Buscar Poemas con Desiguales


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Se han encontrado 19 poemas con la palabra desiguales

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Lope de Vega

¡Con qué artificio tan divino sales

-- de Lope de Vega --

¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!
Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina,
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.
Bien haya tu divino autor, pues mueves
a su contemplación el pensamiento,
a aun a pensar en nuestros años breves.
Así la verde edad se esparce al viento,
y así las esperanzas son aleves
que tienen en la tierra el fundamento.

Poema ¡Con qué artificio tan divino sales de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Deseando estar dentro de vos propia

-- de Lope de Vega --

Deseando estar dentro de vos propia,
Lucinda, para ver si soy querido,
miré ese rostro, que del cielo ha sido
con estrellas y sol natural copia;
y conociendo su bajeza impropia,
vime de luz y resplandor vestido,
en vuestro sol, como Faetón perdido,
cuando abrasó los campos de Etiopia,
Ya cerca de morir dije «Tenéos,
deseos locos, pues lo fuisteis tanto,
siendo tan desiguales los empleos».
Mas fue el castigo, para más espanto,
dos contrarios, dos muertes, dos deseos,
pues muero en fuego y me deshago en llanto.

Poema Deseando estar dentro de vos propia de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Si es tanta gloria estar a los umbrales

-- de Lope de Vega --

Si es tanta gloria estar a los umbrales
de tu puerta, mi Dios, el estar dentro
¿cómo será, pues en tan alto centro
se deben gozar las celestiales
Yo estoy entre los términos mortales
con tanto bien, que me parece que entro,
sino que al cuerpo en el camino encuentro
cargado de estorbos desiguales.
Miro por los resquicios los dichosos
que caminan a Ti perdido el miedo
a los trances del mundo peligrosos.
Y como caminar tanto no puedo,
baño en llanto mis ojos envidiosos
de ver que van delante y yo me quedo.

Poema Si es tanta gloria estar a los umbrales de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Viendo que iguala en su balanza Astrea

-- de Lope de Vega --

Viendo que iguala en su balanza Astrea
los rayos y las sombras desiguales,
Dauro no ha reparado en las señales
de la extranjera Vega que pasea.

Mas ya que el oro que le dais emplea,
en mis arenas a la Libia iguales,
florecerán mi Vega sus cristales,
y vos mi ingenio, de mi mundo idea.

A que sois primavera me resuelvo,
por quien las flores que perdí restauro:
tal abundancia vuestro ingenio cría.

Y así en tanto que al patrio Tajo vuelvo,
serán entre las márgenes del Dauro
las flores vuestras y la Vega mía.



Al taparse y destaparse de una dama

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Mirásteme, vi el Sol, y en bellos lazos
ciñó —-dulce ceñir—- mi rostro y frente;
hízose ocaso su divino Oriente,
tomó la noche el hemisferio en brazos.
Temí —-bien pude—-, ¡oh Lisi!, sus abrazos:
dirálo bien quien de mis males siente;
lloré —-y amargo fue—-, como ausente,
robos del alma en sus escuros brazos.
Rompí el silencio de su tez oscura,
con desiguales quejas, y a mi llanto
mostró, ¡oh Lisi!, tu Sol su frente pura.
Dio nuevas de ella al alma alegre canto:
tal puede en mí tu Sol, tal tu hermosura;
tal el no verte, Lisi, el verte tanto.



César Vallejo

la cólera que quiebra al hombre en niños

-- de César Vallejo --

La cólera que quiebra al hombre en niños,
que quiebra al niño en pájaros iguales,
y al pájaro, después, en huevecillos;
la cólera del pobre
tiene un aceite contra dos vinagres.
La cólera que al árbol quiebra en hojas,
a la hoja en botones desiguales
y al botón, en ranuras telescópicas;
la cólera del pobre
tiene dos ríos contra muchos mares.
La cólera que quiebra al bien en dudas,
a la duda, en tres arcos semejantes
y al arco, luego, en tumbas imprevistas;
la cólera del pobre
tiene un acero contra dos puñales.
La cólera que quiebra al alma en cuerpos,
al cuerpo en órganos desemejantes
y al órgano, en octavos pensamientos;
la cólera del pobre
tiene un fuego central contra dos cráteres.



