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Se han encontrado 82 poemas con la palabra dio

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Abraham Valdelomar

En mi dolor pusisteis...

-- de Abraham Valdelomar --

En mi dolor pusisteis vuestro cordial consuelo;
en vuestro hogar mis penas encontraron un nido;
para mi soledad, vuestras almas han sido
como dos alas blancas bajo la paz del cielo.

Dios os pague la sombra que me dio vuestro pecho,
y el vino generoso que me dio vuestra mesa,
y aquella dulce paz de vuestras almas, y esa
serenidad de lago que disteis a mi pecho.

Por el beso de amor, por el pan de cariño,
por el trino del ave, por el llanto del niño,
por los dulces poemas que vuestro hogar me dio,

dirá mi corazón esta prez cotidiana,
al morir el crepúsculo y al nacer la mañana:
que el Señor os bendiga como os bendigo yo...

Poema En mi dolor pusisteis... de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

Ángel tú... ya no

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Un ángel al Pindo bajó cierto día,
por él una musa de amor suspiró;
naciste, oh hermosa, de aquella armonía.
Su frente inspirada, su voz de ambrosía,
la Musa te dio.

Te dio como madre, su forma hechicera,
su paso de ninfa, su queja de amor,
sus ojos de luna y gentil cabellera;
en tanto que el ángel, de célica esfera
te dio el resplandor.

Sonó en el Olimpo cantar de alegría,
entonces doliente el cielo gimió;
aquel una virgen gozoso adquiría,
un ángel el cielo querido perdía
y el mundo aplaudió.

Y tú ante el aplauso, incauta ¡ay! olvidas
que Dios para el cielo el ángel formó.
Yo lloro ilusiones, cuán triste, perdidas
al ver ya tus alas al mundo vendidas...
¿Ángel tú?... Ya no.

Poema Ángel tú... ya no de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 40

-- de Jorge Manrique --

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(en cual la dio en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.
↑ Nos dejó

Poema coplas por la muerte de su padre 40 de Jorge Manrique con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

dones

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
ingenua; su ironía
amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
-el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
quien me ha dado el secreto de la paz interior.

A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.



José Ángel Buesa

canción del amor lejano

-- de José Ángel Buesa --

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.



Salvador Novo

mi vida es como un lago

-- de Salvador Novo --

Mi vida es como un lago taciturno.
Si una nube lejana me saluda,
si hay un ave que canta, si una muda
y recóndita brisa
inmola el desaliento de las rosas,
si hay un rubor de sangre en la imprecisa
hora crepuscular,
yo me conturbo y tiendo mi sonrisa.
¡Mi vida es como un lago taciturno!
yo he sabido formar, gota por gota,
mi fondo azul de ver el universo.
Cada nuevo rumor me dio su nota,
cada matiz diverso
me dio su ritmo y me enseñó su verso.
Mi vida es como un lago taciturno....



Miguel Unamuno

La sangre de mi espíritu

-- de Miguel Unamuno --

La sangre de mi espíritu es mi lengua,
y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo, que no amengua
su voz por mucho que ambos mundos llene.

Ya Séneca la preludió aún no nacida
y en su austero latín ella se encierra;
Alfonso a Europa dio con ella vida.
Colón con ella redobló la Tierra.

Y esta mi lengua flota como el arca
de cien pueblos contrarios y distantes,
que las flores en ella hallaron brote,

de Juárez y Rizal, pues ella abarca
legión de razas, lengua en que a Cervantes
Dios le dio el Evangelio del Quijote.



Evaristo Carriego

La costurerita que dio aquel mal paso

-- de Evaristo Carriego --

La costurerita que dio aquel mal paso...
— Y lo peor de todo, sin necesidad —
con el sinvergüenza que no la hizo caso
después... — Según dicen en la vecindad —

se fué hace dos días. Ya no era posible
fingir por más tiempo. Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras, ¡tan sin corazón!

Aunque a nada llevan las conversaciones,
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a creer.

¡Qué cara tenía la costurerita,
qué ojos más extraños, esa tardecita
que dejó la casa para no volver!...



Fernando de Herrera

A un capitán valeroso

-- de Fernando de Herrera --

El trabajo de Fidia ingenioso,
que a Júpiter Olimpio dio la gloria,
fue soberbio despojo de victoria
al tiempo, en nuestra injuria presuroso;

pero al valor de Aquiles animoso
el siempre insigne Homero alzó la historia,
y dio a la fama eterna su memoria
con alta voz del canto generoso.

Yo, que mal puedo ser en honra vuestra
nuevo Homero, consagro, luz de España,
de mis incultos versos la armonía;

Mas si me mira Caliope diestra,
valdrá, si mi deseo no me engaña,
mas que Fidia mortal la musa mía.



Fernando de Herrera

Cuando mi pecho ardió en su dulce fuego

-- de Fernando de Herrera --

Cuando mi pecho ardió en su dulce fuego,
osé cantar, Mosquera, el mal que siento,
y diome al tierno canto ufano aliento
el sol en cuyo ardor estuve ciego.

Osé mostrar mi llanto en blando ruego
a quien amor desprecia y su tormento,
y el humilde quejar de mi lamento
me dio osadía y dio esperanza luego.

Ahora, que la luz yo pierdo ausente,
y crece mi dolor con su belleza,
notad el grande error de mi porfía.

Lloro el pasado bien y el mal presente,
y puesto en soledad de mi tristeza,
la esperanza me falta y la osadía.



Fernando de Herrera

Probó atento el artífice dichoso

-- de Fernando de Herrera --

Probó atento el artífice dichoso
a la imagen impresa y forma pura
hacer no inferior la hermosura,
por quien Betis va al piélago pomposo.

La gracia dio, dio el resplandor hermoso
que en la nieve la púrpura figura,
lumbre que a la tiniebla vence oscura,
mas que todos osado y temeroso;

pero la majestad de la belleza
tierna, y serena gloria de la frente,
y ojos dulces do el blando amor se cría,

no pudo, y justo fue que su rudeza
vuestra beldad no alcance floreciente,
sola entre tantas, ¡oh ínclita María!



Francisco de Aldana

Galanio, tú sabrás que esotro día

-- de Francisco de Aldana --

Galanio, tú sabrás que esotro día,
bien lejos de la choza y el ganado,
en pacífico sueño transportado
quedé junto a una haya alta y sombría

cuando —¿quién tal pensó?— Flérida mía
traída allí de amigo y cortés hado
llegose y un abrazo enamorado
me dio, cual otro agora tomaría.

No desperté, que el respirado aliento
della en mi boca entró, süave y puro,
y allá en el alma dio del caso aviso,

la cual, sin su corpóreo impedimento
por aquel paso en que me vi te juro
que el bien casi sintió del Paraíso.



