Buscar Poemas con Despertar


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Se han encontrado 41 poemas con la palabra despertar

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Vicente Espinel

Pedir celos no es cordura

-- de Vicente Espinel --

Pedir celos no es cordura
En el que de veras ama,
Porque es despertar la dama
De lo que estaba segura.

Los celos es un tormento
Que nace de puro amor,
Y así nos fuerza el temor
A tener celos del viento:
Mas pedirlos es locura
Aunque mas arda la llama,
Porque es despertar la dama, c.

Muchos celosos se quedan
Privados de sus placeres,
Porque siempre las mugeres
Se van tras lo que las vedan:
Mejor es dalles anchura,
Que mirarán por su fama,
Y no despertar la dama, c.

Mas vale por complacellas
Dejarlas á su sabor,
Que ellas miran por su honor
Mas que nosotros por ellas:
Y la que es mas casta y pura,
Cuando á su galan mas ama,
Si con celos la disfama
No la tendrá muy segura.

Poema Pedir celos no es cordura de Vicente Espinel con fondo de libro

Roberto Juarroz

no debiera ser posible

-- de Roberto Juarroz --

No debiera ser posible
dormirse sin tener cerca
una voz para poderse despertar.
No debiera ser posible
dormirse sin tener cerca
la propia voz para poderse despertar.
No debiera ser posible
dormirse sin despertar
en el momento justo en que el sueño se encuentra
con esos ojos abiertos
que ya no necesitan dormir más.

Poema no debiera ser posible de Roberto Juarroz con fondo de libro

Mario Benedetti

pequeñas muertes

-- de Mario Benedetti --

Los sueños son pequeñas muertes
tramoyas anticipos simulacros de muerte
el despertar en cambio nos parece
una resurrección y por las dudas
olvidamos cuanto antes lo soñado
a pesar de sus fuegos sus cavernas
sus orgasmos sus glorias sus espantos
los sueños son pequeñas muertes
por eso cuando llega el despertar
y de inmediato el sueño se hace olvido
tal vez quiera decir que lo que ansiamos
es olvidar la muerte
apenas eso

Poema pequeñas muertes de Mario Benedetti con fondo de libro

Roberto Juarroz

poemas de otredad 4

-- de Roberto Juarroz --

Si uno no es igual a su despertar,
si el despertar lo excede
o es menor que uno,
¿quién ocupa la diferencia?
y si uno no es igual tampoco a su dormir,
¿adónde se queda su costado despierto
o qué otra cosa se duerme con uno?
¿y si uno no es igual a uno?
el signo igual parece a veces
la duplicación ensimismada
del menos.



Rosario de Acuña

La muerte (Acuña)

-- de Rosario de Acuña --

¿Es dormir sin ensueños y en la hundida
fosa quedar en eternal reposo?
O ¿es despertar del sueño pavoroso
que el hombre llama, en sus delirios, vida?

La obra del alma ¿quedará perdida,
deshecha, en el abismo tenebroso?
O ¿tendrá su empezar esplendoroso
cuando sintamos la postrera herida?

¡Qué importa lo que fuere! Si es el sueño
sin ensueño, el no ser, dormir sin tasa...
¡Es posible lograr mayor ventura!

Y si es el despertar del triste ensueño
del vivir terrenal, que al alma abrasa...
¡Hay dicha más gloriosa y más segura!



Abraham Valdelomar

Tristitia

-- de Abraham Valdelomar --

Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía,
el cielo la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría
y la muerte del sol una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado del mar,

y lo que él me dijera aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar...



Alfonsina Storni

Dolor

-- de Alfonsina Storni --

Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;

Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;

Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.



Alfonsina Storni

Dolor (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;

Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;

Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.



Manuel Acuña

la brisa

-- de Manuel Acuña --

A mi querido amigo j.C. Fernandez.
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:
dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?
¿o vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?
¿o vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?
recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel Acuña

La brisa (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel del Palacio

Al despertar

-- de Manuel del Palacio --

— ¿Quién eres, ángel, que ante mí apareces,
Como en nublado cielo blanca aurora,
Y al corazón, que desengaños llora,
Paz y consuelo y esperanza ofreces?