Pablo Neruda

sistema sombrío

-- de Pablo Neruda --

De cada uno de estos días negros como viejos hierros,
y abiertos por el sol como grandes bueyes rojos,
y apenas sostenidos por el aire y por los sueños,
y desaparecidos irremediablemente y de pronto,
nada ha substituido mis perturbados orígenes,
y las desiguales medidas que circulan en mi corazón
allí se fraguan de día y de noche, solitariamente,
y abarcan desordenadas y tristes cantidades.
Así, pues, como un vigía tornado insensible y ciego,
incrédulo y condenado a un doloroso acecho,
frente a la pared en que cada día del tiempo se une,
mis rostros diferentes se arriman y encadenan
como grandes flores pálidas y pesadas
tenazmente substituidas y difuntas.



Pedro Calderón de la Barca

Crisanto

-- de Pedro Calderón de la Barca --

¿Quién en la humana suerte habrá tenido
juntos tantos afectos desiguales?
Males, ¿pues no bastó haber sido males,
sino males opuestos haber sido?

Al cielo vida por saber le pido
de un trino Dios misterios celestiales;
muerte le pido por mirarme, en tales
penas, de una beldad favorecido.

Pues, ¿cómo vida y muerte mi desvelo
es posible que al cielo aun tiempo pida,
si es pedir juntos pérdida y consuelo?

Mas acierto a pedirle: no me impida
vida o muerte, supuesto que es el cielo
árbitro de la muerte y de la vida.



Juan de Arguijo

Fabio y Licori, ramera

-- de Juan de Arguijo --

De la astuta Licori á los umbrales
Te vió saliendo el sol, ¡oh Fabio amigo!
Creció en su luz el dia, y fué testigo
De tu lamento y quejas desiguales.

Oyó tambien el Héspero tus males,
La blanca luna se dolió contigo;
Mas el ingrato dueño, tu enemigo,
Ni aun de corta piedad mostro señales.

¿Cuál otro galardon en tal porfia,
Inútil yedra de su puerta, esperas?
¿Hasta cuándo tu propio engaño adoras?

Huye la fiera Circe y cruel arpía,
Que alegra en ver que por su causa mueras,
Riendo está lo mismo que tú lloras.



Juan de Arguijo

Sísifo

-- de Juan de Arguijo --

Sube gimiendo con mortal fatiga
El grave peso que en sus hombros lleva
Sisifo al alto monte, y cuando prueba
Pisar la cumbre, á mayor mal se obliga.

Cae el fiero peñasco, y la enemiga
Suerte cruel su nuevo afan renueva;
Vuelve otra vez á la difícil prueba,
Sin que de su trabajo el fin consiga.

No iguala aquella á la desdicha mía,
Pues algun tiempo alivia en su tormento
Los hombres, áa tal carga desiguales.

Sufro peso mayor con tal porfía;
Que un punto no perdona al pensamiento
La importuna memoria de mis males.



A una dama muerta

-- de Juan de Moncayo --

Muerta la vida y vivo el escarmiento,
luz sin luz, entre horrores eclipsada,
el más tirano triunfo de la nada
y del cielo el más justo sentimiento,

el sol, que al soplo frágil de un aliento
mostró toda su pompa deshojada,
beldad del mayo, en polvo desatada,
de la muerte el despojo más violento

es hoy tu efigie al orbe peregrina,
donde se ven destrozos de cristales
que anuncian de bellezas la rüina.

Voz muda que, en extremos desiguales,
a los rigores de la parca inclina
el milagro mayor de los mortales.



Gutierre de Cetina

huyendo baja el monte aquella fiera

-- de Gutierre de Cetina --

Que de pequeños canes es seguida,
y apenas en lo llano es ya venida,
que no puede volver donde partiera,
en otros da mayores, do cualquiera
la aprieta y le podría quitar la vida,
de estos es peligrosa la salida
de otros sin peligro se saliera.
Así huyendo yo los viejos males,
pequeños en respecto a los de ahora,
en otros más crueles he caído,
y tanto en el peligro desiguales
cuanto, siendo por vos, estoy, señora,
cierto de no volver donde he salido.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 41

-- de Francisco de Quevedo --

Dejadme resollar desconfianzas,
que es de manera vuestro desconsuelo,
que tiene derribado por el suelo
el fundamento de mis esperanzas.
Ni fe tan pura no hay quien os la ofrezca,
como yo con esta lama vuestra ofrezco,
y nadie agradeció, como agradezco
pena, que tanto ofenda, y entristezca.
Y aunque en valor estemos desiguales
a tener compasión de mis dolores,
bien os pueden mover extremos tales.
Pues cuantos piden que les deis favores,
en bien amaros, no me son iguales,
ni os han sufrido tantos disfavores.