Francisco de Quevedo

parnaso español 7

-- de Francisco de Quevedo --

Descortésmente y cauteloso el hado,
vuestro valor, ¡oh duque esclarecido!,
solícito envidioso y, atrevido,
logró apenas lo mal intencionado.
Por derribaros, de soberbia armado,
diligencia en que estrellas han perdido
la silla, el animal enfurecido
más alabanza os dio que os dio cuidado.
Poca le pareció su valentía
al toro, presunción de la ribera,
para desalentar vuestra osadía.
Vuestro caballo os duplicó la fiera;
mas en vos vencen arte y valentía,
juntas a la que os lleva y os espera.



Clemente Althaus

El eco y la sombra

-- de Clemente Althaus --

Dios con el hombre a quien ama
siempre liberal y bueno,
un eco le dio a su voz
y dio una sombra a su cuerpo;
queriendo así que, aunque huelle
los más desnudos desiertos,
del todo solo no vaya
y lleve dos compañeros.
Al uno mudo contempla
ir a sus pies en el suelo,
su movimiento ajustando
a su mismo movimiento.
Al otro invisible escucha
que responde a sus acentos,
repitiendo a la distancia
sus sonidos postrimeros.
La sombra a los ojos sirve
de compañía y consuelo,
y es consuelo y compañía
de los oídos el eco.
De la sombra se imagina
el solitario viajero
que sus pasos acompaña
taciturno esclavo negro;
y del eco se figura
que amigo invisible genio
con él a solas conversa,
su largo viaje siguiendo.



Rafael Pombo

Pastorcita

-- de Rafael Pombo --

Pastorcita perdió sus ovejas
¡y quién sabe por dónde andarán!
-No te enfades, que oyeron tus quejas
y ellas mismas bien pronto vendrán.

Y no vendrán solas, que traerán sus colas,
Y ovejas y colas gran fiesta darán.
Pastorcita se queda dormida,
Y soñando las oye balar.

Se despierta y las llama enseguida,
Y engañada se tiende a llorar.
No llores, pastora, que niña que llora
Bien pronto la oímos reír y cantar.

Levantóse contenta, esperando
Que ha de verlas bien presto quizás;
Y las vio; mas dio un grito observando
Que dejaron las colas detrás.

Ay mis ovejitas ¡pobres raboncitas!
¿dónde están mis colas? ¿no las veré más?
Pero andando con todo el rebaño
Otro grito una tarde soltó,
Cuando un gajo de un viejo castaño
Cargadito de colas halló.

Secándose al viento, dos, tres, hasta ciento,
Allí unas tras otra ¡colgadas las vio!
Dio un suspiro y un golpe en la frente,
Y ensayó cuanto pudo inventar,
Miel, costura, variado ingrediente,
Para tanto rabón remendar;
Buscó la colita de cada ovejita
Y al verlas como antes se puso a bailar



Adelardo López de Ayala

La rosa de la aldeana

-- de Adelardo López de Ayala --

Donosa aldeana
de negro cabello,
de rostro más bello
que fresca mañana:
detente; te llamo
temblando de amor;
desata ese ramo
y dame una flor.

Marchito y sin vida
tu ramo, aldeana,
acaso mañana
ninguno lo pida;
mas hoy que lo pinta
la luz del amor,
desata esa cinta
y dame una flor.

No llores, amada,
no muestres despecho;
que llevo en el pecho
tu imagen grabada.
¡Dichosa mañana!
¡Dichoso mi amor!
Me dio la aldeana
la rosa mejor.



Alberti

INVITACIÓN AL AIRE

-- de Alberti --

Te invito, sombra, al aire.
Sombra de veinte siglos,
a la verdad del aire,
del aire, aire, aire.
Sombra que nunca sales
de tu cueva, y al mundo
no devolviste el silbo
que al nacer te dio el aire,
del aire, aire, aire.
Sombra sin luz, minera
por las profundidades
de veinte tumbas, veinte
siglos huecos sin aire,
del aire, aire, aire.
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire,
del aire, aire, aire!



Alejandro Tapia y Rivera

El ángel del amor

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Dios hizo el mundo; con su voz divina
del caos lo sacó,
y admirando su obra peregrina
se dice que la amó.

Su grandioso querer cumplido estaba
magnífico, inmortal;
pero amante, colmar aun le faltaba
su afecto celestial.

Y ante el dulce mirar de su ternura
la esfera se extasió,
y el ángel de la luz y la hermosura
en luna se trocó.

Y el grato aroma de su noble aliento
lanzó sobre el Abril,
y el ángel del perfume en el momento
fue rosa del pensil.

Y emanando su labio regalado
al ángel de la miel,
fue emblema de su néctar delicado
la dulce abeja fiel.

Y formó de su voz la simpatía,
un eco seductor,
y el ángel de la plácida armonía
trocose en ruiseñor.

Empero deseaba el Dios potente
formar un nuevo ser;
y un ángel de su Edén trajo clemente
y fuiste tú, mujer.

Y te ornó con diadema de hermosura,
te alzó como deidad;
dio a tus ojos mil perlas de ternura,
de gozo y de piedad.

Y emblema, oh Celia, del amor divino
te quiso el Hacedor
consagrar al benéfico destino
del ángel del amor.



Alejandro Tapia y Rivera

Himno-salve a la Virgen de la Providencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

CORO
Dios te saluda, oh María:
trajiste a la tierra amor
y el hombre en su desamparo
«Providencia» te llamó.

Llena estás de eterna gracia,
flor preciosa
y amorosa
que el eterno cultivó;
y cuando a la tierra fuiste
enviada,
perfumada
para siempre ella quedó.

El Señor está contigo:
su clemencia
y alta esencia
te dio, virgen inmortal;
bendita entre las mujeres,
la más bella,
cual estrella
luz y norte celestial.

Y bendito ha sido el fruto
venturoso
que amoroso
al mundo anunció Gabriel,
pues con su sangre querida
y su cruz y
su luz
nos redimió de Luzbel.

Si los ángeles te cantan
melodías,
que alegrías
dan a tu egregia mansión;
ángeles somos nosotros
por ti amados,
¡desterrados!...
Danos pues tu bendición.



Amado Nervo

cantos escolares. los niños mártires de chapultepec

-- de Amado Nervo --

Como renuevos cuyos aliños
un cierzo helado destruye en flor
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.
Fugaz como un sueño, el plazo
fue, de su infancia ideal;
mas los durmió en su regazo
la gloria, madre inmortal.
Pronto la patria querida
sus vidas necesitó,
y uno tras otro la vida
sonriendo le entregó.
En la risueña colina
del bosque, uno de otro en pos
cayeron, con la divina
majestad de un joven dios.
¿Quién, después que de tan pía
oblación contar oyó,
a la patria negaría
la sangre que ella le dio?
niñez que hallaste un calvario
de la vida en el albor:
que te sirva de sudario
la bandera tricolor.
Y que canten tus hazañas
cielo y tierra sin cesar,
el cóndor de las montañas
y las ondas de la mar...