Yo te he visto en mis sueños muchas veces
Juguete de ilusión fascinadora,
Y vive en mi tu imágen seductora,
Y con tu puro aliento me estremeces.

¿Eres quizá la silfíde hechicera
Que amada de las nubes y las brisas
Llevarme quieres á su azul esfera?

Flores hollando vas por donde pisas...
— ¿Quién eres? — Soy, señor, la lavandera,
Y vengo á que me pague las camisas.



Jaime Torres Bodet

la doble

-- de Jaime Torres Bodet --

Era de noche tan rubia
como de día morena.
Cambiaba, a cada momento
de color y de tristeza,
y en jugar a los reflejos
se le iba la existencia,
como el niño que, en el mar,
quiere pescar una estrella
y no la puede tocar
porque su mano la quiebra.
De noche, cuando cantaba,
olía su cabellera
a luz, como un despertar
de pájaros en la selva,
y si cantaba en el sol
se hacía su voz tan lenta,
tan íntima, tan opaca,
que apenas iluminaba
el sitio que, entre la yerba,
alumbra al amanecer
el brillo de una luciérnaga.
¡Era de noche tan rubia
y de día tan morena!
suspiraba sin razón
en lo mejor de las fiestas
y, puesta frente a la dicha,
se equivocaba de puerta.
No se atrevía a escoger
entre el oro de la mies
y el oro de la hoja seca,
y tal vez por eso no
supe jamás entenderla,
porque de noche era rubia
y de mañana morena...



Jorge Manrique

Porque estando él durmiendo le besó su amiga

-- de Jorge Manrique --

I

Vos cometisteis traición,
pues me heristeis, durmiendo,
de una herida que entiendo
que será mayor pasión
el deseo de otra tal
herida como me disteis,
que no la llaga mi mal
ni daño que me hicisteis.

II

Perdono la muerte mía;
mas con tales condiciones,
que de tales traiciones,
cometáis mil cada día;
pero todas contra mí,
porque, de aquesta manera,
no me place que otro muera
pues que yo lo merecí.

III

CABO

Más placer es que pesar
herida que otro mal sana
quien durmiendo tanto gana,
nunca debe despertar.



César Vallejo

Trilce: V

-- de César Vallejo --

Grupo dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los cotiledones!

A ver. Aquello sea sin ser más.
A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en són de no ser escuchado,
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso.

La creada voz rebélase y no quiere
ser malla, ni amor.
Los novios sean novios en eternidad.
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tánto,
hasta despertar y poner de pie al 1.

Ah grupo bicardiaco.



César Vallejo

grupo dicotiledón. oberturan

-- de César Vallejo --

v
grupo dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los dos cotiledones!
a ver. Aquello sea sin ser más.
A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en són de no ser escuchado,
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso.
La creada voz rebélase y no quiere
ser malla, ni amor.
Los novios sean novios en eternidad.
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tánto,
hasta despertar y poner de pie al 1.
Ah grupo bicardiaco.



César Vallejo

viniere el malo, con un trono al hombro

-- de César Vallejo --

Viniere el malo, con un trono al hombro,
y el bueno, a acompañar al malo a andar,
dijeren «sí» el sermón, «no» la plegaria
y cortare el camino en dos la roca...
Comenzare por monte la montaña,
por remo el tallo, por timón el cedro
y esperaren doscientos a sesenta
y volviere la carne a sus tres títulos...
Sobrare nieve en la noción del fuego,
se acostare el cadáver a mirarnos,
la centella a ser trueno corpulento
y se arquearen los saurios a ser aves...
Faltare excavación junto al estiércol,
naufragio al río para resbalar,
cárcel al hombre libre, para serlo,
y una atmósfera al cielo, y hierro al oro...
Mostraren disciplina, olor, las fieras,
se pintare el enojo de soldado,
me dolieren el junco que aprendí,
la mentira que inféctame y socórreme...
Sucediere ello así y así poniéndolo,
¿con qué mano despertar?
¿con qué pie morir?
¿con qué ser pobre?
¿con qué voz callar?
¿con cuánto comprender, y, luego, a quién?
no olvidar ni recordar
que por mucho cerrarla, robáronse la puerta,
y de sufrir tan poco estoy muy resentido
y de tánto pensar, no tengo boca.



