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Se han encontrado 33 poemas con la palabra contemplar

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Lope de Vega

cuando me paro a contemplar mi estado

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.
Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.
Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;
mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.

Poema cuando me paro a contemplar mi estado de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Engaño es grande contemplar de suerte

-- de Lope de Vega --

Engaño es grande contemplar de suerte
toda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.
Con excepción se dio, puesto que es fuerte,
de morir el vivir, mas ya vencida
no deja que temer, si prevenida
mientras vivimos, en morir se advierte.
Al que le aconteció nacer, le resta
morir; el intervalo, aunque pequeño,
hace la diferencia manifiesta.
La muerte, al fin de cuanto vive dueño,
está de dos imágenes compuesta:
el tiempo, antes de nacer, y el sueño.

Poema Engaño es grande contemplar de suerte de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Lope de Vega)

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;

mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.

Poema Cuando me paro a contemplar mi estado (Lope de Vega) de Lope de Vega con fondo de libro

Fray Luis de León

Cuando me paro a contemplar mi vida

-- de Fray Luis de León --

Cuando me paro a contemplar mi vida
Y echo los ojos con mi pensamiento
A ver los lasos miembros sin aliento
Y la robusta edad enflaquecida,

Y aquella juventud rica y florida
Cual llama de candela en presto viento,
Batida con tan recio movimiento
Que a pique estuvo ya de ser perdida,

Condeno de mi vida la tibieza
Y el grande desconcierto en que he andado
Que a tal peligro puesto me tuvieron.

Y con velocidad y ligereza
Determino de huir de aqueste estado
Do mis continuas culpas me pusieron.



Garcilaso de la Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Garcilaso de la Vega)

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Roberto Juarroz

conglomerado de consumos tristes

-- de Roberto Juarroz --

Conglomerado de consumos tristes,
suma y montón de trampas
recolección anónima
de los plurales de la muerte.
Y enfrente, la pasión,
vidamás de la vida,
chispa en el relámpago,
deshielo de la belleza,
escarapela sobre el corazón del caos,
látigo de muchas puntas.
Y enfrente,
el contemplador de ambos fracasos.
Y también del fracaso
de contemplar el fracaso.
Y es allí,
en ese punto de madurez negativa,
donde salta el resorte:
la fe en nada,
la fe de fe,
la fe que no tiene enfrente,
la fe que no es posible contemplar.



Agustina Andrade

Nuestras almas

-- de Agustina Andrade --

Dos suspiros que se juntan
en el camino del cielo,
porque brotan de dos pechos
que sienten el mismo anhelo;

Dos blancas perlas del alba
que en el cáliz de las flores
se buscan, para volverles
sus perfumes y colores;

Dos azules nubecillas
que se unen allá en los cielos
para contemplar la luna
y envolverla entre sus velos;

Dos arpas que alegres riman
de amor iguales poemas,
y tristes si una está triste,
buscan siempre iguales temas;

Dos aves que a un tiempo cantan,
dos arroyos que murmuran,
¡eso son nuestras dos almas,
que eterna dicha se auguran!



Amado Nervo

via, veritas et vita

-- de Amado Nervo --

Ver en todas las cosas
de un espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar
en las diáfanas noche misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas...
¡Esperar!
¡esperar!
¿qué? ¡quién sabe! tal vez una futura
y no soñada paz... Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte.
Mientras, amarlo todo, y no amar nada,
sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;
cuidar de que en el áspera jornada
no se atrofien las alas, ni oleada
de cieno vil ensucie nuestras plumas.
Alma: tal es la orientación mejor,
tal es el instintivo derrotero
que nos muestra un lucero
interior.
Aunque nada sepamos del destino,
la noche a no temerlo nos convida.
Su alfabeto de luz, claro y divino,
nos dice: «ven a mí: soy el camino,
la verdad y la vida».



A Dios (Arroyal)

-- de León de Arroyal --

Quando alzando los ojos miro el cielo
adornado de estrellas refulgentes,
de luna y sol las vueltas diferentes,
y de los orbes el constante vuelo:

Y tornando á baxarlos, veo el suelo
regado con los rios y las fuetnes,
henchido de hombres, brutos y vivientes,
que procrean su especie con anhelo:

Al contemplar de todo la hermosura,
y el inmutable órden, que en sí tiene,
y observa la feraz naturaleza;

Á tí elevo mi alma con fe pura,
ó eterno Criador; y qual conviene
bendigo en altas voces tu grandeza.