Amado Nervo

bendita...

-- de Amado Nervo --

Bendita seas, por que me hiciste
amar la muerte, que antes temía.
Desde que de mi lado te fuiste,
amo la muerte cuando estoy triste;
si estoy alegre, más todavía.
En otro tiempo, su hoz glacial
me dio terrores; hoy, es amiga.
¡Y la presiento tan maternal!...
Tú realizaste prodigio tal.
¡Dios te bendiga! ¡dios te bendiga!



Amado Nervo

pasas por el abismo de mis tristezas

-- de Amado Nervo --

Pasas por el abismo de mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares,
ungiendo lo infinito de mis pesares
con el nardo y la mirra de tus ternezas.
Ya tramonta mi vida; la tuya empiezas;
mas, salvando del tiempo los valladares,
como un rayo de luna sobre los mares
pasas por el abismo de mis tristezas.
No más en la tersura de mis cantares
dejará el desencanto sus asperezas;
pues dios, que dio a los cielos sus luminares,
quiso que atravesaras por mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares.



Amado Nervo

Pasas por el abismo de mi tristeza

-- de Amado Nervo --

Pasas por el abismo de mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares,
ungiendo lo infinito de mis pesares
con el nardo y la mina de tus ternezas.

Ya tramonta mi vida; la tuya empiezas;
mas, salvando del tiempo los valladares,
como un rayo de luna sobre los mares
pasas por el abismo de mis tristezas.

No más en la tersura de mis cantares
dejará el desencanto sus asperezas;
pues Dios, que dio a los cielos sus luminares,
quiso que atravesaras por mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares.



Amós de Escalante

En Monte Carceña

-- de Amós de Escalante --

En tus quebrados senos, oh Carceña,
retoña el roble que robusta quilla
dio a las cántabras naves, y en Sevilla
plantó, hace siglos, la cristiana enseña.

¡Oh, si de nuevo en tu cerrada breña
hallaren presa el hacha y la cuchilla,
aún lograran los mares de Castilla
lucir hazañas que la mente sueña!

Sóbrale jugo a la silvestre rama;
fáltales sangre a los mortales pechos
que a esfuerzos nuevos y a grandezas guíe;

sangre que el hielo trueque en viva llama,
ociosas quejas en fecundos hechos,
y a la loca fortuna desafíe.



Lope de Vega

quién eres, celemín ¿quién eres, fiera

-- de Lope de Vega --

A un zapato muy grande y desaseado de una dama
¿quién eres, celemín? ¿quién eres, fiera?
¿qué pino te bastó de guadarrama?
¿qué buey que a medellín pació la grama
te dio la suela en toda su ribera?
¿eres, ramplón, de polifemo cuera,
bolsa de arzón, alcoba o media cama?
aquí, de los zapatos de mi dama,
que me suelen servir de bigotera.
¡Oh, zapato cruel!, ¿cuál será el anca
de mula que tiró tal zapateta?
¡y aun me aseguran que el talón le manca!
pues no te iguala bota de vaqueta,
este verano voy a salamanca
y te pienso llevar para maleta.



Lope de Vega

Celebran viejo y nuevo Testamento

-- de Lope de Vega --

Celebran viejo y nuevo Testamento
dos capas: de Josef fue la primera,
que la dejó para correr ligera
su castidad a un loco pensamiento;
las del segundo con piadoso intento
fue de Martín, que con no darla entera
dio envidia a la que cubre la alta esfera,
y tiene al mismo sol por ornamento.
¿Cuál será de estas dos la más preciosa?.
Pero la de Martín será más bella,
aunque es la de Josef casta y hermosa.
Porque si cubre al mismo Dios con ella,
ya es capa de los cielos milagrosa,
y la mayor, pues que se encierra en ella.



Lope de Vega

Cuando a las armas inclinó la mano

-- de Lope de Vega --

Cuando a las armas inclinó la mano
el capitán mejor, el más bienquisto,
que dio su nombre al polo de Calixto
desde el cabello juvenil al cano;

cuando en defensa de Filipo Hispano
y para aumento de la ley de Cristo,
las regiones antárticas le han visto,
alta la espada y el pendón cristiano;

celoso estaba de su pluma Apolo,
mas ya que desarmado la ejercita,
vuelto a su patria, es cisne dulce y solo.

Ya que la soledad y el campo habita,
con su pluma enriquece nuestro polo,
olvida a César y a Virgilio imita.



Lope de Vega

Cuando elegante, de los dos idiomas

-- de Lope de Vega --

Cuando elegante, de los dos idiomas,
Bernarda celestial, versos imprimas,
con que los montes y árboles animas,
las penas mueves y las fieras domas;

si lira en soledad, si bronce tornas
del estruendo marcial heroicas rimas,
rindan a tu laurel remotos climas,
oro, perlas, coral, palmas y aromas.

Pues ya con más honor que al cisne en Tracia,
¡oh Safo lusitana!, a las difusas
regiones tu valor la fama espacia,

serás, pues tantas te dio el cielo infusas,
con la excelencia de la cuarta gracia,
la décima del coro de las musas.



Lope de Vega

Del templo de la fama en alta parte

-- de Lope de Vega --

Del templo de la Fama en alta parte
vi diez, los que hasta ahora fueron nueve;
aquél por quien Apolo no se mueve
formaba un mármol excediendo el arte.

Con el rey de Sión estaba aparte
Gedeón, cuya gente en Acab bebe;
el que a rendir la tierra y mar se atreve,
y Arturo con el ánglico estandarte;

Héctor, César, y Carlos, con Gofredo,
que el gran sepulcro libertó de Cristo;
mas cuando entre los diez, (para alabarlos),

reconocer el último no puedo,
oigo una voz que dijo: «A los que has visto
dio luz, y quito fama el Quinto Carlos».



Lope de Vega

En estos prados fértiles y sotos

-- de Lope de Vega --

En estos prados fértiles y sotos
de los deleites de la edad primera,
sentada en espantosa bestia fiera,
Babilonia me dio su mortal lotos.
Y mis sentidos, de aquel bien remotos,
que la inmortalidad del alma espera,
durmieron mi florida primavera
de la razón, los memoriales rotos.
No sólo del veneno la bebida
sueño solicitó, mas de mí tuvo
la mejor parte en bestia convertida.
Circe con sus encantos me detuvo,
hasta que con tu luz salió mi vida
de la costumbre, en que cautiva estuvo.