Emilio Bobadilla

Cuadro lúgubre

-- de Emilio Bobadilla --

Las frutas amarillas de los árboles cuelgan;
el oro de los trigos llamea en la llanura;
los arados, las tierras estériles no amelgan;
y cual torrente invade los valles la espesura.

Los barcos en la orilla del río cabecean,
el velamen plegado, los remos inactivos;
las chozas solitarias, al despertar, no humean.
Es un mundo de muertos con andares de vivos.

Su curva plañidera de tarde en tarde el gallo
sobre el paisaje alarga, cual soñolienta cinta.
Por los campos no ambula ni un hombre, ni un caballo,

¡Es la guerra, es la guerra! ¡Mientras todo solloza,
bajo una luna en olas de sangre humana tinta,
el hombre en fratricida tragedia se destroza!



Emilio Bobadilla

El despertar de la trinchera

-- de Emilio Bobadilla --

Unos soldados hablan en voz muy queda;
se desperezan otros que dormitaban;
otros miran al cielo velado; tiemblan
de frío y se arrebujan luego en sus mantas.

Ladra al silencio un perro como alma en pena;
y agorero a lo lejos un gallo canta;
van corriendo las nubes y el sol empieza
a sonrojar los lindes de la distancia.

Un vapor tenue humea de la llanura
y en la bruma de un valle duerme un villorrio.
Lívidos los soldados, las caras sucias,

del alba a los plomizos, tristes reflejos,
sorprendidos se miran unos a otros:
¡no saben si están vivos o si están muertos!



José Rosas Moreno

El Ratoncillo Ignorante

-- de José Rosas Moreno --

Un ratoncito pequeño,
sin malicia todavía,
al despertar de su sueño,
se sentó en su cuarto un día.

Delante del agujero
sentado un gatito estaba
y con tono zalamero
así al ratoncito hablaba:

—Sal, querido ratoncillo,
que te quiero acariciar,
te traigo un dulce exquisito
que te voy a regalar.

—Tengo un azúcar muy buena,
miel y nueces deliciosas...
Si sales, a boca llena
podrás comer de mil cosas.

El ratoncillo ignorante
del agujero salió;
y don gato en el instante
a mi ratón devoró.



José Tomás de Cuellar

Luz y sombra (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

TIENE un poder tan grande tu mirada,
Que al través de la mía
Va á despertar á mi alma aletargada
En su melancolía.

Luz de cielo á mis ojos centellea,
Fulgores de esperanzas,
Y en campo de risueñas lontananzas
Vuela mi ardiente idea.

Fácil la dicha á mi sedienta boca
Cáliz de vida ofrece;
Mi alma te sigue hasta tu edén y loca
En el placer se mece.

Pero ¡cuánto es fugaz esa luz pura
Que un punto me extasía!



José Ángel Buesa

el extranjero

-- de José Ángel Buesa --

«mirad: un extranjero...» Yo los reconocía,
siendo niño, en las calles por su no sé que ausente.
Y era una extraña mezcla de susto y de alegría
pensar que eran distintos al resto de la gente.
Después crecí, soñando, sobre los libros viejos;
corrí, de mapa en mapa, frenéticos azares,
y al despertar, a veces, para viajar más lejos,
inventaba a mi antojo más tierras y más mares.
Entonces yo envidiaba, melancólicamente,
a aquellos que se iban de verdad, en navíos
de gordas chimeneas y casco reluciente,
no en viajes ilusorios como los viajes míos.
Y hoy, que quizás es tarde, con los cabellos grises,
emprendo, como tantos, el viaje verdadero;
y escucho que los niños de remotos países
murmuran al mirarme: «mirad: un extranjero...»



Gabino Alejandro Carriedo

mirando hacia atrás sin ira

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

El viejo corazón pulula a diario
por el barrio bajo de los recuerdos
que no se olvidan ni periclitan.
Inmarcesibles, estos recuerdos
le traen fragancias de la primavera,
otrora era la hora de las esperanzas
ilusionadas que sí terminan.
Otrora era la alegría de amanecer,
despertar al alba de cada día.
Solía entonces besar el espejo
y me adentraba en la calle del amor.
Entonces no el cansancio, el tedio;
no el hastío tampoco entonces, no.
Cada hora alumbraba a otra hora
y les nacían alas a los pájaros.
Pudo haber sido duque, marqués o peregrino
y sólo fue hermeneuta incomprensible;
¿para qué, pues, el torpe hábito
de perseguir la inútil realidad?
en el centro del astro-rey un punto
señala el vórtice de su destino.
¿Todo ha pasado ya? ¿no hay nada
predecible en las cartas del tarot?
¿no hay nada que soñar? tal vez no queda
ni la esperanza póstuma del sueño.



