcón, morena mía,
las sombras de mis noches a alumbrar,
que, como un ciego, sin bordón ni guía,
así voy sin la luz de tu mirar.



José Hierro

cumbre tierra sin nosotros (1947)

-- de José Hierro --

Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo;
no como entonces, cuando a cada instante
te levantabas de mi sueño.
Ahora puedo tocar tus lomas tiernas,
el verde fresco de tus aguas.
Ahora estamos, de nuevo, frente a frente
como dos viejos camaradas.
Nueva canción con nuevos instrumentos.
Cantas, me duermes y me acunas.
Haces eternidad de mi pasado.
Y luego el tiempo se desnuda.
¡Cantarte, abrir la cárcel donde espera
tanta pasión acumulada!
y ver perderse nuestra antigua imagen
arrebatada por el agua.
Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo.
Señor, señor, señor: todo lo mismo.
Pero, ¿qué has hecho de mi tiempo?



Ricardo Güiraldes

Aconcagua

-- de Ricardo Güiraldes --

Cima. Altura. Cono tendencioso, que escapas de la tierra, hacia la coronación rala de aires eternos.

Aspiración a lo perfecto.

Gran tranquilo. Eterno mojón de cataclismo, cernido de nubes que lloran en tus flancos pétreos, desflocando sobre tu dureza la impotencia blanduzca de sus velámenes, esclavos del viento.

Indiferente.

Caótica cristalización.

Rezo de piedra.

Véngame tu firmeza inconmovible. Dios del silencio. Dios de aspiraciones hacia la perfección sideral.

¡Oh! tú que escapas a la tierra.

Impulso en catalepsia.

Borbotón solidificado.

Serenidad, hecha materia, que duermes al través de los siglos, imperturbablemente.

Vuelo en letargo.

Véngame tu estabilidad perenne, oh, pacificador inerte; dame tu sopor inmutable y la paz de tu quietismo de esfinge geológica.

¡Aconcagua!

Mendoza, 1913.



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