Lope de Vega

En un arco de perlas una flecha

-- de Lope de Vega --

En un arco de perlas una flecha
puso el Amor, con un coral por mira
(si es que en los arcos por coral se mira),
vista que fue de dos corales hecha.

Ninguna de morir me dio sospecha
como esta de tu boca dulce vira,
entre cuantas de plomo y oro tira,
que se me vino al corazón derecha.

Viendo que el hurto a tantos obligara,
con lanza en ristre Amor os ha guardado,
Juana, las perlas, porque nadie osara.

Yo las codicio y veo el arco armado,
mas, ¿qué dicha mayor si yo quedara,
flechas de amor, a vuestro palo atado?



Lope de Vega

Engaño es grande contemplar de suerte

-- de Lope de Vega --

Engaño es grande contemplar de suerte
toda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.
Con excepción se dio, puesto que es fuerte,
de morir el vivir, mas ya vencida
no deja que temer, si prevenida
mientras vivimos, en morir se advierte.
Al que le aconteció nacer, le resta
morir; el intervalo, aunque pequeño,
hace la diferencia manifiesta.
La muerte, al fin de cuanto vive dueño,
está de dos imágenes compuesta:
el tiempo, antes de nacer, y el sueño.



Lope de Vega

Este sepulcro lagrimoso encierra

-- de Lope de Vega --

Este sepulcro lagrimoso encierra
un viejo en seso, aunque mancebo en años,
que por desengañar nuestros engaños,
el alma a Dios, el cuerpo dio a la tierra.

Su virtud, que del mundo se destierra,
ejemplo a propios y dolor a extraños,
dejó a sus padres miserables daños;
tanto del mundo la esperanza yerra.

Fue su nombre Agustín, su ingenio raro
y, como prenda que era ya del cielo,
fue milagroso en todo su discurso.

Pasó su resplandor como el sol claro,
de las estrellas imitando el vuelo
que alumbran más para acabar el curso.



Lope de Vega

Fue célebre Jahel, porque la frente

-- de Lope de Vega --

Fue célebre Jahel, porque la frente
a Sisara pasó con atrevida
mano, y el clavo de la frente herida
segunda piedra del pastor valiente,
y Engracia santa, porque heroicamente
la tierna suya, de laurel ceñida,
al clavo de un tirano dio rendida,
será también famosa eternamente.
Quiso imitar a su querido esposo,
y aunque él murió con tres, y ella tenía
uno sólo en el tránsito dichoso,
los dos, que le faltaron aquel día
tuvo en el corazón, tan amoroso,
que blanco de sus clavos parecía.



Lope de Vega

Fue Troya desdichada, y fue famosa

-- de Lope de Vega --

Fue Troya desdichada, y fue famosa,
vuelta en ceniza, en humo convertida,
tanto, que Grecia, de quien fue vencida,
está de sus desdichas envidiosa.

Así en la llama de mi amor celosa,
pretende nombre mi abrasada vida,
y el alma en esos ojos encendida,
la fama de atrevida mariposa.

Cuando soberbia y victoriosa estuvo,
no tuvo el nombre que le dio su llama:
tal por incendios que a la fama subo.

Consuelo entre los míseros se llama
que quien por las venturas no la tuvo,
por las desdichas venga a tener fama.



Lope de Vega

La madre de las ciencias, donde a tantos

-- de Lope de Vega --

La madre de las ciencias, donde a tantos
verde laurel por únicos publica,
dos corderos al cielo sacrifica,
primicias ya de innumerables santos.
Bárbara mano entre dichosos cantos
hierro cruel a su marfil aplica,
y la ribera, de sus plantas rica,
himnos al cielo ofrece en vez de llantos.
Henares, lastimado de que dentro
de sus términos Roma entrar procura,
saliéndole dos niños al encuentro,
rompió la margen, y la sangre pura
bebió a la tierra, y retirando el centro
le dio en arenas de oro sepultura.



Lope de Vega

Quién eres, celemín? ¿Quién eres, fiera?

-- de Lope de Vega --

¿Quién eres, celemín? ¿Quién eres, fiera?
¿Qué pino te bastó de Guadarrama?
¿Qué buey que a Medellín pació la grama
te dio la suela en toda su ribera?

¿Eres, ramplón, de Polifemo cuera,
bolsa de arzón, alcoba o media cama?
Aquí, de los zapatos de mi dama,
que me suelen servir de bigotera.

¡Oh, zapato cruel!, ¿cuál será el anca
de mula que tiró tal zapateta?
¡Y aun me aseguran que el talón le manca!

Pues no te iguala bota de vaqueta,
este verano voy a Salamanca
y te pienso llevar para maleta.



Lope de Vega

Si ya después de Leviatán vencido

-- de Lope de Vega --

Si ya después de Leviatán vencido
y atravesado con la dura armella;
teñida en sangre Babilonia bella
la púrpura y el oro del vestido;
rota la copa, y el licor vertido,
que dio veneno a la mayor estrella,
en cítara suave, que con ella
cesara el llanto del eterno olvido,
el vencedor con dulce voz cantaba,
admirada de todas las naciones,
¿Quién no te teme, gran Señor, y alaba?
¡Oh cordero Divino, qué canciones
te cantará quien a sus pies estaba,
si en el sagrado de tu Cruz le pones!



Lope de Vega

Una vez habló Dios el día tercero

-- de Lope de Vega --

Una vez habló Dios el día tercero
palabra de virtud y omnipotencia,
y no fue menester que a la obediencia
le reiterase lo que habló primero.
Mientras la habitación en su hemisfero
durare de los mixtos, su sentencia
por toda la mayor circunferencia
conservárase hasta su fin postrero.
Puso ley a las aguas convenible,
la tierra descubrió, dio al aire esfera,
y al fuego duración sin combustible.
Y yo, que por tener la razón fuera,
a sus preceptos, ¡oh rigor terrible!,
rebelde estoy, como la vez primera.



Lope de Vega

Vuesa merced se puso a la ventana

-- de Lope de Vega --

Vuesa merced se puso a la ventana,
y luego conoció que era poeta.
(Que la pobreza nunca fue secreta:
sin duda se lo dijo mi sotana.)

Si bien no a todos fiera y inhumana
estrella sigue y saturnal corneta,
a muchos dio carroza, a mí carreta;
para otros Venus, para mi sultana.

Soy en pedir tan poco venturoso,
que sea por la pluma o por la espada,
todos me dicen con rigor piadoso:

«Dios le provea», y nunca me dan nada;
tanto, que ya parezco virtuoso,
pues nunca la virtud se vio premiada.