Lope de Vega

Esto de imaginar si está en su casa

-- de Lope de Vega --

Esto de imaginar si está en su casa,
si salió, si la hablaron, si fue vista;
temer que se componga, adorne y vista,
andar siempre mirando lo que pasa;
temblar del otro que de amor se abrasa,
y con hacienda y alma la conquista;
querer que al oro y al amor resista,
morirme si se ausenta o si se casa;
celar todo galán rico y mancebo,
pensar que piensa en otro si en mí piensa
rondar la noche y contemplar el día,
obliga, Marcio, a enamorar de nuevo;
pero saber cómo pasó la ofensa,
no sólo desobliga, mas enfría.



Luis Muñoz Rivera

turba multa

-- de Luis Muñoz Rivera --

Bajo los anchos pliegues de una bandera
invicta en arapiles y en ceriñola
una turba se ampara tosca y logrera,
hija degenerada de la altanera
raza española.

Gente que audaz persigue lucro mezquino
que en altos ideales su afán escuda;
que siembra odios eternos en su camino
que de climas remotos hambrienta vino
pobre y desnuda,

y hoy que sus ricas tiendas aquí levanta
del colono pretende mofarse impía;
contemplar en el tajo nuestra garganta
y hacer que en nuestra tierra fije su planta
la tiranía.

Esos no representan al pueblo hispano
noble, viril, altivo, franco y sincero,
convertido, a esta margen del océano,
en montón de burócratas, rudo, inhumano
torpe y artero.

Montón a que los parias rinden tributo;
que en éxitos menguados te pavoneas;
que de tu negra infamia logras el fruto
en días tempestuosos de sangre y luto!
¡maldito seas!



Dolores Veintimilla

La noche y mi dolor

-- de Dolores Veintimilla --

El negro manto que la noche umbría
Tiende en el mundo a descansar convida,
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
Cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama
Duerme soñando avaro sus riquezas,
Duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
Soy invencible y grandes mis proesas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña
Y el marino tranquilo en su bajel;
A éste no altera la ambición ni saña
El mar no inquieta el reposar de aquel.

Duerme la fiera en lóbrega espesura,
Duerme el ave en las ramas guarecida,
Duerme el reptil en su morada impura,
Como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento.... La brisa silenciosa
Gime apenas las flores cariciando;
Todo entre sombras a la par reposa,
Aquí durmiendo más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que talvez un día
Al contemplar la luna misteriosa,
Exaltabas tu ardiente fantasía
Derramando una lágrima amorosa.

Duerme también tranquila y descansada
Cual marino calmada la tormenta,
Así olvidando la inquietud pasada
Mientras tu amiga su dolor lamenta.



José Agustín Goytisolo

el oficio del poeta

-- de José Agustín Goytisolo --

Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.
Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.
La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.



Rafael María Baralt

A S. M. la reina doña Isabel II

-- de Rafael María Baralt --

Vierte tu sangre con furor insano
horrendo crimen, y al trocar la tierra
fecundiza tu sangre cuanto encierra
de sublime y heroico el pueblo hispano.

Te protege el Señor; por él, en vano
tu cuna de oro contrastó la guerra;
y del puñal, que a tu valor no aterra,
más grande y bella te guardó tu mano.

Así tras noche tenebrosa y fría
al sol más puro que el rosado Oriente
con acrecido amor saluda el hombre;

Y la belleza al contemplar del día,
del sumo Dios con pasmo reverente
saluda humilde el infernal renombre.



Juan Boscán

Como aquel que en soñar gusto recibe

-- de Juan Boscán --

Como aquel que en soñar gusto recibe,
su gusto procediendo de locura,
así el imaginar con su figura
vanamente su gozo en mí concibe.

Otro bien en mí, triste, no se escribe,
si no es aquel que en mi pensar procura;
de cuanto ha sido hecho en mi ventura
lo sólo imaginado es lo que vive.