Gabriela Mistral

el niño solo

-- de Gabriela Mistral --

A sara hübner
como escuchase un llanto, me paré en el repecho
y me acerqué a la puerta del rancho del camino.
Un niño de ojos dulces me miró desde el lecho.
¡Y una ternura inmensa me embriagó como un vino!
la madre se tardó, curvada en el barbecho;
el niño, al despertar, buscó el pezón de la rosa
y rompió en llanto... Yo lo estreché contra el pecho,
y una canción de cuna me subió, temblorosa...
Por la ventana abierta la luna nos miraba.
El niño ya dormía, y la canción bañaba,
como otro resplandor, mi pecho enriquecido...
Y cuando la mujer, trémula, abrió la puerta,
me vería en el rostro tanta ventura cierta
¡que me dejó el infante en los brazos dormido!



Gabriela Mistral

despertar

-- de Gabriela Mistral --

Dormimos, soñé la tierra
del sur, soñé el valle entero,
el pastal, la viña crespa,
y la gloria de los huertos.
¿Qué soñaste tú mi niño
con cara tan placentera?
vamos a buscar chañares
hasta que los encontremos,
y los guillaves prendidos
a unos quioscos del infierno.
El que más coge convida
a otros dos que no cogieron.
Yo no me espino las manos
de niebla que me nacieron.
Hambre no tengo, ni sed y
sin virtud doy o cedo.
¿A qué agradecerme así
fruto que tomo y entrego?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Al brillar un relámpago nacemos
y aún dura su fulgor cuando morimos;
¡tan corto es el vivir!
la gloria y el amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos:
¡despertar es morir!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueño.
Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento.
De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
pero otra luz el mundo de visiones
alumbraba por dentro.
En este punto resonó en mi oído
un rumor semejante al que en el templo
vaga confuso al terminar los fieles
con un amén sus rezos.
Y oí como una voz delgada y triste
que por mi nombre me llamo a lo lejos,
y sentí olor de cirios apagados,
de humedad y de incienso.
.......................................
Entró la noche, y del olvido en brazos
caí, cual piedra, en su profundo seno.
No obstante al despertar exclamé:
¡alguno que yo quería ha muerto!



Rosalía de Castro

Al caer despeñado en la hondura

-- de Rosalía de Castro --


Al caer despeñado en la hondura
Desde la alta cima,
Duras rocas quebraron sus huesos,
Hirieron sus carnes agudas espinas,
Y el torrente de lecho sombrío
Rasgando sus linfas,
Y entreabriendo sus húmedos labios
Con negra sonrisa,
Vino a darle un beso de muerte,
Cerrando en los suyos el paso a la vida.

Despertáronle luego, y temblando
De angustia y de miedo,
— ¡Ah!, ¡por qué despertar? — preguntóse
Después de haber muerto.

Al pie de su tumba
Con violados y ardientes reflejos,
Flotando en la niebla



Medardo Ángel Silva

Soneto de otoño

-- de Medardo Ángel Silva --

¡De nuevo son las rosas de Octubre, Otoño mío...!
Han escondido el sol en una cueva obscura...
Y los pálidos dedos del inmortal Hastío
estrujan –rosa seca– mi pasada ventura.

¡Lacerante recuerdo de la extinta dulzura
que torna vanamente al corazón vacío...!
Perdimos el sendero y la noche perdura
–¡la noche!– y aún no brilla tu luminar, ¡Dios mío!

Los años son guirnalda florecida
–pensamos– una fiesta es nuestra vida...
E hicimos una fiesta de toda ella...

Pero sonó el Destino inexorable su hora
y el brusco despertar nos anunció la aurora
verdadera, la aurora sin flor y sin estrella.