Lope de Vega

Yo pagaré con lágrimas la risa

-- de Lope de Vega --

Yo pagaré con lágrimas la risa
que tuve en la verdura de mis años,
pues con tan declarados desengaños
el tiempo, Elisio, de mi error me avisa.
«Hasta la muerte» en la corteza lisa
de un olmo, a quien dio el Tajo eternos baños,
escribí un tiempo, amando los engaños
que mi temor con pies de nieve pisa.
Mas, ¿qué fuera de mí, si me pidiera
esta cédula Dios, y la cobrara,
y el olmo entonces el testigo fuera?
Pero yo con el llanto de mi cara
haré crecer el Tajo de manera
que sólo quede mi vergüenza clara.



Al taparse y destaparse de una dama

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Mirásteme, vi el Sol, y en bellos lazos
ciñó —-dulce ceñir—- mi rostro y frente;
hízose ocaso su divino Oriente,
tomó la noche el hemisferio en brazos.
Temí —-bien pude—-, ¡oh Lisi!, sus abrazos:
dirálo bien quien de mis males siente;
lloré —-y amargo fue—-, como ausente,
robos del alma en sus escuros brazos.
Rompí el silencio de su tez oscura,
con desiguales quejas, y a mi llanto
mostró, ¡oh Lisi!, tu Sol su frente pura.
Dio nuevas de ella al alma alegre canto:
tal puede en mí tu Sol, tal tu hermosura;
tal el no verte, Lisi, el verte tanto.



Remataba en los cielos su belleza

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Remataba en los cielos su belleza,
alivio, un alto chopo, a un verde prado,
amante de una vid y de ella amado,
que amor halló aposento en su dureza.

Soberbia, exenta, altiva su cabeza
era lengua de Céfiro enojado;
del verde campo rey, pues coronado
daba leyes de amor en su corteza.

Le robó su corona, airado, el viento;
sintió tanto su mal, que fue tornada
en verde oscura su esperanza verde.

Yo, sin los lazos de mi Celia amada,
¿qué mucho a mal me traiga un pensamiento,
si un árbol me dio Amor que me lo acuerde?



Góngora

con la estafeta pasada

-- de Góngora --

Con la estafeta pasada
me dio aviso un gentilombre
de que asombraís con mi nombre
y que mataís con mi espada;
vivís, señora, engañada;
que el amor que os he propuesto
no es hijo de marte en esto;
antes es de él tan distinto,
que si me hablaís en el quinto
no os he de hablar en el sexto



Góngora

De Don Francisco de Padilla, castellano de Milán

-- de Góngora --

A este que admiramos en luciente,
émulo del diamante, limpio acero,
igual nos lo dio España caballero,
que de la guerra Flandes rayo ardiente.

Laurel ceñido, pues, debidamente,
las coyundas le fían del severo
süave yugo, que al Lombardo fiero
le impidió sí, no le oprimió, la frente.

¿Qué mucho, si frustró su lanza arneses,
si fulminó escuadrones ya su espada,
si conculcó estandartes su caballo?

Del Cambresí lo digan los franceses:
mas no lo digan, no, que en trompa alada,
musa aun no sabrá, heroica, celebrallo.



Góngora

Determinado a dejar sus pretensiones y volverse a Córdoba

-- de Góngora --

De la Merced, señores, despedido,
—pues lo ha querido así la suerte mía—
de mis deudos iré a la Compañía
no poco de mis deudas oprimido.

Si haber sido del Carmen culpa ha sido,
sobra el que se me dio hábito un día:
huélgome que es templada Andalucía,
ya que vuelvo descalzo al patrio nido.

Mínimo, pues, si capellán indino
del mayor rey, monarca al fin de cuanto
pisa el sol, lamen ambos oceanos,

la fuerza obedeciendo del destino,
el cuadragesimal voto en tus manos,
desengaño, haré, corrector santo.



Góngora

Inscripción para el sepulcro del Greco

-- de Góngora --

Esta, en forma elegante, oh peregrino,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más süave
que dio espíritu a leño, vida a lino.

Su nombre, aún de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de ese mármol grave;
venérale, y prosigue tu camino.

Yace el Griego. Heredó Naturaleza
Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores;
Febo, luces —si no sombras, Morfeo.—

Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.



Góngora

De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado

-- de Góngora --

Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino,
distinto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.

Salió el sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero:

pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.



Luis Lloréns Torres

la negra(a félix matos bernier)

-- de Luis Lloréns Torres --

Bajo el manto de sombras de la primera noche,
la mano de elohím, ahíta en el derroche
de la bíblica luz del fiat omnifulgente,
te amasó con la piel hosca de la serpiente.

Puso en tu tez la tinta del cuero del moroco
y en tus dientes la espuma de la leche del coco.
Dio a tu seno prestigios de montañesa fuente
y a tus muslos textura de caoba incrujiente.

Virgen, cuando la carne te tiembla en la cadera,
remedas la potranca que piafa en la pradera.
Madre, el divino chorro que tu pecho desgarra,

rueda como un guarismo de luz en la pizarra.
Oh, tú, digna de aquel ebrio de inspiración
cántico de los cánticos del rey salomón.



Luis Lloréns Torres

a puerto rico

-- de Luis Lloréns Torres --

(a tomás carrión)

la américa fue tuya. Fue tuya en la corona
embrujada de plumas del cacique agüeybana,
que traía el misterio de una noche de siglos
y quemóse en el rayo de sol de una mañana.

El áfrica fue tuya. Fue tuya en las esclavas
que el surco roturaron, al sol canicular.
Tenían la piel negra y españa les dio un beso
y las volvió criollas de luz crepuscular.

También fue tuya españa. Y fue san juan la joya,
que aquella madre vieja y madre todavía,
prendió de tu recuerdo como un brillante al aire

sobre el aro de oro que ciñe la bahía.
¿Y el yanki de alto cuerpo y alma infantil quizás?...
¡E1 yanki no fue tuyo ni lo será jamás!



Líber Falco

Lo inasible

-- de Líber Falco --

Qué me dio Dios para gastar,
qué?, que no entiendo.

Esta alegría, esta tristeza,
dadme para gastarla
un mar.
Dadme la vida, padre, tú,
dadme la muerte.
Dadme el tiempo ido
y dadme el que vendrá.

Dadme cantar y cantando
verterme como un río,
por estas calles
hacia el mar.



Manuel del Palacio

A la libertad

-- de Manuel del Palacio --

Brotaste como Vénus de la espuma,
Y el gaditano mar te dio su arrullo;
Cual flor que abre á la aurora su capullo
Así te ví nacer entre la bruma.

Águila excelsa de rizada pluma
Ya el firmamento cruzas con orgullo,
Y de miles de labios el murmullo
Tu gloria canta y tus milagros suma.

¿En vez de las encinas y las palmas
En nido oscuro que labró tu anhelo
Tu dicha escondes y tus penas calmas?