Teme mi corazón de ir adelante,
viendo estar su dolor puesto en celada;
y así revuelve atrás en un instante

a contemplar su gloria ya pasada.
¡Oh sombra de remedio inconstante,
ser en mí lo mejor lo que no es nada!



Garcilaso de la Vega

SONETO I

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima liii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡No volverán!
volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
Ésas... ¡No volverán!
volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a dios ante su altar,
como yo te he querido..., Desengáñate,
¡así no te querrán!



Gutierre de Cetina

cuando a contemplar vengo el curso breve

-- de Gutierre de Cetina --

De esta vida mortal, vana, ligera,
y cómo saltear airada y fiera
suele la muerte a aquél que morir debe,
viene el sentido a ser casi de nieve
ante el sol del temor que desespera,
viendo cuán tarde y mal, ya que andar quiera,
el mal uso a virtud los pasos mueve.
Y es el mal que me quejo y muestro ceño
de fortuna, de amor, de mi señora,
sabiendo que la culpa es toda mía,
que, como hombre engolfado en dulce sueño,
me duermo sin pensar siquiera un hora
que siendo el morir cierto, ignoro el día.



Salvador Novo

amor

-- de Salvador Novo --

Amar es este tímido silencio
cerca de ti, sin que lo sepas,
y recordar tu voz cuando te marchas
y sentir el calor de tu saludo.

Amar es aguardarte
como si fueras parte del ocaso,
ni antes ni después, para que estemos solos
entre los juegos y los cuentos
sobre la tierra seca.

Amar es percibir, cuando te ausentas,
tu perfume en el aire que respiro,
y contemplar la estrella en que te alejas
cuando cierro la puerta de la noche.



El huracán

-- de Vicenta Castro Cambón --

DERRIBAR, deshacer: ¡ese es mi afán!
No sin razón se teme al huracán.
Más de un ave, su nido y su polluelo,
a mi paso ha rodado por el suelo.
¡Ah! cerréis las ventanas y las puertas?
Cerrad no más: me ensañaré en las huertas.
Del árbol más coposo y más gigante
yo abato la arrogancia en un instante.
¡Mirad, los que cuidáis de los frutales,
cómo trato a la vid y a los perales!
De mi saña no escapa ni un arbusto.
Deshacer... Derribar... ¡Ese es mi gusto!
Infeliz del transefinte retrasado:
¡qué cara su demora habrá pagado!
A muchos he dejado sin vivienda,
y he causado de estragos en la hacienda...!
Interrumpo trabajos y placeres...
¡Como lloran de miedo las mujeres!...
Y cómo las asustan mis zumbidos!...
Me divierto imitando sus gemidos...
Me voy apacigüando: estoy cansado.
Es tanta la extensión que he azotado...
Es suerte no sentir remordimiento
ante el mal que he causado en un momento.
Bien puedo mi obra contemplar con calma:
yo no soy como el hombre, no tengo alma.
¡Bah! más mal hace un alma sin conciencia
y se pasa tan calma la existencia...!



Horas de delirio

-- de Vicenta Castro Cambón --

YO quisiera al espacio los ojos
alzar y poder
embriagarme de azul un instante.
Mi alma ¡ay! mi alma de azul tiene sed.

Yo quisiera del mar a la orilla
llegar una vez
y al medirlo con ávidos ojos
lejano horizonte por límite ver.

Yo quisiera de selvas inmensas
el verde dosel
contemplar una vez tan siquiera,
no importa a mi noche tornase después.

Yo quisiera en llanuras extensas
la vista tender,
o elevarla a esas cumbres nevadas
que con las estrellas de cerca se ven.

Son delirios mis ansias, comprendo;
yo nunca podré
¡ay! borrar la impresión de lo estrecho
que el mundo paréceme en torno a mi ser.

Solo sé que es el mundo muy grande
cuando oigo a través
de distancias inmensas las quejas
de seres hermanos que sufren también.

Son delirios mis ansias, comprendo...
Destino crüel! (sic)
Cielos, mares, llanuras y selvas,
montañas y estrellas ¡yo nunca os veré!...