Miguel Unamuno

Te da en la frente el sol de la mañana

-- de Miguel Unamuno --

Te da en la frente el sol de la mañana
recién nacido, pálida doncella,
misteriosa visión, fugaz estrella,
que te derrites en la luz. Hermana

de la que nace cuando la campana
tocando a la oración doliente sella
la fatiga de un día más, la mella
que sume el alma en la mortal desgana.

El alba y el ocaso cruzan manos,
y así, a la silla de la reina, al día
ya la noche, rendidos soberanos,

Los llevan a enterrar. Triste sería
que al despertar de nuestros sueños varios
luz y sombra lucharán a porfía.



Nicolás Guillén

pero que te pueda ver

-- de Nicolás Guillén --

Pero que te pueda ver
si es que me quieres matar,
no esperes a que me duerma,
pues no podré despertar.
Muerto,
ay, muerto y también dormido,
no es ni morir ni soñar,
no es ni recuerdo no olvido.
Muerto,
ay, muerto y también dormido.
Mátame al amanecer,
o de noche, si tú quieres;
pero que te pueda ver
la mano;
pero que te pueda ver
las uñas;
pero que te pueda ver
los ojos,
pero que te pueda ver.



Juan Meléndez Valdés

Ora pienso yo ver a mi señora

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ora pienso yo ver a mi señora
de donosa aldeana, y que el cabello
libre le vaga por el alto cuello,
cantando alegre al despertar la Aurora:

Ya en pellico y callado de pastora
los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos;
ya en ocio blando en la cabaña mora.

Tierna ora ríe, y va cogiendo flores:
a caza ora tras ella el monte sigo;
y bailar en la fiesta ora la veo.

Así ausente me alivio en mis dolores;
y aunque sueño de amor es cuanto digo,
el alma siente un celestial recreo.



Juana Rosa de Amézaga

Al despertar (Amézaga)

-- de Juana Rosa de Amézaga --

Dejan las aves el nocturno abrigo
de las vecinas y coposas frondas,
y con sus trinos de placer adulan
a la naciente y sonrosada aurora.

Engastadas en nítido rocío,
bellas se ostentan las gentiles rosas,
y envidiando su aroma delicioso,
lucen sus galas las cucardas rojas.

Cerca se escucha el majestuoso ruido
que hacen del mar las bullidoras olas,
y al retirarse, cual de blancas perlas,
con sus espumas las riberas bordan.

¡Oh! ¡Cuánto goza en este cuadro el alma
si lo contempla recogida y sola!
Y Dios parece que al oído le habla
en tan solemne y apacible hora.

Para la mente que inquietud agita,
es lo que fresca, deliciosa copa,
para el enfermo que la fiebre siente,
en sus entrañas y abrasada boca.

Mi amante pecho dilatarse siento
viendo, Señor, de tu poder las obras;
y al contemplarlas con filial confianza,
mi humilde labio tu grandeza adora.



Julio Herrera Reissig

el despertar

-- de Julio Herrera Reissig --

Alisia y cloris abren de par en par la puerta
y torpes, con el dorso de la mano haragana,
restréganse los húmedos ojos de lumbre incierta,
por donde huyen los últimos sueños de la mañana

la inocencia del día se lava en la fontana,
el arado en el surco vagaroso despierta
y en torno de la casa rectoral, la sotana
del cura se pasea gravemente en la huerta...

Todo suspira y ríe. La placidez remota
de la montaña sueña celestiales rutinas.
El esquilón repite siempre su misma nota

de grillo de las cándidas églogas matutinas.
Y hacia la aurora sesgan agudas golondrinas
como flechas perdidas de la noche en derrota.



Francisco Sosa Escalante

A Carmen (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sin freno ni pudor, encenegada
Allí en las ondas del deleite impuro,
Tú vives sin pensar en lo futuro,
De tus deberes santos olvidada.

¿Quién puede contener la arrebatada
Corriente que te arrastra á un mal seguro?
Para volverte al bien ya no hay conjuro,
Y ruedas al abismo, despeñada.

¡Qué horrible despertar el que te espera
Tras ese sueño del amor insano!
¡Qué horrenda realidad tras la quimera

Del goce que imaginas soberano,
Al llegar la vejez adusta y fiera
Con sus arrugas y cabello cano....!