Despierta, libertad; alza tu vuelo;
Nido mejor te ofrecen nuestras almas
Y has de subir con ellas hasta el cielo.



Manuel del Palacio

La recompensa

-- de Manuel del Palacio --

Hay en el valle que mi Laura habita
Un rincón entre arbustos escondido,
Donde tienen las tórtolas su nido
Y las auras se dan amante cita.

Levántase en su centro una casita,
Cuyo tejado, por el sol herido,
Brilla con el matiz de oro bruñido
Como torre de arábiga mezquita.

Cerca de esa mansión tan hechicera
Se abre en el bosque pabellón esbelto
Vestido de jazmin y enredadera.

Allí fué donde impávido y resuelto
Pinté á Laura mi afán de tal manera...
Que me dio un bofetón de cuello vuelto.



Manuel del Palacio

En el álbum de Maria C. Larravide

-- de Manuel del Palacio --

El cisne que navega
por el dormido lago;
el ruiseñor que entona
de noche su cantar;
la tórtola que gime
cruzando el aire vago;
la estrella que aparece,
la brisa al susurrar,
no tienen el aroma,
la luz, la poesía,
la gracia, la frescura,
la dulce languidez
que el cielo ha derramado
simpática María,
sobre tus negros ojos
y tu rosada tez.
El lirio dio a tu aliento
su embriagadora esencia;
la palma a tu cintura
prestó la ondulación;
y hay en tu risa el grato
candor de la inocencia,
junto al volcán interno
que abrasa el corazón.
Feliz una y mil veces
aquel que logre un día
los ojos en ti fijos
y el alma fija en ti,
decirte una palabra,
una tan sólo: ¡mía!
Y en tus amables labios
beber el dulce: ¡sí!



Jaime Torres Bodet

amor

-- de Jaime Torres Bodet --

Para escapar de ti
no bastan ya peldaños,
túneles, aviones,
teléfonos o barcos.
Todo lo que se va
con el hombre que escapa:
el silencio, la voz,
los trenes y los años,
no sirve para huir
de este recinto exacto
sin horas ni reloj,
sin ventanas ni cuadros
que a todas partes va
conmigo cuando viajo.
Para escapar de ti
necesito un cansancio
nacido de ti misma:
una duda, un rencor,
la vergüenza de un llanto;
el miedo que me dio
por ejemplo poner
sobre tu frágil nombre
la forma impropia y dura
y brusca de mis labios...
El odio que sentí
nacer al mismo tiempo
en ti que nuestro amor,
me hará salir de tu alma
más pronto que la luz,
más deprisa que el sueño,
con mayor precisión
que el ascensor más raudo:
el odio que el amor
esconde entre las manos.



Jorge Luis Borges

milonga de dos hermanos

-- de Jorge Luis Borges --

Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la costa brava
y el camino de las tropas.
Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche
ya estoy viendo que esta noche
vienen del sur los recuerdos.
Velay, señores, la historia
de los hermanos iberra,
hombres de amor y de guerra
y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.
Suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia:
también el coraje envicia
a quien le da noche y día
el que era menor debía
más muertes a la justicia.
Cuando juan iberra vio
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé qué lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la costa brava.
Sin demora y sin apuro
lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
El tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.
Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de caín
que sigue matando a abel.



Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Jorge Luis Borges

los borges

-- de Jorge Luis Borges --

Nada o muy poco sé de mis mayores
portugueses, los borges: vaga gente
que prosigue en mi carne, oscuramente,
sus hábitos, rigores y temores.
Tenues como si nunca hubieran sido
y ajenos a los trámites del arte,
indescifrablemente forman parte
del tiempo, de la tierra y del olvido.
Mejor así. Cumplida la faena,
son portugal, son la famosa gente
que forzó las murallas del oriente
y se dio al mar y al otro mar de arena.
Son el rey que en el místico desierto
se perdió y el que jura que no ha muerto.



Jorge Luis Borges

en memoria de angélica

-- de Jorge Luis Borges --

¡cuántas posibles vidas se habrán ido
en esta pobre y diminuta muerte,
cuántas posibles vidas que la suerte
daría a la memoria o al olvido!
cuando yo muera morirá un pasado;
con esta flor un porvenir ha muerto
en las aguas que ignoran, un abierto
porvenir por los astros arrasado.
Yo, como ella, muero de infinitos
destinos que el azar no me depara;
busca mi sombra los gastados mitos
de una patria que siempre dio la cara.
Un breve mármol cuida su memoria;
sobre nosotros crece, atroz, la historia.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 18

-- de Jorge Manrique --

Pues el otro, su heredero,
don enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!



Diego de Torres Villarroel

a francisca de castro, cómica y cantora

-- de Diego de Torres Villarroel --

Bella madre de amor dádiva hermosa
que hizo a la tierra jove soberano
embeleso del chiste cortesano
y reina del donaire poderoso
¡oh! mil veces felice la dichosa
hora en que el cielo dio con larga mano
para deleite del linaje humano
al mundo tu belleza prodigiosa
¡oh! si fuese la voz de mi instrumento
émula de los cantos más gloriosos
y no desagradable ronca y triste
pasara yo mi vida y que contento
celebrando com himnos armoniosos
la fortunada aurora en que naciste.



Efraín Huerta

buenos días a diana cazadora

-- de Efraín Huerta --

Muy buenos días, laurel, muy buenos días, metal, bruma y silencio.
Desde el alba te veo, grandiosa espiga, persiguiendo a la niebla,
y eres, en mi memoria, esencia de horizonte, frágil sueño.
Olaguíbel te dio la perfección del vuelo y el inefable encanto de estar quieta,
serena, rodilla al aire y senos hacia siempre, como pétalos
que se hubiesen caldo, mansamente, de la espléndida rosa de toda adolescencia.

Muy buenos días, oh selva, laguna de lujuria, helénica y ansiosa.
Buenos días en tu bronce de violetas broncíneas, y buenos días, amiga,
para tu vientre o playa donde nacen deseos de espinosa violencia.
¡Buenos días, cazadora,.Flechadora del alba, diosa de los crepúsculos!
dejo a tus pies un poco de anhelo juvenil y en tus hombros, apenas,
abandono las alas rotas de este poema.



Arturo Borja

Voy a entrar al olvido

-- de Arturo Borja --

Voici le masque pour la fête du mensonge.

HENRY DE REGNIER

A Francisco Guarderas

Hermano, si me río de la vida y sus cosas
notarás en mi risa cierto rezo de angustias,
sentirás las espinas que hay en todas las rosas,
comprenderás que casi mis flores están mustias.