Antonio Machado

El hospicio

-- de Antonio Machado --

Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano,
el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas
en donde los vencejos anidan en verano
y graznan en las noches de invierno las cornejas.
Con su frontón al Norte, entre los dos torreones
de antigua fortaleza, el sórdido edificio
de agrietados muros y sucios paredones
es un rincón de sombra eterna. ¡El viejo hospicio!
Mientras el sol de enero su débil luz envía,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el día,
algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos,
a contemplar los montes azules de la sierra;
o, de los cielos blancos, como sobre una fosa,
caer la blanca nieve sobre la fría tierra,
sobre la tierra fría la nieve silenciosa...



Miguel Unamuno

A mi ángel

-- de Miguel Unamuno --

Cúbreme con tus alas, ángel mío,
haciendo de ellas nube que no pasa;
tú proteges la mente á la que abrasa
la cara del Señor, mientras el río

del destino bajamos. Pues confío
que cuando vuelva á la paterna casa,
no ya velada la verdad, mas rasa
contemplar pueda á todo mi albedrío.



Julio Herrera Reissig

la novicia

-- de Julio Herrera Reissig --

Surgiste, emperatriz de los altares,
esposa de tu dulce nazareno,
con tu atavío vaporoso, lleno
de piedras, brazaletes y collares.

Celoso de tus júbilos albares,
el ataúd te recogió en su seno,
y hubo en tu místico perfil un pleno
desmayo de crepúsculos lunares.

Al contemplar tu cabellera muerta,
avivóse en tu espíritu una incierta
huella de amor. Y mientras que los bronces

se alegraban, brotaron tus pupilas
lágrimas que ignoraran hasta entonces
la senda en flor de tus ojeras lilas.



Francisco de Aldana

Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo

-- de Francisco de Aldana --

¿Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo
subir, o quién venció más su destino,
mi clara y nueva luz, mi sol divino,
que das y aumentas nuevo rayo al cielo,

cuanto el que pudo en este bajo suelo,
(¡oh estrella amiga, oh hado peregrino!)
los ojos contemplar que de contino
engendran paz, quietud, guerra y recelo?

Bien lo sé yo, que Amor, viéndome puesto
do no sube a mirar con mucha parte
olmo, pino, ciprés, ni helado monte,

de sus ligeras alas diome presto
dos plumas y me dijo. «Amigo, ¡guarte
del mal suceso de Ícaro o Fetonte!»



Esta es, Tirsis, la fuente do solía

-- de Francisco de la Torre --

Esta es, Tirsis, la fuente do solía
contemplar tu beldad mi Filis bella;
éste el prado gentil, Tirsis, donde ella
su hermosa frente de su flor ceñía.

Aquí, Tirsis, la vi cuando salía
dando la luz de una y otra estrella;
allí, Tirsis, me vido; y tras aquella
haya se me escondió y ansí la vía.

En esta cueva deste monte amado
me dio la mano y me ciñó la frente
de verde hiedra y de violetas tiernas.

Al prado y haya y cueva y monte y fuente
y al cielo desparciendo olor sagrado,
rindo de tanto bien gracias eternas.



¡Noche, que en tu amoroso y dulce olvido

-- de Francisco de la Torre --

¡Noche, que en tu amoroso y dulce olvido
escondes y entretienes los cuidados
del enemigo día y los pasados
trabajos recompensas al sentido!

Tú, que de mi dolor me has conducido
a contemplarte, y contemplar mis hados
-enemigos ahora conjurados
contra un hombre del cielo perseguido-

así las claras lámparas del cielo
siempre te alumbren, y tu amiga frente
de beleño y ciprés tengas ceñida,

que no vierta su luz en este suelo
el claro sol mientras me quejo ausente;
¡De mi pasión bien sabes tú y mi vida!



Francisco Sosa Escalante

A R...

-- de Francisco Sosa Escalante --

¿Por qué pretendes bajo negra toca
La frente asi ocultar? ¿por qué el esbelto
Talle, se mira en el sayal envuelto
Y no hay sonrisas en tu linda boca?