Francisco de Quevedo

parnaso español 14

-- de Francisco de Quevedo --

Tú, en cuyas venas caben cinco grandes,
a quien hace mayores tu cuchilla,
eres adelantado de castilla,
y, en el pliego, adelantado en flandes.
Aguarda la victoria que la mandes:
que tu ejemplo sin voz sabe rejilla;
y pues desprecias miedos de la orilla,
nadando es justo que en elogios andes.
No de otra suerte cesar, animoso,
del rubicón los rápidos raudales
penetró con denuedo generoso.
Fueron, sí, las acciones desiguales;
pues en el corazón suyo, ambicioso,
eran traidoras, como en ti leales.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 59

-- de Francisco de Quevedo --

Lloro mientras el sol alumbra, y cuando
descansan en silencio los mortales
torno a llorar; renuévanse mis males,
y así paso mi tiempo sollozando.
En triste humor los ojos voy gastando,
y el corazón en penas desiguales;
sólo a mí, entre los otros animales,
no me concede paz de amor el bando.
Desde el un sol al otro, ¡ay, fe perdida!,
y de una sombra a otra, siempre lloro
en esta muerte que llamamos vida.
Perdí mi libertad y mi tesoro;
perdiose mi esperanza de atrevida.
¡Triste de mí, que mi verdugo adoro!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 43

-- de Francisco de Quevedo --

Silvia ¿por qué os da gusto que padezca,
tan grave mal, como por vos padezco?
si lo causa lo poco que merezco
ninguno tiene el mundo que os merezca.
Ni fe tan pura hay quien os la ofrezca
como yo con esta alma vuestra ofrezco,
y nadie agradeció como agradezco
pena, que tanto ofenda y entristezca.
Y aunque en valor estemos desiguales,
a tener compasión de mis dolores
bien os pueden mover extremos tales.
Pues cuantos piden que les deis favores,
en bien amaros no me son iguales,
ni os han sufrido tantos disfavores.



José Joaquín de Mora

El tachonado y puro firmamento

-- de José Joaquín de Mora --

El tachonado y puro firmamento
con todas sus lumbreras inmortales,
esa luz que nos vierte sus raudales,
más sutil, más veloz que el pensamiento.

El misterioso y grave movimiento
de sus revoluciones desiguales,
¡qué de goces intensos, celestiales,
no dan al atrevido entendimiento!

¡Y está serena el alma, y no palpita
rápido el corazón! ¡Ni estalla el labio,
cediendo al entusiasmo que lo agita!

Hombre, suelta el compás y el astrolabio;
mentido es tu saber, siente y medita:
quien más medita y siente es el más sabio.



José Joaquín de Olmedo

Parodia épica

-- de José Joaquín de Olmedo --

¿Ves cuál se precipita en ígneo sulco,
de la ominosa nube desprendido
, el rayo asolador, de ronco trueno
y luz deslumbradora precedido;
y de las enriscadas, desiguales
sierras derroca las enormes masas
de portentosa, horrible pesadumbre,
que desraigando los añosos robles,
fuertes encinas y sublimes pinos,
en derredor los valles asordando,
con fracaso espantable por las faldas
ásperas y fragosas saltan, ruedan
y allá en el hondo abismo se despeñan;
y a un tiempo los soberbios capiteles,
que entre nubes de lejos se divisan,
y valles y collados señorean,
que el tiempo respetó, con mil estragos
se desploman y en polvo se deshacen:
templos, casas, alcázares, palacios,
do en asiática pompa el lujo ríe,
la altiva frente rinden, y deshechas
el suelo besan que antes desdeñaban,
y sus vastas ruinas portentosas
grandes, pequeños, ricos, pobres, buenos,
malos, fuertes y débiles sepultan;
grito de muerte a las esferas sube,
un silencio de muerte le sucede?...
En tanto... En tanto... ¡Oh descripción amiga,
ya el aliento me falta; otro te siga!



Clemente Althaus

A Rossini

-- de Clemente Althaus --

Aún me parece que en el Cielo santo
con desusada gloria
en medio de los ángeles estuve
a donde de tu canto
la constante memoria
de nuevo el alma estremecida sube:
mas di Rossini, dime
si propicio querube,
celeste amigo que tu canto inspira,
en noche solitaria
te enseñó el más ardiente y más sublime
himno que sabe su divina lira,
en esa pura celestial plegaria;
o si tú mismo al cielo suspendido,
al angélico coro
¿la escuchaste cantar en harpas de oro,
con ella absorto el soberano oído?
Por esa hora dichosa,
por el celeste olvido
del mundo, de mí mismo, de mis males;
por el alto placer que mi alma endiosa,
a tu valor divino desiguales,
estos versos te envío agradecido,
¡oh delicia y amor de los mortales!



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