Yo pongo a los cipreses de mi sendero, ahora,
una doliente gracia contradictoria y llena
de la azul ironía que aprendí de la Aurora
que es hija de los rojos Crepúsculos de pena.

Se apagaron aquellos ojos que me sonrieron
diabólicos y brujos detrás de una ventana,
y esta tarde yo he visto que en mi jardín murieron
pobres rosadas rosas que enterraré mañana.

Indiferentemente tiene mi herida abierta
el dorado veneno que me dio esa mujer:
Voy a entrar al olvido por la mágica puerta
que me abrirá ese loco divino: ¡BAUDELAIRE!



Pablo Neruda

a quién le puedo preguntar

-- de Pablo Neruda --

A quién le puedo preguntar
qué vine a hacer en este mundo?
por qué me muevo sin querer,
por qué no puedo estar inmóvil?
por qué voy rodando sin ruedas,
volando sin alas ni plumas,
y qué me dio por transmigrar
si viven en chile mis huesos?



Pablo Neruda

soneto lvi cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lvi
acostúmbrate a ver detrás de mí la sombra
y que tus manos salgan del rencor, transparentes,
como si en la mañana del mar fueran creadas:
la sal te dio, amor mío, proporción cristalina.
La envidia sufre, muere, se agota con mi canto.
Uno a uno agonizan sus tristes capitanes.
Yo digo amor, y el mundo se puebla de palomas.
Cada sílaba mía trae la primavera.
Entonces tú, florida, corazón, bienamada,
sobre mis ojos como los follajes del cielo
eres, y yo te miro recostada en la tierra.
Veo el sol trasmigrar racimos a tu rostro,
mirando hacia la altura reconozco tus pasos.
Matilde, bienamada, diadema, bienvenida!



Pablo Neruda

soneto xiii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xiii
la luz que de tus pies sube a tu cabellera,
la turgencia que envuelve tu forma delicada,
no es de nácar marino, nunca de plata fría:
eres de pan, de pan amado por el fuego.
La harina levantó su granero contigo
y creció incrementada por la edad venturosa,
cuando los cereales duplicaron tu pecho
mi amor era el carbón trabajando en la tierra.
Oh, pan tu frente, pan tus piernas, pan tu boca,
pan que devoro y nace con luz cada mañana,
bienamada, bandera de las panaderías,
una lección de sangre te dio el fuego,
de la harina aprendiste a ser sagrada,
y del pan el idioma y el aroma.



José María Gabriel y Galán

A un rico

-- de José María Gabriel y Galán --

¿Quién te ha dado tu hacienda o tu dinero?
O son fruto del trabajo honrado,
o el haber que tu padre te ha legado,
o el botín de un ladrón o un usurero.

Si el dinero que das al pordiosero
te lo dio tu sudor, te has sublimado;
si es herencia, ¡cuán bien lo has empleado!;
si es un robo, ¿qué das, mal caballero?

Yo he visto a un lobo que, de carne ahíto,
dejó comer los restos de un cabrito
a un perro ruin que presenció su robo.

Deja, ¡oh rico!, comer lo que te sobre,
porque algo más que un perro será un pobre,
y tú no querrás ser menos que un lobo.



José María Gabriel y Galán

A un sabio

-- de José María Gabriel y Galán --

Tú de la ciencia a la región te alzaste
y sus hondos arcanos descubriste:
te contemplaste grande y te engreíste;
viste más grande a Dios... ¡Y lo negaste!

Dios las alas te dio con que volaste
y otro Dios, cual Luzbel, tú le creíste...
Para ser de Luzbel ¡cuánto ganaste!
Mas para ser de Dios ¡cuánto perdiste!

Dime ioh sabio! que buscas con desvelo
la necia palma de la humana gloria
en la mísera vida de este suelo:

¿Cuál será de las dos mayor victoria,
Conquistar un aplauso de la Historia
O conquistar la eternidad del Cielo?



José Ángel Buesa

el resucitado

-- de José Ángel Buesa --

i
no, nunca fue lo oscuro tan oscuro.
Y está acostado pero no en su lecho.
Quiere moverse y se lo impide un muro.
Un muro en derredor, largo y estrecho.
Llama, y su voz resuena extrañamente,
sin que acudan su madre ni su hijo.
Y un súbito sudor hiela su frente,
al palpar en su pecho un crucifijo.
No, no hay duda: esa sombra que lo aterra
es sombra de ataúd bajo la tierra,
y no es soñando, porque está despierto.
Y lo aturde un pavor definitivo
al comprender que se le dio por muerto
y al comprobar que fue enterrado vivo
ii
pero un día, al abrir la sepultura,
se sabría su muerte verdadera.
Si el ataúd mostrara la hendidura,
de un golpe de su mano en la madera.
Y al pensar de repente en el mañana,
piensa también enloquecidamente
en el espanto de la madre anciana
y en el horror del hijo adolescente.
Y allí, en la sombra, sin quejarse en vano
sin dar un grito, sin alzar la mano,
con una abnegación casi suicida
cierra los ojos y se queda quieto
porque así, solo así, será un secreto
su horrible muerte de enterrado en vida.



Juan Abel Echeverría

El árbol (Echeverría)

-- de Juan Abel Echeverría --

Árbol de flores vestido,
de cantoras aves solio,
auras bullendo en la copa,
al pie cantando el arroyo.

Le ornó el alba con diamantes,
el mediodía con oro,
la tarde le dio su estrella,
la noche amor y reposo.

Cubriose el suelo de luto,
retumbaron truenos roncos.
¡Brilló la lumbre del rayo
y el árbol humeó en despojos!

¡Ay, mitad del alma mía!
¡Ay, mitad que ausente lloro!
¡Lástima de la llanura,
quedó el malherido tronco!



Juan Bautista Arriaza

Ofreciendo a una belleza

-- de Juan Bautista Arriaza --

Cuando del mar las ondas cristalinas
vieron nacer de Venus la hermosura,
no adornaban su frente o su cintura
mirtos de amor ni rosas purpurinas;

pero el agua le dio galas marinas,
perlas de su garganta a la blancura,
y, por guirnaldas, a su frente pura
caracoles y conchas peregrinas;

esa gracia y beldad que en ti descuella
junto a la mar nació, pues no repares
en dar marino adorno a tu sien bella,

para que en todo a Venus te compares,
y todos digan al mirarte: «Es ella,
en el momento en que nació en los mares.»



Juan de Tassis y Peralta

al mismo rodrigo calderón. redondillas (atribuido)

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Aquí de un hombre el poder
yace mejorado en suerte;
perdió el ser y fue su muerte
tal que cobró mayor ser.
Caminante, ¿dónde vas?
no estén de tu nombre ajenos:
si fue más para ser menos,
fue menos para ser más.
Hoy de fortuna el desdén
dio aquí una muerte inmortal
a quien el bien hizo mal
y a quien el mal hizo bien.