El blanco seno que á gozar provoca,
Del mundo alegre por el mar revuelto,
No es dado contemplar, ni aquel resuelto
Andar, que aviva la esperanza loca.

Lega á olvido capricho tan extraño,
Y pues el mundo por gentil te adora.
Desnúdate el sayal, cese el engaño;

Que en celda solitaria solo mora
O la adusta vejez, ó el desengaño;
No aquella que tus gracias atesora.



Francisco Sosa Escalante

Trasformación

-- de Francisco Sosa Escalante --

¿Y eres tú, y eres tú, la ninfa hermosa,
Mi dulce amor en los risueños dias
De mi temprana edad, cuando vivias
En mí pensando amante y cariñosa?

Eran, ¿te acuerdas? para mi alma ansiosa
Nido de amor tus labios, armonías
Los ecos de tu voz; resplandecías
Por bella y por gentil y por graciosa.

Por contemplar tu rostro soberano
Quise mil veces arrostrar la muerte,
De mi pasión en el delirio insano;

Y hoy que á mi paso la voluble suerte
Te vuelve á colocar, anhelo en vano
En esta sombra triste conocerte.



Francisco Villaespesa

mi vida es el silencio de una espera...

-- de Francisco Villaespesa --

Mi vida es el silencio de una espera...
Se escapa de mis ojos la mirada,
ansiando contemplar la sombra amada
que en otros tiempos a mi lado viera.
La mano palpa, cual si presintiera
negrear en la atmósfera callada
la seda tibia de su destrenzada,
profusa y olorosa cabellera.
Mi oído de impaciencia se estremece,
un olor a algo suyo el viento exhala...
¿Estás ya aquí? le digo, y me parece
que «aquí estoy», dulcemente, me contesta
aquella voz que pasa como un ala
rozando fugitiva la floresta.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo II

-- de Francisco Villaespesa --

El alba iluminó la vidriera,
y a su luz angustiosa y azulada,
yerto, sobre el blancor de la almohada,
se destacaba su perfil de cera.
Abrió los ojos, y la vida entera
palpitó en la inquietud de su mirada,
y en mis manos su frágil mano helada
temblaba como un ave prisionera...
Balbució su voz: ¡te adoro tanto!
¡pídele al cielo que mañana viva!
y mis venas heláronse de espanto
al contemplar sobre su faz inerte,
como el vuelo de un ave fugitiva,
aletear las sombras de la muerte.



José Asunción Silva

idilio

-- de José Asunción Silva --

Sencilla y grata vida de la aldea
levantarse al nacer de la mañana
cuando su luz en la extensión clarea
y se quiebra en la cúpula lejana,
vagar a la ventura en el boscaje...
Espiar en los recodos del camino
el momento en que el ave enamorada
oculta en el follaje
sus esperanzas y sus dichas canta.
En rústicavasija
coronada de espuma
libar la leche, contemplar la bruma
que en el fondo del valle se levanta,
el aire respirar embalsamado
con los suaves olores
de la savia y lasflores,
tomar fuerza en la calma majestuosa
donde la vida universal germina,
en ignotos lugares
que no ha hollado la vana muchedumbre
en el bosque de cedros seculares
del alto monte en la empinada cumbre;
después, tranquilamente
bañarse en el remanso de la fuente.
Con el rural trabajo
que a los músculos da fuerza de acero
y que las fuentes abre de riqueza
endurecer el brazo fatigado
y devolverle calma a la cabeza,
sin fatigas, sin penas, sin engaños
dejar correr los años
y en la postrera
descansar, no en lujoso monumento
sino bajo el follaje
del verde sauce a su tranquila sombra,



Clemente Althaus

Deseo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Pláceme contemplar desde la playa
el infinito mar que me convida
a que del patrio suelo me despida
y a otras riberas venturosas vaya.

Del lejano horizonte tras la raya,
al umbral de otro mundo parecida,
tal vez mas dulce placentera vida
y mas felices moradores haya.

Oh naves que a la aurora, al occidente,
al sur partís y al septentrión, ¡quién fuera
con vosotras! Mas ¡ay! que solamente

me es dado vuestra rápida carrera
seguir con la mirada y con la mente:
¡Y la dicha tal vez allá me espera!



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