Francisco Sosa Escalante

A Lesbia

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ornada al verte de sin par belleza
De humilde hogar en el recinto oscuro,
Y al sentir que es el pan amargo y duro
Del sér abandonado á la pobreza;

Sin fé tu corazón, sin fortaleza,
De la santa virtud franqueaste el muro
Y fuiste en brazos del deleite impuro
Huyendo del dolor y la tristeza.

Al despertar de tu delirio insano
Te encuentras para siempre envilecida,
Y es inútil tu afán, tu clamor vano.

Ya del vicio en los antros sumergida
Eres lirio en el cieno del pantano,
Perla en inmundo lodazal caida.



Francisco Sosa Escalante

Lucía

-- de Francisco Sosa Escalante --

En el delirio del amor soñaba
Armonía celeste, arrobadora,
La hermosa diva oir; la soñadora
Era su dulce voz la que escuchaba.

Era ella misma quien así cantaba
Cual ave tierna que á su amado llora;
Cual murmullo de fuente gemidora
Era ella misma la que así lloraba.

Aplauso inmenso, atronador, ferviente,
Desde el vasto salon que está poblado
De séres mil y mil, llega á Lucía:

Brilla la luz en su inspirada frente,
Y mira al despertar, que ha conquistado
El lauro eterno que el artista ansía.



Francisco Villaespesa

ofelia

-- de Francisco Villaespesa --

Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...
Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...
En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...
Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...
Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.



Carolina Coronado

en un álbum poético para una niña que se ahogó en el mar

-- de Carolina Coronado --

Tú pensaste que el mar era tu cuna
y te adormiste en él tranquilamente,
no ha sido para ti poca fortuna
despertar en la gloria de repente.
¡Hija del alma! no hay vida ninguna
que no arrostre el furor de una corriente
y si nos ha de ahogar ¡ay! la del llanto,
la del mar es mejor... ¡No amarga tanto!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de bronce

-- de Ramón María del Valle Inclán --

La casa profané con mi lascivia,
la sangre derramé. Fui el hijo pródigo.
Encendida pantera de la libia
se alzó mi corazón. Mi orgullo, código.

El mundo atravesé como un atlante
cargado con las odres del pecado,
y con la vida puesta en cada instante
hice rodar la vida como un dado.

Altivo en el dolor, siempre secreta
tuve mi pena. La encendida furia
de eros me pasó con su saeta,
y mi melancolía fue lujuria.

Llevé sobre los ojos una venda,
dando sangre una herida en el costado,
y en los hombros la capa de leyenda
con que va a sus concilios el malvado.

Y quise despertar las negras ayes
que duermen en el fondo del abismo,
y sobre el mar, en zozobrantes naves,
ser bello como un rojo cataclismo.

De sangriento laurel alcé una rama,
con el iris del tigre en la pupila,
y dio, doncel, mi corazón su llama
con el estrago bárbaro de atila.

Fui luzbeliano. En la contraria suerte
dictó el orgullo su sonrisa al labio,
miré la vida hermana de la muerte
y tuve al sonreír arte de sabio.



Rubén Darío

rima vi

-- de Rubén Darío --

Hay un verde laurel. En sus ramas
un enjambre de pájaros duerme
en mudo reposo,
sin que el beso del sol los despierte.
Hay un verde laurel. En sus ramas
que el terral melancólico mueve,
se advierte una lira,
sin que nadie esa lira descuelgue.
¡Quién pudiera, al influjo sagrado
de un soplo celeste,
despertar en el árbol florido
las rimas que duermen!
¡y flotando en la luz el espíritu,
mientras arde en la sangre la fiebre,
como un himno gigante y extraño
arrancar a la lira de bécquer!



Rubén Darío

Rima VI (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Hay un verde laurel. En sus ramas
un enjambre de pájaros duerme
en mudo reposo,
sin que el beso del sol los despierte.
Hay un verde laurel. En sus ramas
que el terral melancólico mueve,
se advierte una lira,
sin que nadie esa lira descuelgue.
¡Quién pudiera, al influjo sagrado
de un soplo celeste,
despertar en el árbol florido
las rimas que duermen!
¡Y flotando en la luz el espíritu,
mientras arde en la sangre la fiebre,
como "un himno gigante y extraño"
arrancar a la lira de Bécquer!



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