Félix María Samaniego

El cura y el muchacho

-- de Félix María Samaniego --

En la crítica ocasión

de estar ayudando a misa,

le dio un terrible apretón

a un muchacho con tal prisa

que le puso en confusión.

Volvió el pobrete la cara,

y a otro rogó tiernamente

que su lugar ocupara,

y que en lance tan urgente

aquella misa ayudara.

-Es el diantre que no sé,

dijo el otro. -No hay cuidado,

de eso nada se te dé:

quédate aquí arrodillado,

que yo al punto volveré.

Marchó, pues, y en tanto el cura

dominus vobiscum dijo;

y la pobre criatura

le miró con rostro fijo,

quedando inmóvil figura.

El cura llegó a pensar

que el chico no le había oído:

repitió y volvió a mirar,

y él le respondió afligido:

-Ya viene, que ha ido a cagar.



Félix María Samaniego

La paga adelantada

-- de Félix María Samaniego --

Una soltera muy escrupulosa

casarse rehusaba,

y decía a su madre que pensaba

que hacer la mala cosa

aun después de casada era pecado.

Un bigardón del caso fue informado,

y, habiéndose en la casa introducido

y hallándose querido,

pidió a la niña luego en casamiento.

Ella el consentimiento

dio con la condición de que tres veces

en la primera noche se lo haría

por ponerla corriente, y seguiría

luego una sola vez todos los meses.

Hízose al fin la boda

y, de la noche ya llegado el plazo,

la muchacha tres veces, brazo a brazo,

sufrió, sin menearse, la acción toda.

Concluyó el fuerte mozo su trabajo

y durmióse cansado; ella, impaciente,

andaba impertinente

volviéndose de arriba para abajo,

hasta que él acabó por despertarse

y huraño dijo: -¡ Hay tal cosquillería,

que por dos veces ya me has despertado!

Y ella exclamó, acabando de arrimarse:

-¿Me quieres dar un mes adelantado?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xlii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendi por qué se llora,
y entonces comprendi por qué se mata!
pasó la nube de dolor..., Con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo
¡me hacia un gran favor!... Le di las gracias.



Gutierre de Cetina

al pie de un monte que divide a españa

-- de Gutierre de Cetina --

De francia, do más alto el cuello asoma,
en las faldas de aquél que el nombre toma
del ladrón más subtil, de mayor maña,
en un valle hermoso a do la extraña
alteza el blanco monte abaja y doma,
no lejos de la fuente por quien roma
dio nombre a la región que en torno baña,
cerca de do perdió el francés famoso
la gloria de que aún hoy soberbio viene,
allí nació la causa del mal mío;
después la crió el tajo, y de invidioso
pisuerga la robó, betis la tiene:
intendami chi può, ch'i' m'intend'io.



Gutierre de Cetina

ni la alta piedra que de césar cierra

-- de Gutierre de Cetina --

Las reliquias soberbias en el suelo,
ni aquel famoso templo por quien delo
vivirá siempre en cuanto el mar encierra,
ni todos los honores que en la tierra
pueden de gloria alzarse en alto vuelo,
os dieran tanto honor, héroes del cielo,
cuanto os dan estas piedras y esta tierra.
De huesos de enemigos mayor pira,
do los vuestros a guisa de trofeo
se muestran fabricando, fabricaste.
El templo que a los otros más admira,
y el honor muy más grande que el deseo,
cristo os lo dio y vosotros lo ganaste.



Gutierre de Cetina

amor mueve mis alas, y tan alto

-- de Gutierre de Cetina --

Amor mueve mis alas, y tan alto
las lleva el amoroso pensamiento,
que de hora en hora así subiendo siento
quedar mi padescer más corto y falto.
Temo tal vez mientra mi vuelo exalto,
mas llega luego a mí el conoscimiento
y pruébase que es poco en tal tormento
por inmortal honor un mortal salto.
Que si otro puso al mar perpetuo nombre
do el soberbio valor le dio la muerte,
presumiendo de sí más que podía,
de mí dirán: «aquí fue muerto un hombre
que si al cielo llegar negó su suerte,
la vida le faltó, no la osadía.»



Gutierre de Cetina

pues dio fin de fetonte su osadía

-- de Gutierre de Cetina --

Siendo vana gloria el interese,
y no dejó soberbia que emprendiese
a júpiter echar de do vivía,
no os debe de espantar mi fantasía,
señora, pues amor quiso que fuese
el más subido ejemplo que se oyese
que un corazón humano emprendería.
Y así se va ordenando nueva pena
que a todas las pasadas dará olvido
que bien sé yo que no me iré alabando.
Consuélame ser vos la que lo ordena;
licencia de quejarme no la pido,
y arríscaseme el alma suspirando.



Gutierre de Cetina

a los huesos de los españoles muertos en castinovo

-- de Gutierre de Cetina --

Héroes gloriosos, pues el cielo
os dio más parte que os negó la tierra,
bien es que por trofeos de tanta guerra
se muestren vuestros huesos por el suelo.
Si justo desear, si honesto celo
en valeroso corazón se encierra,
ya me paresce ver, o que se atierra
por vos la hesperia vuestra, o se alza a vuelo:
no por vengaros, no, que no dejaste
a los vivos gozar de tanta gloria,
que envuelta en vuestra sangre la llevaste,
sino para probar que la memoria
de la dichosa muerte que alcanzaste
se debe envidiar más que la victoria.



Gutierre de Cetina

a la princesa de molfeta II

-- de Gutierre de Cetina --

Como el que de escorpión fue ya mordido,
si de allí en algún tiempo se le acuerda,
se altera, se demuda y desacuerda
y pierde la color y aun el sentido,
mi alma que improviso acaso vido
la beldad que a mi mal tan mal concuerda,
hizo que la color del rostro pierda
la memoria de haber sido ofendido.
No fue flaqueza, no, ni son amores:
la injuria al corazón ha salteado
y dio de justa cólera testigo.
No hace al caso, no, mudar colores,
señora, porque un hombre demudado
acomete mejor a su enemigo.



Gutierre de Cetina

con la casta virtud vive abrazado

-- de Gutierre de Cetina --

A amor con traje honesto y peregrino;
venía el traidor al parecer benigno,
mas para hacer mal, más obstinado.
Traía el arco todavía al lado,
y con el gusto aún no ha perdido el tino;
para mi pecho enderezó el camino,
mostrándose de herir muy descuidado.
Yo sin temor de la cruel tormenta,
por verle alegre no curé ampararme,
que la virtud me aseguró del daño.
Ella después me hizo más afrenta,
y dio la flecha a amor para matarme,
y amor con ella ejecutó su engaño.



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